El Ágora /

“El arte contemporáneo es el arte oficial del capitalismo postmoderno”

La intensa cadena de eventos que le ha tocado vivir en 64 años a Mario Martí podría dar una pista de lo que se esconde tras la obra de este personaje que pasó de la arquitectura a la pintura y de ahí al frente guerrillero. Ha expuesto en América y Europa y su segunda patria, Francia, le otorgó este año la Medalla del Senado. El MARTE alberga hasta el 5 de octubre una exposición conmemorativa de su trayectoria.


Lunes, 8 de septiembre de 2014
María Luz Nóchez

Mario Martí. Foto El Faro/Emely Navarro
Mario Martí. Foto El Faro/Emely Navarro

Mario Martí nació en 1940 y ha vivido 64 años entre efervescencias. La primera fue académica, a inicio de los 60. En los salones de una escuela de arquitectura recién edificada donde compartió clases y búsquedas con los también pintores Benjamín Cañas y Carlos Cañas. Aunque admite que desde pequeño pintaba y hacía trazos sin intención particular, fue la escuela de arquitectura la que lo catapultó hacia las artes plásticas. En 1964 decidió dejar el lápiz y la escuadra para dedicarse a la pintura de forma autodidacta. “Nunca pasé por la academia (de artes plásticas), pero para mí fue fundamental haber pasado por la escuela de arquitectura en un momento muy interesante, cuando aquello era una especie de caldero por todo aquello que venía', dice. 'Había muchos maestros que venían de tener su formación en el extranjero, maestros ahí que no necesariamente eran solo pintores'.

Este lobo estepario, como le gusta definirse, vive en Francia desde 2001 en una especie de retiro voluntario por razones familiares. Pero Martí ya había pasado por otra suerte de exilio, otra distancia del El Salvador diario. Fue su segunda efervescencia. En 1968 se alistó en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y permaneció unido la guerrilla hasta que se firmaron los Acuerdos de Paz en 1992. Esa burbuja en la que vivió por 20 años no lo alejó del todo, sin embargo, de la pasión artística a la que se había entregado en el año 64. “Me fui en esa especie de viaje sin retorno', recuerda. 'Así lo veía en ese momento. No sabía si regresaba o no regresaba. Y cuando salí a la sociedad real lo que más deseaba era integrarme plenamente a la sociedad normal. De alguna manera me sentí impresionado por cómo el mundo había cambiado”.

Un Martí expuesto

Exposiciones individuales

  • 2001 - Alianza Francesa de San Salvador
  • 1999 - Galería Du Château, Môtier, Suiza.
  • 1998 - La Ventana, San Salvador.
  • 1998 - Museo Ixchel, Guatemala.
  • 1997 - Fundación María Escalón de Núñez, San Salvador.
  • 1995 - Galería El Laberinto, San Salvador.
  • 1993 - Retrospectiva 1966-1993, San Salvador.
  • 1992 - Biblioteca de la Universidad Centroamericana (UCA)
  • 1992 - Alianza Francesa, Nicaragua.
  • 1989 - Casa Fernando Gordillo, Nicaragua.
  • 1984 - Museo de Lovaina la Nueva, Bélgica.
  • 1982 - Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica
  • 1980 - Salón de la Plástica Mexicana, México.
  • 1980 - Museo de Lovaina la Nueva, Bélgica.
  • 1972 - Galería Forma, San Salvador.
  • 1970 - Galería Le Zodiaque, Bruselas, Bélgica.
  • 1969 - Instituto de Arqueología e Historia del Arte, Universidad de Lovaina, Bélgica.
  • 1968 - Casa de los Estudiantes de Lovaina, Bélgica.
  • 1966 - Galería Fissión, San Salvador.

