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La historia del periodista Lafitte Fernández, el Cártel de Texis y el Payaso Tontín

Hace casi dos años aparecieron unos comunicados en los periódicos del país. Cuestionaban la diligencia con que las autoridades perseguían al Cártel de Texis luego de que este periódico revelara su existencia. La Fiscalía, ofendida, abrió una investigación, y llegaron a un payaso. Luego, una serie de declaraciones revela una trama protagonizada por un periodista y empresas harineras e, incluso, el exfiscal Barahona.

Domingo, 9 de febrero de 2014
Efren Lemus y Óscar Martínez

El viernes 27 de abril de 2012, llegó una solicitud fiscal al Centro de Inteligencia Conjunta Antinarcóticos (CICA). Era necesario localizar a un señor de apellido Trujillo. El CICA, que almacena y procesa información sobre redes de narcotraficantes, desembarcos de droga y capos internacionales en el país, no tardó en encontrar los datos del señor Trujillo. Esta persona, según la información recabada por el CICA, residía en un precario condominio multifamiliar de la colonia Zacamil, caracterizado por los tendederos de ropa en sus balcones y el gris despintado de sus paredes. Una vez ubicado el señor Trujillo, la Fiscalía procedió a citarlo para que explicara la procedencia de un comunicado publicado en los periódicos, donde se metía con uno de los cárteles salvadoreños reconocido por Naciones Unidas, el Cártel de Texis. El citatorio le exigía presentarse el 30 de abril ante las autoridades. El señor Trujillo –que no es narco ni capo– se sorprendió cuando recibió aquel grave llamado. El señor Legedhy Alfonso Ruiz Trujillo es payaso, y su nombre artístico es Payaso Tontín.

El día 26 de abril de 2012 apareció publicado en El Diario de Hoy un campo pagado que ocupaba toda una página, la número 43. El comunicado se titulaba “La Mafia que pudre el país” y llevaba por subtítulo “¿Con cuánto compraron los narcos el silencio?” El día siguiente, en toda la página 52 de La Prensa Gráfica, se podía leer el mismo comunicado. Simbólicamente, los sendos escritos eran atribuidos en la cabecera a una Coordinadora Nacional de la Moral Pública, que contestó uno de los mensajes electrónicos enviados por este medio, prometiendo una información que jamás llegó. “Por motivos de seguridad no podemos concertar citas presenciales… podés solicitar información vía correo”, nos respondieron, un día de septiembre de 2012. Sin embargo, al pie de ambas páginas aparecía el nombre completo del señor Trujillo –el Payaso Tontín– y su número de DUI como responsable de la publicación.

El comunicado no pretendía poner los acentos sobre la existencia del Cártel de Texis, sino reprochar a las instituciones del Estado su ineficacia a la hora de perseguir al grupo criminal. Uno de los documentos judiciales al que este medio tuvo acceso, y que es parte del proceso que busca resolver el misterio de quién está detrás de los comunicados, hace un buen resumen de lo que el texto firmado por Tontín decía: “Se hace referencia a ciertas actividades aparentemente realizadas por parte de un cártel denominado Cártel de Texis, y donde se cuestiona qué mano tan poderosa intercedía ante la Fiscalía General de la República o donde correspondía para que no se le dijera a los salvadoreños el estado de las investigaciones o al menos cómo avanzan”. Pero el Payaso Tontín no solo se adjudicó una publicación en la que se metía con la Fiscalía, sino que hasta mencionaba al mismísimo presidente Mauricio Funes, como bien destacó el resumen fiscal: “A la vez que se cita al señor Presidente de la República, haciéndose referencia a que este había reconocido la existencia de investigaciones contra miembros de tan mencionado cartel. De igual manera se menciona que muchos callan y otros no hacen su papel porque corren grandes cantidades de dinero entre políticos y colaboradores del citado cartel que ha logrado infiltrar hasta el fútbol nacional”.

El 3 de mayo de 2012 un payaso entró a las oficinas de la Unidad Especializada de Delitos de Narcotráfico. Desde ese momento, la historia que vincula a un payaso y a un cártel salvadoreño solo se volvió más enredada. Tontín se sentó a contar su historia a los fiscales, una historia que había empezado siete días antes, una historia que llega hasta el periodista Lafitte Fernández, una historia que según otras voces transcritas en el mismo documento judicial tiene como trasfondo un pleito de empresas dedicadas a la harina de trigo. Una historia donde antes interviene otro actor clave, un empleado de Diario El Mundo a quien la Fiscalía ha protegido bajo el nombre clave de Mario.

Las confesiones de un payaso

A la luz de su testimonio, Tontín llegó a la Fiscalía dispuesto a no ser el hazmerreír de esta historia.

El payaso contó a las autoridades que todo empezó cuando el 23 de abril de 2012 recibió una llamada en su celular en horas de la tarde, de un hombre a quien él conocía como empleado del Diario El Mundo, y con quien había trabajado antes. A ese hombre la Fiscalía luego lo bautizaría como Mario. El hombre preguntó al payaso “si quería ganar unos pesos”. Tontín dijo que sí. Mario le aseguró que le llamaría el siguiente día para ponerse de acuerdo. Así fue. Cuenta Tontín que el día 24 de abril, a las 10:30 de la mañana, llegó al sitio acordado, en los alrededores del punto de la ruta 44 de buses. Mario apareció en un vehículo todoterreno del que no se bajó. Por la ventanilla sacó de un sobre de papel manila dos páginas de tamaño periódico y dijo: “Estos son los documentos que vas a ir a dejar... Observalos para que veás de qué se trata”. Dice Tontín que Mario le preguntó si tenía algún inconveniente, y agregó que su misión sería solo ir a dejarlos, pues ya todo lo demás para su publicación estaba coordinado tanto en La Prensa Gráfica como en El Diario de Hoy. Dice Tontín que, producto de su necesidad, aceptó. Mario le entregó un cheque por 2,800 dólares, le dijo que 100 serían como pago por ir a dejar los documentos, y que el resto era para pagar las publicaciones. Mario y Tontín se despidieron.

