Por estos días a la tregua no le hacen falta plañideros, gentes que la dan por muerta y no por muerte dramática, sino por abandono simple, por olvido. Extinta a fuerza de no pronunciarla más. Pero respira. Los signos básicos aún están.
En marzo del año pasado el gobierno de El Salvador trasladó a una treintena de líderes de la Mara Salvatrucha y de las dos facciones del Barrio 18 (sureños y revolucionarios) desde el penal de máxima seguridad de Zacatecoluca hasta penales de menor rigor asignados a esas pandillas; 24 horas después de esos traslados, el número de homicidios se derrumbó dramáticamente. Para esas fechas el país rondaba los 14 homicidios diarios. 2011 había sido el segundo año más violento del siglo, alcanzando una tasa de homicidios de 70 por cada 100 mil habitantes. El Salvador era el segundo país más asesino del planeta Tierra y 2012 había iniciado con el motor prendido, hasta que pasó lo impensable: el promedio de homicidios diarios se desplomó a menos de la mitad, cerca de 5.5 muertes diarias. Pese a las cifras rojas de los primeros dos meses del año, El Salvador terminó 2012 con una de las tasas de muerte más bajas del siglo y con un promedio diario de 6.1 homicidios. Para El Salvador, esa es buena noticia.
Hasta la fecha el país no ha vuelto a tener esos promedios diarios de asesinatos. Es decir, que el primer signo visible de la tregua se mantiene, atenuado, menos publicitado, pero se mantiene: desde julio se experimenta un sensible incremento en los asesinatos: los primeros seis meses del año promedian 5.7 homicidios diarios. Julio, agosto septiembre y octubre, en cambio, promedian 7.9 asesinatos. Comparado con los 14 homicidios de antes de la tregua implica una reducción menos espectacular que la del año pasado, pero una reducción al fin y al cabo.
El otro signo también se mantiene: los 15 líderes de la MS-13 y de las dos facciones del Barrio 18 no han vuelto a Zacatraz, siguen en sus penales de bajo rigor. De hecho, con el tiempo fueron sacados del penal de máxima seguridad líderes de otras pandillas menores como La Mirada Locotes o la Mao Mao, que se unieron a la tregua. Los militares tampoco han retomado las labores de revisión de quien ingresa a las cárceles. Que los militares se retiraran fue una de las demandas más sentidas de los presos, que se quejaban de repetidos abusos cometidos por los uniformados contra sus familiares y en particular contra sus esposas y madres. El régimen de visita íntima sigue siendo generoso: no se ha vuelto a la restricción de que ingresen niños a ver a sus padres presos… en fin, el acuerdo base sigue: líderes fuera de cárceles, ciertos detalles que aminoran el sofoco en el infierno de las prisiones guanacas y, a cambio, menos homicidios.
Sin embargo, algo ha cambiado. Algo importante: el Ejecutivo se levantó de la mesa, dejó solo el acuerdo y dejó solos a los mediadores que lo hicieron posible: Raúl Mijango y monseñor Fabio Colindres. No va más. Su única participación consiste en no deshacer lo hecho, en no regresar líderes a Zacatecoluca, no volver a poner militares al frente de las revisiones, no cerrarle las puertas de la cárcel a los niños… pero ha dejado claro que no va más.
Mijango ha visto reducidas hasta el mínimo sus posibilidades operativas dentro del sistema penitenciario. El ministro de Seguridad y Justicia, Ricardo Perdomo, jamás se tomó el tiempo de sentarse con él y considera que las libertades que el mediador tenía dentro de prisiones eran excesivas y ha insinuado que posiblemente eran también ilegales. Perdomo no quiere verse relacionado con la tregua, hija de su predecesor, el general David Munguía Payés, ahora ministro de la Defensa Nacional, y en cuanto al presidente Mauricio Funes, este simplemente pasa del asunto. Luego de que Funes defendiera la tregua ante los todopoderosos Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo, en la capital de Estados Unidos apenas en abril, ahora la tregua es la hija bastarda de la que no se habla.
Mijango comienza esta entrevista hablando de cómo se fue deteriorando la simbiosis entre mediadores y gobierno. Aunque insiste –como lo ha hecho desde el principio- en que este pacto es de autoría suya, por voluntad de las pandillas y no del Ejecutivo, admite que esa silla vacía pesa.
