El Ágora /

'Asumí que mi trabajo pictórico es un valor repetitivo, pero mi trabajo real es la difusión cultural'

Ese hombre moreno, de cabello largo, que nació hace 51 años en el cantón Caña Brava, de Santo Tomás, recibió de la Asamblea Legislativa el reconocimiento de “Notable artista de El Salvador”. Eso sucedió el 27 de enero, cuando ya tenía un espacio reservado en la lista de pintores salvadoreños relevantes que incluyen los textos educativos, y cuando ya estaba lejos de su trabajo como mecánico, primero, y como elaborador de ladrillos, después. Dice saber que ahora, su máximo valor no está en su oferta pictórica, sino en ser un difusor de cultura...

Viernes, 25 de noviembre de 2011
Gabriel Labrador, Efren Lemus, Frederick Meza / Fotos: Frederick Meza

Reconocido por pintar rostros de niños que expresan diferentes emociones, su obra ha recibido elogios en Estados Unidos, Colombia, Cuba, República Dominicana, Chile, Guatemala... También en El Salvador, pero aquí algunos de sus colegas han lanzado críticas desfavorables a su obra. Eso no le molesta, dice, porque desde su taller en Panchimalco promueve el interés de los menores en el arte -la pintura y la escultura, especialmente- y el desarrollo de agendas culturales en un lugar últimamente perjudicado por la violencia. ¿Qué hace un pintor en uno de los pueblos que las noticias diarias retratan como uno de los que caen presa del alza de los homicidios?

Pintor Miguel Ángel Ramírez.
Pintor Miguel Ángel Ramírez.

¿Quién estudia pintura en este país?
Ja, ja... ¿quién estudia? Ja, ja...

Bueno, agregaría: ¿quiénes y por qué se mueven en este ambiente?
Yo no me muevo, todo mi trabajo está en Panchimalco. Vas en la mañana, en la tarde, estoy ahí. Por inercia he llegado a algunas cosas, ja, ja…

Pero en la lejanía, los que estudian para pintor lo hacen por vivir o por vender y montar galerías.
Hasta hoy no he oído a una persona que diga yo quiero ser pintor sensatamente, no he oído que alguien quiera ser pintor, ja, ja… pero he visto con mucho ímpetu de hacer cosas a muchos compañeros y compañeras, pero no sé…

¿Y en El Salvador es arriesgado decir 'yo quiero ser pintor'?
Creo que esa es una de las virtudes de la democracia, hacer lo que querás hacer.

Muchos de mis compañeros, o yo mismo, no estudiaron música, quizás, por miedo…
El miedo paraliza.

¿Y eso es pecar de miedoso o de sensato en un país con poca tradición de aprecio institucional a las artes?
Hay que tomar el riesgo de ser lo que tú quieres hacer. La historia de esos niños... cuando empecé ni siquiera los vendía, mi interés era que el público reflexionara, que vieran ese niño y dijeran: '¡Carajo!... hay que parar, hacer algo, asumir responsabilidades'. Quizás me quedé atrasado en asumir esa responsabilidad, pero soy romántico… Al principio, esos rostros tenían lágrimas, paredes con perforaciones, con consignas, e irónicamente los doné. Cuando me dicen que mi trabajo va a ser publicado en los libros de texto de educación, ¡ah, fabuloso!, se donó y entré a ese imaginario de Salarrué, de la Reyes, de Mejía Vides, que se iba a proyectar. Mi interés nunca ha sido que eso sea un foco de atención. Hoy sí, pictóricamente he madurado, a la gente la atrapa la mirada, el niño y tienen sus lecturas; ven el oficio de color y textura. Mi trabajo en esa parte tiene oficio y no lo pueden copiar, aunque hoy dicen que es un tema repetitivo, pero lo están copiando para venderlo. Yo no lo hago con ese fin, uno hace lo que está a su alrededor, para mí sigue siendo el abecedario la naturaleza y sigo sumergiéndome en ella.