Según relata Tontín en el documento judicial, luego de la reunión en el punto de buses, él se fue a los periódicos a dejar los documentos. Regresó a su casa, llamó a Mario, le dijo que ya estaba hecho, a lo que Mario contestó que pasaría más tarde a recoger los recibos por el pago de las publicaciones.

Seis días después, el citatorio fiscal de la Unidad Especializada de Delitos de Narcotráfico llegó al pobre apartamento de Tontín. El payaso llamó a Mario y le dijo: “Este volado ya se puso peludo”. Tontín asegura que Mario contestó: “Sí, tenés razón, está feo”. Mario dijo que haría una llamada. Al cabo de una hora, volvió a llamar a Tontín, y le dijo que se tranquilizara, que se presentara a la cita, que dijera que el documento se lo había dado “una persona de una agencia de publicidad a quien no conocía”. Tontín no hizo caso y relató a la Fiscalía todo lo aquí escrito, aunque luego dijo a Mario que había dicho lo acordado, y que sobre los escritos solo dijo recordar que hablaban de “narcotráfico y que las autoridades ya saben, y habla de El Faro”.

Eso es lo que dijo Tontín.

Pero para completar esta parte del rompecabezas queda aún un detalle. Cuando Mario quiso tranquilizar al payaso diciendo que haría una llamada, llamó al periodista Lafitte Fernández. O al menos eso es lo que Mario diría a los fiscales luego de que la Policía llegara a detenerlo.

Las pláticas con Lafitte

A las 8 de la noche del 14 de mayo de 2012, un equipo de la División Antinarcóticos llegó hasta una colonia de Mejicanos y capturó a Mario, el que según Tontín lo contrató. Acorralado por las investigaciones fiscales, 15 horas después de su arresto, Mario, el empleado de Diario El Mundo, aceptó colaborar con la Fiscalía y agregó un eslabón más a la cadena que estaba detrás de los campos pagados que exigían acelerar las pesquisas contra el Cártel de Texis.

Lo primero que Mario reveló fue que, entre el 12 y el 15 de abril de 2012, se comunicó con “un hombre fornido, como de unos 50 años de edad, piel trigueña, cabello entrecano y ralo, y que usa lentes”. Esa persona, dijo, se llama Lafitte Fernández, es periodista, hace asesorías institucionales, estudios de mercado y está relacionado con la empresa Medios y Mensajes.

Lafitte Fernández. Foto El Faro
Lafitte Fernández. Foto El Faro

Mario dijo que conoció a Lafitte allá por 2006, cuando este último trabajó para Diario El Mundo. Mario admiraba a Lafitte porque lo consideraba un periodista sagaz y destacado. “Todo mundo lo consideraba como un gran elemento (…) Ha ganado muchos premios en El Salvador y Costa Rica. Él dice que es abogado en derecho internacional y periodista, por lo que se convirtió en el cerebro de Diario El Mundo, y todos lo veían como una figura, ya que por cualquier duda que surgiera todos acudían a él”, relató Mario ante los fiscales antinarcóticos que lo entrevistaron.

Por esa razón, Mario se sentía complacido de ser amigo de Lafitte. Y por esa razón, Mario no dudó en responder las llamadas telefónicas que, según su relato, Lafitte le hizo entre el 12 y el 15 de abril de 2012, cuando le ofreció un negocio. El negocio consistía en cotizar y luego publicar tres campos pagados en La Prensa Gráfica, El Diario de Hoy y Diario El Mundo. Mario aceptó.

Para el 24 de abril de 2012, cuando las tres cotizaciones ya estaban listas, Mario imprimió tres copias del campo pagado que serían enviados a los consejos editoriales de cada medio para que aprobaran su publicación. Esa fue la primera vez que Mario se enteró de que las publicaciones se referían al Cártel de Texis, aunque él no le puso mucha atención al contenido.

Al menos hasta este punto de la historia, Lafitte confirma lo ocurrido. Lo que se escribe a continuación lo matiza o niega.

Cuando la copia del campo pagado llegó hasta las manos del editor jefe de Diario El Mundo, Álvaro Cruz Rojas, él “se negó inmediatamente a su publicación porque les podía generar una demanda”, según contó el mismo Mario, que se comunicó con Lafitte y le hizo saber la situación.

―No hay por qué preocuparse, ya todo se ha estudiado y analizado. Solo es una opinión ciudadana.

Según la declaración de Mario, Lafitte aseguró que la verdadera razón por la cual el editor jefe de Diario El Mundo no autorizaba la publicación del campo pagado era porque tenía diferencias con el editor del periódico El Faro, Carlos Dada. “Tienen diferencias que hacen que no se lleven bien, y de ahí la negativa”, se lee en la declaración.

Mario confió en lo que decía Lafitte. Y una vez cerrada la puerta de Diario El Mundo, lo que siguió fue contactar a los vendedores de La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy para tramitar las publicaciones. Eso implicaba pagar por adelantado el valor de una página, pero Lafitte dijo que no tenía efectivo y que lo que podía hacer era emitir un cheque, como se lee en el documento.