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Estaba claro que había un cambio de énfasis y que se iban a reducir facilidades -dice-, que se iban a generar mayores dificultades para que el proceso siguiera avanzando. No obstante, como el proceso nunca fue el resultado de ninguna negociación, el proceso no se interrumpe, sino que continúa... ¡en un escenario menos favorable!, que ha ralentizado los procesos para la labor de facilitación que nosotros hacemos.
¿Qué tan menos favorables?
Por ejemplo Apopa: hace poco más de un mes hubo un problema en el que hubo dos fallecidos frente a la alcaldía. En otros tiempos, con otras condiciones, yo hubiera podido intervenir para impedir cualquier desenlace de cadena de venganzas en una semana. Como no tengo esas facilidades ahora, me he tardado casi un mes en hacerlo, porque se triplican o cuadruplican los esfuerzos que tengo que hacer para generar los consensos que hagan posible parar las cadenas de venganza. Creo que hay algunas vidas que se pudieron haber salvado, pero que no las pudimos salvar.
¿Por no entrar a cárceles?
Yo he entrado en cinco meses tres veces y a actividades sociales, dos bautizos y otra de ese tipo.
¿Encuentras restricciones para ti en los centros penitenciarios?
Es que el ambiente ya no es el mismo. Desde el momento en que entrás y empezás a percibir una actuación hostil, primero en el momento de gestión del permiso para asistir, que te empiezan a dar largas, que están consultando, que no sé qué, que no sé cuánto. Desde ese momento empezás a percibir que no tenés la misma facilidad. Las veces que yo he solicitado que se me generen condiciones para abordar temas como por ejemplo las alzas de homicidios para tratar de intervenir y parar esos procesos, la respuesta que he recibido es que no es posible.
O sea reunir a los líderes pandilleros en Mariona.
Eso ya no es posible desde el 29 de mayo. Después de que Lin y Sirra se presentaron en el programa del pastor Toby Jr.
Durante la administración del general David Munguía Payés como ministro de Seguridad Pública, ¿podías presentarte e ingresar a conversar con los internos sin restricciones?
Solicitaba el permiso a las autoridades pero había agilidad y proactividad, pero desde el momento en que yo no puedo reunir a miembros de distintas pandillas en Mariona… yo no resuelvo nada yendo a visitar a los de una sola pandilla en un centro penal. Para poder hacer mi trabajo con eficiencia, yo necesito poder sentar a los miembros de las pandillas involucradas en un problema para tratar exclusivamente ese problema y tratar de buscar una solución. Así operamos nosotros.
Las autoridades actuales dicen que hubo exceso en el relajamiento de los procedimientos, por ejemplo, que ustedes no eran revisados a la hora de entrar, que podían ingresar con teléfonos, de hecho Paolo Lüers consideró que tener esas facilidades era un requisito para poder conservar el respeto de los internos: ingresar cámaras, celulares, no ser revisados… incluso, de alguna manera permitir que los internos que se reunían en Mariona hicieran llamadas desde Mariona al exterior.
No era así. Paolo… él en su función de periodista, con los avances de la tecnología de que una misma cosa es teléfono y cámara, él solicitaba facilidades para el ingreso de sus aparatos.
No, él habla de sus ingresos a cárceles como miembro de la Fundación Humanitaria…
Si es así… no sé. Pero como él tenía una función periodística… esos son requisitos elementales. En algunos casos sí podíamos ingresar celulares… estaba claro que era el aparato de mi uso personal. Pero te han querido insinuar otras cosas…
¿Considerabas esas cosas imprescindibles para tu labor?
No, porque yo con quien quería resolver el problema era con los que me iba a reunir… pero el asunto del que hay que hablar es que no se trata de un problema de excesos, porque precisamente esa acusación que me hacen a mí, ¡es lo mismo que hoy hace el padre Toño!
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El padre Antonio Rodríguez -padre Toño- es un sacerdote pasionista que trabaja desde hace años en Mejicanos, con programas de reinserción para miembros de pandillas. Desde el inicio del proceso, Rodríguez despreció el esfuerzo, dudó en público de la honestidad de sus propósitos y aseguró que se trataba de un ardid pandillero para perfeccionarse en el mundo del crimen; que era también una cortina de humo para distraer la atención del narcotráfico; que Mijango era cómplice de todo lo anterior… hasta que llegó marzo de este año, cuando un gatillero le voló la cabeza a tiros a uno de sus más cercanos colaboradores: un miembro de la MS-13 que trabajaba con él, pese a seguir activo en la pandilla. Entonces Toño cambió. De la noche a la mañana apareció sumado a la tregua y se convirtió incluso en uno de sus más feroces defensores en las redes sociales, donde se lio a palabras contra cualquiera que atacara el proceso.
