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Venezuela entre motines

Entre la confusión de las marchas opositoras y las versiones del gobierno de Nicolás Maduro, los venezolanos viven hoy intensos días de protestas que han causado ya varios muertos; un cerco informativo; divisiones en la oposición y un presidente que intenta controlar una situación que lo ha desbordado. El periodista venezolano Albinson Linares describe desde Caracas los acontecimientos que han paralizado a su país.

Lunes, 24 de febrero de 2014
Albinson Linares

Un motorizado transitaba por la avenida Rómulo Gallegos de Caracas en la noche del 22 de febrero, justo cuando se cumplían 10 días del ciclo de protestas más largo de los últimos años en Venezuela. A lo lejos, vio los fuegos fatuos de cauchos quemados junto a escombros en la vía, probablemente aceleró para rodear la barricada y pasar rápido.

A esta maniobra algunos motociclistas la llaman “planear” y consiste en jugar con su equilibrio para zigzaguear entre los obstáculos. Nunca sabremos si eso fue lo que intentó Elvis Rafael Durán porque una guaya tensa, a la altura del cuello, lo degolló y murió en esa calle del sector Horizonte. Tenía 29 años de edad y a la fecha prosiguen las investigaciones sobre quiénes fueron los responsables de tender la guillotina horizontal en esa guarimba (entre sus acepciones está la de “refugio” pero como práctica rebelde consiste en el cierre de vías públicas, espacios públicos con barricadas, fuego, clavos o guayas. Es una acción foquista que fue muy usada por la izquierda europea, básicamente los trotskistas, pero hoy superada en la lucha de calle por lo desgastante).

Su padre, Luis Durán, lloraba con amargura en la morgue de Bello Monte luego de verlo. Le decía a los medios de comunicación: “Esto no puede quedar así, se tiene que castigar (…) Esa gente no quiere la paz para el país”.

Días antes, el 19 de febrero, Alejandro Márquez y varios vecinos salieron a protestar en la avenida Urdaneta, en la esquina de Candilito, donde trancaron la vía hasta que una comisión de la Guardia Nacional Bolivariana llegó al lugar para restablecer el tránsito. Según testigos Márquez, ingeniero de sistemas, estaba grabando la actuación de los efectivos militares con su celular iPhone y cuando éstos se lo pidieron, salió corriendo.

Si los testigos no mienten, era un tipo con suerte: dos veces le dispararon oficiales entrenados y no le hicieron daño. Sin embargo todo el equilibrio que le sobraba al motorizado, Elvis Rafael, le hizo falta a este ingeniero porque en su frenética carrera resbaló al piso. Una vez allí un militar lo golpeó repetidas veces y le arrancó el celular.

Dos días después, el 21 de febrero, se confirmó la muerte cerebral de Alejandro Márquez por traumatismos y fractura de cráneo. Seguía respirando en coma pero nunca volvería a valerse por sí mismo. Tenía 37 años, dos hijos y en marzo viajaría a una entrevista de trabajo en Alemania.

El domingo 23 de febrero, en una alocución ante cientos de ciudadanos de la tercera edad en el Palacio de Miraflores, el presidente Nicolás Maduro mencionó otro caso: “Un señor humillado y un muchacho víctima de la agresión de los guarimberos y luego la violencia incontrolada; ambos, víctimas”. Se refería a Danny Vargas quien murió apuñalado en una guarimba de Táchira, estado fronterizo con Colombia, donde se movilizó el Estado Mayor Especial debido a las intensas protestas de estas semanas.

En el mismo discurso, el mandatario venezolano acotó que eran 11 los muertos por las protestas iniciadas el pasado 12 de febrero y denunció nuevamente que existe un golpe de Estado prolongado y fascista contra su gobierno, por lo que prometió tener “mano de hierro”. Horas después el ingeniero Alejandro Márquez falleció sin salir del coma, ese limbo orgánico donde los órganos se apagan lentamente, por lo que la cifra roja de las protestas ascendió a 12.

***

Este febrero las cacerolas volvieron a sonar con insistencia en algunos lugares de Venezuela. Faltaba menos de un mes para que se cumpliera un año desde la muerte del máximo líder de la Revolución Bolivariana. Como en un mal sueño, los demonios de la confusión, el miedo, la violencia y el caos habían emergido del sótano oscuro adonde la concertación política suele desterrarlos en tiempos de paz.