Fernando Llort creó una imagen estética por medio de la madera y las formas en La Palma. ¿Quisieras cambiar a Panchimalco?
No quiero cambiar nada, quiero hacer mi trabajo. Tengo dos lecturas importantes y no solamente de acá sino de fuera. Di un taller en un espacio cultural en Cuba, y en un futuro vamos a desarrollar, no por retomar, sino porque es necesario, el hecho que en ese complejo se va a disfrutar el arte, que hay recitales, que los niños retroalimentan ese proyecto. ¡Qué bueno que el niño sea su motor! Claro, con algunas asesorías.

¿Como la revolución cultural de Solentiname?
No. Pero vuelvo a El Salvador, Fernando hizo su trabajo, ¿está bien? N sé, pero ya es una lectura. El otro caso es Suchitoto, hay un fenómeno de desarrollo cultural: recitales, talleres, exposiciones... hay otro valor agregado que son derechos humanos. Panchimalco está a un par de kilómetros de San Salvador, pero hay mucho espacio que recorrer: somos un granito de arena tratando de apostarle al tema cultura. Estamos tratando de proyectar audiovisuales en la calle.

Por eso te hablaba de Solentiname, porque es lo que se quiere crear…
Desconozco, pero por decirlo, el pueblecito de donde fue Van Gogh tiene un festival, y uno de los artistas que tiene mi respeto y admiración es Oswaldo Guayasamín, el ecuatoriano que ha creado La capilla del hombre. Y a nivel de una lectura del arte contemporáneo ya no lo ven como aquellos circuitos de Nueva York, París, que te daban los grandes valores artísticos y si no llegabas ahí no eras artista. Creo que esta ruta que ha trazado él es para apostarle al lado sensibilizador del arte. La capilla del hombre es uno de los mayores discursos, de los más vigentes. ¡Que la gente no tiene formación! Pero eso no es culpa de… en arte se enseña a, b, c. Aquí leemos, pero no tenemos… somos provincia. Hay herramientas que nos permiten hacer otras cosas y ver las cosas, estas reflexiones me han servido para asumir mi trabajo, ya me resbala que digan que (las pinturas) son artesanías, pero me está permitiendo hacer algo diferente.

¿El prestigio o el éxito de un artista pasa por exponer o vender en las galerías de las grandes urbes estadounidenses o europeas?
Me gustó la definición del éxito. ¿Qué es el éxito?

Dinero, fama, fortuna, je, je…
Es el cliché que te venden, vea, ja, ja…

Bueno, faltan las mujeres, ja, ja…
Ja, ja… no lo considero así. El éxito es como el paraíso para los que son creyentes: ir allá… que es una utopía.

La hija de Miguel Ángel le regaló un llavero con una de sus pinturas más reconocidas.
La hija de Miguel Ángel le regaló un llavero con una de sus pinturas más reconocidas.

¿Cuál es tu utopía de aquí a 30 años?
No sé…

¿Que Panchimalco sea la capital del arte?
Ja, ja… eso sí me interesa porque estoy trabajando, no solo yo, un montón de gente; algunos con mayores recursos, otros con menos; lo estamos intentando. Así como vamos, pienso que con algunos apoyos, no financieros sino de visibilizar lo que se hace... es que te aseguro que si yo fuera un pintorcillo de repetición de niños y estuviera en mi estudio, no estuviera aquí platicando contigo. No estuviera.

Tus pinturas como Miguel Ángel Ramírez, no el taller, son estos cuadros de chicos de la cara redonda, los ojos grandotes que se han vendido en galerías carísimas...
¿De qué carísimas? Ja, ja…

Es decir, las hemos visto en varios lugares y son un producto con ciertos colores, formas... ¿Es una artesanía?
Mira, es tu lectura. Yo creo…

Je, je, je…
No, es tu lectura. Es artesanía…

Yo digo…
No, no. Mira, me han identificado con eso. Obviamente, debo aclarar que si no estuviera haciendo ese trabajo no me permitiera desarrollar las agendas culturales del taller porque no tiene ningún subsidio. Siempre soñé como artista tener el taller y abrirlo públicamente. La generosidad más grande la he tenido de los artistas, ver que un artista de Cuba venga, cuando su nombre está en los circuitos culturales con una gran trayectoria, a un pueblecito a exponer, te sorprende. Debo de ser honesto: mis colegas salvadoreños son contados los que han ido a exponer, a dar charlas y convivir con nuestro proyecto, pero han venido artistas de Taiwán, que son una eminencia, viven de esto, son destacados y han venido a dar talleres a nuestros niños. Mi trabajo se ha hecho más visible con eso que tú me decís, pero no solamente es eso.

