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La sequía da paso un año más al fantasma del hambre

Parte de El Salvador experimentó entre julio y agosto 31 días sin lluvia. Tras la sequía no vino la calma, pero sí millones de dólares en pérdidas de cultivos, casi 100 mil productores afectados y la escasez de dos alimentos imprescindibles en la dieta salvadoreña: el maíz y el frijol. El Faro estuvo en la zona más afectada por el fenómeno de El Niño: Oriente. Una historia se repite: cosechas marchitadas por el calor y la falta de agua.


Lunes, 8 de septiembre de 2014
Tomás Andréu. Fotos Tomás Andréu

En medio de las 10.000 varas cuadras —una manzana— José Patricio Machado solo tiene una certeza: que perdió toda su cosecha de maíz. El vertical cultivo, amarillento como a punto de incendiarse, le hace saber a este agricultor que el alimento tendrá que buscárselo por otra vía, porque le ha quedado muy claro que los ahorros, la semilla, el trabajo diario, el abono, la mano de obra y la esperanza se marchitaron con la cosecha.

A Machado no le sirve ninguna explicación ni consuelo. Este hombre de la tercera edad —que sobrevive exclusivamente de los frutos de la tierra— solo tiene algo que le roba el sueño: alimentar a sus 22 nietos y al resto de sus familiares.

“No vamos a sacar nada, ni para comer”; le dice Machado a El Faro en su casa en el caserío Ciracantique, cantón San Antonio, municipio de Concepción Batres en el departamento de Usulután. Él solo es uno de los 96 mil agricultores —según datos del Gobierno— que fueron víctimas de la dura sequía de los pasados meses de julio y agosto que dejó millones de dólares en pérdidas.

José Patricio Machado perdió una manzana de maíz. Volverá a resembrar, pero ajonjolí. No quiere pasar dos veces por el mismo infortunio. Foto Tomás Andréu
José Patricio Machado perdió una manzana de maíz. Volverá a resembrar, pero ajonjolí. No quiere pasar dos veces por el mismo infortunio. Foto Tomás Andréu

La suerte anfibia del trabajador de la tierra también se pone negra en el agua. Cerca de su casa hay sitio para la pesca. Se levanta por la madrugada y cuando sale el sol ya tiene algo entre las redes para vender durante el día. Pero la sequía también le ha afectado en esa área, porque los peces al sentir la reducción del agua se adentran en la profundidad o deciden migrar hacia otros lugares donde el calor no pueda alcanzarles. Cuando El Faro visitó a Machado tenía —literalmente— un pez gordo de unas 25 libras. Su venta podría darle unos 35 dólares. Suena bien, pero para una familia tan numerosa y con tantas necesidades, esa cantidad es una limosna.

El campesino ha quedado traumado con la pérdida de su manzana de maíz, por eso ha descartado volver a sembrar este grano y lo intentará sembrando ajonjolí. 

La tecnología de punta no sabe decir a qué sabe el cambio climático en la tierra. Desde el cantón Los Hornos del municipio de San Francisco Javier en Usulután, Claudio Vigil contabilizó 45 días sin lluvia. Esta cifra supera a los 31 días consecutivos que el ministerio de Medio Ambiente (Marn) reportó sobre el tema a partir del 4 de julio. Vigil hace zanjas alrededor de una tierra que resembrará. La idea es sencilla: retener la mayor cantidad de agua posible para mantener la humedad en los cultivos.

Hace 22 años que Vigil trabaja la tierra. Antes andaba en el monte sobreviviendo, pero con la guerrilla. Siempre tiene batallas tras finalizada la guerra, por ejemplo, siempre tiene que luchar con los coyotes a los que finalmente les termina vendiendo su producto. No tiene opción porque estos son los que dominan el mercado. La ironía en este caso es que el exguerrillero depende de los préstamos de la banca privada, “porque usted habla hoy y mañana le dan el billete”, pero en la banca estatal… Además, el ahora agricultor le hace un reproche: “Si el Gobierno tuviera un mercado, una agencia a donde se pudiera vender el maíz a un solo precio, entonces eso sería lo mejor para nosotros, pero el coyote acapara todo en el mercado y luego lo revende. Así es esta vida en el campo”.

A pesar que ha perdido una manzana de maíz, Vigil tendrá que resembrar, “porque hay que aventurarse, sino, ¿qué voy a hacer, qué voy a comer?” Sembrar en invierno no es lo mismo que hacerlo en verano, porque el primer periodo siempre dará una cosecha más abundante, pues la lluvia tiene más presencia en esa época del año. Con la sequía, el escenario para el resto de 2014 es hostil para la agricultura, por el déficit de humedad en el suelo.

