Caracas, VENEZUELA. Mientras ordena un fajo de bolívares de mayor a menor, Jecson Barrientos, vendedor de gasolina en una estación de Caracas, suelta un “¡Por supuesto!” a la pregunta de si aceptaría que el Gobierno aumente el precio de la gasolina venezolana, la más barata del mundo. “¡Está demasiado regalada!”, dice y cuenta, entre risas, que un mototaxista llena su tanque con un bolívar ($0.15 al cambio oficial, nueve veces menos al paralelo). “Y gana a diario unos mil bolívares (159 dólares). ¿Cómo puede dolerle el bolsillo?”, se pregunta, al comparar con la inflación anualizada de 54% que registra el país, la más alta de América Latina.
En Venezuela, una botella de agua de 600 mililitros cuesta 13 bolívares ($2), mientras que el tanque de un carro de 40 litros de gasolina se llena con $0.50.
En el país con las mayores reservas mundiales de petróleo, el precio de la gasolina ha permanecido congelado desde 1996, cuando se fijó el litro de 95 octanos en 0.097 bolívares ($0.015), y el de 91 octanos en 0.07 bolívares ($0.01), muy por debajo del costo de producción y de mantenimiento de la gasolineras.
El monto no está ni cerca del precio promedio internacional. En Estados Unidos, el galón (3,78 litros) de gasolina se vende entre 3 y 4 dólares. En Colombia, a $4.5. En países petroleros de la región como México cuesta $0.91 el litro; y en Ecuador, $2.00 por galón. En El Salvador ha llegado a estar arriba de los $5 el galón.
Esta es una realidad con la que los venezolanos incluso hacen chistes y un tema que se debate cíclicamente, pero ningún gobierno se atreve a actuar, pues en el pasado fue motivo de sangrientas revueltas populares.
Yo propongo
Tras las elecciones locales del domingo pasado, el vicepresidente Jorge Arreaza volvió a poner el tema sobre la mesa, en un país que subsidia desde los servicios públicos y algunos alimentos hasta las estancias en el exterior.
“Debemos comenzar a cobrar la gasolina”, dijo al considerar que esta medida mejoraría las cuentas de Venezuela, sobre todo de la petrolera estatal PDVSA, agobiada por deudas, inflación y estancamiento de la producción, entre otros, y acabaría en parte con el contrabando permanente hacia Colombia y Brasil.
Analistas petroleros calculan que solo el subsidio sostenido de gasolina le ha generado a PDVSA pérdidas por unos $2,607 millones en 2013 y que un precio justo, sin ganancias ni pérdidas, estaría entre 1.5 y 3 bolívares el litro.
Victoriano Briceño, técnico de celulares con 48 años, saca sus cuentas y concluye: “Deberíamos pagar al menos 10 bolívares ($1.58) por litro”. De inmediato, dice: “Mira la máquina para que veas lo que pago”. Marca 2.82 bolívares ($0.44). “Y encima, yo siempre dejo propina. ¿Crees que me dolería un aumento?”.
José Quiceno, taxista de unos 60 años, está atascado en el colapsado tráfico caraqueño, como casi todos los días. En un cálculo rápido propone un aumento de 5 bolívares ($0.79) más por litro de gasolina, “y todavía me parece barato”, opina.
Sin embargo, hay quienes rechazan el incremento. El líder opositor Henrique Capriles, que perdió las presidenciales de abril contra Nicolás Maduro por 1.5% de votos, critica que la medida sea tomada mientras Venezuela mantiene subsidios petroleros a través de alianzas regionales como Petrocaribe.
No es el precio
Para el analista petrolero Diego González, el precio es apenas “un pellizco” frente al problema financiero de la petrolera estatal, cuya producción y exportación cayó 400,000 barriles diarios entre 2008 y 2012, que la ha llevado a importar de Estados Unidos en los últimos meses un máximo de 28,000 barriles diarios de gasolina, según el Departamento de Energía estadounidense. También se vieron mermados sus ingresos: en el primer semestre fueron casi $5,000 millones menos que en el mismo período del año anterior.
Pero “es incorrecto que el Gobierno trate de proponer la medida solo para mejorar el flujo de caja de PDVSA. El Banco Central ya no puede seguir dando dólares para mantenerla”, asegura.
“Los Estados no deben ser empresarios (...) La ideología del Gobierno impide soluciones”, agrega González, quien pone el ejemplo del gigante Brasil, cuya petrolera estatal “es solo una (empresa) más del mercado” de ese país, con lo que se genera competencia.
Sin embargo, el analista propone medidas gubernamentales colaterales. Entre ellas, la educación a los ciudadanos sobre el uso adecuado de la gasolina “para evitar el despilfarro” y luego, organizar el transporte público “para que la gente no use sus carros indiscriminadamente”.
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