¿Artesanía?
Sí tú ves mi página web, voy a Chile, porque el museo de arte contemporáneo escoge una pieza mía. Mi primera exposición se llamaba Homenaje a los desaparecidos y mis primeras exposiciones fueron en Suecia y Dinamarca y de esa temática está una en el museo de arte contemporáneo de República Dominicana, en la bienal, aparece un catálogo; el otro, el museo de Washington, aparece ahí. Esa temática me permitió expresarme de otra manera, me ha permitido conocer artistas de otro nivel que sí ven un poco de respeto, cariño más bien, vienen y comparten con la experiencia que hemos tratado de venir consolidando. Hay una entrevista que se hizo hace un buen rato y lo decía: pictóricamente acepto, estoy limitado; mi tema es muy reincidente. Cuestiono eso porque algunos compañeros lo hacen adrede: hablan del trabajo contemporáneo y ven el trabajo de Andy Warhol y es repetición de escenas y no son ni siquiera pinturas, ja, ja, ja… son repeticiones de imágenes hasta cierto punto fotográficas. ¿Será eso artesanía? ¿Quién dice arte contemporáneo? ¿Hay algún versado en eso que me pueda comentar o solo lo dice por el placer de decirlo? Me preocupa que en estos años han tenido que ser personas de fuera que lo reconocen y no nuestro público, ha costado mucho eso. Nos interesa ver la casa del vecino y nuestra casa no la vemos. Digo esto porque los medios juegan un papel bien importante en la labor de difusión artística, es importantísima.

¿No te preocupa reconocer que tu trabajo pictórico es limitado?
No, no me preocupa. Estoy haciendo lo que me place hacer, lo que me gusta hacer, no ha cambiado la actitud romántica. Me da mucha pena que acá se ocupen de etiquetar… siempre trato de decirlo, mi trabajo pictórico es un valor repetitivo, ya lo asumí, pero mi trabajo real, donde me siento como trabajador de arte es en el lado de difusión cultural, en el lado de compartir.

Por el CENAR y la Escuela de Artes de la UES ya han pasado varias generaciones. ¿Por qué pocos logran proyectar su trabajo en el país y en el exterior?
Me da mucho gusto que mi formación fue en el CENAR. Admiré mucho la obra de César Menéndez, quien sale del CENAR, las pocas veces que he salido hablan maravillas de él. La primera vez que expongo mi trabajo en Miami, César es César, y pesa y es caro. Voy a Cuba y también es César. Son dos polos opuestos: uno por el lado humano y el otro por el lado de mercado. A mí me ha gustado mucho que por decirlo, César ya trascendió más que el valor económico, y ahora su lado humano y el lado artístico son más fuertes. Yo acepto cuando el compañero dice la artesanía; hemos compartido los audivisuales de él (César Meléndez) con nuestros niños y él es bien enfático: o se es o no se es nada. A mí me pareció bien algo que él decía de mi trabajo en un reportaje: yo no soy de los artistas que hacen caritas por docenas, ja, ja, ja… pero me encanta porque es sincero, además de tener esa calidad de trabajo que lo sigo admirando, tiene esa sinceridad para decir las cosas, pero acá no pasa eso, aquí hay unos amigos que te tiran la piedra, te dicen sí, y por el otro lado te están echando zancadilla, creo que esa moral debe cambiar. El artista no tiene nada que perder cuando trata de decir sus cosas, César lo dijo públicamente, y qué bien que se exprese así de mi trabajo porque eso me ha permitido hacer otras cosas que me complementan y satisfacen.

