En los suburbios de la fresca ciudad de Guatemala está alojada la oficina y bodega de la editorial guatemalteca F&G Editores, una casa de fachada descuidada que pasa desapercibida sin un rótulo que anuncie la actividad que ahí dentro se practica. Para dar con ella se debe buscar el redondel con la ceiba y el 5-54 de la colonia Centroamérica en la zona 7.
Raúl Figueroa, fundador de la editorial, regresó a Guatemala en 1993 luego de 9 años de estar exiliado en Costa Rica a causa de la represión derivada del conflicto armado interno de los años 80. Durante su refugio en el vecino país se dedicó a realizar servicios editoriales para instituciones, como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Con su reintegro como ciudadano guatemalteco surgió la idea de montar una editorial que se combinaría con la creación de un fondo editorial propio. Para 1994 la empresa se había formalizado aunque él seguía siendo el único que la constituía. A pesar de su cualidad de hacelotodo, el gran obstáculo que enfrentó Figueroa en un principio fue que no existía una noción generalizada del trabajo que conlleva la edición de libros. '¿Ah?, ¿tenés imprenta?, me decían. No existía claridad, en términos generales, de que el trabajo de impresión es distinto al trabajo de edición, y eso la verdad es que nos dificultó mucho poder abrirnos campo', recuerda.
Por suerte para él, y para el equipo que ahora lo apoya, la editorial ha ido escalando posiciones poco a poco, que le permitieron pasar de ser un proyecto editorial de libros de leyes a una prestigiosa referencia para las publicaciones de autores guatemaltecos y regionales, porque todo derivó en concebir la idea de convertirse en una editorial centroamericana que permita el reconocimiento de los autores de la región en los países del istmo.
Aunque es una editorial pequeña, el editor cuenta anécdotas polémicas, como cuando en 2007 fue denunciado por un fotógrafo por haber utilizado, supuestamente, de manera inconsulta una de sus fotografías para la portada de “Cualquier forma de morir”, del escritor salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa. Aunque la demanda fue declarada inconsistente porque el autor había autorizado de palabra la utilización de la fotografía, Figueroa tuvo que permanecer en arresto domiciliario por tres meses.
En esta entrevista nos acercamos a una perspectiva de la industria editorial en la región, una de las industrias culturales de las que se habla mucho hoy en día como vía, tanto para el desarrollo cultural como para el desarrollo económico de nuestros países.
¿Cómo ve el mercado de lectores en estas sociedades donde la lectura se practica más por obligación que por placer?
Es un mercado pequeño, pero yo creo que ha venido creciendo. Resultado de eso es que tenemos muy buenas librerías en Guatemala. Sin caer en una cuestión chauvinista, las mejores librerías de Centroamérica están en Guatemala: Sophos, Artemis Edinter... Y yo espero que siga creciendo. Es decir, haciendo libros es claro que uno no se va a enriquecer acá, sobre todo por el tipo de libro que hacemos. Es el libro de texto (escolar) el que tiene un mercado cautivo, porque es obligatorio comprarlo.
Con su experiencia en Costa Rica, ¿cuál era su visión de negocio al regresar a Guatemala?
Tenía la idea de que quería hacer libros y en ese momento mi idea básica era crear un fondo editorial de libros de leyes. Acá las leyes se publican en papel periódico, re mal impresas, no hay ningún trabajo editorial. Es copiar, sencillamente, lo que sale en el diario oficial y en algunos casos, probablemente, se tomen la molestia de hacer un levantado de texto nuevo, que es arriesgado por los errores que se puedan cometer.
¿Cuál fue el título con el que F&G da sus primeros pasos como editorial?
El primer libro que yo publico es la Ley del Impuesto sobre la Renta, que fue un fracaso, porque la imprenta me entregó el libro 3 meses tarde de la fecha convenida y cuando salió ya la corte de constitucionalidad había declarado inconstitucional alrededor del 25% de la ley. El libro salió ya desactualizado, nació muerto.
¿Y entonces?
En ese momento yo no tenía la menor idea, se lo confieso, de qué era a lo que me estaba metiendo. Yo iba a hacer mis libritos de leyes y esa iba a ser mi contribución para que los abogados tuvieran un material de consulta fácil, legible. Que cuando lo abrieran no se les desarmara, que pudieran atender a un cliente sin avergonzarse de las fotocopias sucias, que es lo que se publica. Pero así de tener una visión de largo plazo, de construir una editorial, que se convirtiera en referente, para nada. Ja, ja, ja.
¿Cuánto tiempo les llevó empezar a dejar de lado las leyes y preparar la publicación de otro tipo de títulos?
