Víctor es operario de una maquila ubicada en el área metropolitana de San Salvador. A sus 37 años, con lo que gana este padre soltero mantiene a tres hijos, dos de los cuales ya son adolescentes. El sueldo mensual en el sector de la maquila es de 210.90 dólares. El Consejo del Salario Mínimo acordó el pasado 1 de junio conceder un aumento anual de 5 % a partir de este año. Eso supondría que con el primer incremento, alguien del sector maquilas comenzaría a devengar como mínimo 221.45 dólares mensuales; luego, 232.52 dólares, y tras el tercero, 244.14 dólares. Es decir, que para 2018, el incremento acumulado respecto de lo que gana en 2016 sería de 33.24 dólares.
Víctor no gana lo que el Consejo del Salario Mínimo y el Ministerio de Trabajo dicen que ganan los operarios de maquilas. Su sueldo mensual es de 196.84, y cada catorcena, menos descuentos de ley, recibe 89 dólares líquidos. Con ese dinero hace malabares para alimentar a su familia, para pagar el transporte, el agua y la luz. ¿Cómo sobrevive una familia con las migajas del salario mínimo? Víctor es quien lo explica mejor.
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Me llamo Víctor Cardoza y desde que tengo 18 años trabajo en las maquilas. El salario que gano nunca ha satisfecho mis necesidades. Solo alcanza para cinco libras de frijoles y cinco de arroz, y nada más. Cuando la catorcena ya se va a acabar me toca prestar dinero para los pasajes. No compro prácticamente nada. Alguien decía que si estamos vivos es por la misma misericordia de Dios, porque con ese salario no se compra nada, prácticamente nada.
Soy operario. Hago ropa de muchos estilos, camisas manga larga, sport, pijamas, chumpas, pants y camisas para niños. Estoy en el área de muestras. Por ejemplo, si es una camisa de niños, a mí me toca estar haciendo las muestras y llevar las medidas. Voy a cada uno de los módulos a dejarlas. Las muestras son como los moldes que se usan para saber cómo algo debe quedar. Eso es lo que hago. De ahí nos toca ayudar a otros módulos a limpiar y a hacer otro tipo de procesos. Por ejemplo, cerrar mangas o pegar cuellos. Toca aguantar aquel acoso laboral, de “apúrese” o “usted no sirve”. Llega el supervisor a decirle: 'Mire, a usted no le abunda', cuando usted está dando todo su esfuerzo y su energía.
A mí me pagan 89 dólares cada 14 días ya con los descuentos. Mi familia son mis tres hijos y yo. Ellos están pequeños. Tengo un hermano que no vive con nosotros pero que nos echa la mano. Sin la ayuda de mi hermano que a veces nos dona víveres, a estas alturas ya habría tenido que regalar a estos niños... o quizá ya se habrían muerto, porque hay días que pasan sin comer.
A nosotros nos pagaron ayer. Ayer compré frijoles, arroz y azúcar. Compré dos bolsas pequeñas de Rinso de dólar y dos bolas de jabón. Aparto para los pasajes 10 dólares. Estoy confiado en que la semana de rezago presto 10 dólares a un prestamista. Tengo que darle $1.50 extra por el préstamo. Al final pago 11.50 dólares o a veces le digo: te voy a dar el $1.50 y quedo endeudado siempre. La misma necesidad lo obliga a uno a enjaranarse más, porque se da esas situaciones.
Pago de energía eléctrica como 5 dólares y de agua pago 3 dólares. Me he llegado a enjaranar tanto que si pagamos la energía no pagamos el agua. Por suerte la casa donde vivo mi mamá antes de fallecer ya la había dejado pagada en buena parte. Lo que faltaba lo pagó mi hermano. Es una casita normal: un solo cuarto sin divisiones.
Mi familia usa la energía para ver televisión en la noche y para planchar. La televisión ya se está arruinando. Cuando se arruine ya no va a haber para dónde. Uso la energía para cargar el celular. Le pongo 2 dólares al mes de saldo para andar comunicado con mis compañeros en caso de que pase algo malo, que despidan a alguien... entre los trabajadores procuramos cuidarnos...
Pero llega el momento en que hay un gasto que lo desajusta todo. A veces las tareas escolares de nuestros hijos. Yo a veces necesito un dólar...
Cuando uno va al cibercafé a prestar una computadora para los hijos se topa con que ese dólar solo sirve para hacer una parte de una de las tareas y me toca decirle a mis hijos llevá lo que podás. Me toca ir a hablar con el profesor y decirle que por esta situación yo la verdad no alcanzo a ayudarles a cubrir las tareas de ellos. El profesor le dice a uno 'bueno, entonces su hijo va a dejar la materia' y yo digo 'bueno, ni modo'. Entonces, claro, a la larga quedo bien triste porque a fin de año uno dice es mi culpa. Los hijos están por uno.