Mario asegura que el 25 de abril de 2012, a las 9:30 de la mañana, se comunicó otra vez con Lafitte y le pidió que el cheque del Banco Citi, por un monto de 2,800 dólares, no saliera a su nombre, sino a nombre de quien se encargaría de llevar los campos pagados a los periódicos: Tontín. El payaso, en su declaración, parece haberse equivocado, pues asegura que la reunión fue el 24. La versión de Mario es más verosímil, pues el primer campo pagado apareció el 26. De cualquier manera, Tontín enrumbó a su misión en cuanto recibió el cheque. 

Tontín cambió el cheque en un banco de la colonia San Luis y llevó los campos pagados a El Diario de Hoy y a La Prensa Gráfica. Ahí sucedió algo que nadie le había dicho: tenía que firmar y presentar su DUI. Y así lo hizo. Por la tarde, Tontín se reunió con Mario para recibir los 100 dólares que le habían prometido por sus servicios, pero el dinero no alcanzó, y le quedaron debiendo 30 dólares.

A Tontín lo consolaron diciéndole que parte del vuelto por las publicaciones se había utilizado para la gasolina y que el dinero no había alcanzado…

Página 43 del El Diario de Hoy, del 26 de abril del 2012.
Página 43 del El Diario de Hoy, del 26 de abril del 2012.

El 26 de abril de 2012, salió publicado en El Diario de Hoy el campo pagado titulado “La mafia que pudre el país. ¿Con cuánto compraron los narcos el silencio?” La mesa estaba servida para que la Fiscalía comenzara a indagar quién era el misterioso Legedhy Alfonso Ruiz Trujillo, ese hombre que, según el campo pagado, decía representar a “una organización que romperá el silencio” sobre el Cártel de Texis. Cuatro días después de la publicación, los fiscales antinarcóticos citaron a Ruiz Trujillo, el payaso Tontín.

Tontín decidió llamar a Mario. Mario decidió llamar a Lafitte. Lafitte, según cuenta Mario, le lanzó un consuelo ante la cita de los fiscales:

―Eso es de rutina. Es normal.

Como queda plasmado en el documento judicial, esas palabras no reconfortaron a Mario. Él insistió a Lafitte en que ante el citatorio de la Fiscalía, el Payaso Tontín estaba nervioso. Ante la insistencia de Mario, Lafitte repitió: “Que la publicación no tenía nada de malo, que no habría consecuencias” y que lo mejor era que se reunieran los tres.

Mario relató a los fiscales que aproximadamente a las 4 de la tarde del 30 de abril de 2012, en un restaurante de Metrosur, se reunieron el Payaso Tontín, Mario y Lafitte. El periodista insistió en que el comunicado no tenía nada de malo, pero sus interlocutores seguían preocupados. La preocupación era tanta que Lafitte hasta se enfadó, cuenta Mario. “Ya un poco molesto, el señor Fernández le expresó que mejor les dijera (a los fiscales) que investiguen a El Faro, pues ellos han sacado más cosas de las que dice el comunicado”.

En el relato de Mario a las autoridades, Lafitte sugirió al payaso Tontín que se inventara la siguiente historia: circunstancialmente se encontró a un amigo en Metrocentro y ese amigo le pidió que llevara los comunicados a los periódicos. Tontín tenía que repetir esa historia de manera firme, sin titubeos.

―Usted es un payaso, un actor. Usted sabe cómo decir las cosas.

Cuenta Mario que Lafitte ofreció un abogado para asesorar a Tontín, pero este dijo que después de la plática se sentía más tranquilo. Y también estaba satisfecho porque le pagaron los 30 dólares que le debían. Tres días después, Tontín declaró en la Fiscalía. 

La versión de Mario y Tontín coinciden al señalar que Tontín no reveló a Mario que había contado todo a los fiscales. Tontín dijo a Mario que todo había salido bien, que él había mentido. Por esa razón no extraña que Mario siguiera procediendo de la misma manera, como intermediario.

Mario dice que el 4 de mayo de 2012, casi a las 9 de la mañana, recibió una llamada de Lafitte. Este le dijo que le había enviado un correo electrónico con el arte para unos nuevos campos pagados. También en esta ocasión recibió 2,800 dólares para pagar las publicaciones. “Ya va calzado y todo, revisalo, así que venite para la oficina a traer el dinero y la copia del documento de identidad, porque yo voy para Honduras”, le dijo Lafitte a Mario, según el expediente judicial.

“No más silencios cómplices frente a una mafia nacional” fue el comunicado que salió publicado el 7 de mayo de 2012. El campo pagado exigía investigar al Cártel de Texis y era firmado por Benjamín Antonio Pérez Medrano, miembro de la misteriosa Coordinadora Nacional de la Moral Pública.

Página 35 del El Diario de Hoy, del 7 de mayo del 2012.
Página 35 del El Diario de Hoy, del 7 de mayo del 2012.

Un día después de la publicación, Pérez Medrano llegó a la Fiscalía a denunciar que alguien estaba usurpando su identidad.

Después de que la Fiscalía consiguió las declaraciones de Tontín y Pérez Medrano, decidió subir el siguiente peldaño y llamó a declarar a Mario. Él se sintió angustiado y, según su testimonio, escribió un correo electrónico a Lafitte explicándole esa situación.

El 10 de mayo de 2012, Mario llegó a la oficina de Lafitte casi a las 10 de la mañana. Lo que siguió fue una plática tensa.

―Vos me habías dicho que las publicaciones no tenían problema– reclamó Mario.

―No hay problema. La Fiscalía está molesta y lo que quiere es solo amedrentar. No te asustés, ya te lo va a decir el abogado.

―¿Para qué va a venir un abogado si no hay problema?– cuestionó Mario.

Según la declaración de Mario, Lafitte dijo que el abogado ratificaría que no existía ningún problema con la publicación y que el objetivo de las autoridades era llegar hasta Mario, pero que él, el propio Mario, tenía que “evitarlo a como diera lugar” porque podía perder su trabajo.

