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Las autoridades ponen en la mira la bebida reina de los salvadoreños: la gaseosa

En la lista de los 50 alimentos en los que más dinero gastan los salvadoreños, el único que no existe en la naturaleza y que logró colarse es la bebida gaseosa. Superada por la leche en términos de gasto por hogar, debido a su bajo precio la gaseosa es, en términos de volumen, la bebida número uno de los salvadoreños. La consumen por igual pobres y no pobres y debido a que su ingesta excesiva es un atentado a la salud pública, las autoridades planean la posibilidad de restringir su venta.

Lunes, 18 de febrero de 2013
Patricia Carías / Fotos: Mauro Arias y José Carlos Reyes

Una alumna del Complejo Educativo Walter Soundy, de Santa Tecla, toma su refrigerio consistente en una Coca Cola y comida chatarra.
Una alumna del Complejo Educativo Walter Soundy, de Santa Tecla, toma su refrigerio consistente en una Coca Cola y comida chatarra.

En la lista de los alimentos en los que más gastaron los salvadoreños en 2011, la posición número 20 la ocupa un líquido al que muchos consideran un enemigo de la salud pública. Es el único producto alimenticio que no existe en la naturaleza que se cuela entre los primeros 50 alimentos en los que gastan los hogares salvadoreños, y aunque lo consumen igual pobres y no pobres, las instituciones vinculadas a la salud nutricional están buscando la manera de regular o restringir su consumo: la gaseosa.

Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2011, en El Salvador 260 mil hogares reportaron consumir gaseosa. Esto significa que 16 de cada 100 familias salvadoreñas destinaron parte de sus ingresos mensuales al consumo de esta bebida artificial.

Solamente de Coca Cola, según el informe anual de la marca para 2011, los salvadoreños consumimos ese año un promedio de 10.8 galones per cápita. Eso equivale a que cada persona -desde los recién nacidos hasta los ancianos centenarios- bebieran el equivalente a más de dos garrafones de esos que contienen 5 galones de agua embotellada, solo que llenos de esa bebida espumosa y negra. Aunque como no todos consumen gaseosa ni solo Coca Cola, ni tampoco la consumen en tanto volumen, hay quienes consumieron mucho más que esos dos garrafones de Coca Cola.

¿Y por qué nos gusta tanto la gaseosa? Este es uno de los puntos que aún no tienen una respuesta indiscutible. Algunos lo relacionan con la publicidad y los mensajes subliminales que llevan a nuestro inconsciente a consumirla. Otros piensan que el gusto viene del nivel de adicción que genera la cafeína, un ingrediente común en las bebidas gaseosas. Y hay otros especialistas -los consumidores- que lo exponen en sus propias palabras: 'Me gusta la gaseosa porque es dulce', dice Ariel, de seis años de edad, uno de los alumnos de preparatoria de la Centro Escolar Católico de Panchimalco, al sur de San Salvador.

La lista en la que la gaseosa ocupa la posición 20 está encabezada por el maíz blanco, uno de los granos que se producen en el país que, además, sirve como materia prima para elaborar el alimento que ocupa la segunda posición en la lista: la tortilla. En el tercer puesto también aparece otro grano que se cultiva en el país: los frijoles rojos. El pan francés, que al igual que la tortilla es otro típico acompañante en los platillos salvadoreños, aparece en la cuarta posición. Poco después, en la posición 10, aparece el pan dulce, y el azúcar ocupa la décimo tercera.

La posición privilegiada de la gaseosa, único producto que no existe en la naturaleza como tal -el café soluble aparece entre los primeros alimentos de la lista- y que integra la lista de los primeros 50 alimentos de los salvadoreños -en términos de gasto-, no es un hecho fortuito. Desde hace más de seis años las instituciones encargadas de la salud y la nutrición en el país notaron que la gaseosa era parte fundamental en el patrón de consumo de alimentos. Esto de acuerdo con las cifras que revelan las encuestas cuando preguntan por el gasto en alimento de los hogares salvadoreños.