La mayoría de los trabajadores de las fábricas como que nos frustramos en un momento dado, por la misma necesidad, que no alcanzamos a cubrir. ¿Qué voy a hacer el día de mañana? Que a mis hijos no les compro pan. A veces comen y a veces no comen. Y así nosotros... A veces solo con un dulce pasamos durante el almuerzo o lo que es la mañana, todos lo hacemos. Si podemos, compramos una tacita de café, que nos mata el hambre. De ahí, a seguir trabajando. En la tarde, igual. Hay que enjaranarse hasta con la señora de las tortillas. ¡Hey, me aparta dos coras!, y así.
Esa es nuestra situación obrera y este salario no nos cubre realmente nada. Este salario a mí me parece injusto. Uno no se puede comprar ni un par de zapatos por muy baratos que sean. Me parece injusto este tipo de salarios cuando las grandes empresas reciben miles, millones de dólares al año.
Las compras para sobrevivir la catorcena
El 30 de junio me pagaron. Ese día rompo la costumbre y compro nueve pupusas: tres pupusas para cada uno de mis hijos. Gasto 2.70 dólares. Compro una coca cola de 1.85 dólares. El sábado le dejo a mis hijos un paquetito de alitas de pollo o medallones de pollo, la caja pequeña que trae seis piezas. Los doce días que quedan de la catorcena toca comer frijoles y arroz. Compro cinco libras de frijol y cinco de arroz.
El lunes tengo que ir a trabajar. Tomo dos buses para llegar a la maquila. Agarro la ruta 33 y luego la 29 para de la Zacamil llegar a San Bartolo. Me cuesta dos coras ($0.50) de ida y dos coras de vuelta. Al día gasto un dólar en pasaje y, a veces, los empresarios de buses se tardan en mandar los buses de $0.25 centavos y por temor a llegar tarde y que no me dejen entrar al maquila y pierda lo que me pagan ese día, agarro el bus que cuesta $0.35 centavos. Aparto 10 dólares al mes para pasajes para llegar al trabajo y al día gasto como mínimo 1 dólar.
Los primero ocho días mi desayuno es una taza de café que vale $0.20 centavos y un pan sencillo, una cemita, que cuesta $0.25 centavos. Al noveno día desaparece el pan dulce. Hago lo posible porque me alcance para una tacita de café para mantenerme con fuerza durante todo el día, pero a veces no ha acabado la catorcena y también me quedo sin el café.
Trato de que no me falte el café, porque sicológicamente me ayuda: me lo tomo y ya no me da hambre.
Gasto un dólar en tortillas al día para mi familia. A veces nos sobran frijoles, pero es porque comer eso todos los días lo aburre a uno. Mis hijos me dicen: 'Solo frijoles comemos'y 'este tiempo mejor no comamos'. ¿Y qué les voy dar? No puedo ofrecerles más. En esos días me toca entrar en razón de que… esa es mi realidad. Pienso: mis hijos se van a enfermar. Porque el solo comer eso, desayuno, almuerzo y cena… a veces hasta da malestar. A veces me piden dos coras y van por queso duro y comen con tortillas. Me toca sacar de mi pasaje de bus para que compren el queso. Son cosas imprevistas que van desajustando.
Por eso nosotros tendemos a ayunar, porque no queda de otra. Algunas veces almuerzo. Llevo frijoles y arroz. En una loncherita pongo cinco cucharas de frijoles y cinco de arroz. Una semana llevo frijoles. Trato de no hacerlo seguido, porque uno se aburre o le cae a uno pesado. Como tres tortillas al día.
A veces lo que hago es que me quedo hablando con compañeros al mediodía. En hablar y hablar se nos va el tiempo y se me olvida que hay que comer. A veces pido que me regalen un cigarro para pasar el hambre, pero ya no lo hago mucho, porque después queda doliendo feo, la acidez.
Mis hijos me dicen a veces: 'no vamos a comer'. Y se van así al mediodía a la escuela. Yo mejor ni les pregunto si comen ahí de lo que les dan en la escuela. Pueden comer como no pueden comer. Entonces solo ellos saben. No les pregunto porque… ni les voy a solventar si me dicen 'no comimos'.
Yo no tengo refrigeradora. No compro carne. De todos modos, si tuviera refrigeradora no me ajustaría para la carne porque se me iría todo en el pago de la electricidad. La cena la hago en mi casa con las cosas que he comprado. Me alcanza para comprar dos libras de pollo el domingo. Ese día hacemos una sopa de pollo. Pero eso lo puedo hacer una vez al mes.
Cuando nos enfermamos vamos a la unidad de salud que está a unas dos cuadras de la casa. Mi cocina es de gas. En esta catorcena no he comprado gas, pero ya la llama se le ve bien… que ya no sé cómo voy a hacer. A nosotros el gas nos dura menos del mes.
En el caso mío. Nosotros no salimos de la casa. Solo que alguien de mi familia diga los voy a invitar. De lo contrario, no. Por la misma necesidad la recreación es ver televisión y oír música. En el caso nuestro no tenemos DVD para ver películas. Al televisor se le cayó un botón ya...
En diciembre del año pasado fue la última vez que salimos. Mi hermano me dijo los invito a comer al Pollo Campero. Fue la última vez que salimos. De lo contrario, no puedo decir voy a ir al parque. A veces digo, ¿para qué voy a ir al parque? No les puedo comprar nada. Ni un sorbete. Si les compro uno, ya me va a desajustar para la casa.
