Solo hasta cuando bajó del Jeep Willys, Armando se enteró del motivo del retén.
—Mirá —le notificó el guerrillero que estaba a cargo del operativo—: en este momento te encontrás en calidad de secuestrado del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Te vamos a mover de aquí por tu seguridad y la nuestra.
Vio cómo le ponían una pañoleta estampada con las siglas del FMLN que le cubría la mitad del rostro, y comenzó a caminar escoltado por el pelotón de hombres armados.
Ese domingo 7 de diciembre de 1986, con el sol de las 10 de la mañana, Armando Durán no pudo despedirse de su hermana ni de su cuñado. Junto a la escuadra de guerrilleros se encaminó por una calle de tierra y en segundos el grupo se perdió de vista al internarse en el bosque salado que rodea la Bahía de Jiquilisco, en Usulután. “Entonces escuché una ráfaga de balas', recuerda Armando, 30 años después. Y temió lo peor. 'Pensé en mi hermana y mi cuñado”, que lo habían acompañado en su automotor hasta el punto en que los detuvieron los hombres armados.
Armando Durán tiene 62 años y habla de su secuestro como si hubiera ocurrido ayer. Armando no ha olvidado. Nunca olvidó. Y cuando el pasado 13 de julio se enteró de que, finalmente, la Sala de lo Constitucional había eliminado la Ley de Amnistía de 1993, se apresuró a leer la sentencia. Ávido, reparó en que los crímenes de guerra y los de lesa humanidad quedaban desprotegidos y, posiblemente gracias a su formación autodidacta en materia de derecho, concluyó que su caso era perseguible. Que, finalmente y después de 30 años de estar rumiando su caso, tenía una oportunidad ante el sistema. Al siguiente día, el 15 de julio, empezó a trabajar en su archivo y preparó su caso. 13 días más tarde llegó a la Fiscalía General de la República a denunciar a la que fuera Comandancia General del FMLN, de la que fue parte el hoy presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén.
—¿Qué busca, Armando?
—La Ley de Amnistía impidió que yo pidiera justicia. He esperado 30 años para poder hablar como víctima y exigir justicia.
—Para usted, ¿qué es justicia?
—Justicia es que me paguen lo que me robaron... ¡es que me robaron!
Cuando Armando habla de que le robaron no se refiere solo a lo material. Su familia, por supuesto, tuvo que entregar dinero y una serie de bienes a cambio de la liberación después de 37 días de secuestro. Antes del secuestro, Armando y su familia habían estado aportando a la guerrilla forzosamente lo que esta llamaba 'impuesto de guerra'. Y Armando reclama por eso, pero cuando él habla de que le paguen también reclama por el sufrimiento de aquellos días y aquellas noches en que varias veces se sintió al borde de la muerte. Y eso no se lo pagarían con dinero.
—¿Quiere verlos en la cárcel?
—¡Claro! Quiero verlos presos... ¡no es poca cosa lo que me hicieron! —dice este hombre, que no ha olvidado lo que vivió hace 30 años.
Armando nunca olvidó. Se dice una persona de derechas, pero no cree en el perdón y el olvido que durante 23 años ha predicado el derechista partido Arena. Fue durante el primer gobierno de Arena cuando se diseñó y aprobó la Ley de Amnistía de 1993. El 15 de marzo de ese año El Salvador se estremecía cuando la Comisión de la Verdad publicaba su informe 'De la locura a la esperanza', que reseñaba los episodios de las más graves violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la guerra civil salvadoreña. Los señalamientos por las atrocidades apuntaban, por abrumadora mayoría, a responsabilidad de las fuerzas gubernamentales (un 66 %), y una cantidad muy pequeña de los casos investigados por la Comisión (un 3.3 %) apuntaban a la guerrilla del FMLN. El resto se atribuía en conjunto a los 'grupos paramilitares', 'los escuadrones de la muerte' y 'hombres armados no identificados'.
Un día después de que se revelara el informe de la Comisión de la Verdad, el presidente Alfredo Cristiani apareció en cadena de televisión para anunciar al país la inminencia de una ley que iba a lanzar tierra sobre aquellos crímenes. 'Apoyamos una amnistía general y absoluta. Eso quiere decir que aquí hay borrón y cuenta nueva”, dijo el gobernante.