Recuerdo la historia de Van Gogh, cuya obra fue valorada hasta después de su muerte. ¿Por qué crees que los cuadros de los niños han tenido más impacto que otros?
Mira, a mí me da mucho gusto ver en catálogos en Colombia una obra mía, y cuando recibo una carta del señor Pastrana en ese momento donde él había escogido mi obra para portada del catálogo, entonces…

¿Como antología del arte salvadoreño?
Exacto. No sé si la gente en otras latitudes tenga la misma lectura prejuiciosa que tienen los nuestros por etiquetarte. O quizás es novedoso, o ven alguna frescura en la mirada de mi trabajo, de las cosas que hago. Vuelvo al tema de la prensa porque es importante en la difusión de las agendas culturales. El gobierno de Chile entregó a mi trabajo la condecoración Gabriela Mistral. ¡Púchica! Fue una gran noticia cuando de antemano sé que la tienen personalidades como Gabriel García Márquez. Le dije al embajador que su país daba este reconocimiento por la labor que hacemos en el taller, entonces que si podía ser ahí y la entrega de la condecoración fue en la noche… fue un día cuando estaba etiquetado de muy violento. Mira, ningún medio sacó una pinche cuña.

¿Es importante que lleguen?
Creo que por lo menos debe haber una invitación para que vayan a ver la muestra, creo que los medios tienen tanta importancia como esa noticia tú que mencionaste. ¿Cómo ves la noticia?

La plática con Miguel Ángel Ramírez se realizó la tarde del lunes pasado. Después del saludo, comentamos sobre el asesinato de un hombre frente a sus tres hijas, según la publicación de La Prensa Gráfica de ese día.

Veo un lugar que se vuelve cliché por algo y cuando se sale de esos esquemas ya es noticia.
Je, je, je. ¿Y por qué se nos invita a la discusión acá? ¿Es por el cliché?

No. Te invitamos porque creemos que tú tienes cosas importantes que decirle a los lectores.
Yo personalmente dije: ¿Qué pasa (en Panchimalco)? Cuando empezaba y no era cliché como tú bien dices y había mucha violencia y nos dábamos cuenta… La violencia afecta en el sentido que, a principios de año, siempre teníamos visita, aunque como taller el objetivo ha sido bien claro desde el inicio, no tenemos intenciones de mercado. Estábamos teniendo afluencia de público estudiantil, universidades, turismo nocturno. Abríamos nuestras puertas con los objetivos puntuales: mostrar lo que hacemos. No hay duda de que el tema que publican los medios afecta.

Y si la prensa considera que un templo de la cultura se está profanando por la violencia, acaso sea como ilustrar que hasta lugares que uno creería que son alondras en la madrugada, niños pintando…
No lo veo así, con una propuesta un tanto romántica. La veo objetiva porque como trabajadores de arte llegamos a Panchimalco con una intención bien clara: interactuar con un público que es muy sensible. El pueblo es muy receptivo a la labor que se hace y hemos empezado con un abecedario muy sencillo que es el hecho de involucrar y trabajar con la comunidad. Esa descripción que tú tienes del paisaje, del pájaro y de toda esa vaina, puede que esté ahí, pero el objetivo básicamente era descentralizar las actividades culturales que suceden acá en San Salvador.

Pintor Miguel Ángel Ramírez.
Pintor Miguel Ángel Ramírez.

Tú interactúas con la gente, pero, ¿cuál es el alcance?
Nos hemos focalizado en el tema de formación artística, el niño o la niña que va al taller no va por hacer una artesanía. El taller ha tenido muchas ofertas de que nos convirtamos en un espacio artesanal, hemos decidido que eso no es nuestra agenda. Partimos de que la formación que los niños están teniendo les va a ayudar en su autoestima; segundo, como una herramienta adicional para su formación académica. Enseñamos el abc del arte, de ahí las habilidades y el trabajo de cada quien. Los logros han trascendido: entramos al festival de escultura porque un joven, que no puede seguir sus estudios académicos por ese factor de violencia y económico, este chavalo se integra al taller hace un par de años y ganó el primer premio que otorga la Alianza Francesa. A mí me llevó mucho tiempo hacer mi primera exposición, decir que un joven de Panchimalco venga a exponer individualmente sin tener acceso a una información de carácter teórica y técnica y este chavalo en un par de días logra su primera exposición... el arte te genera autoestima personal.

