El Ágora /

El disparatado capricho de Dalí por Goya

El Museo de Arte de El Salvador (Marte) exhibe 80 obras calzadas por dos potentes firmas de la plástica española: Francisco de Goya y Salvador Dalí. La exposición lleva el único nombre que podría llevar: “Del capricho al disparate”, y estará abierta hasta el 17 de agosto.


Lunes, 4 de agosto de 2014
Élmer L. Menjívar / Andrea Orellana

Hay tres objetivos que el observador debe tener claros al enfocar cada una de las piezas de 'Del Capricho al Disparate': la obra de Goya, la obra de Dalí, y la obra junta de Goya y Dalí.

La colección original 'Los Caprichos' está compuesta por 80 grabados al aguafuerte que Goya hizo públicos por primera vez en 1799. El pintor tenía 53 años de edad y la Inquisición acechaba; ergo, decidió retirar del mercado las 80 estampas para evitar señalamientos y quizá la hoguera. Los grabados abordaron a la España de la época en su expresión más ridícula y extravagante mediante la fantasía con el sincero deseo de denunciar los vicios reinantes.

De las 80 placas originales se realizaron 20 impresiones: la primera entre 1821 y 1836, no hay registro de la fecha exacta; y la última en 1937. Durante el siglo XIX, esa obra tuvo de intérpretes y promotores a Charles Baudelaire y a Delacroix, quienes destacaron lo grotesco y la sátira como recursos críticos fundadores del arte “moderno” que se anunciaba. Ya entrado el siglo XX fue Malraux quien advirtió la veta onírica de la propuesta de Goya, y generó el interés de los surrealistas que empezaban a imponerse en la escena.

Luego apareció Salvador Dalí para agregarle el sello surrealista, y el sello no fue metafórico. Entre 1973 y 1977 Dalí “intervino” al aguatinta los 80 grabados originales agregándoles –o completándoles– el cariz surrealista con su propia e inconfundible estética. Es una muestra radical de la osadía surrealista y a la vez un homenaje a Goya, a quien Dalí sugiere como un surrealista preclaro.

Son estas 80 láminas las que se muestran al público en el Museo de Arte de El Salvador (Marte) desde el 31 de mayo pasado.

Violeta Renderos, maestra de artes del Marte, explica la virtud de la técnica en la que trabajó Goya sus caprichos: “Se trabaja sobre una placa de cobre que se permeabiliza y con ciertas capas de metal el artista empieza a trazar con fineza su grabado. Luego se sumerge en ácido y lo oscuro que se ve es como lo que el ácido “se come” en el metal. Después de esto se limpia y se entinta”. Debido al delicado proceso, ya que se debe utilizar elementos químicos como el estilete y trazar surcos sobre láminas con una concentración de ácidos y expuesta a la corrosión, esta técnica ha sido una de las menos utilizadas de las artes plásticas.

En  la primera mitad de la exhibición “Los Caprichos” Goya presentó los grabados en los que su entorno burgués es representado de una forma satírica y crítica. En la segunda parte abandonó la racionalidad y representó imágenes fantásticas, mediante el absurdo mostró visiones delirantes de seres extraños. Deformó exageradamente las fisonomías y los cuerpos de los que representan los vicios y torpezas humanas, dándoles aspectos más “bestiales”. Sin embargo, la persecución y la crítica no estaban extintas para los artistas y, para salvaguardarse, Goya diluyó el mensaje ordenando ilógicamente los grabados.

Dalí se basa en las creaciones originales e incorpora detalles de origen onírico a las alegorías sátiras de Goya. La técnica que Dalí utiliza es el aguatinta, con la que se consiguen efectos pictóricos y manchas sin el entrecruzamiento de líneas. El procedimiento más común consiste en espolvorear y fundir un material llamado resina de colofonia (u otros materiales) sobre la superficie de la plancha, de manera que actúe como una reserva por puntos. Una vez depositada y fijada, se somete a la acción corrosiva que dará como resultados tonalidades más o menos oscuras.

La mano de Dalí traza esos “manchones o dibujos” que se observan pintados sobre las obras. Algunas simplemente parecen haber sido coloreadas. Sin embargo, Dalí siempre alude a la interpretación de las visiones de su subconsciente, imágenes a través de sus sueños de un talante provocador y absurdo. A Dalí siempre le interesó todo lo que la sociedad prohibía.

Según palabras de Federico Fernández, comisario de la exposición e investigador de la Universidad Politécnica de Catalunya, y erudito de la vida y obras de Dalí (debido a una amistad entre su padre y el mismo Dalí) al intervenir en los grabados de Goya “retoma y replantea su universo surreal, integrándolo en perfecta armonía con las escenas de los caprichos goyescos. Dalí convierte los caprichos en disparates, algo que Goya había realizado previamente al elaborar sus grabados, y partiendo de la acumulación de elementos heredados de su repertorio gráfico, despojándolos de su sentido narrativo y de su linealidad”. La exposición refleja el estado onírico y psíquico de Dalí, e incluso Fernández asegura que al observar con detenimiento y bajo una lupa los grabados, se pueden encontrar dibujados detalles elementales en  las obras.

En las primeras cinco semanas, más de 1,200 espectadores habían podido ver ya en el Marte las intervenciones que Dalí recrea, a partir de la reproducción heliográfica de las planchas originales de “Los Caprichos” de Goya. El conocido como “libro ilustrado”, retirado de las ventas debido al sentimiento de ridiculización que la jerarquía y la iglesia sintieron en 1799, hace giras itinerantes desde 2006 alrededor del mundo. Países como Honduras, Ecuador, Guatemala, Colombia, Perú y Chile han sido las paradas de la exhibición en América Latina, a las cuales se incluye por vez primera El Salvador.

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