Armando, como muchos jueces y como la Fiscalía a lo largo de los años, veía en aquella ley el impedimento para hacer el reclamo que ahora hace. Y el FMLN, convertido en diciembre de 1993 en partido político, también se pasó años reclamando la eliminación de la ley. Entonces se llegó el 13 de julio de 2016. La sentencia que eliminó la Ley de Amnistía habilita a los jueces para conocer, juzgar y sentenciar casos de la guerra civil, sin importar si están incluidos en el informe de la Comisión de la Verdad o no. La Sala dispuso que es procesable todo caso que no haya supuesto un delito cometido estrictamente en el fragor de la batalla que pueda calificar como crimen de guerra o contra la humanidad. Los magistrados constitucionalistas, además, resolvieron que en la persecución de estos delitos se puede hacer imputaciones penales por autoría intelectual en virtud del funcionamiento vertical tanto de la Fuerza Armada como de las fuerzas guerrilleras. Eso supone una presunción de autoría intelectual por parte de los altos mandos guerrilleros. 'Se establece la existencia del aparato organizado de poder como criterio de imputación penal y como criterio selectivo de los casos no sujetos a amnistía', resolvió la Sala. 'Los autores materiales o directos generalmente actuaron bajo la dirección de los jefes máximos de las estructuras militares, paramilitares y guerrilleras a las cuales pertenecían.'
Armando nunca se creyó lo de perdón y olvido. Y ahora tampoco cree en el discurso que ha adoptado el FMLN hoy que es gobierno. Después de décadas de demandar la eliminación de la Ley de Amnistía por considerar que era un impedimento para el acceso a la justicia, una vez que la Sala emitió su sentencia los efemelenistas salieron a tildar la resolución, cuando menos, de inconveniente. Algunos dirigentes efemelenistas y el mismo gobierno han propuesto la justicia transicional, es decir, una ley que obligue a exponer la verdad sobre lo ocurrido pero que exima de responsabilidad penal a quienes sean encontrados culpables. Armando no cree en eso. 'Quieren evadir responsabilidades, no pagar”, dice. Y cuando habla de pagar, lo dice en sentido figurado. “¿Qué significa que paguen? Es que los que resulten culpables paguen con la cárcel'.
En este punto, Armando recuerda cómo los secuestros se volvieron una práctica sistemática durante la guerra civil, particularmente por responsabilidad de una de las cinco fuerzas que dieron nacimiento al FMLN en 1980: el Ejército Revolucionario del Pueblo. El ERP hizo del secuestro y asesinato de alcaldes y otros personajes un arma de guerra, y Armando lo sabe. 'Es necesario que exista un precedente: tal vez mi caso ayuda a hacer justicia en el sentido de que muchos de los que fueron secuestrados no tuvieron la suerte de haber salido vivos. Murieron y sé que fueron muchos”, dice, para terminar de explicar qué entiende por justicia.
El secuestro de Armando Durán es el primer crimen de guerra que se denuncia ante la Fiscalía tras la eliminación de la Ley de Amnistía. Eso, a pesar de que durante 20 años pareció que quienes más temían a posibles consecuencias de un desmontaje de la ley eran los sectores vinculados a la extrema derecha, los que gobernaron en aquellos años previos a 1992 y los mismos militares que hicieron la guerra. Pero terminó la amnistía y el primer caso en que se demanda que el Estado persiga penalmente apunta a excomandantes del FMLN. Esos que hoy piden amnistía penal a cambio del reconocimiento de los crímenes.
Durante los 37 días en que su vida estuvo en manos de los guerrilleros, Armando Durán fue obligado a caminar por campos minados, a dormir en terrenos que eran bombardeados al menos dos veces por semana por la Fuerza Aérea Salvadoreña. Tuvo que huir de las balas en enfrentamientos como si fuera un guerrillero más, con la diferencia de que él carecía de entrenamiento previo, y se vio forzado a soportar hambre, frío y la sensación de la inminencia de la muerte.
***
Fue Stella quien recibió la llamada con la que empezó la tragedia familiar. Aquel domingo 7 de diciembre de 1986, uno de los trabajadores de la empresa de la familia llamó para pedir una reunión en una de las tres salineras de la familia Durán ubicadas en la Bahía de Jiquilisco. Los trabajadores exigían un incremento salarial, era plena temporada de producción de sal y las labores no podían interrumpirse. La familia Durán vivía de la exportación de sal a Guatemala.
