La premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú saluda en el salón del juicio a una mujer de etnia ixil cuyos familiares fueron asesinados por el ejército durante la guerra en Guatemala. Foto Sandra Sebastián/Plaza Pública
La presencia de Rigoberta Menchú en la sala del juicio contra Ríos Montt destaca en medio de casi un centenar de rostros anónimos, la mayoría de ellos indígenas. La premio Nobel de la Paz no es ixil, sino quiché, pero tiene una montaña de razones para estar ahí. No solo es la representante más universal de la causa indígena y de la lucha por los derechos de las víctimas de los abusos militares en los 70 y los 80 en Guatemala. También impulsó en 1999, ante la Audiencia Nacional española, la primera causa por genocidio y terrorismo de Estado contra los generales Fernando Romeo Lucas García, José Efraín Ríos Montt y Óscar Humberto Mejía Víctores, que gobernaron de forma sucesiva entre 1978 y 1986. Este juicio, el que ahora se sigue en la capital guatemalteca, no es propiamente suyo. Ella no está entre los cientos que querellantes ni tiene voz o voto en la estrategia de acusación. Pero sucede en parte gracias a sus esfuerzos internacionales y a su insistente acción política interna. Una condena contra Ríos Montt sería también su victoria.
Menchú es consciente y advierte, sin embargo, del doble filo que tanto para la sociedad indígena como para la ladina -“En Guatemala hay dos sistemas, dos parámetros de ver la sociedad y dos formas de entender la justicia”, dice- tendrá una posible condena a Ríos Montt y el que fuera su jefe de inteligencia, el general José Mauricio Rodríguez Sánchez. Por un lado, teme nuevas expresiones de racismo, alimentadas por el temor al empoderamiento indígena; por otro, acepta que en el horizonte del movimiento por los derechos de los pueblos mayas está el debate sobre la tenencia y el uso de la tierra, al que tanto teme la élite económica y política guatemalteca. “Se cierra un ciclo, y veremos cuál es la encrucijada y qué caminos tomar después”, dice.
Mientras, prefiere cruzar los dedos para que el juicio en marcha no encuentre demasiados tropiezos y culmine en una sentencia. Y disfruta la satisfacción de que los ixiles, en nombre del resto de indígenas del país, estén denunciando cara a cara a quienes consideran sus agresores. “Hasta ahora los estamos viendo. Yo hasta me senté al lado de algunos en la sala del juicio sin saber quiénes eran”, dice de los militares que ordenaron o dirigieron las operaciones en el departamento del Quiché en 1982 y 1983.
Supongo que este juicio genera sensaciones encontradas. Por un lado es duro revivir la historia, pero por otro coincidir aquí con los que consideran responsables tiene algo de victoria.
He soñado tanto con esto... es para mí tan extraordinario... desde mi visión y mi doctrina, desde lo que creo, es extraordinario que un tribunal nacional aborde delitos como este, de alto impacto no solo para Guatemala, para Centroamérica, para América Latina, sino para el mundo entero. ¡Tantas veces recordé aquella tarde en que tuve que abandonar Guatemala, que me tuve que ir al exilio, con mi maleta! ¡Cuando en el año 99 fui a presentar la demanda en la Audiencia Nacional de España! Aquello fue decir “aquí es imposible que algún día se juzgue el genocidio. No hay nada que hacer”. Y las víctimas me dijeron “usted va a encabezar este expediente”. Y dije: “No, ¿pero cómo voy a regresar yo al exilio si ya vivo acá, si ya mi hijo está acá, si soy casada, si tengo una casa? ¿Cómo puedo yo hacer esto?” Y mi esposo me dijo: “Si eso es lo que tienes que hacer, vamos”. Y recuerdo muy bien que hicimos la maleta como en cinco días y volamos a México ya con un expediente que sentíamos que nos perseguían por todos lados, porque, ¿se imagina?, una querella para presentar allá con nombres, apellidos... Y nos fuimos a España...
Aquello fue el inicio.