Si una institución te dice: te vamos a dar 10 pandilleros del cantón El Divisadero y 10 de Panchimalquito para que a través del arte puedan renovarse…
Ja, ja, ja…  mira, esperamos hacer clic con algunas instituciones que les gusta trabajar en eso, lo hemos venido haciendo sin pensar que sean etiquetados objetivamente así, lo hemos venido haciendo sin ese prejuicio de que sean de aquí o allá.

Hoy tienes claro lo del mercado, pero, al principio, cuando no hallabas espacios, ¿lo consideraste?
Cuando te apasionas con el trabajo artístico siempre estás con esa tensión de disfrutar. Lo que pasa cuando te planteas que vas a trabajar para un mercado es: ¿y si no viene ese mercado? Es una fustración… Yo me formé en los años ochenta, cuando no era el tema vender artesanía, ni siquiera tenía un objetivo: no queríamos ni ir a la galería, ponele. Éramos chavalos rebeldes, decíamos que nuestras actividades eran en lugares bien románticos, imagínate, vivienda mínima, queríamos que cada obrero de este país tuviera un cuadro, un dibujo, ja, ja, ja…

¿Estuviste organizado?
Obviamente tuve que… de hecho, para que hayamos visualizado el hecho de hacer homenaje a los desaparecidos teníamos un pensamiento, obviamente era de izquierda.

¿Estuviste en el MERS, o en el BPR o en…?
Ja, ja, ja… como decía Calle 13, de los 18 para la calle 13, ja, ja, ja… el hecho es que realmente como artista, como estudiante tuvimos que ver mucho. Obviamente de la generación que fuimos y que estamos, uno está haciendo un buen trabajo fuera del país, muy bueno y habla muy bien de El Salvador, otros que nos quedamos acá, pero haciendo lo que nos gusta hacer.

En esa época era fuerte el debate sobre si el arte era para denunciar una realidad o algo más sublime. ¿Cómo lo ves hoy en el sentido de que hay un problema de violencia innegable?
Siempre hemos pensado que en lo anónimo de la sociedad, por muy cruel que sea, hay una sensibilidad y hay un tema de solidaridad muy fuerte. Yo llegué a Panchimalco a estudiar al maestro Mejía Vides. Si nos ubicamos en los años 30, cuando él se va a vivir a Panchimalco, estaban sucediendo las cosas más atroces: la rebelión del 32. Creo que entre la maldad de ayer y hoy, hay generosidad en los seres humanos. Lo que pasa es que como trabajadores estamos etiquetados en hurgar, pero no estamos interesados en esas cuestiones anónimas que pasan. Mira qué curioso: hablan de mucha violencia, pero tú has ido al taller y no hay cercos, quisiera que se robaran piezas escultóricas, hay un espacio público donde pasa la gente y no entiendo… Yo estoy ahí desde después de los acuerdos de paz y he ido a unas zonas bien riesgosas, pero quizás por mi apariencia de peludo no me hacen nada o no sé.

¿Cuánto cuesta pintar un cuadro? Imagino que los lienzos y materiales no son baratos.
No son baratos. Tuve la oportunidad de estar con Carlos Cañas y no tenía ni siquiera materiales para pintar, de chavalo no tenía, recuerdo que estábamos en el CENAR y andábamos ambulantes, estábamos frente al mercado cuartel, ahí vendían carbón. Entonces, el maestro Carlos Cañas decía: 'No hay excusa para no hacer, vayan a buscar carbón, ahí hay lija, pulan los carbones y empiecen'. Yo conservo esos dibujos ahí pegados, yo lo que trato de decir es que lo más importante es el dibujo, si dibujas extremadamente bien vas a ver los resultados, los materiales de color vendrán por tu capacidad.

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