Jaque es por lo pronto solo una promesa. Pero una que vale la pena entender: no es un operativo más, de esos en los que la policía arranca a martillazos la puerta de una casuchita, para sacar en calzoncillos a un sorprendido pandillero a una sesión de fotos con la prensa. Promete ser, ni más ni menos, que la primera operación financiera en contra de la Mara Salvatrucha-13. Es decir, el resultado de una investigación compleja, prolongada, que ha implicado desenmarañar una confusa red delictiva. Promete ser una investigación adulta, con varios recursos investigativos y no solo lo dicho por un expandillero que, al verse acorralado, vendería a su propia madre para salvar el pellejo. Promete ser una investigación que ha acercado a las autoridades a comprender –finalmente- las interioridades organizativas de la MS-13; sus conflictos internos, su balance de poderes… Por eso es importante entenderla, pero también por eso es importante recordar que es, por lo pronto, solo una promesa.
En síntesis, la Fiscalía y la policía intentarán demostrar que un pequeño grupo de líderes pandilleros aprendió a hacer negocios millonarios a escondidas de la pandilla, pero valiéndose de ella. Intentarán probar que esos líderes pandilleros construyeron una red de prestanombres para inscribir una gran variedad de negocios y que incluso asesinaron para proteger sus empresas.
Para probar todo lo anterior, la fiscalía ha tenido que empeñarse en entender la lógica organizativa de la Mara Salvatrucha y cree haber descubierto a una pandilla menos monolítica de lo que se pensaba, llena de intrigas y de venganzas, de conjuras y de pisos serruchados, o sea, de política. Astutamente, las autoridades han decidido alimentar las divisiones internas, dirigiéndose en tono casi paternal a los “pobres” pandilleros rasos, a los que advierten que solo son carne de cañón y repitiéndoles hasta la saciedad que mientras ellos viven miserablemente, sus líderes llevan vidas lujosas. Como quien suelta una chispa, a ver si prende el incendio.
La Mara Salvatrucha-13 nunca ha sido una organización monolítica, sino más bien algo parecido a una federación de organizaciones que han llegado incluso a librar sangrientas guerras entre sí; como ocurrió en San Miguel a finales de los 90: la poderosa clica Sailors Locos Salvatruchos entró en guerra con casi todas las demás clicas de su misma pandilla hasta someterlas.
La MS-13 no suele mostrar sus entrañas y hasta ahora había conseguido lavar los trapos sucios en casa: o sea, había conseguido dirimir sus conflictos –por las buenas o por las malas- sin que eso se hiciera público y sin que afectara la aparente unidad de la estructura, que se ha mantenido formalmente unida desde sus orígenes.
La Mara Salvatrucha-13 nació –a inicios de los 80- como una pandilla obligada a evolucionar rápido en el sur de California: un entorno hostil, gobernado por pandillas de origen mexicano con mucho más historia, como el Barrio 18, que fue fundada en la década de los 50. Así que para hacerse un espacio en el universo de pandillas chicanas, los salvadoreños tuvieron que hacerse respetar por la fuerza y desde aquel momento la MS-13 no ha dejado de mutar.
Desde las bravuras adolescentes en las calles y escuelas de Los Ángeles, hasta la organización que intentan describir los fiscales y policías a través de Operación Jaque, la MS-13 se ha transformado cada vez que su entorno se lo ha demandado: es una organización que ha hecho de la capacidad de adaptación su principal arma para sobrevivir y expandirse. Sin embargo, pese a extenso control territorial, y a la atención que el gobierno de los Estados Unidos le ha dedicado, la pandilla no ha conseguido ser –hasta el día de hoy- una maquinaria financiera exitosa: no es un cártel de la droga; no existe evidencia de que tengan ninguna relación orgánica con alguna estructura criminal trasnacional y todo indica que su contacto con las drogas se reduce al narcomenudeo. El modelo de organización interna se parece más bien a una pirámide achatada, en la que no existe un “capo” con el control financiero y territorial de toda la estructura. Aunque la MS-13 ha conseguido afectar a casi todas las actividades económicas del país, a través de la extorsión, las dimensiones de la estructura mantienen a la pandilla al nivel de una economía criminal de supervivencia.
La Mara Salvatrucha-13 –y la gran mayoría de pandillas creadas en el sur de California- no se crearon como organizaciones criminales con un fin económico y las características de su estructura y de sus miembros impiden la acumulación de grandes capitales y, con ello, la diversificación de sus actividades criminales, las grandes inversiones en negocios legales para lavar dinero… en otras palabras: la estructura pandillera de la MS-13 ha sido y sigue siendo un lastre para que la organización sofistique sus actividades económicas. Precisamente por eso es que las autoridades están convencidas de que los líderes pandilleros involucrados en la Operación Jaque, han tenido que ocultar sus negocios del resto de la pandilla: para no tener que compartir sus ganancias con el resto de la estructura.