En el país no se hace una encuesta de consumo de alimentos desde 1988, sin embargo, los expertos explican que la medición del gasto en alimentos de los hogares es igual al “consumo aparente” de alimentos y a través de estos datos es posible establecer el patrón alimentario de los salvadoreños. En 2006, la gaseosa se ubicaba en el séptimo lugar de la lista de consumo de alimentos, por encima de todas las bebidas de la lista, incluyendo la leche entera, y de granos básicos como los frijoles rojos y el arroz. Con el paso del tiempo, las bebidas carbonatadas cedieron algunas posiciones, pero siempre son un invitado privilegiado a la mesa salvadoreña.

Así como en El Salvador, las gaseosas también se han posicionado en la mesa de otros países en Latinoamérica. De acuerdo con el informe de Coca Cola para 2011, los mexicanos son los mayores consumidores per cápita en el subcontinente: bebieron un promedio de 165.5 litros de Coca Cola ese año. En términos de garrafones de agua embotellada, eso significa que en promedio cada mexicano engulló casi 9 de esos garrafones. Chile fue en 2011 el segundo mayor consumidor de Coca Cola, con 104.6 litros per cápita.

Creada en Estados Unidos hace ya 127 años por un farmacéutico de Atlanta, la Coca Cola tiene un alto consumo en ese país, pero no tanto como el de México o el de Chile: 91.6 litros por cabeza en 2011.

En estos países, como en El Salvador, el impacto de las bebidas azucaradas en la salud pública tiene preocupados a muchos. Desde 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó una campaña global para advertir sobre uno de los principales problemas de salud que se deriva del exceso en el consumo de gaseosas: la obesidad. Esto ha llevado a que los países más desarrollados tomen medidas al respecto.

En El Salvador el problema es más grave porque los expertos en salud y nutrición no solo se enfrentan al consumo excesivo de bebidas azucaradas que aportan pocos nutrientes a la dieta, sino a un problema de desnutrición que está ligado a la precaria economía de los hogares. Cada vez existe un número mayor de población en pobreza que está dedicando parte de sus ingresos al consumo de gaseosa y comidas chatarras.

“Si a alguien le da placer tomarse una gaseosa, se la puede tomar y no pasa nada. Lo que sucede es que esa persona debe saber desde ya que esa gaseosa no le va a aportar nutrientes a su organismo”, dice Daysi de Márquez, nutricionista a cargo del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Conasan) institución que nació en 2009 con el fin de velar por la nutrición de los salvadoreños.

 

Según Márquez el riesgo de consumir gaseosas en grandes cantidades es que estas son bebidas creadas a base de azúcar refinada o simple. Este es un componente que suministra energía al cuerpo pero carece de vitaminas, minerales y fibras, por lo que si no se queman esas calorías, el cuerpo las recicla como grasa. Para Márquez, lo alarmante de la situación es que el consumo de este tipo de bebidas como las gaseosas ha tenido un “incremento enorme” durante los últimos años, lo que ha causado problemas de salud. “El problema es que nuestra dieta está basada únicamente en azúcares. Por eso, tenemos un incremento en obesidad en niños menores de cinco años y mujeres en edad fértil”, dice.

En 2008, la Encuesta Nacional de Salud Familiar (Fesal) determinó que en El Salvador por cada niño menor de cinco años de edad que se encontraba con desnutrición aguda -es decir, aquellos que en un momento tienen un déficit de peso y talla-, existían seis niños que estaban en riesgo de obesidad, con un peso que no era acorde a su edad.

Virginia Funes, una cirujana digestiva y coordinadora del Departamento de Investigación del Hospital Rosales, de San Salvador, los define así: “Tenemos niños llenos de almidón pero desnutridos'.

El departamento que coordina Funes está analizando estudios sobre la relación de la obesidad y la ingesta de bebidas azucaradas. “Lo que pasa es que ha cambiado mucho la epidemiología del país, ahora todo mundo está gordo. Antes, los niños solíamos andar en bicicletas y hacer más ejercicio. Tomábamos gaseosa solo en algún evento especial, pero ahora lo hacemos a diario”.

Asimismo, tal como lo planteaba Márquez, la encuesta Fesal en 2008 también reveló que el problema de la obesidad se replicaba en las mujeres: el 31.6% de las mujeres entre los 15 y los 49 años de edad que eran madres de niños menores de cinco años de edad, también presentaban sobrepeso. Y un 25.6% presentaba obesidad. La obesidad es un grado superior de sobrepeso. Estos datos indicaban que estaban comiendo demasiados azúcares simples -como las gaseosas- y carbohidratos que su cuerpo no quemaba.