En ese momento, llegó un abogado a quien los testigos en los documentos judiciales solo identifican como “Licenciado Cardoza”. En ese momento, dice Mario, él se alteró, y la conversación se puso álgida.

―Me has utilizado, me has metido en un problema– reclamaba Mario a Lafitte.

Lafitte intentaba tranquilizarlo, insistía en que no pasaba nada e incluyó en la plática al licenciado Cardoza, con la esperanza de calmar a Mario.

―Imagínate que este (Mario) va detenido, nosotros vamos a informar que la Fiscalía ha detenido a una persona solo por publicar un anuncio– recuerda Mario que dijo Laffite.

Luego intervino el Licenciado Cardoza:

―Vos lo que podés decir es que tu vida y la de tu familia corren peligro.

Y siguieron discutiendo y discutiendo sobre lo mismo.

―Sea lo que sea que pase, vos no digás mi nombre– dijo Laffite a Mario según el documento judicial–, si te hacés responsable, ahí se acaba todo, se cierra la investigación, pero ahí tenés que hacerte cargo con inteligencia, inventar una historia, hacerla creíble.

―Eso lo podés hacer vos Lafitte– dijo el Licenciado Cardoza–. Vos tenés experiencia, serenidad, pero este, se caga…

Mario dice que se sintió acosado, intimidado. Se dirigió hacia la Fiscalía y esgrimió un problema familiar para no declarar ese día. Los fiscales lo citaron de nuevo para el lunes 14 de mayo de 2012, día en que asegura que Lafitte le ofreció dos buenos abogados, pero Mario ya no confiaba en ellos.

Según el documento, los dos abogados de Lafitte, el licenciado Cardoza y el licenciado Fito Ramírez, le pedían tres omisiones: no decir el nombre de Lafitte, no decir que Lafitte le entregó los comunicados y no decir que Lafitte le dio el dinero para las publicaciones. Le sugerían que inventara una historia sólida y coherente.

Mario recordó que Lafitte incluso le dijo que si mencionaba su nombre ante los fiscales, él se desvincularía de las publicaciones bajo un sólido argumento: no conoce al payaso Tontín y, por lo tanto, le devolvería la pelota a Mario.

―¿Qué vas a hacer, ah? ¿Qué vas a hacer?– desafiaba Lafitte a Mario, según la declaración de este.

Mario preguntó a los abogados por qué no querían que se mencionara el nombre de Lafitte y la respuesta fue: “Querían que hasta ahí se cerrara la puerta”. Mario aceptó inventar una historia y declaró ante los fiscales que un señor conocido como William Rivas o Rivera le había entregado los documentos de identidad para publicar los campos pagados.

Los fiscales hicieron repreguntas y Mario no sabía qué contestar. Esa noche del 14 de mayo de 2012, un equipo de la División Antinarcóticos llegó hasta una colonia de Mejicanos y capturó a Mario, el que según Tontín lo contrató para publicar aquellos comunicados. Fue después de la captura que Mario finalmente se quebró y contó a los fiscales todo lo que está relatado en este texto.

La interpretación de Lafitte

Este miércoles 29 de enero de 2014, Lafitte Fernández, director de Diario Uno, llega a una entrevista con este periódico en un centro comercial. Lafitte no negará haber pedido a Mario que publicara los comunicados. Lafitte negará algunos detalles. Lafitte dirá que no puede revelar quiénes le pidieron que lo hiciera. Pero lo más novedoso de la conversación con Lafitte será la intrepretación que hace del documento judicial que obtuvo este periódico. Para él, el documento es una prueba de que el ex fiscal general Romeo Barahona actuó en complicidad con el Cártel de Texis.

Empecemos por el final. Este es el argumento que Lafitte da para involucrar a Barahona en esta trama: “Creo que ustedes tienen en la mano la mayor evidencia de Romeo Barahona protegiendo a Texis. Les diré por qué. Abran la mente, muchachos, ábranla inmensamente. Si yo publico un comunicado en un periódico es un acto privado. Lo hago público, pero mi decisión es privada. Abran la mente, porque tienen pruebas de una inmensa gravedad y más si detuvieron gente. Existen delitos de acción privada: difamación, calumnia o injuria, donde no entra ni puede entrar la Fiscalía. Son delitos de acción privada. Si yo publico un campo pagado y le digo al señor Martínez que es un estafador, usted busca un abogado privado y presenta en un juzgado de sentencia una denuncia contra mí. Si va a la Fiscalía le van a decir: no, señor, nosotros no tramitamos eso. Son delitos de acción privada. Un campo pagado donde se le diga a Texis lo que sea es de acción privada. Además, si ven el comunicado, no hay nombres. Se dice: Texis. La Fiscalía jamás debió intervenir. Les ruego, les suplico, que me den copia de lo que tienen porque no es nada más que la mayor evidencia de cómo Romeo Barahona, posiblemente a pedido de Texis, entró a defender a Texis. Para mí está más que claro. ¿Qué debieron hacer los de Texis? Buscar un abogado privado e ir a demandar a quien sea en un tribunal de sentencia. Ustedes de lo que tienen pruebas es de un inmenso abuso de poder de Romeo Barahona deteniendo a alguien por un campo privado”.

Basta leer el documento judicial para darse cuenta de que la Fiscalía y el juez que otorgó el criterio de oportunidad que convirtió en testigo a Mario, discrepan con Lafitte.