Stella y su hermano, Armando, salieron de San Salvador a las 5 de la mañana. Los acompañaba Benjamín, esposo de otra hermana de Armando.
A las 7 a.m. llegaron al caserío Salinas del Potrero, donde los Durán tenían sus salineras. Unos 700 metros antes de llegar a la propiedad, con Armando al volante del Jeep Willys, alcanzaron a ver a unos hombres vestidos de verde olivo armados con fusiles. Benjamín creyó que era el ejército, porque los hombres armados le parecieron bien uniformados y bien armados. No tenía por qué saber que el Ejército Revolucionario del Pueblo ya acostumbraba el uso de los AK 47 soviéticos, pistolas Browning 9 milímetros y arreos de combate estadounidenses.
El Jeep Willys en el que iban paró a la señal de los hombres de verde olivo.
—Mire, ¿qué tal por allá arriba en la carretera? —le preguntó a Armando el hombre que se acercó a la ventana del auto.
—Todo bien —respondió.
—¿No han visto cuilios?
Cuando Armando oyó la palabra 'cuilios' comprendió que quienes los habían detenido no eran militares, sino guerrilleros. 'Cuilios' es el término despectivo con que se aludía a los policías o a militares.
El guerrillero pidió el documento de identidad de Armando y detuvo su mirada en los rostros de los otros dos ocupantes del vehículo. Comparó la foto del documento con la cara de Armando.
En todo ese tiempo no les permitieron bajara del carro. Los Durán notaron pronto que en realidad aquel grupo de hombres armados tenía también a mujeres armadas.
Estuvieron en el vehículo varado cerca de una hora. El personal del retén se comunicaba por radio y daban información y al parecer recibían instrucciones... Armando, Stella y Benjamín estaban sorprendidos de lo que les parecía un procedimiento minucioso y casi impecable. La comunicación por radio era fluida, las claves militares parecían bien trabajadas. Transcurrió hora y media más hasta que, a las 9:30 a.m., apareció en la escena otro contingente de gente uniformada. Eran unos 15 guerrilleros que se sumaban a los más o menos 25 que los habían detenido. Había unas 40 personas armadas, entre hombres y mujeres.
—¿Tú eres el licenciado Durán Hernández? —preguntó el guerrillero que había revisado la cédula de identidad personal de Armando.
—Sí.
—Mirá, ¿me podés hacer un favor? ¿Te podés bajar del vehículo?
—¿Y por qué? Si solo vamos a la propiedad... los trabajadores nos están esperando.
—Solamente te quiero decir algo.
Lo que el hombre de verde olivo quería comunicar a Armando era que en ese momento lo estaban secuestrando.
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Armando tiene en su poder una serie de documentos con los que pretende probar que fue víctima de secuestro. Por ejemplo, tiene un intercambio de cartas con una oficial de la Cruz Roja en las que gestiona que el organismo de socorro internacional emita un documento que haga constar que el secuestro existió y que su familia lo hizo de conocimiento del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) mientras Armando estaba cautivo.
Otro documento es una carta emitida por el CICR desde su sede, en Ginebra. En ella, la Cruz Roja reconoce que un representante del FMLN -al que la organización no identifica por su nombre- le informó a inicios de 1987 que Armando había sido liberado. Además, la carta menciona que en sus archivos en Ginebra hay un resumen de su caso. 'CIRC tuvo un contacto con un representante del FMLN en el 13/01/1987 y luego otro contacto en el 01.23.1987. La segunda vez, el representante del FMLN informó al CICR que el Sr. Salvador Armando Durán Hernández había sido puesto en libertad hace unos días. La información de la liberación se verificó mediante una llamada a la familia en el 28/01/1987 y luego se cerró el caso.”
El CICR había recibido la denuncia del secuestro y fue informada por la misma guerrilla sobre la privación de libertad y la posterior liberación. El CICR verificó la liberación con una llamada telefónica a la familia.
Una oficial de la Cruz Roja que pidió que no se le identificara confirmó a El Faro la autenticidad del documento que confirma tres cosas: que la familia de Armando denunció un secuestro hace casi 30 años, que la Cruz Roja sirvió de intermediaria en aquel caso, y que un miembro del FMLN les confirmó que Armando había sido liberado. Armando cree que estos documentos sustentan con solidez su caso ante la Fiscalía. Uno de los fiscales que conoce el caso dijo a este periódico que la denuncia de Armando es la primera tras la eliminación de la Ley de Amnistía.
