Rostros cubiertos y armas largas durante la presentación el pasado 9 de febrero ante los medios de comunicación de la Unidad Antipandillas de la Policía Nacional Civil. Foto Roberto Valencia
El general David Munguía Payés fue juramentado como ministro de Justicia y Seguridad Pública el 22 de noviembre de 2011, apenas unos días antes de cumplirse la primera mitad del quinquenio del presidente Mauricio Funes. Con el nombramiento se destapó la caja de los cambios en el gabinete de seguridad –aplaudidos por unos, criticados por otros–, y la creación de una unidad élite antipandillas al interior de la Policía Nacional Civil (PNC) es uno de los conejos más vistosos que ha sacado de su chistera el general Munguía.
“Las pandillas son el flagelo que más golpea a la población salvadoreña, el principal factor generador de violencia, sobre todo en los barrios y colonias populares, donde vive la gente humilde”, justifica su decisión, “y la función principal de la unidad antipandillas será romper su estructura criminal”.
Más allá de la espectacularidad del anuncio, que un amplio sector de la población salvadoreña sin duda agradecerá, quizá convenga detenerse unos minutos a reflexionar sobre qué es lo que se está anunciando.
¿Quiénes integran la unidad?
La unidad la integrarán entre 320 y 360 policías, incluidos oficiales y suboficiales, si bien la idea es que esa cifra aumente en función de las necesidades. La columna vertebral del grupo es la promoción 104 de agentes del nivel básico que la Academia Nacional de Seguridad Pública graduó el 23 de diciembre de 2011. De entre los integrantes de esa promoción –287 hombres y 26 mujeres– se ha seleccionado a la mayoría de los miembros de la unidad, por lo que dos características del grupo serán la juventud y la presencia mínima de mujeres.
Aún no se ha confirmado quién estará al frente, pero el general Munguía ha dado algunas pistas: “Lo más probable es que salga del equipo de trabajo que está formando la unidad; necesitamos una persona profesional, enérgica, acostumbrada a dirigir unidades élites y que tenga el compromiso que tenemos nosotros de combatir la delincuencia en el marco de la ley”.
El adiestramiento y la puesta en marcha de la unidad le han sido asignados al comisionado Pedro González, subdirector general de la PNC entre 2003 y 2006 y por lo tanto uno de los ejecutores del plan Mano Dura del expresidente Francisco Flores y del plan Supermano Dura del expresidente Antonio Saca (2004-2009). “Si no les ponemos un límite, en el futuro el gobierno tendrá que firmar acuerdos de paz con las pandillas”, dijo en 2004 el comisionado González en un artículo publicado en la revista Surcos. “Yo soy de los mandos que sostienen que hay que sacarlos definitivamente de circulación”, agregó.
Militar retirado también, el comisionado González es, junto al comisionado Douglas Omar García Funes, una de las personas cuyo perfil al interior de la PNC se ha elevado desde la llegada del general Munguía: ha pasado de estar en el ojo del huracán por una investigación abierta en su contra por la inspectora Zaira Navas a ser el nombre que más suena para dirigir la unidad más mimada.
¿Qué singulariza a esta unidad?
Los seleccionados están recibiendo un adiestramiento adicional de tres meses en la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), centrado en técnicas para el combate a las pandillas. “Es un adiestramiento duro, pero las exigencias que se les están haciendo son compatibles con las exigencias que van a tener sobre el terreno”, dice el general Francisco Salinas, director de la PNC.
El ministro ha optado por el hermetismo a la hora de detallar en qué consisten las capacitaciones, y apenas han trascendido algunos detalles, como que una de las materias trata sobre el conocimiento del habla, de las señas y de los grafitos que utilizan los pandilleros.
En cuanto a su estructuración interna, sus integrantes se distribuirán en tres grupos: uno se encargará de las intervenciones policiales (los operativos), el otro tendrá labores de investigación y se pretende que trabaje de la mano con un grupo específico de fiscales, y el último se dedicará a la inteligencia.
¿Cómo se acoplará en la PNC?
El que en un principio ha sido bautizado como Grupo de Intervención Antipandillas (GIAP) será una unidad operativa independiente, con un funcionamiento similar, por ejemplo, al de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO). Sin embargo, el general Munguía asegura que a mediano plazo se convertirá en una subdirección, y que incluso absorberá el Centro Antipandillas Transnacional (CAT), la estructura para el monitoreo regional de las pandillas creada en 2007 con apoyo y presencia activa del FBI estadounidense.
