Bagdad, IRAK. El miedo de que las relaciones entre sunitas y chiitas, las dos grandes corrientes del islam, se agraven volvió a acentuarse con el doble atentado, el 19 de noviembre, contra la embajada iraní en el Líbano, reivindicado por un grupo vinculado a la red terrorista sunita Al Qaeda. Irán, un país de mayoría chiita, es aliado del régimen sirio de Bashar al Asad, que lucha contra una rebelión mayoritariamente sunita.
La guerra en Siria genera con frecuencia episodios violentos en el Líbano y también tiene repercusiones en Irak, sumido actualmente en una espiral de violencia que hace temer un conflicto interconfesional como el registrado en 2006 y 2007.
“La situación es horrible, y empeora”, explica Fanar Hadad, investigador del Instituto para Oriente Medio de la Universidad Nacional de Singapur y autor del libro Sectarismo en Irak. “Hoy se ven los efectos acumulados durante diez años en Irak, y además está Siria ... Tiemblo ante la idea de lo que pueda pasar. Parece que nos dirigimos hacia una división todavía mayor entre sunitas y chiitas”, señala.
“Creo que lo peor todavía está por llegar”, pronostica el investigador.
Los chiitas son minoritarios entre la comunidad musulmana en el mundo, pero mayoritarios en Irán, Irak y Bahréin.
Las tensiones entre las dos comunidades se acentúan entre el Ashura y el Arbain, dos conmemoraciones chiitas muy importantes que tienen lugar con un intervalo de cuarenta días. La celebración del Ashura, el 14 de noviembre pasado, resultó ensangrentada por la muerte de decenas de chiitas en varios atentados en Irak.
Numerosos expertos consideran que las dificultades crecientes entre chiitas y sunitas son una consecuencia de la invasión estadounidense en Irak en 2003, que puso fin al régimen del dictador sunita Sadam Husein e instaló en su sitio a autoridades chiitas.
Una división regional
Según los analistas, el estado actual de las cosas también es consecuencia del asesinato del primer ministro libanés sunita Rafik Hariri en 2005 y de la guerra en Siria. “Lo cierto es que la división entre sunitas y chiitas aumentó desde 2005”, explica Sahar al Atrache, especialista en cuestiones de Líbano en el grupo de investigación International Crisis Group.
Entre los chiitas, hay “una especie de temor, legítimo o no” de que un islam político dominado por los sunitas se propague en la región, sobre todo desde la Primavera Árabe, explicó. “Esto contribuyó a las posiciones adoptadas por el Hezbolá (chiita libanés), Irak e Irán sobre el tema sirio”, añadió.
La guerra siria, en la que el Hezbolá lucha junto al régimen contra los rebeldes, ya ha causado unos 120,000 muertos en casi tres años.
“El sectarismo aumentó claramente”, cuenta Omar Shakir, un activista de Homs: “Nuestro régimen es un régimen sectario. Forma a milicias compuestas por combatientes de una secta. Y cuando las personas ven las matanzas cometidas por el régimen, también reaccionan de forma sectaria, con el mismo odio al que se vieron confrontadas”.
En Irak, los diplomáticos y las autoridades están preocupados ante el cariz que pueden tomar las elecciones legislativas de abril. Los partidos, motivados más por divisiones tribales que por la ideología, podrían dañar aún más las relaciones entre las comunidades, en un país que sale de una guerra interconfesional (2006-2007).
“Por el momento, todo lo que vi apunta a posiciones más marcadas, y no más moderadas”, explica un diplomático occidental que pidió el anonimato. “Las elecciones restringen la flexibilidad, en vez de aumentarla. Cada uno juega por su equipo...”, resume.
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