Las pandillas nacieron sin líderes y con mucho aprecio por la idea romántica de la horizontalidad, que expresan, en sus propios términos, bajo la máxima de que “nadie corre nada y todos corren todo”. En teoría, todos los miembros brincados a la pandilla tienen los mismos derechos y su posición solo depende del “respeto” que hayan conseguido labrarse a través de su arrojo y dedicación a la estructura. En escencia, se supone que el niño de 14 años que acaba de ser admitido, es tan homeboy como los pandilleros señalados en Jaque. Desde luego en la práctica no es así.
La pandilla tiene distintos niveles de jerarquía. Cuando un nuevo pandillero ingresa a la Mara Salvatrucha-13, en realidad ingresa a una clica de la pandilla: una célula local conformada por un número reducido de miembros. Hay clicas pequeñas, conformadas por 10 o 15 miembros; y las hay grandes, de 40 o 50 homeboys. Normalmente el pandillero hará su vida dentro de esa célula, escalará posiciones dentro de ella, la usará como apellido de su nombre pandillero ( el “Scooby de Sailors” o el “Destino de Guanacos Criminales”, por ejemplo) y salvo excepciones, para él la pandilla será, en el día a día, esa célula y sus miembros. Casi la totalidad de la pandilla se mueve en este nivel; ahí está el músculo y la fuerza temible de la estructura, el miembro que se regenera independientemente de cuántas veces se ampute. Cada clica tiene sus propias autoridades: el líder –palabrero- y sus sustitutos: segunda y tercera palabra. Ese es el primer nivel jerárquico, que tiene autoridad exclusivamente dentro de su célula.
A la agrupación de clicas se les conoce en la MS-13 como programas: surgieron normalmente de la expansión de clicas: células que se hicieron demasiado numerosas y con presencia en más de una colonia, municipio o departamento. Como las clicas, hay programas que reúnen a unas pocas clicas y los hay inmensos, con presencia en todo el país y con cientos de clicas agrupadas en ellos. Esta es la unidad administrativa de la pandilla: la MS-13 es una federación de programas que operan casi con total independencia entre sí, administran los recursos que cada clica genera y distribuye, según las necesidades, armas, municiones, vehículos, ropa, abogados, gastos fúnebres… entre sus células. A los líderes de cada programa se les conoce como corredores. Ellos autorizan el nombramiento de los palabreros, dirimen conflictos internos, organizan acciones –pegadas- conjuntas y son la voz del conjunto frente a otros programas. Según la investigación de la operación Jaque, existen 49 programas a nivel nacional, sin embargo, fuentes de El Faro contabilizan 54 estructuras.
Los corredores de los programas con mayor influencia (ya sea por número de miembros, por extensión territorial, por antigüedad o por cantidad de recursos generados) consiguen ser miembros de La Ranfla, el órgano colegiado que dirige a la Mara Salvatrucha a nivel nacional desde las prisiones. No existe un líder único de la pandilla y en la toma de decisiones cada miembro de La Ranfla vale un voto. Desde luego, como en todo colectivo, hay miembros con mayor influencia, debido a condiciones subjetivas: tienen mayor capacidad de convencimiento, gozan de más respeto histórico, tienen mucho poder territorial…
Casi todos los miembros de La Ranfla guardan prisión en el penal de máxima seguridad de Zacatecoluca, pero tienen la autoridad para nombrar voceros en la calle, que operan como la voz “institucional” de la pandilla ante los distintos programas. La operación de La Ranfla se financia a través de un porcentaje de lo recaudado por los programas.
Esta jerarquía hace que el manejo de los recursos sea realmente compartimentado: el niño que recoge los 10 dólares que paga un taxista como extorsión semanal, entrega el dinero íntegro a su palabrero y no vuelve a saber jamás del destino de esos billetes. A su vez, el palabrero entregará al programa lo recaudado por su clica y dispondrá de muy poca información sobre la ruta que ese dinero sigue en las venas de la pandilla. En retorno, el niño recibirá una especie de pago magro en dinero o en especies por su trabajo y la clica será abastecida de armas o recursos desde arriba.
Como promesa, la Operación Jaque dice haber encontrado una distorsión en este sistema de administración de recursos. Los investigadores creen haber descubierto que ciertos miembros de la Ranfla se han aprovechado de la manera compartimentada en la que se gestiona el dinero para hacer inversiones privadas y parecen apostarle a que la exposición pública de esta jugada genere divisiones internas entre los distintos programas y malestar entre los distintos niveles de jerarquía.
Jaque no pretende demostrar que la MS-13 se ha convertido en una mafia financiera compleja, sino que dentro de la pandilla hay quienes han comprendido que es imposible hacer negocios rentables si miles y miles de manos esperan que se derrame sobre ellas algún centavo. Está por verse si las autoridades consiguen estar a la altura de la promesa hecha.