Armando tiene en sus manos mucha documentación reveladora. Por ejemplo, una carta con membrete del FMLN fechada 23 de agosto de 1993. Es decir, ocho meses después de que la otrora guerrilla se convirtiera en partido político. En esa carta, firmada por Edmundo López como representante de la Secretaría de Asuntos Agrarios del FMLN, el partido de izquierdas reconoce que había tenido bajo su poder una propiedad inmueble de la familia Durán en la zona de las salineras y anuncia que da permiso a los dueños para que la recuperen. 'En vista de que la propietaria no desea vender, se le autoriza a tomar posesión material de la propiedad antes mencionada', dice la carta.
La familia Durán tuvo que dejar la explotación de las salineras y dedicarse a otro rubro económico.
Armando respira rabia cuando habla de su caso. Cuando habla de su herida. Su voz áspera se queja de un dolor que le escuece. “La Ley de Amnistía realmente fue un arreglo entre victimarios”, reflexiona.
La Fiscalía tomó su denuncia el 26 de julio de este año. Tres días más tarde -el 29 de julio- la oficina contra crimen organizado de la Fiscalía abrió la investigación por el delito de secuestro. En el expediente la víctima es Armando y los denunciados son el FMLN y la comandancia general.
El Faro llamó a Eugenio Chicas, secretario de comunicaciones de la Presidencia, para pedirle un pronunciamiento sobre la denuncia contra el presidente por este secuestro. Chicas no contestó ninguna de las llamadas que este periódico hizo a su teléfono celular desde el 2 de octubre para hablar de este tema. Los días 2 y 3 de octubre se le envió vía Whatsapp unos mensajes en los que se le explicaba el motivo del contacto, pero nunca respondió. El 5 de octubre, El Faro pidió a una empleada de comunicaciones de la Presidencia que informara a Chicas que este periódico lo buscaba y que requería una declaración oficial. Ese mismo día la empleada confirmó que Chicas ya estaba enterado del tema, y que respondió que no iba a hacer declaraciones al respecto.
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Stella Durán casi nunca habla de ese episodio. Aunque dice que recuerda casi a la perfección el día en que Armando se perdió, forzosamente, junto al pelotón de guerrilleros. Ella y su cuñado intentaron negociar en el momento.
Una vez que se llevaron a Armando, uno de los hombres de verde olivo le confirmó que su hermano había sido secuestrado. Ella se bajó del Jeep Willys y les preguntó cuánto dinero querían. Platicó debajo de un amate con uno de ellos y le explicó que podía intentar conseguir algún dinero si acordaban la cantidad. No quería que se llevaran a su hermano. Stella les lloró y les insistió en que intentaran negociar ahí mismo, pero la respuesta fue negativa.
—No, no podemos hacer ninguna negociación porque no está en nuestras manos eso —recuerda que le dijo el hombre armado bajo aquel amate. Luego le dijo que la decisión correspondía a comandantes.
Ese mismo hombre le dijo que se comunicaría con la familia Durán en otro momento. Luego les pidió que se marcharan. Se subieron al Jeep. Stella quería ir a la salinera, pues sospechaba que su hermano podía estar ahí. Pero su cuñado, Benjamín, optó por la prudencia y le insistía en regresar. En esa discusión estaban cuando escucharon una ráfaga de disparos. Huyeron hacia Usulután, a la casa de la madre de los Durán.
En la casa materna Stella rompió en llanto. Dos días después, el martes 9 de diciembre, por medio de un hombre al que no conocían, la guerrilla envió un mensaje: para liberar a Armando ponía como condición la entrega de 200 mil colones (el tipo oficial de cambio era de 2.5 colones por cada dólar), dos mimeógrafos marca Pelican, dos generadores de electricidad marca Honda, 15 fardos de tela verde olivo, 300 vacunas contra el tétanos y un fertilizante que las fuerzas guerrilleras utilizaban como insumo para fabricar explosivos.