Según la OMS, las personas que se encuentran en un estado de obesidad tienen mayor riesgo de sufrir alguna enfermedad crónica no infecciosa. Estas pueden producir ataques cardíacos y cerebrovasculares, detonar cáncer, enfermedades respiratorias crónicas como el asma, y diabetes. Además, de acuerdo con la OMS, en El Salvador algunas de estas enfermedades están entre las cinco primeras causas de muerte después de la violencia (agresiones), como son las del sistema urinario (especialmente insuficiencia renal crónica), los infartos y las neumonías.

Sin embargo, desde la perspectiva de la principal marca de gaseosas a nivel nacional, The Coca Cola Company, el consumo de gaseosas es un asunto sin trampas. “Somos transparentes con nuestros consumidores sobre cuántas calorías hay en cada bebida que servimos, colocando de forma visible la cantidad de calorías en el frente de nuestras botellas y latas”, dice Gustavo Guillén, vocero de la compañía en Centroamérica.

Esa información en los envases de gaseosa quizás no diga mucho a Ariel y a sus compañeros del Centro Escolar Católico de Panchimalco, que apenas están aprendiendo a leer y a escribir. Este lunes, durante la primera semana de febrero, solo los alumnos de la mañana de esta escuela consumieron el contenido de seis envases de gaseosa de tres litros cada uno.  Al finalizar el día, un total de 12 envases de gaseosa vacíos terminaron en la bolsa de basura. 36 litros en total. Esto ocurrió, como todos los días, durante los dos recreos en cada turno -matutino y vespertino-. Tres envases por recreo. 9 litros por recreo.

Pero aún en medio de este grupo de consumidores de gaseosa, existe un grupo de niños que, ya sea por obligación o por convicción, no consume gaseosa: son los más pequeños de todos. Alegres y creativos, están llenos de energía, son los 60 alumnos de preparatoria, los compañeros de Ariel. Este grupo de valientes, dirigido por una maestra risueña que se pasea por el aula usando un par de lentes morados y el cabello rizado, está intentando eliminar a la bebida gaseosa de los refrigerios que llevan desde sus casas.

–Yo no dejo que mis niños consuman ningún tipo de gaseosa o comida chatarra –explica Concepción de Rivera, la maestra de párvulos que combate contra la gaseosa y todo tipo de boquitas que considera comida chatarra.

Rivera es una persona comprometida y la convicción sobre no comer comida insalubre la delata en todos sus detalles. En su escritorio aguardan a ser devorados una mandarina, un mango maduro y un tazón de yogurt. Aún así, la maestra enfrenta en su propio cuerpo una lucha en contra del sobrepeso.

–Yo he asumido un papel en el que uno se tiene que imponer con tal de ayudar a la dieta de los niños.

–¿Y por qué tuvo que prohibir las gaseosas y la comida chatarra en su clase? ¿Qué pasaba antes?

–Antes había un debate con los padres de familia. Uno recibía la lonchera de los niños y cuando las abría se llevaba la sorpresa de que a los niños les ponían de desayuno: ¡Coca Cola y Ranchitas!

–¿En serio?

–¡Sí! Yo tuve que hablar con los niños y les expliqué que ni este salón ni en la escuela se les iba a permitir tomar Coca Cola ni comer chatarra. Solo jugos naturales y sus panes. Mire que entre ellos había una niña gordita que venía hasta con cinco churros en la maleta. ¡Noooo, así vamos a tener niños diabéticos!

Este esfuerzo de la maestra de preparatoria y el sacrificio de sus alumnos es fruto de algunas de las ideas impulsadas por el mismo director de la institución, el padre Antonio Molina, quien hace cuatro años se encaminó a una batalla enérgica en contra de la comida chatarra.

