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Pelotas de fútbol, una ventana de libertad para los presos brasileños

En Brasil, el país futbolero por excelencia, el Ministerio de Deportes desarrolla un programa en varias cárceles que consiste en la fabricación de balones y otros implementos para jugar al fútbol, que luego son donados a escuelas. “Ganamos un poco de dinero y estamos ocupados”, sintetiza los beneficios de la iniciativa Marcelo Crispín, un privado de libertad.

Lunes, 19 de agosto de 2013
Natalia Ramos (AFP) / El Faro

Un interno del centro penal Nilton Silva, en el estado de Sao Paulo, fabrica una pelota de fútbol en el marco del programa Pintando la libertad, que el Ministerio de Deportes ejecuta en 90 cárceles. Foto Nelson Almeida (AFP).
Un interno del centro penal Nilton Silva, en el estado de Sao Paulo, fabrica una pelota de fútbol en el marco del programa Pintando la libertad, que el Ministerio de Deportes ejecuta en 90 cárceles. Foto Nelson Almeida (AFP).

São Paulo, BRASIL.- En un galpón frío y sin ventanas, varios hombres están sentados cosiendo a mano unos trozos de cuero para dar forma a pelotas de fútbol, una manera de matar el tiempo en esta cárcel brasileña. Un poco más lejos, algunos reclusos cortan hexágonos y los disponen en pilas, que otros hombres con manos rudas toman para imprimirles una leyenda: “Producidas artesanalmente por los internos de la prisión Nilton Silva”.

La fabricación de pelotas, camisetas deportivas y gorros, que luego son donados a escuelas, instituciones u obras sociales, es parte del programa 'Pintando la libertad', que el Ministerio de Deportes desarrolla en cárceles de Brasil, un país apasionado por el fútbol, que acogerá el Mundial 2014.

Brasil tiene también una de las mayores poblaciones carcelarias del mundo, con unos 500,000 reclusos.

A unos 50 kilómetros de la ciudad de São Paulo, esta cárcel con 1,500 internos es la única del estado paulista donde actualmente funciona este programa, que comenzó hace 10 años en una prisión del estado de Paraná, en el sur del país. Los prisioneros reciben un pequeño pago por este trabajo.

“Cosiendo, haciendo estas pelotas, el tiempo pasa más rápido. Es bueno tener la cabeza y las manos ocupadas. No se puede estar sin hacer nada”, comenta a la AFP Alexandre Castro, de 31 años, que lleva cuatro como prisionero en Nilton Silva, ubicada en una zona montañosa del estado de Sao Paulo.

“Además el fútbol es parte de nuestra vida. Nos gusta ver partidos, siempre estamos hablando de fútbol”, añade otro de los presos, Benevides Rosa dos Santos, de 60 años de edad, que ya vivió 15 tras las rejas.

Una terapia popular

La fabricación de pelotas es una de las actividades más populares entre los internos del penal. Es un trabajo lento y por cada pelota terminada reciben 1.50 dólares.

La última partida presupuestaria para este programa es de 2008, con recursos por unos 700,000 dólares para fabricar 133,000 piezas entre pelotas, camisetas, gorros y redes. Se fabrican unas 15,000 pelotas por año. Los responsables del proyecto esperan que se renueve la financiación.

“El deporte es una herramienta maravillosa para hacer que las personas se concentren, se solidaricen, se respeten. Y la elaboración de pelotas de fútbol, claro, es nuestra modalidad con mayor número de gente participando”, señala a la AFP Luiz Carlos Martins, coordinador de Pintando la Libertad en Sao Paulo y funcionario de la secretaría estatal de Deportes.

Unos 40 hombres están sentados en pequeñas bancas, cosiendo. Hace frío, pero visten chanclas y pantalones livianos. En una mano tienen la aguja y en la otra una especie de guante de cuero con la que empujan cada puntada.

No hablan mucho entre ellos y tienen la mirada fija en el movimiento de la aguja, que repiten mecánicamente, hasta coser todos los hexágonos de cada pelota.

“Ganamos un poco de dinero y estamos ocupados”, resume brevemente Marcelo Crispín, de 48 años.

En el penal los reclusos tienen derecho a pasar algunas horas al día fuera de sus celdas, en un patio, pero deben recluirse a partir de las 4 de la tarde. El horario de trabajo es de 9 de la mañana y las 3 de la tarde, para los que optaron por realizar algún oficio.

“Esta es nuestra terapia y nos hace bien. Yo llego acá y me concentro, pienso solo en fabricar pelotas. No me siento preso”, dice el recluso Rosa dos Santos.

Aún le quedan tres años de prisión, pero ya disfruta de un régimen semiabierto que ganó por buena conducta y que le permite salir cinco veces al año. Tiene siete hijos y dice que está preso “por cometer varios asaltos.

“Cuando salga de acá ya no quiero nunca más volver a ese mundo. Ya pasó. No vale la pena llorar por la leche derramada, pero yo me arrepiento cada día por lo que hice”, comenta.

Benevides Rosa dos Santos aprendió a tejer redes para arcos de fútbol. Piensa que esa puede ser una buena fuente de ingresos una vez que abandone la cárcel.

© Agence France-Presse

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