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Armando no supo detalles de la negociación hasta que recuperó su libertad y fue Stella quien se encargó de todo. “Me movían dependiendo de la situación de las maniobras militares del ejército”, relata Armando. En su primera noche no pudo dormir porque el grupo guerrillero que lo tenía cautivo sufrió un ruidoso ataque de helicópteros. Por supuesto, esos ataques eran más que ruido. Por lo general, recuerda, eran ataques de dos o tres aeronaves que disparaban sus ametralladoras Gatling de calibre 0.5 pulgadas hacia zonas donde el gobierno sabía que había fuerzas guerrilleras. Las Gatling 0.5 pueden rociar 3 mil balas por minuto. Esa primera noche los guerrilleros encontraron un refugio para Armando: una canaleta de regadío que atravesaba una hacienda ganadera en el centro-sur del departamento de Usulután. Armando no sabe dónde exactamente estaban esa noche, pero sí sabe que los helicópteros arremetían desde la costa. “Entraban bien suave... venían casi al ras de los manglares. Cuando ya tenían el objetivo, se venían en picada”, recuerda.
Durante su cautiverio, aprendió que antes de cada ataque del grupo de helicópteros de la Fuerza Aérea aparecía un avión de reconocimiento, al que la guerrilla llamaba “ran”, que sobrevolada la zona. Durante su cautiverio, casi todas las noches escuchó, huyó o se refugió de ataques de este tipo. Los días que no huyó ni se refugió de las balas de las Gatling, sufrió, cual guerrillero, ataques terrestres de las fuerzas del gobierno.
La noche del 17 de diciembre de 1986 el grupo de Armando huyó por uno de los canales en la desembocadura del río Lempa, después de detectar en las cercanías a una de las Patrullas de Reconocimiento de Largo Alcance (PRAL), como se llamaba a un grupo de la Fuerza Armada cuya especialidad era penetrar zonas ocupadas por guerrilleros para dar coordenadas exactas al grupo de helicópteros o a aviones bombarderos. Esa noche Armando sintió más temor de morir. “A mí lo que me daba miedo es que nos fuimos a un lugar muy despejado, sin árboles, y si llegaba el helicóptero sí nos mataba”.
Una vez concluyeron que había pasado el peligro de ataque aéreo, volvieron a la protección del bosque salado. Llegaron a La Tirana, una zona muy pobre en la costa del sur de Usulután. Pasaron dos horas en la oscuridad de la espesura de los manglares y luego a Armando lo subieron a un bote muy estrecho en el que también se embarcaron cuatro guerrilleros. En realidad había ocurrido una ofensiva terrestre del ejército. Hasta entonces, Armando se las había ingeniado para llevar un registro mental de sus días de secuestro. Pero en aquella soledad entre canales y manglares, huyendo de los militares, perdió la noción de los días. Cree que estuvo casi una semana en esa zona. “Hasta que pasó la invasión militar entonces nos llegaron a avisar que podíamos salir. Salimos en la noche, por protección”, cuenta Armando. Cree que en esos días lo tuvieron en la isla Montecristo.
Tres ex mandos medios del ERP consultados por El Faro explicaron que hasta 1983, el comandante de la organización responsable del departamento de Usulután fue Juan Ramón Medrano. Luego la responsabilidad recayó en la comandante 'Mariana', cuyo nombre verdadero es Ana Sonia Medina Arriola.
Según estas tres personas, Mariana era responsable de tres puntos del Frente Suroriental del ERP. Medina Arriola, jefa de inteligencia militar de la guerrilla, es ahora una de las propietarias de un canal de televisión, el 27, cuya frecuencia utiliza por ahora la Iglesia Elim. En ese equipo estaba también el ahora diputado Roger Blandino Nerio, conocido en aquella época como Jeremías. Medina Arriola no respondió ni las llamadas a su teléfono celular ni un mensaje de texto ni uno de voz en los que El Faro le pedía una entrevista.
El Faro también entrevistó a tres exguerrilleros que en aquella época combatieron en Tierra Blanca, la zona de Jiquilisco donde fue secuestrado Armando. Coincidieron en que la práctica de los secuestros por parte del ERP dependía de los mandos de cada frente de guerra. Tierra Blanca tuvo durante casi toda la guerra como su jefe guerrillero local al comandante “Chungo”. Los tres excombatientes dijeron no recordar el nombre verdadero de Chungo. Los tres también coincidieron en que cada zona tenía autonomía como para realizar los secuestros que considerara necesarios para buscar provisión de fondos o pertrechos de guerra. Añadieron que Chungo ya murió.
El antecesor de Mariana como responsable de Usulután tampoco quiso conceder una entrevista. Vía telefónica sostuvo que todas las explicaciones que él pueda dar sobre decisiones y acciones durante la guerra civil están ya plasmadas en un libro de su autoría. 'Lea mi libro. Eso es lo que yo puedo opinar”.