El 2 de febrero centenares de personas se congregaron en la plaza Brión de Chacaíto, en Caracas, convocados por la dirigencia del partido Voluntad Popular, con el fin de discutir temas como la inseguridad, crisis económica y escasez; en una asamblea improvisada con la presencia de Leopoldo López, coordinador nacional de Voluntad Popular; la diputada María Corina Machado, coordinadora del Movimiento Vente Venezuela; y Antonio Ledezma, alcalde de la Alcaldía Metropolitana, se decidió convocar a una concentración y marcha que tendría lugar el 12 de febrero.

A partir de ese día múltiples protestas estudiantiles y profesionales se desataron en diversas ciudades del país. Huelga destacar que los medios de comunicación impresos comenzaron a denunciar que no recibían divisas para importar papel desde 2013 por lo que diarios como El Nacional (Caracas), El Impulso (Lara), El Sol de Maturín y La Verdad (Monagas); El diario de Sucre, Antorcha (Anzoátegui); El Caribazo, El Oriental, La Hora y El Caribe habían visto afectada su circulación y denunciaban que les quedaban pocas semanas de papel, otros, como el Notidiario (Delta Amacuro), habían tenido que titular su última edición del 10 de febrero con: “Hasta hoy llegó el papel”. Mientras pasaban los días con esa calma chicha que precede a las tormentas, el horizonte político venezolano recordaba al clima del Cabo de Buena Esperanza, hogar de naufragios donde los galeones se hundían mientras el sol brillaba.

Leopoldo López fungía como uno de los voceros principales de esta concentración junto con la diputada María Corina Machado. Desde el 23 de enero de 2014 ambos habían hecho un llamado a “prender las calles de lucha” y posicionaron en sus cuentas de Twitter el hashtag #LaSalida, donde hacían llamamientos y denuncias constantes sobre la situación del país. El 10 de febrero, el dirigente de Voluntad Popular denunció por los medios sociales que le impidieron abordar un vuelo de Conviasa con destino a la ciudad de San Cristóbal, escenario de protestas durante varios días, donde iba a celebrar una asamblea ciudadana.

El 11 de febrero, en una entrevista con CNN, López aseveró que era una convocatoria hecha por los estudiantes y respaldada por la Unidad Democrática: “La manifestación de mañana busca estar en la calle y decir aquí estamos (…) no podrán con nosotros, mañana daremos un paso firme que nos permitirá seguir avanzando, vamos a marchar con irreverencia”.

Días antes el líder opositor Henrique Capriles Radonski, candidato a la Presidencia de la República en dos oportunidades consecutivas, escribió en Twitter: “Así pasa con alguna vocería irresponsable, la historia se repite, manda a protestar y luego dejan solos a afectados, estamos con uds!”.

El desacuerdo era manifiesto, pero lo que nadie podía pronosticar era el saldo sangriento que esta movilización tendría.

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Las imágenes de las marchas acaecidas en Venezuela el 12 de febrero de 2014 le dieron la vuelta al mundo. Al inicio, por ser el reflejo de un derecho constitucional y una celebración histórica. Ese día se conmemora la batalla de La Victoria celebrada en 1814 con un saldo cruento para la Venezuela de entonces: “El campo quedó cubierto de cadáveres, artillería, municiones, armamento, caballos, equipajes y hasta los libros de las órdenes de los realistas”, escribió el teniente José Félix Ribas, héroe de la batalla donde los patriotas tuvieron bajas por 100 hombres y más de 300 heridos. Desde entonces es una fecha emblemática, pese a haber sido desoladora y caótica como todas las matanzas históricas, es la fecha en que se celebra el “día de la juventud”.

Al cumplirse 200 años, como en una mala broma histórica, tres venezolanos resultaron muertos ese día. Juancho Montoya, dirigente popular del 23 de Enero, miembro del Secretariado Revolucionario de Venezuela y funcionario adscrito a la Policía Municipal de Caracas recibió un tiro en el rostro en Parque Carabobo, en el centro de Caracas.

El estudiante Bassil Alejandro Dacosta resultó herido durante un tiroteo en la avenida Universidad, en Parque Carabobo, luego de las 02:30 de ese miércoles y falleció horas después en el Hospital Vargas. El presidente Nicolás Maduro se dirigió al país en cadena nacional la noche siguiente a los sucesos y afirmó que ambos hombres fueron asesinados con la misma arma.