La Fiscalía hace lo que se llama una “calificación jurídica del hecho”. O sea que explica para el juez cuál a su criterio es el delito que Mario cometió. Según la Fiscalía, Mario cometió “falsedad ideológica en perjuicio de la fe pública”, delito castigado con prisión de entre tres y seis años. Resumiendo, la lógica fiscal es que el hecho de entregar un documento de identidad a la hora de publicar un campo pagado se hace para identificar plenamente al autor del campo pagado. En este caso, sin embargo, el Payaso Tontín no solo no era el autor, sino que ni siquiera había revisado detenidamente el campo pagado. De hecho, la Fiscalía, cuando solicita que se le dé criterio a Mario, argumenta que Tontín y Benjamín -el hombre que denunció que usurparon su identidad- fueron víctimas del delito antes mencionado: “La falsedad recae sobre la acreditación de autoría de un texto sobre el cual no tenían conocimiento de su existencia ambas personas denunciantes”.

Sin embargo, Lafitte insiste en su punto: “Esta es la prueba de cómo intervino Romeo Barahona defendiendo a Texis. No nos perdamos”, dice, en referencia a quien terminó su mandato como fiscal general en septiembre de 2012. E incluso asegura haber sido testigo de una inusual cercanía entre dos personajes: “Les voy a decir algo más, porque los tenemos filmados... Diario Uno está en el edificio Avante, a 50 metros está la oficina de Romeo Barahona. Usted pregúntese qué llega a hacer ahí Adán Salazar, y no solo lo he visto yo. Lo han visto mis periodistas. Pregúntenle a Romeo por qué llega Adán Salazar ahí”, insiste.

José Adán Salazar es, según investigaciones realizadas por diferentes entidades del aparato de seguridad del Estado durante más de 10 años, uno de los cabecillas del Cártel de Texis.

Es curiosa la acusación que vierte Lafitte, pues durante los años en que Barahona fue fiscal general se consiguieron las autorizaciones judiciales para que la División Antinarcóticos de la Policía introdujera a dos agentes encubiertos que negociaron cocaína con el ex concejal de Metapán, Jesús Sanabria, ahora condenado a 14 años de prisión, y también con el señalado como uno de los jefes de la estructura, Roberto Herrera Hernández, conocido como “El Burro”, que actualmente está detenido en etapa de investigación. Junto a El Burro cayeron otras 18 personas y varias permanecen prófugas. Entre toda esa gente hay dos exdiputados y un exfuncionario de este gobierno.

Por lo demás, Lafitte aceptará la historia sin revelar nombres y negando algunos detalles. Según el periodista, él nunca le pidió a Mario que mintiera, solo le ofreció a un abogado. Lafitte asegura que, antes de ser director de Diario Uno y luego de haber dejado de trabajar para Diario El Mundo, hubo “gente” que le hizo una petición: “Mire, queremos publicar para pedirle al fiscal Romeo que actúe sobre la base de sus denuncias (de las denuncias hechas por El Faro en la publicación de El Cártel de Texis)... Tengo que vivir de algo”, justifica Lafitte las razones por las que aceptó.

Mario no es la única persona que denunció a Lafitte como el arquitecto detrás de las publicaciones. El viernes 20 de diciembre de 2013, un campo pagado apareció en la página 77 de La Prensa Gráfica. En el aviso se llamaba a la Fiscalía a utilizar la recién creada Ley de Extinción de Dominio a Hoteles de El Salvador, Agroindustrias Gumarsal y Molinos San Juan, pues eran 'vehículos legales para ejercer actividades de lavado de dinero del Cártel de Texis'. Abajo del documento, la firma, DUI y nombre de Josué Salvador Martínez Ramos. 13 días después, el 2 de enero de 2014, ese mismo hombre publicó una aclaración pública en la página 21 del mismo diario. Aseguraba que la denuncia contra Texis no fue elaborada por él, que 'personas sin escrúpulos' le pagaron 1,500 dólares para poner su firma y hacerse responsable de los señalamientos. El hombre dijo que nunca le explicaron las consecuencias. Aseguró, en ese campo pagado, que Lafitte Fernández le pagó y que le asignó como supuesto asesor al abogado Francisco José Fermán. Esto generó un intercambio público: Lafitte publicó columnas en el periódico para el cual trabaja, Diario Uno, asegurando que nada tenía que ver, y Josué, que asegura que ocupó los 1,500 dólares para publicar estos nuevos avisos, publicó otro comunicado el 20 de enero en La Prensa Gráfica al que tituló: 'No mienta Sr. Lafitte Fernández'. Lafitte asegura que a ese señor que lo acusa él nunca le pagó, como sí lo hizo con Mario. Dice que ese señor solo 'trabajó un día en una encuesta' con él. El Faro llamó al abogado Fermán, y este respondió que 'por secreto profesional' no podía decir nada. 

Lafitte, volviendo a la historia de Mario y Tontín, dice que buscó a Mario, a quien conoció durante su trabajo en El Mundo, y que le pagó 300 dólares por hacerse cargo de las primeras publicaciones contra El Cártel de Texis. Lafitte asegura que él no conocía a Tontín.

En febrero de 2013, El Faro llegó hasta la oficina de Mario y le explicó lo que se sabía sobre la intrincada historia. Él dijo que había pasado junto a su familia la peor semana de su vida solo por intentar ganarse unos pesos. Él dijo que es un capítulo que no quería recordar y que no agregaría nada. Él recomendó a los reporteros que dejaran el tema en paz: 'No saben con quiénes se están metiendo'. 

―¿Por qué no se hicieron responsables las personas que estaban detrás? -se le pregunta a Lafitte Fernández en la cafetería de Multiplaza.

―Por razones de seguridad, de lo que quieran. Aquí hay gente que tiembla si usted le dice Texis.

―¿No va a revelar sus nombres?

