Cuando La Unión sí era un gran puerto
El Puerto de La Unión, aun con la condición periférica a la que fue relegada en las últimas décadas, tuvo una enorme importancia para la economía del país desde el siglo XIX hasta bien entrado el XX. Si bien uno de los primeros ramales que se construyeron del ferrocarril fue hacia el puerto de Acajutla en 1882, no fue sino hasta la década de 1920 que se completó la línea que conectaba San Salvador con La Unión. La actividad portuaria se alimentaba del hecho de que las principales ferias de comercio y producción agrícola, dedicadas básicamente a los granos básicos y en su momento al añil, estaban al oriente salvadoreño, en Cojutepeque, Apastepeque, San Vicente o San Miguel. El puerto de La Unión contaba además con las ventajas de la apertura del ferrocarril de Panamá en 1855, y en la misma medida, con las excelentes condiciones geográficas que ofrecía el golfo de Fonseca como fondeadero. La Unión contaba, incluso, con oficinas consulares y una relativa buena infraestructura pública.
El viejo sueño de la soberanía financiera
La soberanía financiera es uno de los temas de urgencia en las discusiones y análisis de la historiografía salvadoreña. La enorme dependencia del país sobre los empréstitos ha sido, más allá del proceso de centralización, uno de los factores principales sobre los cuales se ha fundado la institucionalización y construcción de nuestro Estado. En esa medida la contratación de estos empréstitos, como el que aprobó la Asamblea Legislativa en 21 de julio de 1922 con Minor C. Keith, es un ejemplo evidente de que las prácticas clientelistas y la dependencia de las divisas extranjeras para financiar los presupuestos no son una realidad de nuevo cuño en el país.Aquellos empréstitos impusieron a El Salvador gran cantidad de condicionantes que iban de la mano con los beneficios que recibirían personas ligadas al acuerdo. Por ejemplo, las concesiones de líneas férreas a través de The Salvador Railway Company, la Central American Railway Company y la contrata a través de René Keilhauer para el proyecto “Saneamiento y Pavimentación de San Salvador” de 1924, estaban, todas ellas, ligadas a los capitales de la United Fruit Company.
La modernidad y la estética de sus valores
Llegar al siglo XX significó para El Salvador la evolución en las formas que expresaban ciertos valores heredados de la cultura iluminista, milagrera y barroca hispana, hacia la nueva impronta del liberalismo positivista. La arquitectura, como siempre, ejerció como símbolo de poder. La estética neoclásica se impondría sobre la masividad estructural, colocando a la Europa romántica como referente básico. La estética modernista y naturalista francesa, fuera a través del Art Nouveau o de un eclecticismo clásico, impondría durante varias décadas sus reglamentos de ornato como un canon, hasta que los Estados Unidos la sucedieran como referente y trajeran el influjo de la estética industrial, del Art Decó o el modernismo funcionalista. En aquellos tiempos de transición se articularon y crearon nuevos espacios de discusión y se formaron élites intelectuales que dieron sentido al proyecto de nación. Muchas de sus obras fueron la base sobre la que se fundaron la mayoría de los actuales símbolos indentitarios del país, y se formó una cultura cívica donde la figura de los héroes míticos se convirtió en la base cultural de un país aún en estructuración.
Las redes obreras internacionales
En la década de 1920, si bien las sociedades mutuales de artesanos herederas del siglo XIX siguieron existiendo, comenzaron a desarrollarse nuevos espacios de sociabilidad de los trabajadores y obreros, al tiempo que evolucionaba la concepción semántica de lo que significaba ser artesano o identificarse como obrero. Nacieron pues muchas sociedades que sugerían defender a la clase obrera, al mismo tiempo que eran defensoras de la moral y las buenas costumbres. Las principales significaciones del ser obrero surgieron, sin embargo, en espacios intelectuales, principalmente en la Universidad de El Salvador o a través de la propaganda o prensa clandestina. Cientos de salvadoreños se involucraron en la militancia política comunista y se articularon extensas redes de contactos que llegaban desde México hasta Moscú.
Esos contactos partían primero de la región centroamericana y muchas veces terminaban vinculándose con México, no solo por el hecho de su relativa cercanía, sino porque era considerado un hermano con la experiencia de una revolución en 1910. Ejemplo de ello fue la presencia de militantes como Farabundo Martí, Miguel Ángel Vázquez Eguizábal, o incluso estudiantes becados por el gobierno mexicano como Antonio Asfura, Pedro Geoffroy Rivas y Ricardo Jiménez Castillo, que en 1936 fueron apresados en la ciudad de México acusados de ser comunistas y haber realizado un “atentado terrorista” contra las embajadas de Guatemala y El Salvador.
*René Alberto Aguiluz es licenciado en historia de la Universidad de El Salvador y estudiante en la maestría en historia UNICACH-UNACH México. Esta entrega se basa en su contribución a El Salvador: Historia Contemporánea 1808-2010, Carlos Gregorio López Bernal, coordinador (Madrid-San Salvador: Fundación Mapfre y Editorial Universitaria, 2015)