Paolo Lüers, miembro de la Fundación Humanitaria, que nació para dar apoyo al proceso, y el mismo Mijango, están convencidos de que bajo las circunstancias actuales que atraviesa el proceso el padre Toño ha vuelto a dar una nueva vuelta de tuerca: aprovechando la pública animadversión entre Mijango y el ministro Perdomo, intenta sustituir a los mediadores originales por él mismo y por un pastor evangélico llamado Mauricio Navas. Lüers y Mijango están convencidos de que el sacerdote actúa como emisario del ministro, intentando convencer a las pandillas de que es más conveniente él como interlocutor, dado que él sí tiene el favor del Ministerio, como antes lo tenía Mijango, durante la administración del general Munguía Payés.
Antonio Rodríguez lo niega todo: asegura que él solo ha visto dos veces al ministro Perdomo y ambas han sido para hablar de temas relacionados con su seguridad personal (desde el asesinato de su colaborador se desplaza custodiado por una patrulla policial con tres agentes que llevan armas largas) y que si ingresa a cárceles es solo para hacer labor pastoral, como –asegura- hace también el pastor Navas.
Ha retomado parte de su discurso anterior a sumarse al proceso: asegura que estas acusaciones derivan del temor de Mijango de perder el monopolio del diálogo con las pandillas, que las quejas del mediador contra el Ejecutivo son más bien una pataleta y que lo único que se le ha limitado son excesos que permitía la administración anterior.
Asegura también que actualmente hay dos esfuerzos paralelos: uno oscuro y uno diáfano. Él estaría en el diáfano, desde luego: “Ahora hay dos procesos: los que tienen la lealtad a Raúl Mijango –esos son impenetrables- y los que tienen lealtad a los pastores, a los que quieren hacer de la pandilla una transformación humana, sin nada oscuro de por medio”.
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¿Toño te ha sustituido como figura de enlace entre las pandillas y el gobierno?
Él va más a los centros penitenciarios. En el último período los ha visitado más que yo.
¿Como enviado del ministro Ricardo Perdomo?
No lo sé. Eso tendría que responderlo él.
¿Alguna vez entraste tú como enviado del ministro David Munguía Payés?
Ninguna vez. Siempre que entré lo hice como miembro del equipo facilitador que estaba dándole seguimiento a un proceso. Esa es la diferencia entre Toño y yo. Por eso se mantiene el proceso, porque no depende de la voluntad del Ejecutivo. Si apoya, qué bueno y los resultados son mejores, pero si no apoya, no hace problema, porque el proceso continúa, solo que con mayores dificultades.
Cuando este proceso comenzó, los homicidios se redujeron a una gran velocidad. Se mantuvieron así durante 15 meses y el Ejecutivo lo esgrimió como uno de sus principales logros. ¿Sería correcto decir que te dieron la espalda?, como cuando uno saluda a alguien en una fiesta porque te conviene, pero luego lo tratás como un desconocido.
Son dos cosas diferentes. Nosotros iniciamos un proceso, que en un principio contó con todas las facilidades que el Ejecutivo dio a través de Munguía Payés. Esas facilidades hicieron posible mantener estable la reducción de homicidios: bajamos a 5.5 homicidios diarios en promedio. Esa realidad se comienza a complicar en los últimos cinco meses porque Ricardo Perdomo no brinda los mínimo espacios ni facilidades a nosotros y de alguna manera pretende abrir un proceso nuevo, con otra misión, con otra concepción.
¿En su voluntad de respaldarles, el ministro Munguía Payés actuó de alguna manera de espaldas al presidente Funes?
Yo eso no lo puedo decir. Mi relación con David estaba desvinculada de todo lo que no era el desarrollo del proceso, porque yo le mantuve a él en todo momento informado del desarrollo del mismo.
¿Tuviste señales para creer que el presidente de la República estaba en la misma sintonía de David?
Y sigue estando. Todo lo que le he escuchado al presidente ha sido muy claro.
Pero el presidente es el jefe del ministro y el ministro obstaculiza tu labor, pareciera ser que dependiendo de quién ocupe la cartera el presidente hace o deja de hacer.
Vos me preguntaste de la posición del presidente, no de sus actos. Y su posición siempre ha sido congruente.
Ok. ¿En la práctica te resulta congruente esa opinión que expresó con el respaldo que el Ejecutivo da a tu labor?
Es que el presidente es presidente de la República y quien coordina la parte de seguridad pública es la cartera de seguridad pública.
