El Faro Académico / Impunidad y memoria histórica

La importancia de enfrentarse al lado oscuro del pasado

La ciudadanía posee el derecho fundamental de tener acceso a la historia y a la memoria. Los museos pueden contribuir al olvido o a la conservación de la memoria histórica. Pueden, además, ayudar a imaginar un futuro en el cual los derechos humanos sean protegidos y defendidos, y donde el vínculo entre el estado y la ciudadanía es de confianza y responsabilidad.


Domingo, 17 de abril de 2016
Robin Maria DeLugan

Todas las naciones están ancladas a un pasado. Está bien establecido que los museos patrocinados por el gobierno pueden dar forma a las ideas dominantes acerca de la nación y su historia. Pero los museos nacionales también pueden ser silenciosos con respecto a la historia oscura de una nación, especialmente acerca de la represión y la violencia estatal.  La historiadora Marisa González de Oleaga y sus colegas argumentan que el acceso a la historia y la memoria es un derecho fundamental que afecta a la identidad nacional y a la ciudadanía.

Cuando los museos nacionales evitan un pasado difícil, se priva a la sociedad de una reflexión honesta sobre el desarrollo de la nación. Esto puede obstaculizar los esfuerzos que intentan crear un futuro más justo, inclusivo y democrático. Cuando los museos y sus exposiciones examinan el pasado nacional y valientemente desafían el silencio oficial al recordar episodios de violencia estatal del pasado, abogan por los derechos humanos, y también pueden hacer una contribución a la construcción de la nación. Contribuyen al proceso de generar los conocimientos compartidos sobre lo que significa pertenecer a la nación, y, en particular, cómo mejorar la calidad de la dinámica ciudadanía-estado.

En América del Sur hemos aprendido cómo en el siglo XX los museos y otros sitios y prácticas conmemorativas acompañaron las transiciones de autoritarismo y dictadura a democracia. En El Salvador, yo estoy explorando el papel de los museos en el proceso de reconstrucción de la nación en la posguerra. Varios museos nuevos han surgido después de los Acuerdos de Paz de 1992. La inversión en la construcción de nuevos museos habla de la confianza que ciertos actores sociales tienen en la capacidad que los museos ofrecen para ayudar a un entendimiento común de lo que significa  el pasado, el presente y el futuro de El Salvador. Los museos, tanto oficiales como no oficiales, tienen un papel en los procesos por los cuales se reconstruye la nación en la posguerra.

Hay dos museos públicos, pero no-oficiales, que prestan atención a la violencia de Estado asociada con la guerra civil. El impresionante Museo de Arte (MARTE) alberga la mayor colección de obra contemporánea de artistas salvadoreños, haciendo que funcione como el museo nacional de El Salvador para el arte moderno. La exposición permanente de MARTE se centra en la identidad salvadoreña. Con obras como “El Sumpul” por Carlos Cañas, MARTE mantiene la memoria de las atrocidades de la guerra civil. El valiente Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), fue creado explícitamente con la misión de recordar la guerra civil, incluyendo sus atrocidades. El MUPI mantiene varias exhibiciones que combaten el olvido y recuerdan que todavía no hay justicia.

'El Sumpul', 1984, un óleo sobre lienzo. Esta es sin duda la obra más transcendental de Carlos Cañas, pintada a pocos años de ocurrida una de las masacres más atroces durante el conflicto armado salvadoreño en el Río Sumpul, en la zona nororiente. Una obra comprometida que buscaba poner en evidencia la barbarie que los salvadoreños más pobres estaban viviendo. La obra es propiedad del Museo de Arte de El Salvador, y según Roberto Galicia, su director, es la pieza nacional más valiosa que esta institución posee.

Los 12 años de guerra civil terminaron hace casi 25 años.  Inmediatamente después del informe de la Comisión de la Verdad de la ONU que detalló las atrocidades, especialmente de los militares, el gobierno de El Salvador aprobó una ley de amnistía general. La amnistía se aplicaba a los agentes estatales que fueron identificados por su responsabilidad por la mayoría de las atrocidades, y también a miembros de la guerrilla revolucionaria. El razonamiento detrás del acuerdo de amnistía era que si se relegaban en el pasado las atrocidades, se facilitaba la reconciliación nacional. La sociedad estaba extremadamente polarizada, y las heridas de la guerra aún no habían cicatrizado. Puede ser comprensible, por tanto, que algunos actores sociales trataron de evitar el problema ardiente de los atrocidades de la guerra civil. Esto significó que no hubo investigaciones o acusaciones penales de abuso de derechos humanos. También debe considerarse cómo el tema de la amnistía influye en la renuencia del gobierno de reconocer la guerra civil y en particular, la violencia que el Estado produjo en contra de sus ciudadanos.

Las políticas de amnistía del gobierno pueden promover una política del olvido. Incluso, sin un mandato explícito para olvidar, la ley de amnistía autoriza al Estado a dejar fuera de la reflexión pública el pasado difícil y que la amnistía está diseñada para proteger. Sostengo que la omisión de la guerra civil de El Salvador en los museos y en otras tecnologías estatales dan forma a la comprensión de la historia nacional y la identidad. Sin embargo, en línea con la paradoja del recuerdo y el olvido, mientras que la amnistía tiene el objetivo de eliminar la preocupación sobre los atrocidades del pasado, lo que hace en cambio es ofrecer un recordatorio de que se cometieron errores y se interrumpió la justicia: la definición misma de amnistía. Puede preocuparnos que la amnistía y la interrupción de la justicia contribuyen al silencio oficial que con el tiempo puede fomentar el olvido.

Para aquellos que construyen sitios públicos de memoria sobre la guerra civil de El Salvador, el deseo de muchos es que haya una nación más justa. Podemos debatir la definición de una nación justa. El Salvador es un estado-nación recién democratizado con una larga experiencia de pobreza masiva, graves desigualdades, dictadura militar y represión, racismo sancionado por el estado, e impunidad de líderes del gobierno y otros autores de atrocidades. Es fácil imaginar que, en contraste, una 'nación justa” sería una nación más equitativa, más democrática y más incluyente. Al abordar el pasado  difícil, el perdón, en particular, como una virtud cristiana, puede ser suficiente para algunos. Otros requerirían más para mejorar la confianza entre los ciudadanos y el estado. Esto es evidente en las acciones recientes que impugnan la suspensión de la ley de amnistía. Mientras tanto, museos y monumentos públicos no oficiales se esfuerzan por preservar la memoria social contra las fuerzas que pueden conducir al olvido.

Recordando al público Salvadoreño acerca del conflicto de la guerra civil y la violencia del estado que se produjo, los museos pueden ayudar a imaginar un futuro en el cual los derechos humanos sean protegidos y defendidos, y donde el vínculo entre el estado y la ciudadanía es de confianza y responsabilidad. Como tal, los museos también informan narrativas que contribuyen a la educación cívica y la vida cívica y de esta manera pueden ayudar a construir una sociedad mejor y una nación mas justa.

 

*Robin Maria DeLugan, PhD es profesora de Antropología en la Universidad de California en Merced y autora del libro “Reimagining National Belonging: Post-Civil War El Salvador in a Global Context “(University of Arizona Press, 2012). Esta entrega resume el artículo “Museum, Memory and the Just Nation in Post-Civil War El Salvador”. Editora responsable de esta entrega: Molly Todd.

 

 

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