Las tragedias de Machado y Vigil parecerían que no dicen nada, que sus testimonios solo podrían ser usados como datos estadísticos para el olvido del siguiente día; sin embargo, la desgracia de estos campesinos es la historia que pronto podría alcanzar a todo el resto de la región centroamericana.

El Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dicho muy recientemente que el fenómeno de El Niño ha dejado entre 2.43 millones y 2.81 millones de personas con problemas para alimentarse. La ausencia de lluvias en 2014 ha dejado pérdidas millonarias en cultivos de maíz y frijol, dos alimentos vitales en el sustento de la sobrevivencia de los pobladores de la región.

Centroamérica entra en cada 1 de septiembre en la celebración de su independencia de España; junto a estas conmemoraciones la región tendrá que vivir con una advertencia: hay escasez de alimentos.

En efecto: el pasado 29 de agosto el portavoz del PMA para Latinoamérica y el Caribe, Alejandro López, declaró que los países que están en el denominado corredor seco de Centroamérica —que comprende los países de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua y parte de Costa Rica— están amenazados por el hambre:

'Esta es una crisis humanitaria en marcha, la gente ya está padeciendo hambre. La situación de esta gente normalmente es crítica y si pierden sus cosechas, se torna de una gravedad enorme'.

López no esconde que la asistencia del PMA no tendrá el alcance de antaño y que la ayuda que Centroamérica ha pedido será difícil de solventar, pues la región ha solicitado unas 70, 000 toneladas métricas de alimentos para un millón de personas por un plazo de 90 días, sin embargo, hasta el momento únicamente se cuenta con 12, 200 toneladas.

'Estamos en problemas, pues solo disponemos de unas 12,000 toneladas métricas de alimentos en la región y la comunidad donante, con la que se tienen pláticas, aún no confirma la asistencia que permita atender la emergencia', reconoció López ante la prensa internacional.

El coordinador de proyectos de OIKOS Solidaridad (San Miguel), José Guillermo Rivera, da su opinión sobre la sequía que golpeó al oriente del país. La entidad tiene 15 años trabajando en diversos procesos: gestión de riesgo, enfoques preventivos, reforestación, manejo integral de las cuencas, construcción de obras de conservación del suelo y del agua.

En julio de 1977 El Salvador tuvo 32 días sin lluvia. El blanco de la histórica sequía fue el departamento de La Unión, según los datos del ministerio de Medio Ambiente (Marn). En el siglo XXI el cambio climático y fenómenos como El Niño se han convertido en un riesgo latente que muestran tiempos adversos para la sobrevivencia. La escasez de alimentos es tan incierta como compleja de sobrellevar, algo que este medio comprobó al visitar al azar varios municipios de la zona oriental del país.

Por ejemplo esta paradoja: en el cantón Las Esperanzas del municipio de Jiquilisco en Usulután, doña Juana Francisca Leiva Ortiz de 67 años de edad tiene en su casa un espacio de media manzana para cultivar. De ahí habría sacado 10 quintales de maíz que le habrían servido para consumo propio y para comercializar —muy de vez en cuando— el resto del grano con sus vecinos. Pero la sequía le truncó sus planes. Lo paradójico de la situación es que evitó la compra de otros alimentos para invertir ese dinero en la siembra.

“Me siento mal, porque viera cómo hemos trabajado aquí yo y un nieto que tengo, porque a veces me siento enferma y le digo al nieto, `anda vos´. Ya cuando puedo me vengo yo [para la milpa].

—¿Usted recuerda que hayan existido episodios como este aquí en El Salvador. O para usted es la primera vez este tipo de sequía?

—Sí, primera vez, fíjese; porque antes cuando mi papá sembraba esto no era así. Ahora no. A saber qué es esto. Antes ha sido poquita la pérdida, no como está ocurriendo hoy. Lo que me toca ahora es comprar maíz [el grano] aunque sea por poquitos.

Al comienzo de 2014 ya se anunciaba una temporada de sequía para el país. En junio se insistió que venía para los siguientes meses una época de aridez; no obstante: ni el gobierno, ni los agricultores, ni los campesinos ni la población en general imaginaban la dimensión que cobraría la ausencia de lluvias.