Por eso cuando la jueza Yassmín hizo sonar el martillazo que dio comienzo al juicio público acá yo me sentí, no sé... Si tengo que marcar algunas partes extraordinarias en mi vida, esta es una de ellas. Solo el hecho de que sonara el martillazo para abrir el caso. Porque ustedes saben que hubo mucha pelea antes, ¿no? Recurso tras recurso tras recurso… Y finalmente ya en la sala, pataleta de abogados que querían anular el proceso. Venían no para demostrar la inocencia, sino que querían intimidar al tribunal para que finalmente se aceptaran los recursos que se ponían uno tras otro, para aplazar la apertura. La apertura fue un parto doloroso. Pero debo reconocer que este tribunal fue en esa apertura lo más valiente que he visto en toda mi vida. Ya después, les debo decir, sí es triste. Es triste revivir a estas alturas con los familiares, aguantar día tras día sentados, con dolor. Y en la noche viene la soledad, ¿no? Y en la noche, al final de la tarde, viene la tristeza y la tristeza y la tristeza y tratar de estar seguros para el otro día. Es impactante estar aquí, escuchar y escuchar. Pero no es malo. Es lo mejor que nos ha pasado. Yo no soy la principal actora en este proceso. Yo no soy querellante. Pero qué lindo ver a los querellantes haciendo su trabajo con todo honor, qué lindo ver el debate de todo aquello que yo dije. A mí me acusaron primero de mentirosa, segundo de india disfrazada, decían que era una ladina convertida en india por la subversión y que tal vez hasta era rusa, ¿verdad?, soviética. Pero yo en esta no soy la principal gestora. Tengo la opción de dormir todo el día o de venir al tribunal todo el día porque no soy la actora principal de esto. Pero sí me enorgullece ver esos testigos con coraje, esas historias tan dolorosas que escuchamos aquí. Ya no lo digo yo, lo dicen otros. Eso me da una gran tranquilidad, una gran satisfacción.
Durante mucho tiempo parecía que era usted la única indígena guatemalteca que luchaba públicamente por ciertas causas. ¿Este juicio prueba que había otros esfuerzos invisibilizados?
Había un trabajo organizado. Yo nunca actué por mi cuenta. Y no espero que me agradezcan ni los ixiles, ni los mames, ni los quichés. Que mis ancestros digan “esta señora está cumpliendo con nosotros” es suficiente. Yo me convertí en vocera de tanto que se hizo. Pero aquí hay mujeres tan extraordinarias como Rosalina Tuyuc, como Hellen Mack, y muchas otras mujeres que trabajaron, trabajaron... mucha gente ha hecho posible este proceso. No es solo un proceso ixil, es un proceso de todos nosotros. Simbólicamente hay mujeres que han venido a la audiencia con el traje ixil, para decir “yo soy achi, pero soy ixil”.
¿Mujeres de otras etnias?
¡Sí! Yo hoy traje el mío, pero el resto de días he venido siempre con la elegancia de los ixiles.
¿Cree que estos procesos ayudan a la paz y a la reconciliación de Guatemala?
Ninguna paz se va a hacer haciendo un debate en la calle sobre temas tan dolorosos como los que hemos escuchado en este tribunal. Ustedes han oído algunos argumentos anticomunistas, fascistas, nefastos... ¿Qué les importa a los rusos lo que le pasó a los pobres ixiles? Yo pienso que la primera cosa buena es que esto se está haciendo en un tribunal y que esto se está haciendo en un tribunal guatemalteco, y que se está haciendo en igualdad de condiciones, de tú a tú. ¿Creen ustedes que no hubieran estrangulado a ninguna de las mujeres sentadas en primera fila de ese juzgado si ellos tuvieran permiso para hacer justicia por sus manos? Eso hicieron: justicia por su mano, de lo más sangrienta. Este juicio no tiene comparación con la justicia por su mano que ellos hicieron. En aquel entonces ya había tribunales, había jueces, había magistrados, había leyes... Si en su lógica creían que una persona que reivindicara su derecho a pensar cometía un delito, pues la podrían haber puesto en un tribunal y habría en Guatemala prisioneros políticos. Pero aquí no hay prisioneros políticos.
¿Pero es este juicio verdaderamente representativo de la realidad de Guatemala o es un espejismo? ¿O es el comienzo de algo más? ¿Cuál es la relación entre este juicio y la realidad ahí fuera?
Yo no puedo ir más allá. Yo lo que espero es la sentencia. Esa sentencia, sea la que sea, es muy esperada. Yo espero que sea condenatoria, pero si no lo fuera, si fuera tibia, si fuera… no importa. Esa sentencia es para mí la meta más importante. Hay un parteaguas, se cierra un ciclo, y veremos cuál es la encrucijada y qué caminos tomar después. Yo no trato de teorizar este proceso. Hay ángulos que tenemos que esperar para ver qué va a pasar. Tampoco ellos piensan que esto se termina con la sentencia. Aquí hay mucha tela que cortar, incluso tela que quizá no lograremos verla en vida.
