Jorge Serrano Elías fue en su momento lo que hoy es Otto Pérez Molina: un Presidente cuestionado por las capas medias y urbanas de la población, acusado de corrupción y protagonista de una crisis política, institucional y de ingobernabilidad de gran envergadura. Los orígenes, causas y razones que motivaron el caos que aquejaron a ambos políticos son del todo diferentes. Serrano Elías, según él, harto de los chantajes de que era víctima por un grupo de diputados, y desesperado por el actuar de los jueces que favorecían a los criminales, la mañana del 25 de mayo de 1993, justo a la mitad de su mandato, de un plumazo disolvió el Congreso de la República, la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Constitucionalidad.
El autogolpe de Estado, recordado como “El Serranazo”, no logró cuajar. Seis días después fue depuesto del cargo y obligado por el Ejército a abandonar el país. Se exilió en Panamá, donde vive desde entonces, y desde donde ha intentado, sin éxito, limpiar su nombre en las páginas de la historia política de Guatemala. La crisis que enfrenta Pérez Molina, en cambio —la cual también le puede costar el cargo—, deviene de su supuesta participación, como jefe máximo, de una estructura delictiva responsable de una millonaria defraudación aduanera, descubierta por la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) y el Ministerio Público.
El expresidente golpista tiene razones de sobra para detestar a Pérez Molina. En mayo de 1993, fue este general, en su calidad de jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, quien lo depuso del cargo. “Fue quien me dio el golpe de Estado militar”, asegura hoy Serrano Elías. Fue además el que se encargó de facilitar su salida del país, primero hacia El Salvador y luego a Panamá. Y fue también, según Serrano Elías, el que desde entonces dirigía una “banda de contrabandistas” que controlaba las aduanas del país. Los señalamientos que el expresidente hace en contra de Pérez Molina coinciden con las investigaciones publicadas por Plaza Pública, sobre la génesis de la defraudación aduanera que ubica a oficiales de Inteligencia responsables de operaciones de contrainsurgencia, como los iniciadores de las estructuras criminales que durante décadas han asaltado al Estado.
Serrano Elías cree imposible que el desenlace de la crisis que afronta Otto Pérez Molina, sea similar a la suya. Los cargos de corrupción en su contra, dice, llegaron cuando ya estaba exiliado en Panamá, y no se lograron probar. Los señalamientos en contra de Pérez Molina, en cambio, se basan en evidencias sólidas y se presentan estando aún en la Presidencia. Inducir un golpe de Estado para buscar el exilio, como diversas fuentes aseguran planea el mandatario, no es una buena idea, agrega el expresidente; “Renunciar cuanto antes, sería lo mejor”, aconseja.
¿Qué similitudes encuentra entre la crisis institucional que usted protagonizó en 1993 y la que enfrenta ahora el presidente Otto Pérez Molina?
Ninguna. En aquel momento era Pérez Molina el que estaba conspirando y propiciando un golpe de Estado, ahora es la justicia de Guatemala la que lo tiene a él arrinconado con el apoyo de la CICIG, en base a acusaciones claras que se le han hecho. En aquel tiempo era yo el que estaba enfrentado al sistema de corrupción, era yo el que había tenido problemas, precisamente contra la banda que él manejaba. En mi discurso del 25 de mayo (de 1993) yo señalo que era imposible poner presos a los contrabandistas que tenían controlado el Organismo Judicial.
¿Quién dirigía la estructura de contrabandistas durante su Gobierno?
El general Pérez Molina. Él era el jefe de la banda de contrabandistas, siempre lo ha sido. Yo tuve un problema serio con el Ministro de la Defensa de ese entonces (General José Domingo García Samayoa), porque por su medio (Pérez Molina) mandó una hoja con los nombres de las personas que quería que se nombraran como jefes y directores de aduanas. Yo le dije al Ministro que no, que quien tomaba esas decisiones era yo, no él. Le pedí al Ministro una explicación sobre por qué querían eso, y me dijo que lo que querían era para cuidar y controlar las aduanas. “Si quieren controlar, pongan un policía afuera, pero no me pidan que nombre a un director de aduanas para que ustedes lo manejen”, le respondí. En ese entonces miraba los movimientos, pero no los terminaba de entender. Mucho antes de que la CICIG sacara esto, yo ya lo había denunciado. Lo denuncié en mi discurso el día en que di el golpe contra la Corte (Suprema de Justicia) y contra el Congreso, porque estaban involucrados con esta mafia. Pero ellos tuvieron más capacidad de reacción, tenían más dinero, tenían el apoyo de todas las mafias.
Durante su Gobierno, el general Pérez Molina era el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar…
Era el jefe de la G2.
