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Así vieron los 'dieciocheros' del penal de Támara la derrota de la selección hondureña

Los miembros de la pandilla Barrio 18 presos en la Penitenciaría Nacional de Honduras fueron indiferentes al debut de su selección en el Mundial Brasil 2014, aunque algunos acertaron en el pronóstico la derrota por 3-0 ante Francia.


Lunes, 16 de junio de 2014
Noé Leiva (AFP) / El Faro

Imagen del polémico segundo gol encajado por Honduras ante Francia, un partido que no fue seguido con mucho interés por los pandilleros del Barrio 18 presos en la cárcel de Támara. Foto Franck Fife (AFP).
Imagen del polémico segundo gol encajado por Honduras ante Francia, un partido que no fue seguido con mucho interés por los pandilleros del Barrio 18 presos en la cárcel de Támara. Foto Franck Fife (AFP).

Tegucigalpa, HONDURAS. “La gente está más interesada en las visitas, no les interesa eso. Yo le voy a Francia”, dijo Norlin Alcides Ardón (a) Lucifer, uno de los líderes de la pandilla que autorizó el ingreso de personal de la agencia AFP a la Penitenciaría Nacional, situada en Támara, 20 kilómetros al norte de Tegucigalpa.

La Penitenciaría Nacional fue construida para 1,700 presos, pero tiene más de 3,500, incluyendo a los 250 integrantes de la 18 que están albergados en un módulo o edificio identificado como Escorpión, separado del resto del penal, y donde están unos 200 enemigos de la rival Mara Salvatrucha (MS-13) y de los 'paisas' o reos comunes.

Tanto Lucifer como las autoridades de la cárcel prohibieron el ingreso de cámaras y grabadoras. “Va a ser 3 a 0”, afirmó otro de los pandilleros que escuchaba la conversación con Ardón. “Sí, por lo menos van a ser 3-0, eso creo yo”, comentó un tercero, reunidos en un pequeño salón de bloques de concreto pintados de azul profundo, un techo bajito de zinc y con una entrada sin puerta, que sirve como guardia de cuatro policías.

Un viejo y pequeño televisor, de imagen borrosa y colgado en una esquina, empezaba a transmitir la salida de los equipos al campo del estadio Beira-Rio de Porto Alegre.

Día de visitas

Apenas tres policías y cinco miembros de la pandilla se concentraron ante el televisor, mientras salían y entraban varios internos a recibir sus visitas, bien vestidos con pantalones cortos y camisetas o camisas holgadas y tenis, todo el atuendo de marcas caras. El domingo es el día de visitas en todo el penal.

Lucifer se excusó ya que tenía que atender a sus visitas, pero desde el interior envió a uno de su compañeros, ya mayor, ataviado con una camisa estampada con flores a invitar a pasar a otro salón, en un segundo piso al que se llegaba por un pasillo y unas gradas estrechas.

En el paso estaba un equipo de sonido a todo volumen con música de bachata que se escuchaba por todo el edificio donde hay pequeños cubículos tapados con cortinas maltrechas de plástico o tela, en los que los internos atienden a sus visitas, incluso conyugales.

Por las escaleras, en cuya pared había un dibujo de una virgen con la manos en señal de reverencia, se sube a un estrecho salón con dos mesas de billar, donde se reúnen unos 30 miembros ya más entusiasmados, aunque sin mucha fe en su equipo, viendo el partido en un plasma de regular tamaño.

Más música que fútbol

La transmisión del encuentro apenas se escuchaba ante la estridencia de la bachata y el golpeteo de la fuerte lluvia sobre el techo de zinc. Poco se escuchaban los comentarios de los presentes respecto al partido

“Con tal de que no nos metan más de 3-0” o “Así metidos atrás no van a hacer nada”, destacaban algunos durante el partido. Pero todos gritaron como protesta cuando se cortó la energía y algunos de ellos tomaron los palos del billar para jugar.

Igualmente, gritaron cinco minutos después cuando se restableció el servicio y se concentraron de nuevo solo para ver el penal del 1-0 cometido por Wilson Palacios y su expulsión.

“¿Para qué reclaman si ningún árbitro se echa para atrás cuando ya pitó?”, destacó el detenido con la camisa estampada de flores. “Sólo para que lo expulsaran”, lamentó.

“Si con once estábamos poniendo el bus (en defensa) con diez no digamos”, comentó uno de los más jóvenes del grupo con integrantes que iban desde los 18 a 50 años y que después siguieron desilusionados viendo la derrota ante los galos.

La 18 y la MS-13, y otras pandillas recién creadas, están catalogadas por las autoridades como organizaciones sanguinarias que, junto a los cárteles del narcotráfico, participan en tráfico de drogas, secuestros, robos de carros, sicariato y extorsiones en Honduras.

A las pandillas y a los narcotraficantes se atribuye el nada agradable primer lugar que tiene Honduras en homicidios en el mundo, con una tasa de 79 por cada 100,000 habitantes, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional.

© Agence France-Presse

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