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La elección del Papa, un ritual secreto bajo pena de excomunión

Este martes arranca el cónclave del que saldrá el nuevo Papa. Los 115 cardenales permanecerán completamente aislados –la Capilla Sixtina ha sido limpiada por especialistas en detección de micrófonos y cámaras– hasta que designen al sucesor de Benedicto XVI, y luego tampoco podrán hablar sobre las deliberaciones; si alguno lo hiciera, se expondría a la excomunión. 

Martes, 12 de marzo de 2013
Françoise Kadri (AFP) / El Faro

CIUDAD DEL VATICANO. El cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI en la Capilla Sixtina se lleva a cabo en absoluto secreto, siguiendo un ritual centenario que concluye con la famosa proclamación “Habemus Papam”, una discreción de obligado cumplimiento tanto para los cardenales como para el personal auxiliar, bajo pena de excomunión.

Antes de la entrada de los cardenales en procesión en la Capilla Sixtina este martes, el primer día del cónclave (del latin “cum clavis”, bajo llave), la capilla será “limpiada” por especialistas para detectar si hay micrófonos o cámaras ocultas.

Por precaución, la gendarmería del Vaticano ha inhabilitado temporalmente los detectores que controlan de humedad y la temperatura de esta sala histórica, decorada con los famosos frescos de Miguel Ángel. También se instalarán baños químicos cerca de la capilla para evitar que los prelados tengan que utilizar los del piso inferior y estén obligados a mezclarse con los turistas y los curiosos.

La elección del Papa se llama cónclave en referencia a las puertas cerradas con llave, una tradición que empezó en 1274 cuando, después de tres años de deliberaciones, los cardinales fueron encerrados bajo llave por la población para obligarlos a nombrar un nuevo Papa.

En la antigüedad, la obligación de conservar el secreto servía para impedir a la nobleza romana o al emperador inmiscuirse en las discusiones entre cardenales. En 1996, Juan Pablo II reforzó el secretismo decretando excomunión para los que contasen las discusiones del cónclave.

El personal auxiliar –que incluye médicos, enfermeras, sacristanes, chóferes o técnicos encargados de mantener en funcionamiento los ascensores– también está obligado a guardar silencio.

“Si en la elección del Romano Pontífice se perpetrase –Dios nos libre– el crimen de simonía [el pecado de negociar con cosas espirituales o religiosas], determino y declaro que todos aquellos que fueran culpables incurrirán en excomunión”, dictaminó el Papa polaco en su constitución apostólica.

El texto impone un juramento en el que los cardenales se comprometen a no “hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma”.

El secreto también afecta a internet y a las redes sociales como Twitter o Facebook. De esta manera los teléfonos móviles, tabletas táctiles y otros sistemas de comunicación modernos quedarán inutilizados dentro de la capilla gracias con un sistema de interferencia. También está prohibido leer periódicos o mirar la televisión.

Antes de cada una de las cuatro votaciones diarias en la Capilla Sixtina y hasta que se alcance una mayoría de dos tercios, cada uno de los cardenales tendrá que volver a jurar que guardará secreto absoluto.

Aparte del humo blanco, que anuncia que la Iglesia católica tiene un nuevo Papa, nada se sabrá de su identidad hasta que cerca de una hora más tarde el cardenal protodiácono salga al balcón de la Basílica de San Pedro y anuncie en latín: “Habemus Papam”, que quiere decir: “Tenemos Papa”.

© Agence France-Presse

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