El tema no es nada nuevo. Desde las últimas décadas del siglo XX los expertos en cambio climático han advertido que el vaivén de la temperatura desataría fenómenos que podrían en riesgo la vida de los seres humanos. El Niño, por ejemplo, ha puesto en alarma a los Gobiernos de Centroamérica.

El más somero de los rastreos en la región habla que Guatemala fue afectada en 28 municipios de los 338 que tiene. El Gobierno del vecino país preparó 5.000 toneladas de alimentos para paliar la crisis. Honduras reportó 72.000 familias afectadas en 66 de sus municipios, pero solo 26.827 surgieron priorizadas ante esta problemática. Nicaragua vio morir a más de 2. 500 reses debido a la desnutrición. Sin agua y sin pasto estos animales no pueden sobrevivir. En Costa Rica se declaró alerta amarilla en Guanacaste. El MAG de ese país informó que se perdieron alrededor de 2.118 hectáreas en cultivos así como 5,8 millones de litros de leche Y 25 toneladas de carne.

El pasado 12 de agosto fue el mismo presidente, Salvador Sánchez Cerén quien dio algunos datos sobre la sequía: se perdieron 50 millones de dólares solo en maíz, es decir, 3.4 millones de quintales. Del anterior porcentaje, 2.9 millones de quintales pertenecen a la zona que visitó El Faro, es decir, la zona oriental. Hay 96 mil productores afectados; 8 mil son productores de frijol. De los 46 mil quintales de frijol que se perdieron, 40 mil pertenecen a la zona oriental. La sequía afectó 86 mil manzanas sembradas de maíz y 2,794 manzanas de frijol.

El ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) —a través de su titular, Orestes Ortez— reconoce que lo único que le queda al país es aplicar el sabio refrán que reza: “el que guarda, siempre tiene”. Por eso el funcionario admitió que 'hemos tenido afectación en maíz, frijol, sorgo, arroz y en hortalizas que más se cultivan en la parte oriental', pero al mismo matiza lo ocurrido: 'Inferir que tuvimos una sequía y que el país está mal y la agricultura no sirve y que está destruida en el país, eso sería no objetivo. Eso sería no estar apegado a la verdad'.

El ministro Ortez comparte su conclusión sobre lo que ha ocurrido sobre el territorio tras la sequía: “El país y su gente tienen la capacidad de garantizar la seguridad alimentaria de granos básicos en El Salvador”. Además, también ha solicitado que “no le informen al país solo de la tragedia para vender una noticia”, sin embargo, entre los matices y el optimismo, el funcionario reconoció que esta experiencia le ha llevado a pedir una reserva estratégica de alimentos para mitigar la crisis alimentaria.

Hay temas, no obstante, que no aceptan matices. De las entrañas de la Unidad Ecológica Salvadoreña (Unes) salió el segundo al mando en el Marn, Ángel Ibarra. Este en 2013 le dijo a quien suscribe estas líneas que “En el gobierno de Funes [2009-2014] la situación ambiental de El Salvador literalmente no ha cambiado, porque se siguen desplegando todos los procesos que generan deterioro ambiental, se sigue trabajando con una orientación económica de corte neoliberal que hace de la naturaleza una mercancía. Este gobierno literalmente no ha hecho nada que valga la pena para evitar la crisis que se incuba”. Ahora Ibarra tiene que escuchar las voces críticas de su antiguo búnker socioambiental:

“Esta es de las peores crisis que vive la sociedad, porque se están juntando todas al mismo tiempo: crisis económica, alimentaria, hídrica, etc. El cambio climático se está materializando en estos eventos extremos: sequías, precipitaciones intensas, huracanes, aumento de las temperaturas, incremento de vientos, ausencia de ellos, etc. El Salvador tiene un escenario adverso en el que no se ven posibilidades ni voluntades de cambiarlo”, diagnostica Carolina Amaya del equipo Clima y Soberanía Alimentaria de la Unes.

Juana Francisca Leiva Ortiz de 67 años de edad perdió media manzana de maíz. Los paquetes agrícolas que brinda el Gobierno de Salvador Sánchez Cerén pasan lejos de su casa, afirmó. 
Juana Francisca Leiva Ortiz de 67 años de edad perdió media manzana de maíz. Los paquetes agrícolas que brinda el Gobierno de Salvador Sánchez Cerén pasan lejos de su casa, afirmó. 