―No... Pero no es mi amigo (Adolfo) Salume. No fue él... Es un acto de justicia donde usted y yo y los periodistas no hemos contado el nivel financiero de influencia que está teniendo esta gente (El Cártel de Texis)... Abran la mente, ¡ustedes denunciaron a Texis! Saben cómo trabajan y cómo les sobra el dinero para comprar gente... ¿No creen que lo que tienen que escribir es que hay periodistas y medios editorializando para ellos? ¿Y Raúl Beltrán? Atacándome en KL. ¿Y los editoriales de KL? ¿Y entonces? No creen que tienen el deber de decir que hay medios y periodistas trabajando para ellos. Yo estaba en Estados Unidos con mi madre enferma y comienzan a agarrarme a vergazos en la KL. ¿Quieren ser justos? Digan que en este país hay una emisora y periodistas, o por lo menos uno, que están trabajando para ellos.

El Faro llamó a los teléfonos celulares del exfiscal Romeo Barahona y del periodista deportivo Raúl Beltrán Bonilla para concederles su derecho de respuesta, pero no respondieron a varias llamadas, la semana pasada.

Así funciona este caso. De unos comunicados firmados por un payaso se desprenden nombres y más nombres, nombres de personas, nombres de medios, nombres de funcionarios, nombres de empresas. Acusaciones van y vienen. Todo se debe a que de fondo no parece estar solo la voluntad de denunciar a un grupo del crimen organizado y la lentitud de un Estado, sino más bien la intención de sacar del mercado a las empresas que, según algunos empresarios, podrían funcionar con dinero proveniente de actividades ilícitas del Cártel de Texis.

―¿No tuvo nada que ver el señor Adolfo Salume? -se le vuelve a preguntar a Lafitte, bajo la lógica de que la más o menos reciente creación de una nueva empresa molinera dirigida por el hijo de Juan Umaña Samayoa, alcalde de Metapán, haya afectado a Molsa, la empresa de Salume.

―No, no, no... Él ha tenido un pleito institucional con ellos... Los de Texis... Molsa y todo eso. Con la Superintendencia de Competencia...

―En este país la industria de la harina no es grande -se le hace ver a Lafitte.

―¿Y arroz y frijoles y la (Arrocera) San Francisco?– responde, mencionando unos nombres que no es el primero en mencionar en esta enredada trama.

En nombre de la harina

El 8 de mayo de 2012, Benjamín Antonio Pérez Medrano llegó a la Fiscalía a decir que él no era el Benjamín Antonio Pérez Medrano que firmó un comunicado publicado el día anterior que denunciaba la ineptitud del entonces fiscal, Romeo Barahona, para investigar al Cártel de Texis. “Por respeto a todos los salvadoreños, debe decirle al país, señor Fiscal General de la República, el por qué no se investigó nada”, se lee en el campo pagado que apareció publicado con el nombre y DUI del señor que asegura no tener nada que ver.

Según el Registro de Comercio, Benjamín Antonio Pérez Medrano fue representante legal de la Arrocera Precocedora Salvadoreña, en la cual tiene como compañeros a otros miembros de la Corporación de Arroceros de El Salvador. Pero el día en que Benjamín Antonio declaró ante los fiscales dijo que ni las empresas ni él eran responsables de la publicación, aseguró que desconocía el contenido de las publicaciones y dijo que no se explicaba cómo ni por qué los periódicos plasmaban su nombre y su número de documento de identidad en los mismos.

Benjamín Antonio concluyó su declaración ante la Fiscalía agregando nuevos personajes a esta historia. “Según se rumora, el gran problema de estas publicaciones es que van encaminadas a desacreditar al señor Wilfredo Guerra, quien tiene la intención de instalar unos molinos, los cuales serían la competencia de la empresa Molsa”.

A partir de este punto de la historia será necesario entender a qué se dedican algunas empresas. Iniciaremos por decir que Wilfredo Guerra es una de las personas que dirige Gumarsal, la cual se dedica a la comercialización de granos básicos. Guerra es hijo del alcalde de Metapán, Juan Umaña, secretario de Gumarsal. En 2011, El Faro tuvo acceso a tres informes de inteligencia del Estado que consignaban que Umaña y el empresario Adán Salazar se dedican al narcotráfico y que producto de esa actividad habían creado una serie de empresas hoteleras, de transporte, de inversiones financieras, y de comercialización de granos básicos.

En el grupo de empresas de Umaña está Molinos San Juan, una compañía que se jacta en su sitio web de tener uno de los molinos más modernos de Centroamérica, gracias a una maquinaria que importaron desde Italia. Molinos San Juan se fundó en diciembre de 2010 y se dedica al procesamiento y comercialización de harina de trigo, la misma actividad a la que se dedica Molinos de El Salvador (Molsa), la otra empresa que un testigo de la Fiscalía agregó a esta historia.

Hablar de Molsa es hablar de la empresa que durante más de medio siglo ha controlado una parte importante del mercado de harina para pan en el país. Según el Registro de Comercio, esa compañía fue constituida en junio de 1959 y su presidente es Adolfo Salume Artiñano. El Faro entrevistó a este empresario y le explicó que la empresa Molsa aparece mencionada en una investigación relacionada con los campos pagados que pedían acelerar la investigación contra el Cártel de Texis.

El Faro preguntó a Salume si ha tenido algo que ver con la publicación de esos campos pagados. “No, absolutamente nada, de hecho me imagino que si es una investigación formal policial van a solicitar ir a investigarnos en Molsa. No es la primera vez. Últimamente nos investigan bien a menudo de la Superintendencia de Competencia. Manejamos más de 32 empresas, damos empleo a más de 5,000 personas... en varias de las empresas del grupo, incluyendo Molsa, nos ha llamado la atención un acoso investigativo durante esta gestión de gobierno”, responde.