Sometida a la autoridad del presidente de la República.
Lo que entiendo es que al presidente le están vendiendo la idea de un nuevo proceso. Lo que yo no sé es de qué tiempos políticos creen que disponen para emprender esfuerzos nuevos. Tengo entendido que en los próximos días va a haber 12 personas que van a prestar sus caras para aparecer como comisión nacional de diálogo por la paz que me parece que es prestarse a una viveza de ratón. Ahora entiendo que se va a nombrar a Antonio Rodríguez y al pastor Mauricio Navas como los enlaces oficiales, para llevar el diálogo con las pandillas. ¡Esto no se decreta! Esto es un asunto de confianzas.
¿Ocupando el espacio que antes ocupaba el Comité Técnico?
Que ocupa. No se ha deshecho.
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Si bien la tregua se manejó fundamentalmente a través de operadores que gozaron de bastante libertad y de manera muy improvisada, se creó un organismo cuya función era evaluar, planificar, y conectar los esfuerzos. Ese organismo es el Comité Técnico y estaba diseñado para convertirse en la brújula del proceso y lo conformaban los mediadores Mijango y Colindres; la Comisión Humanitaria, representada por Paolo Lüers y eventualmente por su presidente, el empresario Antonio Cabrales; por la OEA, representada por el embajador canadiense Adam Blackwell y por el ministro de Seguridad Pública, David Munguía Payés, como enlace del gobierno.
El Comité es el único espacio institucional producido por la tregua.
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¿Alguna vez se reunieron con Perdomo?
Es que nunca el Comité Técnico integró a Perdomo porque el presidente de la República integró al general Payés para que fuera él el que representara al gobierno en el Comité.
¿El ministro de la Defensa sigue participando en el Comité?
Sí, sigue.
¿En qué calidad lo hace?
No lo sé.
O sea que la silla en el Comité Ténico dice 'David Munguía Payés' y no “ministro de Seguridad Pública'?
Es él el que participa.
¿Dirías que hoy por hoy tu interlocución con el Ejecutivo es igual a cero?
A cero no, porque este es un tema que en el Ejecutivo en general también hay opiniones divididas. Hay gente que no ve bien la acción que hace seguridad pública, porque no está generando resultados.
Como Munguía Payés.
Así, es ¡por ejemplo!
Opiniones divididas habrá, pero no importa de nada. La opinión oficial es la de Perdomo. ¿Más allá de tu interlocución con el general Munguía Payés, tu interlocución con Seguridad Pública es cero?
Es cero, es cierto, es cero.
Intentemos cuantificar: ¿cuánto pesa tener a un Ejecutivo anuente y favorable a esta iniciativa?
Pesa cuatro puntos en el número promedio de homicidios diarios. Eso es lo que a Perdomo se le subió en estos cinco meses, cuando él en lugar de apoyar este esfuerzo lo que hizo fue ponerse en contra.
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A mediados del año pasado, la tregua estaba en auge. El gobierno de El Salvador –en una jugada audaz- invitó al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, a conocer el proceso. Insulza no solo acudió al país para escuchar sobre el proceso, sino que además comprometió a la organización hemisférica a servir de garante y verificadora del proceso y además se reunió a puertas cerradas con los líderes de la Mara Salvatrucha y del Barrio 18 y recibió de ellos el pliego de peticiones que ya habían hecho llegar al gobierno. En aquella ocasión Insulza firmó un acuerdo oficial con el gobierno en el que comprometía a la OEA con la tregua.
Como delegado de la OEA para verificar el proceso y conocerlo desde el terreno quedó el embajador de Canadá ante el organismo, Adam Blackwell. Mientras el general Munguía Payés estuvo al frente de la cartera, Blackwell tuvo las mismas libertades y privilegios que Mijango. Cuando la administración cambió, el embajador se encontró con las mismas trabas que el mediador.
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¿La OEA sigue siendo garante y verificadora de este proceso a través del embajador Adam Blackwell?
A través del secretario general, porque el gobierno de El Salvador suscribió un convenio con la OEA y ellos se mantienen pendientes, han expresado grandes preocupaciones sobre las dificultades que el proceso ha enfrentado…
¿Pero siguen vinculados al proceso?
Ni ellos han desistido, ni nadie les ha pedido formalmente que desistan.
Entiendo que las mismas dificultades que te has encontrado tú para organizar este proceso son las mismas con las que se ha encontrado el embajador Blackwell para poder verificarlo. Entiendo que a él tampoco se le permitió reunir pandilleros de distintas pandillas en Mariona.