¿Y qué pasa si declaran inocentes a Ríos Montt y Rodríguez Sánchez?
Bueno, viene la siguiente etapa, que es la impugnación. Nosotros impugnaremos. Bueno, digo nosotros en general, los defensores de derechos humanos, porque yo no soy querellante, ja ja, pero supongo que los querellantes van a impugnar. Empujaremos a los querellantes a impugnar. Y los señores, me imagino, harán lo mismo. Yo llevo un proceso que se llama Xaman, contra 25 militares que masacraron una comunidad, y ya llevamos 55 recursos.
Me refería a que usted dice que la meta es la sentencia, pero da la impresión de que este juicio ya es un parteaguas independientemente de la sentencia.
Sí, pero un juicio que culmina con una sentencia. Este juicio culmina en una sentencia.
Considera necesario que se complete el juicio.
Sí, la sentencia completa un ciclo de tiempo. Ya veremos. Penosamente hay varios mencionados en esta audiencia, por testigos... habrá que ver qué sigue. El hecho es que se está juzgando un periodo de dos años. Y ellos quisieran que con esto se cerrara el ciclo del 54 hasta 2013. Ellos quisieran eso. Pero no, señor.
¿Ellos? ¿Quiénes?
Los perpetradores, los militares, los implicados. Quizá haya más gente implicada. Incluso el empresariado, alguna parte del empresariado que financió la guerra y que ahora está asustado. Por eso los spots que ustedes escuchan: “Si triunfan estos señores nos van a quitar la tierra y van a ir contra el empresariado”, porque saben que en este juicio hay un mensaje que hay que mandarle al empresariado.
Usted estaba diciendo algo muy interesante: “Ellos quisieran que con este juicio se cerrara el ciclo 1954-2013, pero no, señores”. ¿A qué se refiere?
Ese ciclo no se cierra porque hay 200,000 víctimas, 50,000 desaparecidos, pero también porque aquí no se está juzgando la guerra. ¿Y por qué no se está juzgándo la guerra? Pues porque se firmó la paz. Si juzgáramos la guerra yo sí creo que este sería un enfrentamiento a largo plazo. Pero no. Solo se está cerrando un capítulo de lo que significan las más crudas atrocidades que se cometieron utilizando la guerra como pretexto.
Un abogado de la defensa nos decía que en fondo se está juzgando al ejército, que en el fondo se está juzgando al Estado. ¿Lo ve usted así? ¿Es este juicio el comienzo de un reclamo al ejército en su conjunto y al Estado guatemalteco?
Yo creo que sí, porque el ejército no solo ejecutó planes por ser una institución armada, sino que protagonizó sucesivos golpes de Estado, colocó presidentes de facto, y rompió… Por ejemplo, ellos ya ni siquiera entienden la diferencia entre que la Constitución esté vigente o que esté suspendida. Cuando ellos dicen “conforme a la Constitución, el ejército podía...”... Bueno, sí señores, pero el detalle es que en ese entonces estaba suspendida la Constitución, y por eso hicieron su ley por su cuenta. Yo pienso que el ejército guatemalteco ha cambiado mucho, y los temerosos son más bien los viejos mandos, porque ustedes saben que acaba de ocurrir una masacre aquí, la masacre de Totonicapán, pero el grito de las víctimas, de las comunidades, de toda la sociedad, llegó al cielo. Todos el mundo repudió esa masacre de Totonicapán. Hubo censura y todo lo que quieras, pero la censura ya no funcionó porque fueron demasiados los que dijeron “repudiamos ese hecho”, “hoy el ejército no puede volver a hacer lo que hizo en el pasado”. Hay un clima distinto. Y yo pienso que esto es cerrar también un capítulo para el mismo ejército. Ojalá que lo vieran así, para que nos concentremos en la redefinición del enemigo interno, porque esa es la pregunta más grande: ¿Quién es el enemigo interno? Y que veamos quién es el enemigo interno cuando hablamos de corrupción, de narcotráfico, cuando hablamos de impunidad. Que veamos cuáles son los escenarios actuales. Porque con la carga pendiente no se puede rediseñar de ninguna manera una verdadera doctrina de seguridad nacional.