Aún faltaba una víctima más del saldo sangriento. Esa noche, en Chacao, Roberto José Redman Orozco se topó con una motocicleta donde se trasladaban dos hombres, el “parrillero” (copiloto de la moto) lanzó una ráfaga de disparos y una bala le impactó el cráneo. A su lado resultaron heridas cinco personas más. Un tweet del alcalde de Chacao, Ramón Muchacho, publicado a las 08:45 pm. decía: “Lamentablemente Salud Chacao, confirma un muerto y un herido de bala en Chacao a esta hora”. Al día siguiente durante las experticias planimétricas de las investigaciones de los cuerpos policiales, el diario El Universal, recogió la versión del Cicpc, según la cual “el cadáver de Redman quedó frente a la ferretería Raquel, cuando la víctima recibió un tiro en la cabeza, a las 9 de la noche”.

Paradójicamente, a las 06:25 pm. Redman, en su cuenta de Twitter, (@EscualidoReload), escribió: “Hoy me pegaron una pedrada en la espalda, un cascazo en la nariz, tragué bomba lacrimógena, cargué al chamo que falleció, y tú qué hiciste?”, jamás podría adivinar que horas después él mismo sería víctima de los sucesos de ese 12 de febrero.

Según declaraciones de la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, a pocas horas del suceso había 66 heridos y seis patrullas quemadas del Cuerpo de Investigaciones Penales Científicas y Criminalísticas. Sin embargo las investigaciones están en proceso y se espera que se capturen a los autores intelectuales de las muertes y el caos que se desató en Caracas luego de las 05:00 pm. cuando finalizó la movilización estudiantil y un grupo de más de 50 encapuchados comenzó a ejercer acciones violentas: “Cuando la manifestación se encontraba aquí había factores y grupos que querían violencia y conflicto y se pudo observar que había estudiantes que no estaban de acuerdo con lo que estaba ocurriendo... Tenemos filmación de todo lo ocurrido, cómo ocurrió y con bastante precisión de quiénes fueron los violentos”, relató la fiscal a los medios de comunicación.

Dos trabajos de investigación desarrollados por los diarios Últimas Noticias y El Universal intentan reconstruir por medio de testimonios de testigos, expertos, víctimas, fotografías y videos lo sucedido esa jornada. Cada hipótesis formulada, cada imagen mostrada resulta más perturbadora que lo imaginado y fue un esfuerzo periodístico brillante que influyó en demostrar que efectivos del Servicio Bolivariano de Inteligencia y hombres de paisano dispararon contra los estudiantes ese día.

En la cadena nacional donde ofreció sus primeras impresiones de los sucesos el presidente Nicolás Maduro apareció rodeado del alto mando militar y los ministros. Desde el salón “Néstor Kirchner” del Palacio de Miraflores mostró videos, fotografías y testimonios de lo que calificó como la “violencia criminal” ejercida de manera coordinada para llenar al país de violencia: “Opositor, a Usted también le hablo con corazón de venezolano, con amor y respeto (…). Ustedes saben que todo el que quiera manifestar sus ideas políticas, a ser oposición de la revolución, ha tenido plenas libertades para hacerlo. Le hablo a cualquier ciudadano que ha estado en la oposición, vean, abran su corazón y desbloqueen el discurso repetitivo oposicionista al Gobierno revolucionario que yo presido”.

Cabe recordar que mientras estos acontecimientos acaecían en Caracas, Maduro y buena parte del gobierno se encontraban en La Victoria, a 75 kilómetros de la capital, celebrando la batalla decimonónica con diversos actos culturales y la inauguración de una plaza. Para muchos venezolanos fue surrealista ver transmitido el acto lleno de colorido, alegría y la participación de cultores populares venezolanos por los medios oficiales sin hacer mención alguna a las revueltas que sucedían en Caracas.

Ese día los medios privados tampoco se hacían eco de lo sucedido y cadenas internacionales como la colombiana NTN24 fueron sacadas de la parrilla de programación abruptamente, según el mismo presidente, por decisión de Estado al transmitir llamados que incitaban a la desestabilización. Contrario al pasado donde el exceso de información fue determinante al caldear los ánimos de la confrontación política, los venezolanos se vieron en la angustiante situación de tener que ver el contraste entre las declaraciones de voceros oficiales y oposicionistas a través de CNN. Las redes sociales con su peculiar mezcla de exageración y paranoia, fueron el único medio donde se conseguían alarmantes reportes ciudadanos de todo el país. Carabobo, Táchira, Mérida, Lara y Guayana, entre otros, fueron escenario de manifestaciones similares.