En 2008, Molina inició una campaña escolar para eliminar la comida chatarra del cafetín escolar. “Compramos cosas saludables. En mi locura compramos yogurts, frutas y esas cosas. Y dijimos que íbamos a abolir la gaseosa, por aquello de la diabetes, e íbamos a tener refrescos naturales porque yo creo que con una buena alimentación “balanceada”, como dicen los nutricionistas, se puede mejorar la salud de estas criaturas”. Las reglas de la maestra de preparatoria son ahora vestigios, recuerdos de la buena intención del cura hace cinco años.

“El incremento en el consumo de azúcares simples y carbohidratos es entendible”, explica Márquez, en busca del porqué del alto consumo de alimentos poco nutritivos. El precio es determinante en un país donde cuatro de cada 10 salvadoreños vive en pobreza. “Estos son alimentos de más bajo costo en comparación con los de origen animal. Es más fácil comprarme una gaseosa que comerme cuatro onzas de carne, es mucho más barato, más fácil de adquirir y más fácil de preparar porque ya viene hecho”, dice la nutricionista.

La única bebida que en años recientes ha estado por encima de la gaseosa en el promedio de gasto de los salvadoreños es la leche entera, que desde 2008 es la bebida en la que más se gasta. En la última encuesta ocupó el séptimo lugar de la lista, con un gasto promedio declarado de más de 30 dólares por hogar. Sin embargo, si se mide el nivel de acceso económico a cada uno de estos productos, en términos de volumen posiblemente haya algo parecido a un empate entre ambas bebidas, o acaso la gaseosa sea la más consumida. En precios de supermercado, en un rápido vistazo, es fácil determinar que la gaseosa tiene un precio unitario que resulta ser la mitad -y a veces menos de la mitad- del precio de la leche. La leche fluida alcanza mayor precio que la leche en polvo, pero incluso esta se vende en los supermercados a un precio que ronda el doble del de la gaseosa, al comparar litro contra litro.

El miércoles de la segunda semana de febrero de este año, La Despensa de Don Juan de Antiguo Cuscatlán tenía esta oferta: 3.55 dólares por 9 litros de gaseosa. Esto es, 39 centavos por cada litro. En el mismo lugar, un paquete de leche entera en polvo de 2,200 gramos de la marca Nido, que según las instrucciones de preparación puede rendir unos 20 litros, valía alrededor de 23 dólares. Si no se toma en cuenta el costo del agua necesaria para convertirla en bebida, el precio del litro de leche supera el dólar, mientras que la leche que se vende líquida ronda los 1.45 dólares.

¿Y quiénes son los que consumen tanta gaseosa? Si se toma en cuenta el bajo precio, podría pensarse que los pobres. Y, en efecto, los pobres la consumen, pero la proporción de hogares en pobreza que gastan en gaseosa -según lo declararon en la Encuesta de Hogares de 2011 (EHPM)- es similar a la de los hogares no pobres que también dijeron haber gastado en gaseosa ese año. Es decir, la gaseosa muy posiblemente es la bebida reina de la mesa salvadoreña de los pobres, y también de los no pobres. Claro, el problema posiblemente es más problema para los hogares con menos recursos económicos, porque significa que de su más escaso presupesto hogareño destinar una parte a adquirir un producto que no nutre, sacrificando la posibilidad de comprar alimentos más saludables y nutritivos. 

 

La EHPM mostró que en 2011, del total de hogares pobres un 16% dijo haber gastado en gaseosa en la semana anterior, y del total de no pobres, el 16.8% destinó parte de su presupuesto al consumo de gaseosa. Es decir, que en ambos grupos entre 16 y 17 de cada 100 familias compraron gaseosa.

Según la encuesta ese año se registraron 646 mil 609 hogares pobres y 946mil 24 hogares no pobres. Dentro del grupo de los pobres están otros dos grupos, los hogares que están en pobreza relativa y los que están en pobreza extrema.

En El Salvador los pobres y los no pobres están separados por la posibilidad de costearse una canasta básica desfasada que se supone que refleja el ingreso familiar mínimo necesario para poder subsistir. Se dice que los hogares que no pueden cubrir la canasta básica son aquellos que se encuentran en un nivel de pobreza extrema y los hogares cuyos ingresos no alcanzan para cubrir el doble de la canasta básica están en pobreza relativa.

