Brasilia, BRASIL. “La vida lo que pide de nosotros es coraje”: esta fue la frase del escritor Joao Guimaraes Rosa que Rousseff eligió para su discurso de investidura, el 1 de enero de 2011, cuando se convirtió en la primera mujer presidente de Brasil y recibió la banda presidencial de su padrino político, el popular Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010).
Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), enfrentará este domingo en balotaje al exsenador y exgobernador de Minas Gerais (sureste), Aecio Neves, de 54 años, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).
Tras una durísima campaña electoral en la que se ha dedicado a desacreditar la imagen y el balance de su rival como gobernador de Minas Gerais, acusándole de “nepotismo” y sugiriendo que ha conducido bajo efectos del alcohol o las drogas, consiguió aventajar a Neves por entre seis y ocho puntos, según los últimos sondeos.
Mano dura
Tiene la voz firme y ronca, y no regala sonrisas. Rousseff tiene fama de ser una “dama de hierro” que no duda en corregir a sus ministros en público y conoce hasta el más técnico detalle de sus programas. Nada que ver con el carismático Lula, que hacía reír a la platea con sus ocurrencias y despertaba la veneración de una estrella de rock.
Rousseff raramente muestra su cara más íntima y personal: una ávida lectora y admiradora del arte, que no consigue dormir sin un libro, seguidora de series televisivas como 'Game of Thrones', supersticiosa, y que no duda en escaparse de incógnito a la mínima oportunidad y en cualquier lugar del planeta, en moto o a pie.
“De las mujeres en el poder siempre dicen que son duras, gerentes. Dilma es una persona con un gran sentido del humor, divertida, extremadamente solidaria y generosa”, cuenta a la AFP Ieda Akselrud de Seixas, de 67 años, que fue encarcelada con Rousseff durante la dictadura.
De Seixas, que a los 22 años fue encarcelada con su madre y su hermana, y perdió a su padre bajo tortura, asegura que la futura presidenta fue una atenta compañera, que no dudó en acompañarla y defenderla en los momentos más duros.
“En mi vida, enfrenté situaciones del más alto grado de dificultad, agresiones que llegaron al límite físico, y nada me sacó de mi rumbo, de mis compromisos, ni del camino que tracé para mí misma”, declaró Rousseff en junio, tras ser insultada en el estadio de Sao Paulo, en la inauguración del Mundial de fútbol.
Muchos temían que un fracaso del torneo acabaría con sus posibilidades de reelección, pero la Copa fue exitosa.
Dilma Vana Rousseff nació el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte, en una familia de clase media, hija del inmigrante búlgaro Pedro Rousseff, que la inició de joven en la lectura de los clásicos, y la profesora Dilma Jane da Silva. Rousseff integró dos organizaciones armadas clandestinas de oposición a la dictadura (1964-85). Estela, Vanda o Luiza eran sus alias como guerrillera.
A los 22 años fue torturada y pasó casi tres años en la cárcel. El juez del tribunal militar la llamó “papisa de la subversión”, revela el periodista Ricardo Amaral en una biografía de la mandataria.
El libro develó una fotografía inédita de la presidenta: una desafiante Rousseff a los 22 años, frente a sus jueces militares, tan joven y a la vez tan fuerte.
Formada en economía, Rousseff tiene una hija, Paula, y un nieto de cuatro años. Rousseff se divorció de Carlos de Araújo, su segundo marido y padre de su hija, después de 30 años de una relación que sobrevivió a la prisión de ambos en la dictadura.
De la mano de Lula
Con Araújo, la presidenta participó de la fundación del Partido Laborista Brasileño (PDT, del legendario caudillo Leonel Brizola), creado en 1979, aunque en el 2000 se sumó al PT de Lula.
Lula la integró a su gobierno cuando empezó su primer mandato en 2003. Así describe el exmandatario su primer encuentro: “Apareció una compañera con un computadorcito en las manos. Comenzamos a discutir y percibí que había algo diferente en ella. Entonces pensé: 'Creo que ya encontré a mi ministra de Energía'“.
El escándalo por compra de votos a políticos aliados del PT pulverizó a la dirigencia del partido e impulsó a Rousseff al primer plano del gobierno. Lula la nombró ministra jefe de Gabinete.
En 2009, antes de la campaña que la llevaría a la presidencia, le fue diagnosticado un cáncer linfático, del que se considera curada.
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