No es la primera vez que a Adolfo Salume Artiñano le preguntan algo relacionado con el Cártel de Texis. El empresario cuenta que un día recibió una llamada de Fusades para pedirle que les facilitara “uno de sus libros”. El libro se titula así: “Radiografía de un reino del mal. El Cártel de Texis”. Este reproduce, sin autorización, algunos de los reportajes publicados por El Faro y en sus últimas páginas ofrece como plus “una radiografía del crimen organizado en El Salvador” y una serie de seis fotografías, destacadas en tres páginas, que enfatizan que en las instalaciones de Molinos San Juan, en San Juan Opico, se trafica droga.

Los pies de foto de las imágenes publicadas en el libro, impreso en papel couché, hacen aseveraciones como las siguientes: “Noviembre 2011. Camión C81-806 y rastra R5-171, saliendo de Molinos San Juan, transportando bolsas de harina que esconden bolsas empacadas con cocaína”. Los vehículos están estacionados lejos, uno a la orilla de la calle, y en la imagen no se ve ninguna bolsa.

Esta es la portada del libro de 198 páginas sobre el Cártel de Texis que empezó a circular desde noviembre de 2012 reproduciendo algunos reportajes de este periódico y con otra información donde acusan a Molinos San Juan de traficar cocaína.
Esta es la portada del libro de 198 páginas sobre el Cártel de Texis que empezó a circular desde noviembre de 2012 reproduciendo algunos reportajes de este periódico y con otra información donde acusan a Molinos San Juan de traficar cocaína.

¿Por qué hasta Fusades relaciona ese libro con Adolfo Salume Artiñano? El empresario responde que él no tiene nada que ver con la publicación de ese libro y que cualquier relación con el mismo es producto de los rumores y las cortinas de humo podrían haber sido generadas, incluso, por los mismos integrantes del Cártel de Texis. “Estoy involucrado en más de una treinta y pico de industrias y no es la primera vez que si a mí me va bien, empiezan a decir cosas. Yo no sé si son ellos mismos (los del Cártel de Texis) porque como usan cortinas de humo, ellos tal vez quieren distraer la atención del fondo. Si ellos son verdaderamente, como ustedes lo han reportado, una organización criminal que lava dinero y que trafica drogas, me imagino que a ellos les conviene venir y decir: ¡n´ombre… si aquí esto es toda una trama de Molsa!”, dice el empresario.

A Salume Artiñano se le preguntó si realizó alguna gestión con el periodista Lafitte Fernández para la publicación de los campos pagados. Esto respondió: “Lafitte Fernández trabaja en el Diario Uno, yo soy uno de los principales socios y fundadores de Diario Uno. En el Diario Uno los únicos temas que él ha tocado del Cártel de Texis han sido los editoriales que él ha sacado recientemente... no editoriales, porque la verdad eso le corresponde al cuerpo editorial, donde yo… no he tenido tiempo para involucrarme en eso, soy principiante en este tema. Pero en la columna que le corresponde ya ha sacado dos entregas defendiéndose porque a él lo han agarrado en ese fuego cruzado, me imagino que es esta gente del cártel”.

Salume Artiñano reconoce que hay un vínculo laboral con Lafitte Fernández. Visto desde lejos, el rompecabezas de los campos pagados podría tomar la siguiente forma: el empresario reconoce que Lafitte trabaja para él; Lafitte asegura que hay empresarios que le financian los campos pagados; y el empresario reconoce que la llegada al mercado de una empresa relacionada con el Cártel de Texis le ha generado problemas. Eso sí, Salume Artiñano niega cualquier relación con los campos pagados.

Lo que el empresario cuenta es que en la mayoría de países del mundo casi nadie invierte en instalar un nuevo molino. “Porque el negocio es muy maduro y tienen márgenes (de ganancia) muy pequeños”.

En El Salvador, el camino de ese negocio es tan estrecho que cuando Molinos San Juan incursionó en el mercado, ellos se dieron cuenta casi de inmediato por dos razones: primero, porque un proveedor de Molsa en Italia les pidió referencias sobre el comprador de una maquinaria que cuesta unos 6 millones de dólares; y segundo, porque otra empresa de Salume Artiñano descargó y almacenó el primer gran cargamento de trigo que importó Molinos San Juan, valorado en 7 millones de dólares.

“Montar un negocio de molinería hoy día como el que montó el conglomerado del Cártel de Texis ahí en Molinos San Juan les ha de haber costado mínimo 30 millones de dólares... Eso sí yo se lo puedo hablar como una realidad, porque yo conozco, entre el capital de trabajo y lo que se requiere. El primer embarque que ellos importaron de trigo para moler les costó 7 millones de dólares. De hecho, nosotros se los almacenamos y cuando se lo quisieron llevar, pues ahí. Obviamente, como hacen el trámite aduanal por medio de nosotros, tuvimos conocimiento de que solo el primer embarque les costó 7 millones de dólares de producto que compraron en efectivo, en cash. Indagamos y nos llamó mucho la atención y nos llamó más cuando vino este libro, que Molinos San Juan no mostraba de dónde había sacado el dinero para montar esa monstruosidad de inversión de la nada”.

El Faro llamó el lunes pasado a Wilfredo Guerra, una de las personas que dirige Molinos San Juan, para explicarle de esta investigación y pedirle su versión y respuestas a los señalamientos de Salume Artiñano. Al cierre de esta nota no había respondido al mensaje que se le dejó con una de sus asistentes, quien aseguró que se lo haría llegar. La asistente facilitó el que dijo era el correo electrónico personal de Guerra para que también se le enviara la petición por esa vía. El Faro lo hizo y tampoco obtuvo respuesta.