Uno de los ex mandos medios del ERP consultados por El Faro accedió a hablar sobre los secuestros.
—¿La comandancia general del ERP pudo conocer de un secuestro perpetrado en Tierra Blanca cuyo rescate fue de 50 mil colones?
—No necesariamente. Los secuestros eran una práctica común, pero en muchos casos eran ordenados por líderes locales.
—¿Un secuestro cuyo rescate era de 50 mil colones no lo conocía la comandancia del ERP?
—No. La comandancia básicamente se ocupaba de cosas estratégicas. El secuestro de Roberto Poma sí era estratégico, el secuestro de la hija del (presidente) Duarte era importante, pero Atilio (Joaquín Villalobos, dirigente principal del ERP) no estaba ni tenía que estar al tanto de lo local.
—¿Recuerda a los comandantes Mariana y Jeremías?
—Sí. Pero ellos, le voy a ser franco, ni se aparecían por esa zona. Ellos no se metían en lo local.
Armando no ha olvidado. Nunca olvidó. Por eso, 30 años después de su secuestro, tiene identificados a dos de los exguerrilleros que estuvieron en uno de los campamentos donde estuvo cautivo. Pero los nombres de esas personas se los guarda para empujar su causa en la Fiscalía, a la que ya se los ha aportado. También recuerda el seudónimo de la única persona que casi siempre estuvo a su lado. Le decían Zulma. “Mi brigadista era una guerrillera que se llamaba Zulma. Otro se llamaba Hilario'. Y sabe qué ha sido de ellos: 'Los dos ya murieron”.
Armando ha pasado la mitad de su vida investigando sobre las personas que lo secuestraron. Se le volvió una obsesión. Asegura que recuerda bien los rostros de sus secuestradores. Sobre Chungo confirma la versión de los exmiembros del ERP. 'Murió hace casi un año, de muerte natural. Yo lo vi un par de veces en esta zona', dice, el día en que volvió con El Faro a Tierra Blanca, exactamente al punto en que a las 7 de la mañana del 7 de diciembre de 1986 lo detuvo el retén guerrillero.
***
Armando conoció a Chungo en vísperas de la Navidad de 1986. El 23 de diciembre el comandante Chungo mandó que le llevaran de urgencia al secuestrado. Armando se llenó de esperanzas: creyó que Chungo iba a anunciarle que las negociaciones con la familia iban por buen camino y que su liberación era inminente. Llegó al campamento de Chungo en la noche. Estima que en ese lugar, cercano al caserío Las Arañas, en el bajo Lempa, había unos 120 guerrilleros. El episodio terminó con profunda tristeza para Armando.
Llegó donde Chungo. Al tenerlo enfrente, Armando tomó la iniciativa y buscó respuestas sobre su futuro:
—Chungo, ¿podemos hablar?
—Mirá, fijate que no hay nada. No hay negociación todavía —respondió Chungo, adelantándose a los pensamientos del secuestrado.
—¿Por qué?
—No sé —fue la escueta respuesta que recibió. Y eso fue todo. Chungo nunca le dijo para qué lo había llamado.
'Me sentí muy mal', dice Armando. Ese día se le derrumbaron las esperanzas de una pronta liberación. Rompió en llanto. En su mente resonaron las palabras recientes de un guerrillero, que le había dicho que podía estar hasta años secuestrado y le había advertido que si las negociaciones no avanzaban rápido, la guerrilla podía trasladarlo a Morazán.
Al día siguiente, la víspera de Navidad, Armando recibió algo de su familia: una frazada y una bolsita de dulces. Pero lejos de darle felicidad, recibir aquella frazada y aquellos dulces lo sumieron en la depresión. “Yo me puse más deprimido porque era Navidad y no me habían mandado nada más. Pues sí, como uno secuestrado se le viene un montón de sentimientos encima... yo pensé que me habían olvidado'.
Solo hasta recuperar su libertad Armando se enteró de que su familia sí le había enviado más cosas.
A las 7 de la noche del 24 de diciembre le dijeron que iban a liberarlo. Descansó en una hamaca un rato y, después de la aguda desazón de la noche anterior, sintió algún alivio. Pero a la medianoche sobrevino un ataque aéreo y lo levantaron para escurrirse en el bosque.
