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Un documental rescata la convivencia judeo-musulmana en Tinghir, Marruecos

Un documental franco-marroquí rescata el pasado de convivencia entre judíos y musulmanes de Tinghir, una ciudad engarzada en un extenso y majestuoso valle de Marruecos, donde vivía la comunidad hebrea más numerosa del norte de África.


Viernes, 25 de abril de 2014
Fadel Senna (AFP) / El Faro

Una mujer y su hija caminan en la parte vieja de Tinghir, una ciudad de Marruecos en la que judíos y musulmanes brindaron alguna vez al mundo entero un ejemplo de convivencia interreligiosa. Foto Fadel Senna (AFP).
Una mujer y su hija caminan en la parte vieja de Tinghir, una ciudad de Marruecos en la que judíos y musulmanes brindaron alguna vez al mundo entero un ejemplo de convivencia interreligiosa. Foto Fadel Senna (AFP).

Tinghir, MARRUECOS. El país norteafricano de Marruecos contaba en los años cincuenta con casi 300,000 ciudadanos judíos. Pero los conflictos israelo-árabes y los llamados a emigrar al recién creado estado de Israel disminuyeron esa presencia a poco menos de 5,000 en la actualidad. Entre las ciudades que testimonian esta historia figura Tinghir, o Tinerhir, una localidad de unas decenas de miles de habitantes ubicada en las estribaciones del Alto Atlas, en el corazón del Marruecos bereber.

Unas 400 personas asistieron el domingo pasado en una sala cerca del palmeral y del Melah, el antiguo barrio judío, al preestreno local de Tinghir-Jerusalén, los ecos del Melah, del director franco-marroquí Kamal Hachkar.

“Mi obra evoca un momento muy particular en el que judíos y musulmanes vivían juntos sobre esta tierra bereber, en los confines del sureste marroquí”, explicó a la agencia AFP Hachkar, para quien “esta historia le habla a todo el mundo, puesto que desarrolla temáticas universales como el exilio o la pérdida del otro”.

El año pasado, la proyección de este documental en el Festival de cine de Tánger desató polémicas y unas 200 personas, en su mayoría islamistas, se manifestaron fustigando un intento de “normalización con Israel”.

“Algunos me acusaron de trabajar para el Mosad (servicios secretos israelíes). ¡Pero la mayoría de esa gente nunca vio el documental!”, lamenta Hachkar.

Esta vez, en Tinghir, pudo constatarse la emoción y no la controversia en la mirada de los espectadores.

Daud, un artesano centenario, es uno de quienes pueden contar esta historia a la nuevas generaciones. “Entre judíos y musulmanes siempre nos entendimos”, afirma el anciano. “La religión nos separaba, pero el bien nos unía: la partida de los judíos provocó un vacío y siempre estarán en nuestra memoria”, añade.

Entre el público había algunos judíos llegados desde el exterior y otros de Casablanca, a unos 500 kilómetros al noroeste.

“Para mí, este filme es el símbolo del amor y la fraternidad entre marroquíes, sin distinción”, considera Jauk Elmaleh, un músico de Casablanca.

“Esta historia es y seguirá siendo la nuestra, sea lo que fuere lo que esté en juego y a las manipulaciones”, afirma con emoción Fanny Mergui. Esta judía marroquí emigró a Israel a los 16 años, pero asegura: “Nací con una estrella de David y una media luna [musulmana] en la frente. Esta tierra, la llevaremos con nosotros para la eternidad”.

Una rareza”

Para Kamal Hachkar fueron necesarios cinco años de idas y venidas entre el sur de Marruecos y Jerusalén para contar a lo grande esta pequeña historia.

En 2011, Nabil Ayuch, otro realizador franco-marroquí, había tratado el conflicto israelo-palestino partiendo de su propia experiencia, la de un niño hijo de padre musulmán y madre judía tunecina.

En apariencia, nada de esto hubo en la vida de Hachkar, marroquí musulmán y bereber, como millones de otros en el país. “Supe que había judíos en Marruecos por mi abuelo. Antes yo creía que todos los marroquíes eran musulmanes. De golpe, esto me abrió el espíritu”, comenta.

“De joven me sentía como una rareza, marroquí y francés a la vez, en la Normandía (norte de Francia) profunda, y me identifiqué con esta otra rareza”, continúa.

En Marruecos, las autoridades se dicen orgullosas de esta diversidad y reconocen a los ciudadanos el derecho a ponerles a sus hijos nombres musulmanes, bereberes o judíos. Pero al mismo tiempo el debate sobre la “normalización con Israel” es está en un punto álgido. El año pasado se propusieron dos proyectos de ley para penalizar las estadías en Israel. Uno de ellos finalmente fue retirado. En alusión a estas gestiones, en cambio, el presidente palestino Mahmud Abas exhortó a los marroquíes a visitar Al Qods (Jerusalén).

El mes pasado, el “Observatorio marroquí para la lucha contra la normalización” publicó una lista negra de “normalizadores”, alimentando la polémica.

© Agence France-Presse

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