Salume Artiñano dice que a Molsa se le hace difícil competir con Molinos San Juan. “Porque permanentemente sus precios han andado entre un 15 y 25 % por debajo” de los precios de Molsa. Eso significa que si el costo de una bolsa de harina de 50 libras, de esas que parecen una bolsa de cemento, vale 22 dólares, Molinos San Juan tiene la capacidad de venderla a cuatro dólares menos.

Esas empresas tienen un litigio en la Superintendencia de Competencia por el tema de los precios. Ese litigio, dice Salume Artiñano, inició porque Molsa bajó los precios de la harina para el pan y Molinos San Juan interpretó eso como una forma de bloquearlos en el mercado. El empresario dice que en realidad eso fue para bajar el costo y no permitir que otra compañía dirigida por el empresario hondureño René Morales Calash les ganara el mercado salvadoreño.

“Hace tres años decidimos montar un molino en Honduras, Molsa Honduras. Cuando decidimos entrar, uno de los actores de la industria molinera que es el dueño de la empresa Bufalo Industrial que vende una harina en Honduras, alguien que yo conozco, inclusive hemos coincidido como socios en otros negocios, me llamó personalmente y me dijo: si vos no echás para atrás con el ingreso de tu molino en Honduras, te prometo que te vamos a quebrar en El Salvador hasta que te salgás de Honduras. Al estilo gangster”, relata Salume Artiñano.

Molsa estima que vende un 60 % de la harina que se consume en El Salvador, unos 300 mil quintales al año. La empresa hondureña, dice Salume Artiñano, comenzó a vender por debajo del costo para botar los precios en El Salvador, una práctica empresarial que la legislación de competencia prohíbe en el país. “El precio de la harina, hay varios tipos, pero la harina fuerte, que es la que hace pan francés, se vendía a 24 dólares la bolsa, él (René Morales Calash) entró con 22 dólares. Fue una acción completamente anticompetitiva, y no es que lo disimulaban. Como con eso no lograron hacernos mucho daño, porque nosotros tal vez solo en las zonas donde ellos vendían más barato, decidimos bajarle, le bajaron a 20, a 18, a 16, después a 14. Y a nosotros la harina en ese entonces nos costaba 22, le ganábamos un dólar el distribuidor y un dólar el molino”.

Según Salume Artiñano, decidieron bajar el precio debajo del costo para defender el mercado, la competencia fue tal que el precio de la harina llegó hasta los ocho dólares. Molsa presentó una denuncia en la Superintendencia de Competencia, en el Ministerio de Economía y en la Defensoría del Consumidor, pero no logró nada. “La ley especifica que nadie puede vender por debajo del costo con el propósito de eliminar a un competidor. Tristemente, para que vea cómo ha sido este gobierno, lo que me contestaron es que, en resumen, entendemos que la ley nos obliga a parar esta práctica anticompetitiva de esta gente en Honduras, pero como se traslada en mejores precios para los consumidores salvadoreños, no lo vamos a hacer”.

Al final, Molsa logró frenar a su competidor hondureño con la orden de un juzgado de lo civil y, entonces, dice Salume Artiñano, los precios “volvieron a la normalidad”. Para él, esa normalidad son los 22 dólares por la bolsa de harina, pero para Molinos San Juan no hubo retorno a esa normalidad y siguieron vendiendo un 25 por ciento debajo de ese costo. “En el mercado sonaba que vendían bien barato. Creo que mucha gente no se percataba que esta gente tenía nexos con el narcotráfico, con el lavado de dinero, si en el mercado sonaba que vendían bien barato la harina de maíz. Nosotros en una de las distribuidoras del grupo vendemos la harina Maseca, solo somos distribuidores. Ellos nos decían: no entendemos cómo esta gente vende la harina más barata, ¡y Maseca, que es una de las productoras de harina de maíz más grandes del mundo!”, dice.

Salume Artiñano cuenta que cuando Molinos San Juan se metió al mercado de harinas, ellos reaccionaron y montaron una operación comercial para vender arroz con la marca Molsa y así hacerle competencia a Gumarsal. “Dijimos: vendamos al costo solo para conocer el mercado y nuestro precio no daba con los precios que ellos vendían en el mercado”. La operación comercial fracasó. “Nos salía más barato comprar la de ellos, pues”.

El empresario va más allá, e incluso sugiere cuál podría ser el beneficio para El Cártel de Texis de estar en el negocio de la harina y no de otro producto: 'Les gusta el negocio del polvo blanco porque me imagino que... Ahora venden en Guatemala y en Honduras, porque vendemos allá también... Me imagino que colar un par de bolsas llenas de otro polvo blanco entre ese montón... Y si tienen además, como ustedes lo detectaron, perfectamente alivianados a los de las fronteras, ¿quién les va a ir a encontrar una bolsa que no tiene harina sino que tiene otra cosa?'.

El Faro le explica a Salume Artiñano que la información que ha revelado podría ser útil para las autoridades y le pregunta: ¿Por qué no lo denuncia? El empresario responde así: “Cuando un superintendente de competencia dice que él va a aplicar la ley a su conveniencia, eso dijo enfrente de toda la industria molinera, enfrente del Ministro de Economía, ¿qué voy a ir a presentarle, qué confianza puedo tener en eso? Y encima, si no es una acción anticompetitiva, sino de lavado de dinero, mucho menos. ¿Qué nos toca a los empresarios salvadoreños que nos puede acosar las industrias de fachada que lavan dinero? Esperar que la institucionalidad de este gobierno actúe, investigue, fiscalice, y si son empresas fachadas que lavan dinero y pueden vender debajo del costo, entonces las clausuren”.

Superintendente de Competencia aclara sobre las palabras de Adolfo Salume:

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