El actual presidente denunció que estas acciones eran un Golpe de Estado en progreso, similar al 11 de abril de 2002, y aseveró: “Si Ustedes (opositores) lograran su objetivo y aquí en este sitio, digamos el 15 de febrero o el día que sea, ya no estoy yo o porque me mataron ustedes, que no se los aconsejo, no toquen la fuerza volcánica de un pueblo, no saben lo que es capaz de hacer un pueblo en circunstancias extremas (…) Ni se lo imaginan, porque ustedes nunca han sido pueblo; pero si ustedes lograran, cosa totalmente inviable, y aquí sientan a alguien, ¿a quién sentarían? ¿Al fascista este prófugo de la justicia? Piénsenlo”.

Se refería al dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López a quien la jueza 6 de Control de Caracas, Ralenys Tovar Guillén, ordenó al Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) aprehenderlo y allanarle su residencia. Pese a esto luego de varias horas, aún no habían detenido al dirigente quien se comunicaba a través de Twitter escribiendo: “Gracias por todas sus muestras de solidaridad. Estoy bien. Sigo en Venezuela y seguiré en las calles. Fuerza”.

El 18 de febrero, seis días después del inicio de las protestas, el líder opositor se entregó a las autoridades en una movilización multitudinaria. Con un alto grado de raro simbolismo, el discurso que López pronunció antes de su entrega lo hizo subiéndose a la estatua de José Martí: “Si mi encarcelamiento vale para el despertar de un pueblo, para que Venezuela despierte definitivamente y que la mayoría de venezolanos y venezolanas que queremos cambio podamos construir ese cambio en paz y en democracia (...) valdrá la pena mi encarcelamiento infame”.

Que uno de los máximos líderes opositores del país haya dicho esto pisando la bandera cubana esculpida, fue una imagen rara para muchos. A la fecha López fue trasladado al Centro Penitenciario para Procesados Militares, mejor conocido como la cárcel militar de Ramo Verde, ubicado en Los Teques a 32 kilómetros de Caracas en un procedimiento inusual siendo civil.

Se le imputan los cargos de instigación pública, daños a la propiedad, determinador en el delito de incendio intencional (Autor Intelectual) y asociación para delinquir.

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Parte de Caracas y varias ciudades del país devinieron campos de batalla entre estudiantes, ciudadanos de todas las edades y los cuerpos de seguridad del Estado. Organizaciones no gubernamentales como Foro Penal Venezolano, aseguraron el domingo 23 de febrero que han registrado 539 detenciones relacionadas con las protestas estudiantiles. En las ciudades de Caracas y Valencia tienen denuncias y documentación de maltratos y torturas para más de 34 jóvenes y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa denunció que 62 periodistas fueron víctimas de represión. A cada marcha y convocatoria estudiantil, el gobierno responde con otras iniciativas similares logrando que algunos días centenares de miles de ciudadanos caminen por distintos sectores de las mismas ciudades, sin tocarse, en un extraño simulacro democrático que los radicales habituales suelen romper con agresiones personales, caos y destrucción.

La noche del 15 de febrero, Johanna Castro decidió salir a trancar la avenida principal de Bello Monte con un grupo de estudiantes. Tiene 22 años y unos pulmones infinitos con los que grita: “¡Protesto por los asesinatos, la violencia, porque no hallo qué comer, porque a mis panas los están asesinando, porque la Guardia Nacional no hace un coño de la madre y está matando gente!, no se ha hecho un coño en 15 años, estamos comiendo mierda y no queremos seguir así”. Cursa sexto semestre de Comunicación Social en la Universidad Santa María.

A su lado, tirada en el piso como una muñeca rota, está Tabi Tarantino de 20 años: “Estoy cansada de no conseguir nada para mis trabajos, de siempre estar pensando que me van a matar, de meterme el celular en las lolas porque me da caga salir de mi casa y me da miedo salir. A mi hermana la atracaron, le metieron un coñazo y aquí no pasa nada, no sirve nada. Estamos hartas, cansadas. Lo que queremos es que la gente se dé cuenta”. Estudia diseño en un instituto privado.

Para Euro Noriega, secretario de la Federación Estudiantil en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, el futuro es negro si no lucha: “Si peleamos se nos aclara. La paz es que cuando llegue a la casa mi mamá me eche la bendición sin pensar que me mataron, es ver a mis hijos, es que cuando salgamos no nos roben o maten, eso es paz. No lo que dice Maduro que nos manda infiltrados a Chacao, manda los colectivos para matarnos”.

Los estudiantes habían convocado a una concentración el domingo 16 de febrero en la avenida Francisco de Miranda. Euro, alto y moreno, sudaba copiosamente luego de estar unos minutos frente a los miles de ciudadanos que acudieron a la convocatoria. Sintetizó así las peticiones de las protestas en una mezcla de utopías y realidades particulares: “El movimiento estudiantil pide que cese la inseguridad, que si Maduro no puede gerenciar el país que renuncie, hablan de un gobierno socialista pero no vemos el socialismo, mientras tanto tienen a colectivos armados y nos matan a todos. Si Maduro desarma a los colectivos, si hace justicia y está pendiente de las cosas económicas entonces podemos hablar; si no, no. No se consigue leche, ni harina, ni aceite, así no se puede”.