Según estos parámetros, y suponiendo que todos los hogares en pobreza extrema rascaran el techo de la canasta básica que define quiénes son pobres extremos -que en 2011 fue de 182.6 dólares- y que todos los hogares en pobreza relativa tuvieron ingresos cercanísimos al rasero de 365.2 dólares, resultaría que los hogares en pobreza extrema gastarían en gaseosa tres centavos por cada dólar de ingresos, mientras que los pobres relativos un poco menos de dos centavos por cada dólar.

La EHPM estableció que el promedio de gasto mensual en gaseosa que hicieron los hogares en pobreza extrema en 2011 fue de 6.49 dólares, mientras que aquellos en situación de pobreza relativa el gasto mensual promedio se quedó solo ligeramente arriba: 7.04 dólares.

Aunque estos datos no los conoce, esta es la preocupación que martilla en el pensamiento del padre Antonio Molina, el director del Centro Escolar Católico de Panchimalco, que atiende a niños que suelen provenir de familias pobres del municipio. “Yo observé que las mamás le daban dinero a sus niños y ellos compraban a las 7:30 una gaseosa y un churro. Entonces no hacía falta ni medir o pesar a los niños para ver que tenían falta peso... son bien pequeñitos. Y por eso eliminamos la comida chatarra y las gaseosas”.

Esos niños bajos de peso y talla que veía el padre hace cinco años probablemente son ahora parte de las estadísticas que presentó la Fesal de 2008, cuando reveló que el 19.2 % de los niños menores de cinco años de edad (uno de cada cinco) tienen una talla por debajo de la esperada para su edad. Y en la zona rural del país la talla baja es más aguda, porque un 24.9 % de los menores en ese rango de edad estaban en esa condición aquel año. En contraste, la incidencia en sus coetáneos de la zona urbana era de un 13.5 %.

El problema se observa también en el peso.

Hace 13 años, en 2000, El Salvador junto a los demás Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas se propusieron cumplir ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) a más tardar para el año 2015. El propósito general era erradicar el hambre, la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades que atacan a los países más pobres del mundo. Uno de esos objetivos, el primero, tenía como fin 'erradicar la pobreza extrema y el hambre'. Para ello, dividieron este objetivo en tres metas, de las cuales El Salvador logró saldar la primera: reducir el número de hogares en pobreza extrema. La segunda meta era reducir el número de familias que viven con menos de un dólar al día y la tercera, reducir el porcentaje de menores de cinco años con bajo peso.

De acuerdo con los datos que comparte el sistema de Naciones Unidas en su sitio web, en El Salvador las últimas dos metas aún no se alcanzan. Y en el caso de la última, Nacional Unidas casi ha desahuciado al país centroamericano, al estimar que se trata de una meta “de difícil cumplimiento”. Y es que en gran medida esta última está ligada a la malnutrición de los salvadoreños.

Los cuidados del padre Molina, de Panchimalco, han sido un esfuerzo aislado en este país donde las autoridades apenas han comenzado a analizar posibles medidas legales. Pero incluso esfuerzos como los del cura resultan cuesta arriba, si no hay conciencia en las familias de los niños estudiantes. Molina ahora considera aquel capítulo como una batalla perdida, aunque no se da por vencido.

-¿Y qué paso después de prohibirlas? Todos los niños iban a comprar a los tienditas afuera de la escuela o llevaban los churros escondidos en las mochilas… Ese fue un intento fallido de darles a los niños buenos alimentos.

Chalet en el Centro Escolar Católico de Panchimalco. Se ha obligado a la propietaria a ofrecer refrescos naturales. Foto José Carlos Reyes
Chalet en el Centro Escolar Católico de Panchimalco. Se ha obligado a la propietaria a ofrecer refrescos naturales. Foto José Carlos Reyes

Esas ideas son las mismas que durante los últimos cinco años se desarrollaron en países como Italia, Francia, Dinamarca, el Reino Unido, Costa Rica y México, donde los gobiernos están tomando medidas para desincentivar el consumo de refrescos azucarados o “azúcar líquido” en las escuelas. Según José Ruales, representante de la OMS en El Salvador, el argumento detrás de las acciones de estos gobiernos es que “es más barato prevenir la obesidad que pagar los costos de las enfermedades relacionadas, como la diabetes, enfermedades cardiovasculares o colesterol alto”.