La experta también tiene unas palabras duras con respecto a las secuelas que está viviendo El Salvador. Para ella “es irresponsable decir que la sequía es una sorpresa, porque se sabe desde hace mucho tiempo que nosotros vivimos con el cambio climático y que esto se materializa en eventos extremos. Desde abril el Marn se estaba planteando el tema del fenómeno de El Niño”. Y añade que desde 1998 el Estado salvadoreño ya sabía sobre los distintos escenarios climáticos.

—¿Debió activarse algún mecanismo para esta crisis y de dónde sale esta alerta que pone a funcionar todo el músculo del Gobierno?

—Hay un mecanismo que no es explícitamente para la sequía. Nos referimos a la ley de Protección Civil: “Prevención y Mitigación de Desastres”. De manera específica hablo del Decreto de Estado de Emergencia (art. 24 de la ley) en donde la Asamblea Legislativa puede declarar estado de emergencia en parte o en todo el territorio. Esto pudo haberse hecho en el caso de la zona oriental. La debilidad en este punto es que no se ve a la sequía y a sus consecuencias como desastre. Esa es una miopía teórica.

En el departamento de Usulután existe una entidad que se hace llamar Comunidades Unidades de Usulután (Comus). A través de este organismo El Faro pudo hacer un recorrido por tres municipios: San Francisco Javier, Jiquilisco y Ozatlán. En los cantones Los Hornos, La Esperanza, El Zúngano y Joya del Pilar la historia fue la misma: pérdida total de maíz, frijol, pepino, tomates, chile. En la actualidad Comus cubre 38 comunidades en 6 municipios: San Francisco Javier, San Agustín, Berlín, Jiquilisco, Ozatlán y Tecapán.

Rosa Estela Anzora Ruano es la directora ejecutiva de Comus. Según sus datos preliminares, el 85 % de los cultivos se perdieron. Esto desmotivó a los productores y esto está desencadenando en la comunidad “inseguridad en la producción de alimentos, nivel económico cada vez más bajo y alta vulnerabilidad y fragilidad ecológica”.

Uno de los ejemplos en Usulután es José Sebastián Urquilla Henríquez, quien no solo ha perdido maíz y frijol, también ha perdido sus cultivos de café. Sus recuerdos se remontan a una época de gloria cuando sacaba 18 quintales, pero todo aquello fue mermando con el tiempo. En el año 2013 solo sacó tres quintales. Para 2014 calculó que podría sacar dos quintales oro. Y como los males no vienen solos, este agricultor no solo ha tenido que enfrentarse con la sequía, también ha tenido que luchar contra la roya.

'Esta plantita, así como está, no tengo fe que se recupere con la enfermedad de la roya. Tal vez protegiéndola con unos venenos si pueda recuperarla', dice Urquilla Henríquez mientras acaricia las hojas de café. Este hombre que roza los 40 años estuvo involucrado en la guerra con la insurgencia, pero al crearse los Acuerdos de Paz de 1992, se dedicó a cultivar la tierra. Ahora solo piensa en resembrar y buscar otra vía de ingresos económicos para comprar semillas, abono, agroquímicos y mano de obra. Los campesinos y agricultores evitan a toda costa involucrarse con los bancos por la sencilla razón de que ante la pérdida de cultivos, ellos intentan reponerse como sea, pero con presión financiera externa, tienen que sucumbir a entregar sus tierras o posesiones para saldar las deudas contraídas.

Antes que el Gobierno, Comus implementó la idea de un banco de alimentos. El proyecto lo bautizó como Centro de Negocios y Servicios (CNS) y contó con el apoyo del PMA. El objetivo es ser un lugar de acopio para la zona oriental del país y tener un contacto directo con los agricultores y sus productos. Esto permite que haya un comercio más justo y equitativo. Además, esto le resta margen de acción a los denominados coyotes, quienes deciden a cómo comprar los granos —usualmente más barato— para venderlo a precios mucho más altos. Inaugurado el pasado 16 de julio, el recinto no solo funciona como zona de reserva, también es una especie de fábrica de empleo que paga a mujeres vinculadas con el trabajo agrícola de la comunidad.

Tomates dañados en la plantación de Miguel Ángel Ulloa en Chinameca, San Miguel. Según el propietario, la ceniza del Chaparrastique que se posa en los cultivos, junto con el calor del sol, les causa quemaduras. El agricultor perdió alrededor del 85 % de la plantación. 
Tomates dañados en la plantación de Miguel Ángel Ulloa en Chinameca, San Miguel. Según el propietario, la ceniza del Chaparrastique que se posa en los cultivos, junto con el calor del sol, les causa quemaduras. El agricultor perdió alrededor del 85 % de la plantación. 