Daniel Álvarez estudia ingeniería electrónica en la Universidad Simón Bolívar. También se paró en la tarima y gritó consignas por varios minutos, temblaba de emoción cuando formuló sus peticiones: “Todos pedimos seguridad, tranquilidad, libertad de expresión y de prensa pero, lo fundamental, es un cambio en el sistema venezolano, en la conducción del país hacia un sistema democrático que garantice los derechos básicos de todos. No queremos el caos, la anarquía y delincuencia sino que los líderes políticos, sociales y sindicales asuman su responsabilidad de lado y lado para enfrentar cualquier problema, en cualquier escenario con sinceridad y transparencia”.

¿Cómo conseguir todas esas peticiones sin más derramamiento de sangre?, es una las grandes interrogantes que los líderes estudiantiles no responden de inmediato. En un documento publicado en varios diarios del país, atizaban: “Nuestra resistencia es legítima; ningún gobernante tiene el derecho de asumir las riendas de la vida de los seres que gobierna. El gobierno es un simple delegado en la administración de lo público: jamás serán faros del existir de la ciudadanía. (…) Es por ello que nuestra convocatoria se extiende a todos los venezolanos, está en juego el futuro de todos nosotros. Juntos lograremos revertir el proceso de descomposición política, económica, social y cultural al que este régimen nos ha llevado. Es vital vencer, de lo contrario no seremos dueños de nuestro destino. Sin Libertad, nada'

A esto el presidente Maduro respondió con un llamado al diálogo desde Miraflores: “Estoy dispuesto a recibir a los dirigentes estudiantiles legítimos de las universidades del país para hablar en esta sala sobre la paz, el progreso, la calidad de educación pública, la lucha contra la delincuencia y los antivalores de la criminalidad”. Hasta los momentos este encuentro no se ha producido y el Primer Mandatario asegura que los funcionarios registrados disparando en fotos y videos el 12 de febrero están siendo investigados.

El movimiento estudiantil protesta con fuerza, convocan a centenares de manifestantes y miles de ciudadanos mientras, en las mismas ciudades y estados, mucha otra gente se resguarda en sus casas y no participan. Exigen, como todos los jóvenes, lo imposible y parecieran recordar una vieja canción de Sumo, cuyo estribillo salmodia: “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”.

Dos escenas últimas, entre tantas, muestran lo que sucede en el país que parece encerrar varios mundos dentro del mismo territorio. El 23 de febrero una gandola viajaba por la carretera Morón-Coro, cargada de reses vivas en camino a ser sacrificadas. Al llegar al sector llamado “La Cochinera” el vehículo se volcó con el consiguiente saldo de reses muertas y malogradas.

Lo que nadie esperaba es que habitantes de la zona, armados de cuchillos, machetes y picos se convirtieron en eficaces matarifes sacrificando en la vía pública a los animales que agonizaban y descuartizando los muertos. Cualquiera podría pensar que estos ciudadanos, simplemente, aceleraron el destino inevitable de las reses que era la muerte para ser consumidas.

Sin embargo no se puede perder de vista que ni compraron los animales, ni les importó el dantesco espectáculo del desmembramiento a plena luz del día que volvió escarlata el asfalto de la zona con los litros de sangre vacuna.

La modelo y estudiante universitaria, Génesis Carmona, fue asesinada de un disparo en la ciudad de Valencia el 19 de febrero. Era Miss Turismo Carabobo 2013 y junto a ella cayeron heridas, víctimas de los disparos, siete personas más. Rápidamente el gobierno aseguró que la trayectoria balística comprobó que el disparo vino desde atrás de la miss: “Ya está balísticamente comprobada la trayectoria y ya están los testimonios, inclusive algunos de ellos corriendo por el mundo, de que la mató gente que iba en la propia marcha de la oposición con un balazo por la espalda”, aseveró el presidente Maduro en una rueda de prensa.

Otros testigos afirman que la marcha fue emboscada por grupos parapoliciales afectos al gobierno, quienes dispararon. Mientras continúan las investigaciones no amainan las protestas y la muerte de Génesis, como la de tantos otros venezolanos, pertenece al enigma de las manifestaciones violentas donde inocentes y culpables son medidos por la misma vara.

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