¿Y desde esa posición controlaba la defraudación aduanera y el contrabando?
¡Sí! Claro. Yo con el tiempo me di cuenta de eso. Por todos los pleitos y todos los enfrentamientos que tuve con ellos, y por eso forzaron mi salida por medio de un golpe de Estado.
Diversas fuentes aseguran que la estrategia del presidente Pérez Molina, para salir de la situación en la que se encuentra, estaría planeando un golpe de Estado en su contra, lo cual le permitiría salir al exilio y evadir a la justicia.
Yo no sé qué país podría recibirlo, a no ser que sea materia de una negociación política. Él esta sindicado de delitos penales, hay juicios en su contra. Es un caso absolutamente diferente al mío. La Convención de Montevideo no lo va a proteger, porque tiene cargos penales en su país estando él en la Presidencia, con pruebas serias. Si a mí me llaman a testificar, yo voy y testificó que el general Pérez Molina quiso adueñarse del sistema aduanero en mi tiempo.
Además de Presidente de la República, usted también era Comandante General del Ejército, ¿por qué no tomó medidas disciplinarias en contra del general Pérez Molina por esos hechos?
Lo reprimí. Cuando lo tuve enfrente le dije: “No se le ocurra dar instrucciones en la parte administrativa del Gobierno, porque el Presidente soy yo. Yo soy el electo”. Pero en ese tiempo los militares eran muy prepotentes. Antes de mi Gobierno ellos daban órdenes en todos lados.
¿La contrainsurgencia fue la excusa de los militares para cooptar las aduanas del país?
Esa aseveración no la puedo hacer, porque no me consta. Pero lo que este señor hacía con el respaldo de otros militares, era una cosa obvia. Para mí fue evidente. En mi discurso del 25 de mayo dije que iba a privatizar las aduanas, y había empezado ya con un proceso de poner control privado en la aduana del aeropuerto. Hubo gente que me aseguró que cuando Pérez Molina conoció mí decisión, estalló en cólera, y ahí empezó la confrontación con mi Gobierno. Mis ministros de Gobernación tuvieron problemas con él, porque nosotros teníamos denuncias civiles de contrabando en bodegas de Mixco, nosotros ordenábamos el allanamiento de las bodegas, cuando llegábamos con las órdenes judiciales las bodegas ya estaban vacías. Cuando lográbamos poner presos a algunos contrabandistas, inmediatamente el poder judicial los liberaba. Era un desgaste grande de nuestro Gobierno por ponerlos presos y ellos los liberaban.
¿Y usted como Presidente, confiaba en su jefe de Inteligencia Militar? ¿Confiaba usted en el general Pérez Molina?
Yo ni confiaba ni dejaba de confiar. Él fue nombrado por el Ministerio de la Defensa.
Con la experiencia que le concede el haber dirigido un autogolpe de Estado y haber salido al exilio tras ser depuesto por el Ejército, ¿qué cree que debe hacer el presidente Pérez Molina para salir de la crisis política en que se encuentra?
Largarse. Largarse porque el daño que le ha hecho al país es horrible. Él ha permitido que se secuestre el Estado guatemalteco, y para cubrir las inmundicias que han hecho, han pervertido el sistema político del país.
De 1986, cuando se instaura la democracia, al 2015, ¿cuál cree usted que ha sido la peor crisis política que ha atravesado el país?
La de 1993, que dio por resultado que me sacaran a mí del poder. Fue el resultado del enfrentamiento de quienes queríamos depurar la Corte y el Congreso, que queríamos establecer un sistema de gobierno democrático y representativo, contra los más oscuros grupos de poder que querían hacer lo que se les daba la gana. El sector privado estaba tras la privatización a ultranza, y yo no quería privatizar porque yo entendía que la creación de monopolios privados en sustitución de públicos, era un crimen para el país. La crisis que se está enfrentado ahora, es el resultado de que los criminales ganaron la batalla de 1993. Una prueba de ello: las reformas que ellos plantearon después de mi salida, incluyeron quitar el control del Estado sobre la banca. Eso fue para abrir las puertas del lavado de dinero. Hoy vemos que Guatemala se ha vuelto una lavandería del dinero del narcotráfico y del crimen organizado. Esa estructura la montó Pérez Molina en 1993. Por eso digo que la crisis más grave que ha sufrido el país es esa, porque ellos ganaron la batalla. Lo que el pueblo está haciendo ahora es recuperando su autonomía, por esto el pueblo está en la calle. Por eso digo que el 6 de junio de 1993 (cuando fue derrocado), el Estado de Guatemala fue secuestrado.