Marzo de 2016 cerró con más de 600 salvadoreños asesinados, el tercer mes consecutivo que se supera un número que hace un año parecía inalcanzable, y que ahora se ha convertido en la tarjeta de presentación de El Salvador ante el mundo. Son 603 homicidios, según el balance preliminar de la Policía Nacional Civil (PNC), que suponen un promedio de 19 asesinatos diarios.
Si El Salvador promediara dos asesinatos al día, ya sería una sociedad con epidemia de violencia, según los parámetros que maneja Naciones Unidas. Pero cada día de enero asesinaron a 24; cada día de febrero, a 23; más los 19 diarios del mes de marzo. En total, en el primer trimestre del año se han cometido en El Salvador 2,003 homicidios.
Pese a que las cifras son propias de un país en guerra, en esta ocasión hay motivos para la esperanza. Desde las 0:01 horas del 26 de marzo está vigente un cese unilateral de la violencia de parte de las tres principales pandillas que operan en el país: la Mara Salvatrucha (MS-13), la 18-Sureños y la 18-Revolucionarios. Es indefinido, anunciaron los mareros en una conferencia de prensa en la que estuvo El Faro.
El efecto de esta decisión ha sido una reducción drástica de muertes. Desde el 1 hasta el 25 de marzo hubo 547 asesinatos en El Salvador, un promedio de 21.9 cada día. Entre el 26 y el 31 de marzo, hubo 56, un promedio de 9.3 cada día.
Distribución irregular de la violencia
La violencia, sin embargo, no afecta a todos los salvadoreños por igual. De las distintas variables, la geográfica es la más sencilla de delimitar.
Transcurrido ya el primer trimestre de 2016, las cifras desagregadas por municipios permiten perfilar cuáles son las ‘zonas rojas’ a escala nacional. Los espacios más afectados por la violencia son los municipios en torno a la carretera al puerto de La Libertad (Zaragoza, San José Villanueva, Huizúcar, La Libertad); el eje San Salvador-Delgado-Soyapango; la zona sur del departamento de La Unión; el corredor sonsonateco formado por Armenia-San Julián-Caluco-Izalco-Nahuizalco; Zacatecoluca y alrededores; todo el departamento de Usulután, salvo burbujas de calma relativa como Berlín; el área de Panchimalco, Rosario de Mora y Olocuilta; el Bajo Lempa, a ambos márgenes del río; y, por último, los municipios en torno al eje San Pedro Perulapán-Cojutepeque.
Estas zonas están calientes desde que el Gobierno declaró la guerra a las pandillas en enero de 2015, y desde antes incluso, pero hay áreas que se han calentado en este 2016: la mitad sur del departamento de San Miguel, con la ciudad como estandarte; el binomio turístico Ataco-Apaneca, en Ahuachapán; el municipio de Apastepeque (San Vicente); el triángulo del departamento de La Libertad que forman Comasagua, Jayaque y Talnique; y, quizá el caso más sorprendente de todos por su tradición de bajos niveles de homicidios, los municipios de Morazán fronterizos con Honduras.
No todo es desgracia. Hay zonas populosas de El Salvador que nadan contra la corriente. El primer trimestre del año 2016 ha sido bueno en cuanto a las cifras de homicidios en Antiguo Cuscatlán; en Chalatenango cabecera y en general en el departamento entero; en San Francisco Menéndez (Ahuachapán); y en Acajutla (Sonsonate).