***
—Armando, ¿por qué no demandó sólo a los comandantes del ERP?
—Yo he denunciado al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Es que a mí me dijeron que era una institución. Una heredó a la otra, la de aquella época y la de ahora. Es una denuncia contra Shafick Hándal, Joaquín Villalobos, Francisco Jovel, Eduardo Sancho y Salvador Sánchez Cerén. Esa es la denuncia en sí. No es contra la comandancia, es contra las cinco personas, que eran comandantes del FMLN. Así dice la denuncia que puse.
Y mientras Armando se movía aquellos días en zonas de guerra, Stella estaba al frente de las negociaciones. Y por eso ella también conoció a Chungo.
La primera reunión para discutir la liberación de Armando ocurrió en una de las salineras. Ahí les dijo que era imposible conseguir 200 mil colones, pero que los bienes que le habían pedido sí los podía entregar poco a poco. Al final acordó pagar un rescate de 50 mil colones. Su contraparte en la guerrilla era Chungo.
Stella estaba muy preocupada: un guerrillero que actuaba como vocero del grupo que había cometido el secuestro le había advertido que si no cumplía con todo lo solicitado como rescate, tal vez no volvería a ver vivo a su hermano.
Su hermano no tenía idea, pero el 15 de diciembre Stella entregó las dos plantas eléctricas marca Honda. Las llevó en un pick up conducido por un motorista que tenía el visto bueno de Chungo. Ese día Stella dijo a Chungo que su situación era muy apremiante porque debido a la ocupación de sus propiedades, no tenía sal para vender. Por lo tanto, a lo sumo podía juntar 30 mil colones. Chungo no le respondió.
Pocos días después, Stella recibió una carta escrita a máquina firmada por el FMLN en el que los guerrilleros la apremiaban a que atendiera las exigencias del secuestro.
Unos días antes de Navidad entregó la tela verde olivo y envió unos regalos para Armando. Envió más que la frazada y los dulces que él recibió. Por ejemplo, le envió manzanas y uvas, pero estas no llegaron a su destinatario y eso provocó que el secuestrado temiera que su familia lo estaba abandonando a su suerte.
La Navidad fue un día triste. Stella se la pasó llorando, pues no podía sacar de su mente la amenazante carta en que el FMLN le exigía que cumpliera lo que le habían pedido. Finalmente, sin embargo, Stella pudo juntar los 50 mil colones y el resto de bienes exigidos y entregó todo.
***
Armando fue liberado el 13 de enero de 1987.
Cerca de las 11:30 de la noche del día 12, llegó una guerrillera y le informó que debía estar de pie a las 3 de la mañana. La guerrillera le dijo que no le quería dar falsas esperanzas, pero que por el tipo de movilización de tropas, ella sospechaba que había una posibilidad de que fuera liberado.
Caminaron hasta llegar a las Salinas de Sisiguayo, un caserío ubicado tres kilómetros al sur de las Salinas del Potrero, punto donde había sido secuestrado el 7 de diciembre del año anterior. En Salinas del Sisiguayo tomaron un bote y se transportaron a través de los canales hasta las Salinas del Potrero. Lo llevaron por agua.
Desembarcaron en una salinera y mientra caminaba alcanzó a distinguir a su hermana, que llegaba por otro rumbo. En ese momento Armando creyó que era el momento de la liberación. Luego también observó que se había presentado al lugar el comandante Chungo. Chungo lo invitó a entrar a una casa deshabitada a escasos pasos de ahí.
—¿Y qué le dijo Chungo?
—Me llamó y me dijo: 'Armando, vos sos para nosotros una persona honorable, pero lamentablemente el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional necesita recursos para su guerra de liberación'. Después me dijo que podía irme a mi casa.
Salió de la vivienda deshabitada y ya estaba afuera su hermana. Chungo les dijo que podían evacuar la zona con total seguridad.
—¿Y qué pasó después?
—Luego de eso empieza mi proceso de adaptarme de salir del estrés...
La denuncia de Armando en la Fiscalía ya avanzó: la Fiscalía ya ha hecho entrevistas a algunos testigos, que están agregadas al expediente en el que consta el extenso relato de Armando y que engrosan algunos documentos como aquellos que Armando fue celosamente guardando durante estos 30 años mientras se llegaba el momento propicio para buscar justicia. Porque Armando nunca olvidó. 'Porque un secuestro es una cosa terrible', dice.