Pasaron más o menos 3 años. A finales del 97 sacamos el siguiente título. Me atrevería a decir que le dimos vida a la jurisprudencia. Realmente permitió convertir el libro en un material de consulta, sobre todo para especialistas.
¿Capital?
Pues no teníamos nada, el que hemos ido construyendo ha sido resultado de los servicios editoriales que nos ha ido permitiendo acumular de a poquito. En el 99 sacamos el primer libro de literatura. Ya a partir del 2000-2001 empezamos a tener una mayor frecuencia en la publicación de títulos y ya para ese entonces teníamos algún prestigio por la calidad del trabajo editorial.
¿Cómo fue trabajar esos primeros años sin un equipo?
Yo hacía el trabajo de edición, diseño, diagramación, telefonista, mensajero. Claro, el volumen de trabajo no era tanto. Tenía nombre de empresa, pero el trabajo lo hacía yo. Como de todo era poquito, tenía que hacer dos libros probablemente por mes en trabajo editorial. Entonces no era cosa del otro mundo.
¿Cómo funciona ahora el proceso de preprensa?
Yo sigo siendo el editor y corrector, aunque en este momento tengo a alguien que me está apoyando en corrección, aunque no esté de planta en la editorial. Y luego ya se va a la diagramación, que también lo hacemos acá y la impresión que lo hacemos afuera. Es arduo el trabajo, je, je, je.
¿Cuál ha sido el método de F&G para cazar autores?
No cazamos autores, ellos nos cazan a nosotros. No podemos, la editorial es pequeña, el trabajo editorial lo realizo yo nada más, y tenemos tal cantidad de propuestas que no tenemos necesidad de andar cazando autores. Básicamente publicamos autores guatemaltecos, centroamericanos, entonces con ninguno hemos dicho “hay que ir tras de este”...
¿Y a cuánto asciende la cantidad de manuscritos reciben al año?
Ahorita no estamos recibiendo manuscritos, pero recibimos al menos una comunicación por día de autores que les gustaría publicar con nosotros. En este momento estamos saturados de trabajo, tengo una pila de entre 40 y 50 manuscritos que revisar. Hace 2-3 semanas opté por decirle a la gente que nos escribe 'Disculpe pero en este momento no podemos', porque los autores mandan su manuscrito y esperan una respuesta inmediata y no estamos en posibilidad de hacer eso.
¿Qué obstáculos se han encontrado en el camino?
Dificultades, digamos que no hay una prensa que reseñe libros, no hay crítica de libros, es difícil informar al lector de lo nuevo. De alguna manera nosotros eso lo estamos salvando haciendo uso de las redes sociales, particularmente de Facebook. Es más difícil vender libros en Centroamérica que mandar libros a Estados Unidos. El transporte para los libros es sumamente oneroso. Hay que moverlo en bajos volúmenes, por lo tanto el costo unitario de transporte es demasiado alto, las librerías que hay en otros países no se interesan por los libros que se hacen en el país de a la par. Ese es el principal problema para hacer crecer la editorial como una editorial centroamericana.
A partir del problema que hubo con los derechos de la fotografía del libro de Rafael Menjívar, ¿qué medidas han tomado para evitar ese tipo de situaciones?
Para nosotros eso fue una gran lección. Ahora todo con contrato. 'Te regalo la foto, usala', me dicen, pero aunque sea Q50 les pido que me cobren para que yo tenga una factura, un recibo, la copia de un cheque, un contrato, donde dice 'autorizo a...'. Así lo resolvimos, porque además es la manera legal. Lo que pasa es que cuando uno tiene una editorial pequeña, y me imagino que esto ha de ser en todas las empresas pequeñas, hay un límite entre lo formal y lo informal que es movible. Pero en relación con eso fue una demanda que nos provocó muchísimo daño. La editorial es una empresa pero el editor soy yo, y estar sometido a toda esa presión, a tener que estar pidiendo permiso en los juzgados para salir de la ciudad de Guatemala... Ahora todo con un papel firmado o en el menor de los casos un correo electrónico que imprimimos y archivamos.
¿Cómo ve la proporción de crecimiento entre el mercado de lectores y la producción literaria?
Creo que crece más la población de autores que la de lectores. Si nosotros vendiéramos tantos libros como manuscritos nos llegan sería una maravilla. Pero no es así, creo que en términos de cantidad lo que hay que hacer crecer es la demanda. Nosotros tenemos mucho libro que nos gustaría sacar pero que nos cuesta inferir qué tanto se van a vender, etc...
¿Ubicar un nicho de mercado?