Sí, pero de eso que mejor hable él. Yo no puedo hablar por la OEA.
La otra vez le preguntaba a Paolo Lüers el estado en que se encuentra la tregua y él decía “en el congelador”. ¿Qué dirías tú?
Yo diría que a bajos decibeles. En mayo de este año monseñor Fabio Colindres y yo anunciamos que íbamos a bajar presencia mediática porque identificamos que el país iba a entrar en una situación intensa de campaña electoral y creemos que no es prudente que un proceso tan valioso como este se politice.
¿De quiénes depende ahora de que la tregua no muera?
De la MS-13 y el Barrio 18 y de las otras pandillas chiquitas y los internos de origen común. De ellos depende.
¿Si los homicidios alcanzan los niveles anteriores a la tregua tú dirías que la tregua está muerta?
Sí. Ese día daría por fracasado el esfuerzo. Porque yo sentiría que ya no tenemos nosotros qué hacer en esa parte, porque lo identificaría como que las pandillas desisten de la voluntad que expresaron cuando originamos este proceso.
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Las pandillas son organismos vivos y mutantes. Han demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación al entorno, si las condiciones cambian, la pandilla muta, a veces a grados casi imperceptibles desde afuera, a veces se transforman de manera radical y generalmente irreversible.
Uno de los estímulos que más han determinado el curso de las pandillas han sido las políticas públicas de los gobiernos: a principio de los 90, el gobierno de los Estados Unidos decidió deportar masivamente a indocumentados y a inmigrantes que hubieran cometido delitos, entre ellos miembros de pandillas. Cuando el fenómeno, nacido en las calles de Los Ángeles, tocó Centroamérica, no desapareció, encontró un entorno más favorable, Estados pírricos, impunidad, armas, miseria, abandono… y prosperó de forma virulenta, produciendo algo completamente distinto a las estructuras estadounidenses, una especie de versión salvaje de esas mismas pandillas en Los Ángeles. A finales de los 90 el fenómeno estaba tan expandido y había tantos pandilleros presos que sucesivos gobiernos decidieron dedicar cárceles exclusivas para la MS-13 y para el Barrio 18. Esa medida transformó a las estructuras de una forma extraordinaria: lo que antes era una estructura caótica, cobró estructura. Las cárceles permitieron que las pandillas tuvieran auténticos centros de convenciones nacionales, donde coincidían el pandillero de Ahuachapán y el de La Unión, el joven recién ingresado a la pandilla y el veterano asesino múltiple. Reafirmó además el dominio de la cárcel sobre la calle sobre la base de la certeza de que tarde o temprano se irá a parar a una prisión en la que habrá que rendir cuentas. Las políticas de mano dura triplicaron las cifras de homicidios y convirtieron a las pandillas en organismos menos estridentes, menos reconocibles, más concentrados y más letales.
La tregua no es la excepción. Probablemente es pronto para comprender en su total dimensión cómo este proceso hará mutar a las pandillas, pero no cabe duda de que lo hará y ha dado ya algunos signos visibles: consolidó a las cúpulas como líderes firmes, permanentes y visibles desde cualquier parte de la estructura y les reafirmó algo cuyas consecuencias son difíciles de predecir: se trata de la conciencia de los líderes del valor político de administrar la violencia, de sus propias posibilidades de interlocución con el gobierno y de articulación entre estructuras.
La coyuntura actual también ha afectado a las pandillas: como los liderazgos carcelarios están más incomunicados que antes, lograr acuerdos es más difícil, más lento y más burocrático. Por lo tanto, las estructuras mutantes se adaptaron: en las últimas semanas las pandillas han dotado de más poder a algunos de sus miembros en las calles. Han creado operadores con más autonomía y dotados de la facultad de decidir sin necesidad de consultarlo todo con las cárceles. Las reuniones que antes se hacían en Mariona, a las que asistían los grandes señores de organizaciones distintas, ahora se hacen en la sede de la Fundación Humanitaria, con los líderes en libertad.
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Entiendo que a raíz de las dificultades de comunicación, las pandillas se han reorganizado: la calle tiene más posibilidades de tener decisión operativa en la medida en que la cárcel ha comenzado a empoderar a algunos de sus miembros para que asuman la toma de decisiones inmediatas.
Lo que ellos han hecho solo ellos lo pueden responder.
Pero tú sabrás con quiénes hablas.