Exposiciones colectivas

  • 1993 - Pintura Latinoamericana. Patrimonio Pro-Patrimonio Cultural, San Salvador.
  • 1993 - Exposición itinerante de pintura centroamericana. Sala Nacional de Exposiciones, San Salvador.
  • 1993 - 'Reunión', Galería Intercambios, San Salvador.
  • 1993 - 'Dominios urbanos, instalaciones'. Galería El Laberinto, San Salvador.
  • 1993 - Séptimo Foro de Compositores del Caribe. Patronato Pro-Patrimonio Cultural, San Salvador.
  • 1993 - IV Salón del Dibujo. República Dominicana.
  • 1993 - Pintura salvadoreña, Casa de la Cultura de Plaza, La Habana, Cuba.
  • 1993 - Arte Contemporáneo de El Salvador. Museo José Luis Cuevas, México
  • 1993 - Centro Cultural de España, San Salvador.
  • 1993 - Mitos Cruzados Arte 2000, Sala Nacional de Exposiciones, San Salvador.
  • 1993 Primer Salón de Invierno. 50 años de artes plásticas en El Salvador, Sala
    Nacional de Exposiciones, San Salvador.
  • 1971 - Muestra de pintura salvadoreña, San Salvador.
    1970 - Exposición de colecciones privadas, Museo de Leuven, Bélgica
  • 1968 - Olimpiadas Culturales, México.
  • 1968 - Centro de Estudiantes Extranjeros de Lovaina, Bélgica.
  • 1967 - 'Novena Bienal Internacional de Arte'. Sao Paolo, Brasil.
  • 1967 - XIII Certamen Nacional de Cultura, San Salvador.
  • 1967 - 'Quinta Bienal de Francia', París, Francia. 
    1967 - 'Arte No Figurativo', Japón.
  • 1967 - Exposición-manifiesto del grupo UKUXKAH, Galería Forma, San Salvador.
  • 1966 - Primer Festival de Arte y Cultura de Estudiantes de Ingeniería de Centroamérica, Guatemala.
  • 1966 - 'Bienal de Pintura', Cuenca, Ecuador
  • 1964 - Décimo Certamen Nacional de Cultura, San Salvador.
  • 1964 - Galería Forma, San Salvador.
  • 1964 - Certamen del Salón ESSO, San Salvador.
  • 1961 - VII Certamen Nacional de Cultura, San Salvador.

Exposiciones de fotografía

  • 1999 - “Visiones”, Galería Colibrí, San Salvador (exposición colectiva)
  • 1996 - “Imágenes de la Guerra Fría”. Alianza Francesa, San Salvador.
  • 1996 - “Imágenes de la Guerra Fría”. La Luna, Casa y Arte, San Salvador.
  • 1979 - Coloquio Latinoamericano de Fotografía, México.

Con su retiro a Europa, Martí tuvo que sacrificar el óleo y la madera para dedicarse a la fotografía. 'La luz en Francia es distinta', explicaba con cierta nostalgia el pasado julio, rodeado de sus cuadros, en el MARTE, de pie en medio de su exposición conmemorativa recién inaugurada. 'Con el paso del tiempo yo he sentido que esa luz (de El Salvador) que yo llevé conmigo para allá se fue agotando y se fue transformando, y de repente sentí casi una fatalidad, empecé a sentir la necesidad de terminar con esa fase de mi producción artística y dedicarme a la fotografía'. Su vida francesa le ha permitido tener una mirada crítica sobre la nueva efervescencia aplanadora, el arte contemporáneo, del cual asegura que ha homogenizado el arte de tal forma que 'hay gente muy poco capaz de decodificar los mensajes que llegan a través de las imágenes', una crítica que hace extensiva incluso a los alumnos de artes plásticas.

La exposición en honor a los 50 años de vida artística de Martí incluye 12 piezas y estará abierta hasta el 5 de octubre. Es un recorrido por cinco décadas dedicadas al arte y, en realidad, a una disyuntiva: '¿Será que yo pinto porque hay algo interior que yo tengo que decir de toda la experiencia de mi vida?', se pregunta Martí. '¿O es al revés: si yo me he involucrado en tanta cosa es porque tengo esa sensibilidad? Nunca sé exactamente a qué mundo pertenezco, porque (el arte y mi vida) son dos mundos que están interactuando permanentemente'.

¿Cómo se resumen 50 años de carrera artística en solo 12 piezas?
La exposición se llama “Sin cuenta” como una forma de evocar que ya se perdió la cuenta, todo lo que usted quiera pensar. Y fue coincidente en ese sentido. A partir de 1964 yo considero que comencé mi recorrido artístico, porque sentí que en ese momento ya caminaba con paso firme. Había incluso algunos elementos de la crítica de arte que coincidían con lo que yo pensaba que estaba haciendo.

¿Qué fue lo que le hizo pensar en 1964 que estaba listo para mostrar en público su producción artística?
Había encontrado que era posible expresarse más allá de la formalidad, es decir, del nivel de la representación. Ya había descubierto esa dimensión, empecé a expresarme de esa manera, y vi la respuesta del espectador o de la crítica, de alguien que observaba mi obra. Por otra parte, hubo una especie de presentación en sociedad. Fue una exposición en la que participé, en la Galería Forma, convertida en uno de los catalizadores del movimiento moderno de la pintura salvadoreña junto con los maestros ya consagrados de la época. Mi formación como arquitecto fue decisiva. Ahí pasamos un poco el proceso de formación visual que se había iniciado en la Bauhaus, una de las grandes escuelas de la arquitectura moderna. Eso es muy importante para mí, que nunca pasé por la academia (de artes plásticas).

