Sant Pere de Torelló, CATALUÑA. Junto a la bandera independentista catalana que ondea en la alcaldía, Jordi Fàbrega, alcalde de la pequeña localidad catalana de Sant Pere de Torelló, posa orgulloso de dirigir el primer municipio de la región en declararse simbólicamente independiente de España.
“Cada vez el pueblo tiene menos símbolos españoles y estamos movilizando a la gente para la lucha por la independencia de Cataluña”, resume Fàbrega, del partido independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), segunda fuerza política de esta nación de 7.5 millones de habitantes, cuya capital es la emblemática ciudad de Barcelona.
A bordo de cuatro autocares, más de 200 vecinos de esta pequeña localidad recorrerán el miércoles 11 de septiembre 75 kilómetros hasta Figueres, cerca de la frontera con Francia, para unirse a la cadena humana por la independencia que, en una prueba de fuerza, pretende unir mano con mano los 400 kilómetros que recorren la región de norte a sur, el doble de lo que mide El Salvador de oriente a poniente.
Ilustrando el sentimiento secesionista que, atizado por la crisis, creció en los últimos años en Cataluña ‒antaño motor económico del país y ahora su comunidad más endeudada‒, la Alcaldía de Sant Pere aprobó el 3 de septiembre de 2012 una moción declarándose “territorio catalán libre”.
Desde entonces, este pueblo de 2,500 habitantes ubicado a 90 kilómetros de Barcelona retiró la bandera española, dejó de pagar impuestos al Gobierno de Madrid (en su lugar los trasfiere al Gobierno catalán) y declaró laborable el 12 de octubre, día de la fiesta nacional en España.
“Ser un territorio libre es fantástico”, exclama Narcís Arxé. “Aquí todos queremos ser independientes”, agrega este septuagenario sentado junto a otros jubilados a la sombra de un árbol.
“Esta comarca es la cuna del independentismo. Y nosotros fuimos los primeros en hacer esta declaración”, añade orgulloso Ramon Folgona, taxista jubilado de 88 años, en alusión a la comarca de Osona, en el corazón de Cataluña: la totalidad de sus 51 municipios se declararon a favor de la independencia.
Ni la crisis económica ni la oposición inflexible del Gobierno español a permitir un referéndum de autodeterminación, prometido por el ejecutivo regional catalán para 2014, parecen restar ilusión a los partidarios de la secesión en Sant Pere.
Las esteladas, banderas catalanas independentistas ornadas con una estrella blanca sobre fondo azul, cuelgan de los balcones, en los escaparates de los comercios se ven pegatinas reivindicativas y las tachaduras ocultan los letreros en español.
En el principal del bar del pueblo, los lugareños detienen una animada partida de dominó para escuchar atentamente las noticias sobre la cadena humana.
“Nosotros somos ocho hermanos e iremos todos, excepto una que no puede”, dice Ramón Joventeny, un administrativo en una compañía de seguros, en la cuarentena, que prevé una manifestación multitudinaria.
Sin embargo y pese a la movilización, que el año pasado ya sacó a cerca de un millón de personas a las calles de Barcelona, “creo que nos costará mucho que nos dejen irnos” de España, reconoce Teresa Bru, de 55 años, responsable de una tienda de ultramarinos con el escaparate decorado por una bandera catalana.
Hasta el momento, el Gobierno conservador español de Mariano Rajoy se ha opuesto tajantemente a la celebración de una consulta soberanista que califica de ilegal.
“Madrid se atrinchera en el argumento de la constitucionalidad y ya está”, razona Ferran Requejo, politólogo de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Pero “alguna salida se tiene que dar a los catalanes”, agrega.
Desde su despacho en la Alcaldía de Sant Pere de Torelló, Fàbrega lo tiene claro: la consulta debe hacerse “sí o sí” en 2014. “No hay otro elemento más legal que respetar la voluntad de un pueblo”, asegura.
Pero no todos sus vecinos piensan igual. Con aire despistado y barba de dos días, Andrés José González, uno de los pocos habitantes que se expresan en español en este pueblo catalán, arremete contra las aspiraciones independentistas del alcalde.
“Cataluña es una región de España. Es una tontería. Tengo 50 años, me moriré y Cataluña no habrá podido independizarse”, asegura, mientras en un edificio cercano un hombre cuelga la estelada en su balcón.
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