Opinión /

Lecciones de liderazgo de Fabio Castillo Figueroa


Domingo, 4 de noviembre de 2012
Héctor Lindo

En septiembre de 1956 John Weir, un funcionario de la Fundación Rockefeller, se reunió en San Salvador con un médico delgado, elegante, intenso, de 36 años de edad. Era el primer profesor a tiempo completo de la Facultad de Medicina: Fabio Castillo Figueroa. Él apenas tenía dos años de haber regresado de terminar su especialización en la Universidad de Pensilvania. En los escasos meses que llevaba de regreso en el país había comenzado la transformación de la educación médica de la UES. Las impresiones de Weir con la personalidad del Dr. Castillo quedaron plasmadas en un memorándum que escribió al regresar a Nueva York:

“Aparentemente” decía Weir, “[Fabio Castillo] fue la primera persona en San Salvador que decidió correr el riesgo de hacer carrera dedicándose a las ciencias básicas. Después de recibir su formación regresó a San Salvador y fue a la Facultad de Medicina a preguntar si querían sus servicios a tiempo completo. Parece que los profesores se sorprendieron ante semejante solicitud pero acto seguido le asignaron un salario a tiempo completo de $800 al mes. Esto estimuló a otros a seguir carrera en el campo [de la ciencia]. El próximo año habrá gente regresando de Estados Unidos con formación en bacteriología, patología, parasitología y anatomía”.

La buena impresión que causó Castillo tuvo consecuencias. El apoyo de instituciones como la Fundación Rockefeller proporcionó recursos para convertir la educación médica de El Salvador en una de las mejores de América Latina. Así es como, gracias a la visión, liderazgo, entusiasmo e incansable dedicación de Fabio Castillo, un país con alto grado de analfabetismo y minúsculo apoyo gubernamental a la educación secundaria logró tener una escuela de medicina cuyos egresados pasaban sin problemas los exigente exámenes médicos de Estados Unidos.

El Dr. Castillo tuvo muchas facetas. Habrá sido un individuo controversial, pero de ninguna manera ordinario. Para aquellos que como yo están interesados en la educación superior, los años brillantes de la Universidad de El Salvador con Fabio Castillo a la cabeza son materia de reflexión. Una lectura de la correspondencia del Dr. Castillo y de la Facultad de Medicina disponible en los archivos de las Fundaciones Ford y Rockefeller me da pie para identificar algunas de las lecciones de liderazgo que dejó el Dr. Castillo. Nuestras instituciones de educación superior actuales podrían aprender las siguientes lecciones de Fabio Castillo:

Auto estudio, planificación y análisis de la realidad nacional. Entre 1955 y 1956 Castillo dirigió una autoevaluación comprensiva de las instalaciones de la Facultad y la problemática de la educación médica. Su equipo hizo estimados de las necesidades médicas del país y en base a eso preparó un amplio plan para convertirse en una escuela de medicina de primera calidad.

Visión y sentido de dirección. Como indica el memorándum de Weir, Castillo no se contentaba con las rutinas institucionales. Desde un principio planteó una universidad totalmente diferente, con profesorados a tiempo completo e investigación en las ciencias básicas. Estas eran innovaciones radicales en el medio.

Iniciativa y flexibilidad para obtener recursos. El Doctor se reunía con quien fuera para financiar sus iniciativas. Visitaba al Presidente Lemus, al Ministro de Salud Sutter, a diputados. Colaboró con el Dr. Lopo de Melo de la Administración de Cooperación Internacional (antecedente de la AID) y de esa colaboración surgió un acuerdo entre los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador para contratar profesores visitantes de anatomía, microbiología, bioquímica, farmacología y patología. El acuerdo incluía fondos para contratar a profesores salvadoreños a tiempo completo. Además, Castillo obtuvo el decidido apoyo de las fundaciones W. K. Kellog y Rockefeller cuyos funcionarios le tenían enorme respeto personal. Muchos se sorprenderán al saber que consiguió considerable apoyo de instituciones patrocinadas por capitalistas salvadoreños como las Fundaciones de Sola y Batarsé.

Identificación de talento y trabajo de equipo: Castillo sabía que una universidad necesita reclutar profesionales de altura. Reunió un equipo de primerísima calidad incluyendo a su gran aliada, mi admirada Dra. María Isabel Rodríguez. En los primeros años las diferentes unidades de la Facultad tenían el liderazgo de doctores como Juan Allwood Paredes en medicina preventiva, Roberto Masferrer en patología, Luis Peñalver en parasitología, José Astacio en patología, y Orlando de Sola en cirugía. Todos estos profesionales trabajaban a tiempo completo en un ambiente satisfactorio con metas importantes para el futuro.

Organización: Bajo el liderazgo de Castillo la Facultad de Medicina se reorganizó en nueve departamentos.

Selección de estudiantes: La Facultad tenía un riguroso sistema de selección de estudiantes a través de entrevistas, notas de la secundaria y exámenes. Una de las fuentes de conflicto con las autoridades eran presiones para aceptar estudiantes incapaces de rendir al nivel deseado.

Apoyo a la biblioteca: con el apoyo de las fundaciones internacionales Castillo profesionalizó la biblioteca de medicina primero y luego la de la universidad.

Para 1960, solamente 5 años después de que empezara la transformación de la Facultad de Medicina, la Fundación Rockefeller consideraba que “esta escuela puede convertirse en un centro que se considere líder para otros países de Centroamérica con respecto a estándares más altos en educación”. Esto había sido posible “gracias a la inspiración de gente como Fabio Castillo”.

A mediados del siglo XX El Salvador era un país más pobre que hoy y sin embargo logró ponerse a la cabeza en la educación médica. ¿Porqué no lo podemos hacer en el siglo XXI?

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