¿Quiénes fueron sus referentes?
Benjamín Saúl lo decía en una forma poética y muy bonita que siempre me ha gustado: decía que se veían mundos, mundos que después no estaban sorprendentemente ni siquiera insinuados. Porque mi intención no era ni siquiera insinuarlos, sino que me manejaba siempre con elementos muy abstractos y con todo el repertorio formal de la abstracción. Así que nunca tuve la tendencia de agarrar a un autor, seguirlo, desmenuzarlo para meterme ahí. Pero si tuviera que elegir, diría que Picasso. Y dentro de los surrealistas me gusta mucho Magritte.

A menudo su obra es catalogada como de denuncia. ¿De qué elementos o de qué situaciones se ha nutrido para plasmarlas en sus pinturas?
Desde que era niño viví siempre muy impresionado por la realidad del país, porque en un tiempo nosotros teníamos que ir a hacer temporadas en la corta de café en una pequeña propiedad que quedaba en manos de la familia, y ahí yo pude enfrentarme muy de cerca a la realidad de la miseria, la injusticia, la represión, incluso a la manera de tratar los casos de criminalidad común, de investigar a la fuerza por medio de golpes y placazos. Eso a mí me marcó siempre, y fue lo que me llevó a actuar en política. Pero no para acceder el poder, sino en busca de la transformación de la sociedad. Pasé 20 años buscando eso, y siempre estuve marcado. No lo puedo evitar. Sin embargo no busco representar un acto en particular, como lo hizo Carlos Cañas. Durante el período más crítico de este compromiso que adquirí, yo no tenía tiempo de dibujar, de pintar, entonces lo que hacía era que me acompañaba de una pequeña libreta en la que hacía una especie de apuntes con un rapidógrafo, y ahí aparece ya reflejada de manera más directa toda esta cuestión del conflicto que me envolvía.

En 1992 se firmó la paz. ¿Influyó eso en su producción artística? ¿Ayudó a resolver sus conflictos?
Cuando se firmaron los Acuerdos de Paz y yo regresé para reinstalarme ya a la vida normal aquí en El Salvador, en ese momento había una energía muy grande. Yo me sentí igualmente transportado por la emoción y la energía que se creó cuando se declaró que habíamos ganado la paz. No ganamos la guerra, ganamos la paz. Fue un momento realmente mágico. Yo comencé haciendo una retrospectiva.  Pese a mi ausencia del ámbito artístico en el país, había recuperado por aquí y por allá las cosas que había dejado cuando me fui en esa especie de viaje sin retorno. Así lo veía en ese momento: no sabía si regresaba o no regresaba. Había vivido durante esos 20 años dentro de una especie de burbuja, en el sentido de que llevábamos una vida muy especial, la vida de la militancia, totalmente dedicada a eso, a la autovigilancia ideológica para no acomodarte, como se decía en la época. Y cuando salí a la sociedad real y me integré, lo que más deseaba en mi vida era salirme de eso e integrarme plenamente a la sociedad normal. De alguna manera me sentí impresionado porque el mundo había cambiado. Desde que llegué a El Salvador abandoné cualquier participación política, porque sentí que había participado en algo transformador. No me hubiera sentido bien si me hubiera salido antes, pero llegado ese momento retomé lo mío.