Yo lo que expresé y vengo expresando es que las dificultades que genere el sistema no son justificación para que haya una alza de homicidios y que hay que hacer los máximos esfuerzos por mantener los niveles que teníamos los primeros 15 meses y en esa dirección yo les he pedido que hagan lo que esté a su alcance para que logremos mantener el proceso en los niveles que lo hemos traído.
Lo que se ha traducido en la generación de liderazgos más sólidos y más empoderados en la calle.
Yo no sé cómo lo hacen ellos.
¡Dime que no sabes cómo lo hacen ellos! El que lea esto se va a burlar de mí, si hago como que te creo.
Si se ríe es porque tiene ganas de reírse, porque lo que haga la pandilla no es un problema que me compete.
Pero lo sabés. No digo que lo hayás ordenado, sino que lo notás y lo sabés.
Yo lo que demando es cumplimiento al compromiso que ellos asumieron cuando dimos inicio a este proceso ante monseñor Colindres y yo. Eso demando.
Antes, cuando tenías el respaldo del gobierno se decía: “Raúl intermedia entre el gobierno y las pandillas”. Ahora que ya no conversás con el Ejecutivo, se podría decir que por lo tanto te has convertido únicamente en vocero de las pandillas.
¡Para nada! Yo soy el coordinador de un programa de apoyo a la reducción de violencia en el país. Es una iniciativa social y ciudadana…
¿Ciudadana? Pero si vos acusaste a los ciudadanos de boicotear este proceso y los hiciste responsables de querer un baño de sangre precisamente por no respaldar la tregua .
¡No me quités eso! Yo soy ciudadano.
También los pandilleros. Viéndolo así el grupo de ciudadanos a los que representás y a los que coordinás son a los de las pandillas.
Para nada.
La sociedad civil no ha corrido a hacerte una estatua, ni las encuestas reflejan respaldo de la sociedad civil a este proyecto.
Hay 11 alcaldes que pese a todas las dificultades asumieron el desafío de entrarle a resolver este problema. ¿Es esa una acción civil?
¿Tú eres el coordinador de esos sectores?
No. Yo coordino un programa de apoyo a la reducción de violencia en El Salvador.
Con la interlocución con la MS-13, Barrio 18 y el resto de pandillas.
Con todos los actores de la sociedad.
¿¡Con todos los actores de la sociedad!?
Porque lo que me interesa es contribuir a la reducción de la violencia.
Me llama la atención que hayás conseguido mantener ese optimismo en todo este montón de tiempo. Pareciera que no te sentís solo, cuando en otras entrevistas le has mandado a decir a la sociedad civil: ustedes son los responsables de los repuntes de homicidios.
No a la sociedad civil, sino que a los que han adversado este proceso.
¿La mayor parte de salvadoreños según vos son anuentes al proceso?
Si vas a los municipios y a las zonas donde han sido fuertemente golpeados por este problema ahí hay un reconocimiento a este esfuerzo. La gente que no cree es la que vive en San Benito, Santa Elena, en la colonia donde vive Carlos Ponce, porque ahí no hay problema.
¿Los pobres, según vos, creen en este proceso?
Sí, correcto. Porque son los que se mueren más.
De los posibles resultados de las elecciones, ¿hay un escenario que te parezca más favorable para continuar con la tregua?
El que gane la elección tiene que lidiar con la búsqueda de soluciones para el principal problema de los salvadoreños: la violencia; y si el que gane cree que este modesto esfuerzo, que contra viento y marea y El Faro hemos llevado adelante nosotros, y cree que en algo podemos contribuir, pues a buena hora. Si no lo quiere, pues vamos a seguir contribuyendo hasta donde las posibilidades nos lo permitan.
Por las señales que has visto, ¿qué candidato será el más duro de roer, el que menos sensibilidad muestra a este proceso y cuál el que a juicio tuyo hace más fácil este proceso?
La vida me ha enseñado –porque ya estoy viejo- que en este tipo de cosas operan mucho las miserias humanas. ¿En qué se expresan? En la incapacidad de reconocer lo bueno que otros hacen. Si no lo hago yo, es malo. Pero si lo hago yo, es bueno. Te voy a poner un ejemplo ilustrativo: en 1984 se inició un proceso de diálogo en búsqueda de la paz en El Salvador. Lo inició el presidente Napoleón Duarte, la derecha de este país se escandalizó y lo condenó medio mundo. ¿Qué pasó? Gana después la derecha, que había adversado ese proceso de diálogo y de negociación y ahora resultaba que si lo hacían ellos era bueno y Cristiani terminó convertido en el hombre de la paz.