Exactamente. Son libros muy interesantes, pero que es difícil decir que en estos momentos se van a vender. Luego tenemos el problema de que el Estado no compra libros. En Guatemala las bibliotecas públicas se mantienen con donaciones, el Estado no tiene un programa nacional de adquisiciones para las bibliotecas públicas. Eso pudiera ser algo muy importante, no solo para el impulso de la lectura, sino también para el desarrollo de la industria editorial.
¿Qué temas son, entonces, los que han logrado posicionarse?
Hay libros que logran tener mucha demanda, como 'Siendo puta me fue mejor', de Vivian Marroquín, que ha vendido más de ocho mil ejemplares, el libro que nosotros sacamos de rendición de cuentas ha vendido más de cinco mil ejemplares, 'Crimen de Estado' de Lafitte Fernández ha vendido más de tres mil ejemplares.
¿Cuáles son sus proyecciones a mediano plazo?
Publicar por año por lo menos unos 5 títulos de cada país, de Guatemala probablemente publicaremos más porque estamos acá. Pero nos va a llevar tiempo por las dificultades de distribución.
¿Han buscado apoyo?
Hemos tenido apoyos particularmente de la Fundación Soros, que en los últimos tres años nos financió como 4 libros. Y nada más... El problema que tenemos es que los apoyos que podrían venir de la cooperación internacional es que nos piden como países que seamos auto sostenibles, y no le dan apoyo a lo que ellos consideran son empresas lucrativas. ¡Cómo se va a ser entonces autosostenible!
¿Y el gobierno?
No existe de parte de los gobiernos ninguna política para hacer circular a los autores centroamericanos en Centroamérica. Hay un proyecto que tiene ya varios años, más de una década, que es la Feria Internacional del Libro en Centroamérica (FILCEN) que terminó desnaturalizándose por completo. Es decir, usted va a la feria en todos los países y lo que menos encuentra son libros centroamericanos. Los organizadores de la feria son básicamente promotores de libros importados que no les importa promocionar el libro centroamericano. Para nosotros El Salvador y el resto de Centroamérica son nuestra segunda área o zona de expansión de mercado, porque nuestro mercado natural y actual es la ciudad de Guatemala y sus alrededores.
¿Qué beneficios le trae a una editorial estar presente en ferias?
La asistencia a ferias es indispensable. En feria nacional es la oportunidad para nosotros como editores de acercarnos directamente a los lectores, recibir los comentarios de la gente y tener ventas importantes. La feria es esa ocasión para que la gente que comúnmente no visita librerías pueda encontrar nuestros libros. También está la cuestión de los contactos que derivan en que se conozca la editorial afuera, los títulos, los autores… Yo diría que es indispensable, a pesar de todo el trabajo que se pueda realizar a través de la comunicación virtual. La feria te da la ocasión de saber a quién se le va a enviar esa información.
¿Cuál es la proporción de autores publicados por cada país de Centroamérica?
En su mayoría son guatemaltecos, hay que tomar en cuenta que la editorial surgió como una editorial guatemalteca. Ahora resulta que de alguna manera el prestigio de la editorial se ha ido fuera de Guatemala y a mí en lo personal me interesa convertirla en una editorial centroamericana, cuánto nos vaya a demorar, no lo sé.
¿Qué autores centroamericanos han tenido la oportunidad de publicar?
Rafael Menjívar Ochoa, Vanessa Núñez, Jorge Galán, Jacinta Escudos, de El Salvador. Y solamente.
¿Cómo ha sido la aceptación de los títulos de autores salvadoreños en Guatemala, cree que han logrado penetrar el mercado de lectores?
Los que se han vendido muy bien son los libros de Vanessa. De 'Los locos mueren de viejos' fue necesario hacer una segunda edición, lo cual no es común. Decir que sacamos una segunda edición es decir que tuvimos un gran éxito con el libro. Ahora, hay que tomar en cuenta que Vanessa está aquí en Guatemala. Esto en cierto modo nos confirma la necesidad de que el autor como persona debe circular por los otros países. Los volúmenes de venta son muy pequeños para que las editoriales o los mismos autores puedan hacer esto con sus propios recursos y ahí es donde debería estar la intervención del Estado: organizar actividades con autores centroamericanos en El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica; un festival literario centroamericano.
¿Cómo ve las oportunidades para ustedes en El Salvador?
Vemos El Salvador como parte de este proyecto de convertir la editorial en una editorial Centroamericana. Las puertas de librerías La Ceiba nos las abrió el libro 'Crimen de Estado', y a partir de eso ya tenemos otros libros. Hace años hicimos una prueba en librería La Casita y no nos funcionó... También estamos en la UCA, tenemos años de tener los libros ahí a la venta. Lo complicado en El Salvador, Nicaragua, Costa Rica es que la gente que lee no conoce a los autores de los otros países y el librero no compra los libros porque tampoco los conocen.