Hay quien lee esto como un mensaje de la Guatemala indígena a la Guatemala ladina, un mensaje de la periferia a la capital.
Eso está claro.
Es entonces una lectura correcta.
¿Sabe por qué? Porque desde estos edificios, desde detrás de estos muros de concreto, se han negado una y otra vez los hechos. Esta es la historia de “¿Los ixiles? ¿Dónde queda eso?” “Queda a seis horas, siete horas en un vehículo bueno de llantas buenas”. “Ah, pues eso pasó por allá”. La carga de dejar a los pueblos indígenas que naden con su dolor y que se ahoguen con su dolor, eso ha sido permanente. ¿Cuál es la excusa? “Yo no sabía”, “no supe”. ¿Y quién censuró? Pues a lo mejor los medios… Siempre encontró el ladino capitalino excusa para no compadecerse, tomar su distancia. Hoy esto pasa a ser historia oficial. Ese es el otro triunfo: esto es historia oficial. ¿Por qué? Porque se juzgó en un tribunal no de los ixiles, sino en un tribunal convencional que parecía de civilización universal. Yo siento que ahorita va a haber un parteaguas, va a haber una manera diferente de ver la historia, aunque casi ninguna de la información es nueva para Guatemala.
Eduardo Stein asegura que la Guatemala ladina tiene miedo a la Guatemala indígena. ¿Usted percibe ese miedo? ¿Tiene Guatemala miedo a los indígenas que ya tienen derechos y los hacen valer?
Yo creo que sí. Esa teoría, esa percepción existe, sí. He hablado con mucha gente que ve las cosas así. Pero yo creo que lo grave sería, por ejemplo, que para reclamar la dignidad de la gente se hubiera usado los mismos métodos de los que se la arrebataron. Ahí sí yo diría “qué terrible”. Pero si estamos en un tribunal, en el que comparece lo más fuerte del dolor de la gente, ese no debería ser el enfoque. Y tampoco estamos en esa época en la que ellos hacían lo que querían; ahorita hay mucha gente que ya está informada. A lo que yo le temo es al racismo, a que ahora la prosperidad política, económica, social, cultural, empresarial de los indígenas se vuelva más difícil, porque teman las consecuencias de dar a los pueblos indígenas herramientas, títulos universitarios, herramientas económicas, puestos en altas jerarquías públicas…
¿Quiere decir que teme que este juicio reavive el racismo?
Sí, a eso sí le tengo miedo, a que reavive el miedo que los de este lado tienen a los del otro lado. Pero todos tenemos que hacer el gran esfuerzo de no vivir bajo el miedo, sino cerrar de una vez el capítulo del miedo y que nos volvamos a encontrar. Yo lo veo positivo. ¿Por qué? Porque no pasa nada... los señores están haciendo lo suyo, tienen el poder económico, tienen el poder político, tienen el poder comunicativo... Disculpen, pero los medios de comunicación en Guatemala, por ser un negocio empresarial de una clase muy conocida, no van a ventilar jamás temas que conciencien al mundo ladino de otra manera. Por eso siguen viendo al mundo indígena como el enemigo interno. Es muy importante que se rompa el hielo en relación a quién es el enemigo interno.
Es miedo a reconocer que dentro de Guatemala hay dos mundos.
Los hay: dos sistemas y dos parámetros de ver la sociedad y dos formas de entender la justicia. A nuestros hermanos ixiles, que están sentados aquí, en la sala del juicio, seguramente les resultará raro ver que tiene que hablar uno, y otro, y otro, y contar sus historias... Seguramente dicen: “Qué pobre gente, no saben nada de nosotros”. Les parecerá extraño, pero es un aprendizaje muy fuerte para nuestra gente. Nuestra gente ha sido pacífica, verdaderamente, ha sido racional, ha sido muy espiritual. Toda la gente que sale de aquí irá a poner su velita, a pedir muchas bendiciones para sí mismo, para su gente, y para los caminos de todos. Es un pueblo muy maya. Pero ese miedo lo pueden utilizar algunos sectores para promover nuevas políticas de exterminio. Y hay temas que sí lo pueden ameritar. Como el tema de la minería, la criminalización de los indígenas, la criminalización de temas que en realidad su fondo es económico... Hay explosiones sociales muy fuertes, que algunas ya se están manifestando y otras están por explotar. Eso es lo preocupante, que hay otros conflictos que pueden explotar y que pueden ser utilizados por esa gente alarmista. Porque hay gente que hasta está hablando de que va a haber un golpe de Estado. Yo no veo que vaya a haber un golpe de Estado. Si más bien ahorita los militares tienen el poder, es cierto que tienen controversias internas, pero…
¿No estamos ya en tiempos de golpes de Estado?