Lo paradójico del CNS es que no contó con la ayuda del Gobierno. El Banco de Fomento Agropecuario (BFA) le dio la espalda a esta iniciativa.

“Pasamos varios meses sin ninguna respuesta; ante esta situación consideramos que el BFA no confió en nuestra organización a pesar de que le presentamos todo el perfil de proyecciones y plan de negocio. Esto considero que es un elemento negativo para el desarrollo de las organizaciones como las nuestras que buscamos el progreso de las comunidades”, evalúa Anzora Ruano.

La única salida que tuvieron estos trabajadores de la tierra fue tocar las puertas de la banca privada, “que a pesar de tener los intereses más caros nos financiaron y son los que actualmente nos siguen apoyando con un crédito para capital de trabajo. Lo anterior lo considero irónico”, señala la directora ejecutiva de Comus al ver la apatía que tuvo el centro financiero del gobierno que nació para apoyar la agricultura y el agro.

Los efectos de la sequía en El Salvador también pusieron en alerta a la sociedad civil que el 14 de agosto le solicitó públicamente a la Comisión Agropecuaria de la Asamblea Legislativa la aprobación de la Ley de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional. La propuesta fue presentada el día 16 de octubre de 2013 'con un respaldo de más de 8 mil líderes' aglutinados en la Mesa por la Soberanía Alimentaria. El tema no es una novedad. Esta intención de que exista un marco que garantice la alimentación como un derecho humano nació —casi— paralelamente con la dolarización del país en 2001.

La alimentación —no solo en El Salvador, sino en el resto del mundo— no tiene que ver con la producción, sino con el poder, con la concentración económica y desigualdad social. A alguien le interesa que el mundo funcione así. La paradoja en todo esto es que los productores agrícolas son los que se van a la cama sin comer, según Ana Iris Martínez Díaz de Incidencia y Campañas de Oxfam.

El corazón de la ley tiene un imperativo para el Gobierno y es invertir más en la agricultura. Esta inversión también debe tener un perfil de adaptabilidad hacia el cambio climático. También la medida invoca la interinstitucionalidad de las distintas carteras del Estado en este tema, porque la seguridad alimentaria va desde Educación pasando por Salud hasta llegar al ministerio de Obras Públicas (MOP). Además, se solicita una reserva estratégica de alimentos y el fomento de prácticas agroecológicas.

“El tema de la sequía, el de las inundaciones, de la escasez de alimento serán cada vez más recurrente con el cambio climático. Son las personas en situación de pobreza las que destinan más del 15 % de sus ingresos a la compra de alimentos, entonces, el aumento de los precios en el maíz y en el frijol afecta a la población más vulnerable de El Salvador”, señala la vocera de Oxfam.

La Unes —a través de Amaya— coincide con Oxfam, aunque la primera entidad es más agresiva a la hora de abordar el cambio climático. Por ejemplo: este organismo no esconde que las alternativas del Gobierno “van en carretas y el problema va en jet” y que solo podrá atenuarse lo que nos sucede si se aborda la reducción de la vulnerabilidad territorial, si no se hace oídos sordos a lo que dijo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre el 90 % de la degradación del suelo y si no se descarta el uso de la agricultura tóxica.

La fe del presidente Sánchez Cerén y el optimismo del ministro Ortez chocan con la voz de la Unes:

“En medio de una sequía puede venir una lluvia intensa e inundar el país. Esto no lo tiene que olvidar la sociedad salvadoreña: este escenario se parece al del año 2009, porque teníamos deficiencias en las lluvias. ¿Y qué pasó? Apareció el huracán Ida. El escenario para El Salvador es pesimista. Estamos bajo las secuelas de la sequía, pero somos tan vulnerables que una lluvia nos pone en emergencia. Nuestro escenario es incierto, pero lo más cierto en esta incertidumbre es que tenemos que prepararnos para un escenario pesimista”.

Miguel Ángel Ulloa —de Chambala, Chinameca en San Miguel— perdió sus cinco manzanas de maíz. También sus plantaciones de café, chile y tomate sufrieron daños. La ceniza del volcán Chaparrastique contribuyó al recalentamiento del suelo y a las quemaduras en los cultivos. 
Miguel Ángel Ulloa —de Chambala, Chinameca en San Miguel— perdió sus cinco manzanas de maíz. También sus plantaciones de café, chile y tomate sufrieron daños. La ceniza del volcán Chaparrastique contribuyó al recalentamiento del suelo y a las quemaduras en los cultivos. 

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