Muchos artistas plásticos coinciden en destacar esa energía positiva de postguerra que usted menciona. Sin embargo también están de acuerdo en que poco a poco se fue diluyendo y los espacios y el apoyo para las artes, lejos de irse ampliando, empezaron a cerrarse.
La cuestión de la ayuda a los artistas no es tan determinante para mí. Independientemente de ella, los movimientos sociales que son transformadores generan necesariamente una explosión de la parte ideológica o del imaginario de la gente. Eso ha pasado siempre, en todos los casos. Durante la Revolución Bolchevique, por ejemplo, hubo un período sumamente interesante en el cual se dio una gran explosión, una gran creatividad que fue muriendo poco a poco en la medida en que se fue instalando un poder que después impuso una especie de arte oficial, y toda esa energía creadora que se generó en el tiempo de la revolución se perdió y fue proscrita incluso, perseguida. En El Salvador lo veo totalmente coincidente. Esto sucedió con el fenómeno del fin de la guerra; obviamente, al entrar en contacto con la sociedad, se fue perdiendo poco a poco. Había proyectos interesantísimos como La Luna y otros más que nacieron en ese período. Yo incluso participé en uno de ellos que todavía subsiste con muchas dificultades, que es el Museo de Arte Popular. Pero la parte del apoyo estatal hay que verla de manera un poco relativa. Yo estuve en Dinamarca en 1994 y había dos posibilidades para los artistas: o bien usted se declaraba artista y era asumido inmediatamente por el Estado y no tenía que hacer más que trabajar; o bien podía ser artista independiente. Yo conocí la opinión de unos y de otros. Los que estaban en el régimen, asumidos por el Estado, no se sentían bien porque habían perdido el impulso de la competencia, del esfuerzo propio, de lo que significa la creación y todo lo demás, y preferían pasarse al otro lado. Es cierto que el apoyo del Estado es importante, pero de un tiempo para acá ha ido desapareciendo en todas partes. En Francia es igualito. No creo que haya una diferencia. Allí hay a veces artistas que pasan entre el psiquiátrico y el nivel de ayuda mínima de subsistencia, porque ya se ha establecido que les den una ayuda mínima para sobrevivir. No se mueren de hambre, pero viven en la precariedad.

Aquí se ha anunciado la creación de un Ministerio de Cultura. ¿Cree que la creación de un ministerio busca reivindicar las carencias de los últimos años?
Yo no creo que sea la creación de un ministerio lo que va a venir a cambiar las condiciones. En todo caso, sería el único país del mundo que en tiempos de crisis en lugar de eliminar un ministerio crea uno en el terreno de la cultura y las artes. Pero alguna gente que me he encontrado ya me dice que a ver si no va a ser una nueva frustración.

En cuanto al arte contemporáneo y el debate sobre su validez o no, usted que vive en un país en el que hay mayor producción de este tipo, ¿cómo lo ve? ¿Cree que es una nueva ventana o que es algo que de alguna u otra forma demerita lo clásico?
Yo lo veo como el arte oficial del capitalismo postmoderno. Pero eso no tiene nada de sorprendente ni de excepcional, porque el arte siempre ha sido eso, contemporáneo. Es una nueva corriente que va como una aplanadora, invadiendo todo y lo va homogenizando todo. Incluso durante el período en el que yo llegué a Europa vi que centros de resistencia, si se les puede llamar así, han ido cayendo uno tras otro, paulatinamente. No hay quien escape de ello, porque además hay una gran cantidad de filtros de selección que hacen que todo vaya por ese sentido. Eso me preocupa un poco, porque toda la experiencia del movimiento de arte moderno que buscaba la emancipación de los medios propios a las artes plásticas ha quedado truncado. Me parece a mí que esa cosa, el llamado arte contemporáneo, está haciendo de la gente muy poco capaz de decodificar los mensajes que llegan a través de las imágenes. No deja de ser preocupante. Es cierto que hay cosas muy gratuitas y hay otras que a mí me gustan, que tienen fuerza, pero todo depende de cómo se diga. Y si usted se fija, a la par de un cuadro ya no aparece la cédula. Entonces, bueno, la gente se acerca, lee el racional y dice “entendí de lo que se trataba”. Pero igual, podemos cambiar el racional de una pieza a la otra y van a decir lo mismo, porque estamos hablando de metalenguajes de los cuales se abusa tremendamente.

Hay quienes al ver piezas del llamado arte contemporáneo dicen “¿y esto es arte?, yo lo pude haber hecho”. ¿Le parece que se ha perdido la perspectiva del oficio?
Ese no es el problema, porque a veces el oficio y la academia fueron amarres muy grandes a la creatividad, sino la forma en cómo eso va caminando por el mundo y uniformizando todo. Las producciones tienen más o menos el mismo carácter. Y hay temas que se repiten dentro de las construcciones que se hacen. Va cubriendo todo, no deja nada a su paso, va recuperando todo incluso bajo la cúpula de arte contemporáneo. Una vez recibí un mail que me hizo reír mucho, de alguien que me invitaba a participar en una exposición de 'arte contemporáneo actual'. Ja, ja, ja. No sé, siempre me quedó la duda de si era una frase que se construía de forma crítica o si él quiso todavía marcar más la redundancia. Es un tema sobre el cual no hay mucho debate en el mundo. Creo que en algunos sectores se empieza a abrir el debate, pero no hay mucho.

Mario Martí. Foto El Faro/Emely Navarro
Mario Martí. Foto El Faro/Emely Navarro

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