A veces digo que si el presidente no hubiera dado los zapatos y los uniformes, a esta altura no creo que mis hijos fueran a estudiar. No creo. En colegio no pago nada, solo a inicios de año porque en la escuela tenemos que dar tres dólares al mes por las personas que hacen la comida. Lo que hago a veces es que por costumbre lo pago en diciembre. Cancelo 25 dólares. Siempre le digo a la profesora téngame paciencia que se lo voy a pagar. Pago en diciembre confiado en el aguinaldo. Son tres dólares al mes que los puedo pagar hasta diciembre.
Las tareas de la escuela
Tengo un hijo de 12 años que va a séptimo grado, una hija de 13 que va a octavo y otra que va a cumplir 17 que va a bachillerato. Como está estudiando bachillerato, le tengo que dejar 5 dólares para sus pasajes durante la semana. Ella va a estudiar al instituto. Está haciendo el segundo año de general. Es ya el último. Gasta dos coras de pasaje todos los días para ir y venir.
A veces ella me dice 'agarré para un café'. O me dice 'de aquí tengo que sacar tanto para hacer una tarea y tomé de los 5 dólares para pasajes'. Cuando ella se queda sin pasajes busco a mi hermano y le pido que me preste 2 dólares para que ella termine la semana. Esto es a la semana que me toca darle dinero.
A veces mi hermano le da otros 5 dólares. Cuando no tenemos para este pasaje ella no va a la escuela y le toca pedir copia el día lunes. Es bien complicada la situación.
Mis otros dos hijos van a estudiar cerca de la casa. Se van caminando a la escuela. A ellos dos les dejan trabajos como maquetas y trabajos de investigación. A veces necesito un dólar y otras veces un dólar y cincuenta centavos. A cada uno de ellos les doy por catorcena 3.50 dólares.
Cuando necesitan una copia, de ahí lo agarran. Siempre se los doy el domingo porque ese mismo día tienen que llevar tareas para el lunes. Ellos lo agarran y salen corriendo para el cibercafé. Si les sobra, ellos lo van ahorrando. Gracias a Dios son un poco ahorrativos.
A veces les dejan trabajos de maquetas. Una vez uno tenía que hacer un robot a partir de un carro y tenía que caminar. Gasté en alambres y baterías. Les digo a mis hijos: no hay. He tenido que ir donde los profesores a hablar y lo que me dicen es 'bueno, va a dejar la materia...'.
Al final de la catorcena sobran a veces frijoles porque uno se va midiendo y entonces para la siguiente reduzco y compro un poco menos. A veces se da la necesidad. Me dicen no tengo calcetines o ropa interior.
Uno de ellos me dijo no tengo calcetines y la otra me dijo no tengo brasier, ya solo quedan los alambres. Me toca decirles la vamos a socar ahora. Me toca concienciar a mis hijos para que entiendan que cuando no hay, no hay. Si me sobran 10 dólares, veo si les compro calcetines.
Siempre volvemos a lo mismo. Hay días y hay semanas en que disminuyen las tareas. Ahí uno se va balanceando. En vacaciones son los meses que menos ajusta porque uno come más frijoles y más arroz. Económicamente son días malos. Comemos más y pasamos más tiempo en la casa.
Ropa no compro. He llegado a extremos de frustración… Una vez llegó un compañero que me dijo '¿Creés que te quedan estos zapatos?'. Sí hombre, le dije. Los zapatos ya los tenía fregados. Uno llega al punto de la depresión. Uno llega a la empresa deprimido por la vida que uno pasa. Las veces cuando los hijos de uno llegan a la casa al mediodía uno piensa 'púchica, no les dejé nada de comer'. Luego los gritos en la empresa de apúrese, usted no sirve y luego a la hora de los salarios uno dice: ¡Puta, estamos jodidos!
¿Qué haría con el aumento de 30 dólares?
Te voy a contar algo. Con este salario que no alcanza para nada, uno de papá se descuida tanto de sus hijos. Las toallas sanitarias de las niñas… Habían pasado meses. Se me fue la ondilla y un día me acordé. Les pregunté a mis hijas 'bueno, ¿y ustedes qué usan?'. 'No, si nosotras unos trapos nos ponemos'. Yo les dije. '¡Hey! ¿Por qué no me habían dicho?'. Me sentí bien mal porque no estoy pendiente de esas cosas.
Lo que hago es que trato de comprarles un dólar de toallas al mes. Les pregunto ¿todavía tienen? Me dicen que sí y entonces es cuando puedo comprar otras cosas, como productos de limpieza. El champú, por ejemplo... Por la misma situación no es que podamos tener el frasco de champú en el baño... es que cuando hay, uno lo usa, pero cuando no hay, no. Es bien difícil la vida de un trabajador con este tipo de salario.
Yo solo en diciembre le puedo comprar ropa a mis hijos, pero ni comemos frutas. Con los 30 dólares de aumento me gustaría comprar 5 dólares de frutas, una camisa para mi hijo y dos blusas para mis hijas.