Uno de los casos más recientes y emblemáticos a nivel mundial fue la reforma impulsada por Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, quien el año pasado prohibió la venta de gaseosas en las escuelas e impidió que las bebidas azucaradas se sirvieran en envases de más de medio litro, medida que algunos la comparan con la restricción de fumar en lugares públicos. Cinco años atrás, el demócrata Gavin Newsom, alcalde de San Francisco (California), había propuesto gravar los refrescos azucarados para combatir la obesidad.

“El trabajo en las escuelas es importante para lograr una mayor incidencia en la promoción de estilos de vida y alimentación saludables, por lo que se debe actuar antes de que el problema se vuelva más serio. Estamos a tiempo, pero no se puede esperar mucho para tomar medidas que desmotiven el consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas”, concluye Ruales.

Ruales cree que restricciones rigurosas como las de Nueva York deberían reproducirse en países como El Salvador: “Se debe tener cierta agresividad, como se ha hecho en otros países, para contrarrestar el avance del sobrepeso, aunque las medidas que se deban tomar no siempre son del agrado de algunos sectores que pueden ver afectados sus intereses económicos”.

Al igual que el representante de la OMS, la directora del Conasan cree en la necesidad de que en El Salvador se regule la venta de bebidas azucaradas en las escuelas. Durante la presentación de la nueva Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, hecha a finales de 2012, Márquez reveló que la institución que dirige tiene en mente elaborar una propuesta de ley que podría ser enviada a la Asamblea Legislativa para discusión este año.

Esta iniciativa es la tercera línea estratégica de la política nutricional del Conasan, con la que buscan “Promover prácticas de alimentación saludable y la nutrición afectiva, revalorizando la cultura alimentaria”. Algunos partidos políticos, como el FMLN al igual que el gobierno de Mauricio Funes, ya están trabajando en un anteproyecto de ley que en colaboración con los ministerios de Salud y Educación.

La sencillez con la que Ariel describe la razón por la que gusta de la gaseosa esconde la amenaza a la nutrición que esta supone. Muchas bebidas gaseosas incluyen entre sus ingredientes ácido fosfórico, y el problema del exceso de fósforo es que esto altera la absorción de calcio en los niños, lo que se traduce en huesos débiles.

Según un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard (Harvard School of Public Health) una típica botella de 20 onzas de cualquier tipo de soda contiene entre 15 y 18 cucharaditas de azúcar y más de 240 calorías. Esto equivale a que en una lata de gaseosa pueden encontrarse diluidas entre 8 y 10 cucharaditas de azúcar. Estas cantidades de azúcar combinadas con la falta de higiene bucal en los niños de escasos recursos se convierten en problemas dentales serios.

La presencia de cafeína también es otro de los factores de alto consumo de bebidas gaseosas. “No tengo la culpa de que me gusten tanto las gaseosas. Supuestamente, cuando yo era bebé, mi mamá puso gaseosas en mi pacha. Entonces, después de más de 30 años de tomar gaseosas, no puedo dejarlas ahora porque soy adicta”, explicó a El Faro la periodista Summer Harlow, una estadounidense fanática de las gaseosas de la marca Dr. Pepper y Pepsi. “También necesito la cafeína y a mí no me gusta el café. Me gusta el sabor de gaseosas, pero más que todo, me gusta cómo me quema la garganta, por eso digo que una gaseosa es como una quemadura. Mejor gaseosas que cigarrillos o alcohol, ¿no?'

Al padre Antonio Molina, después de su esfuerzo mal correspondido por eliminar las gaseosas del cafetín de la escuela, no le queda más que continuar la lucha por amor a los alumnos. Ahora, incluso ironiza lo que para él fue un intento fallido. “Yo creo que sería más fácil erradicar la entrada de armas y drogas al penal de Mariona que los churros y las gaseosas en una escuela. Pero yo voy a seguir diciendo en misa que no compren esas chatarras”.

Durante una tarde de piscinas inflables, organizada por la alcaldía de Ilopango en la plaza principal del municipio, se observan varios niños obesos. Foto Mauro Arias
Durante una tarde de piscinas inflables, organizada por la alcaldía de Ilopango en la plaza principal del municipio, se observan varios niños obesos. Foto Mauro Arias

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