No creo que se llegue a esos niveles. Aquí lo más importante es que el guatemalteco viva su duelo.
¿Usted ha hablado con el presidente acerca de este juicio?
No, por supuesto que no. Él niega el genocidio; no tendríamos nada que hablar. ¿Y cómo no lo va a negar si a esas alturas o era el comandante Tito Arias, alias Otto Pérez Molina, o era Otto Pérez Molina, alias Tito Arias. Porque en ese sentido ahí hay un dilema, ¿eh? Yo lo que le he dicho al presidente públicamente es que no se debe involucrar en este juicio, en la medida en que no ha sido citado por el tribunal.
El presidente estuvo en Nebaj.
Sí...
Y se vistió con traje típico.
Y entregó sus bolsas solidarias y todo lo demás. Pues esto es la caricatura de nuestro país. En un futuro van a tener que ser muy cuidadoso al usar nuestra indumentaria, porque eso sí nos puede tocar el alma. Pero la gente todavía está muy generosa, la gente no tiene esas... esos celos.
A lo mejor sea porque se trata de gente muy necesitada.
La pobreza aquí es muy grande. Si yo llego a un área donde han dicho que soy comunista y subversiva, y donde la gente puede tener la duda, no saber si yo era o no subversiva, si he cometido un delito en el pasado o no, pero llego con mis mil bolsitas para regalar... ¿Creen que no va a acudir la gente aunque no sepa qué es el comunismo? ¡Pues vendrán a recibir las mil bolsitas! Él fue a entregar bolsas, y es un escenario montado, y está bien, que sigan montando escenarios con nuestra gente, pero poco a poco la gente va a ir diciendo “oiga, respéteme”. Esa es la parte más importante.
En el horizonte de la lucha por la dignidad maya en Guatemala está el tema de la tierra?
Totalmente. Y por eso están manipulando ya el tema.
Y por eso en la capital tienen tanto miedo.
Sí, porque muchos militares antes eran soldados que cuidaban la finca del terrateniente, pero hoy son ellos los terratenientes, y por eso hay tanta concesión minera; porque son casi vendepatrias. En las tierras ociosas ahora hay níquel, plata, oro... antes eran tierras ociosas para el finquero porque del resto salía suficiente caña y café; ahora hay tesoros bajo la tierra y sus gusanos los están buscando. Tierras que son de militares. Y para explotar ese o aquel cerro pasan por comunidades mayas. Y ese es el punto de conflictividad. El tema de la tierra sigue siendo la fuente más importante de conflicto. Y lo segundo es la participación, porque hace pocos días fue secuestrado uno de nuestros compañeros del movimiento en Santa Eulalia, un dirigente muy conocido vinculado al tema de la tierra. ¿Por qué no hemos salido a dar por hecho que esto es un ataque contra nosotros en días en que estamos a punto de celebrar nuestra asamblea nacional? Porque ese es el juego que quieren que juguemos. También allanaron mi casita hace poco, pero no dije nada, porque si salgo a denunciar van a decir “otra vez la señora inventando cosas”. Es muy delicado. Hay autocensura, pero también esperanza. No es un tiempo normal el que estamos viviendo, no... Hasta que no veamos con vida y con éxito a la jueza Yassmín, a la fiscal Claudia Paz y a otros personajes, no podremos estar tranquilos. Aunque yo sí creo que es el momento de empezar a ser positivos. Por ejemplo, parece que la señora Zury Ríos dice que soy comunista y me está atacando, y yo digo: “lo comprendo, no debe ser fácil pasar por esto”, pero creo que mejor debería preocuparse por defender la inocencia de su papá, porque parece que los defensores de ellos no saben nada, ¡ni siquiera firman sus peritajes! Yo no soy juez, pero observo y lo que veo es que debería preocuparse de que su papá tenga un juicio justo. Porque eso es lo que buscamos al haber traído aquí a Ríos Montt: que tenga un juicio justo.