¿Por qué se necesita una unidad antipandillas?
El general Munguía parece tenerlo claro: el 90% de los homicidios que se cometen en El Salvador tienen relación con las maras. El dato lo repite una y otra vez, aunque las explicaciones sobre cómo ha llegado a esa cifra no convenzan a todos.
Al margen de si ese 90% está o no en sintonía con la realidad, lo cierto es que las maras han evolucionado hasta condicionar la vida en amplias zonas de El Salvador. En septiembre de 2010 lograron paralizar el país por tres días consecutivos, y decisiones como la escuela adonde se envían a los hijos o los dorsales que usan los equipos de fútbol están condicionadas, hoy por hoy, por el accionar de las maras.
Del crisol de pandillas que había hace dos décadas hoy son dos las más extendidas. La Mara Salvatrucha (o MS-13) es la más numerosa y organizada, la que mejor ha sabido sobrellevar la atomización y la jerarquización internas propias de las pandillas. Un ejemplo: tan solo en la urbanización Las Margaritas, de Soyapango, cohabitan en relativa armonía cuatro clicas: la Criminal Mafiosos Locos Salvatruchos, la Big Crazy Locos Salvatruchos, la Oscuro Mundo Locos Salvatruchos y la Big Gangsta Locos Salvatruchos.
El Barrio 18 es la segunda pandilla en importancia, y en la actualidad se encuentra dividida en dos grandes grupos: Sureños y Revolucionarios. Entre ellos se odian a muerte, por lo que bien podrían considerarse pandillas independientes.
Además de estas dos –¿tres?– grandes pandillas, en algunas colonias operan maras no alineadas, como la Mao-Mao, que aún tiene presencia en el cantón El Limón, de Soyapango. También está el fenómeno de los pandilleros en conflicto con su mara; en algunos centros penales operan como un grupo compacto, y no hay que descartar que terminen logrando algún tipo de control territorial afuera, si es que no lo tienen ya.
En definitiva, las maras se han convertido en un factor determinante –por lo que se hizo o por lo que se dejó de hacer– en el diario vivir en los suburbios urbano-marginales de casi todas las ciudades del país, en el área rural, y su presencia es cada vez más influyente en residenciales y urbanizaciones de clase media.
¿Cuándo y dónde entrarán en acción?
El general Munguía comenzó a hablar de esta unidad en la primera semana de diciembre, y la fecha del inicio de operaciones se ha ido posponiendo poco a poco. “Será inmediatamente después de Semana Santa”, dijo el pasado 9 de febrero en el acto en el que se presentó la unidad –aún en formación– ante los medios de comunicación. La Semana Santa este año coincide con la primera semana de abril, por lo que, si no hay nuevos retrasos, podría estar en las calles a mediados de abril.
Sobre los lugares en los que operará, el general Munguía se limita a señalar que serán “los barrios y en las colonias donde las pandillas están cometiendo sus crímenes”, que a su juicio se concentran en los departamentos de San Salvador, La Libertad, Sonsonate, Santa Ana y San Miguel, por lo que no parece muy aventurado especular con que el cantón El Limón, de Soyapango; la colonia Sensunapán, de Sonsonate, o La Curruncha, de San Miguel, estarán entre los escenarios en los que intervendrá.
¿Y los derechos humanos?
El discurso oficial es que será una prioridad respetarlos. “Van a actuar con mucha energía pero, respetando, como siempre, los derechos humanos de la población y el estado de derecho; será una unidad élite en una sociedad democrática”, dice el general Munguía, a quien no parece preocuparle que en 2011 la PNC fuera, de largo, la institución más denunciada por la ciudadanía en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.
Todos los graduados por la ANSP reciben clases de deontología policial, ética, derechos humanos, manejo de conflictos y protección de derechos y garantías constitucionales. “El respeto a los derechos humanos es un eje transversal en la formación de nuestros agentes”, dice el general Munguía.
Pero esa formación no evitó que, apenas unos días antes de su graduación, un aspirante a policía fuera detenido en Panchimalco acusado de extorsionar a una familia. Pertenecía curiosamente a la promoción 104, de la que saldrá el grueso de los integrantes de la Unidad Antipandillas.