En 2004, Elías Antonio Saca ganó las elecciones presidenciales por un margen abrumador. Aparte de ser un político sumamente carismático y venderse como “un hombre del pueblo”, sus políticas populistas materializadas en programas como Fosalud y Red Solidaria le dieron un respiro engañoso a un gran sector de la población que resentía los efectos del estilo de gobierno de “Estado pequeño” de Francisco Flores.
El camino de Saca desde que asumió como presidente de la Republica en Junio de 2004 ha sido largo y esencial para entender la realidad actual del país. El expresidente es, sin duda, uno de los políticos más astutos que la patria ha parido. Se especula que en 2009, antes de dejar la presidencia, Saca construyó para sí mismo y su círculo más cercano un blindaje materializado en 12 diputados de la Asamblea Legislativa que casi siete años después siguen siendo un elemento esencial en la aritmética del primer órgano del Estado. Luego de ser acusado de traición y expulsado de su partido, el expresidente se mantuvo relativamente fuera del ojo público, hasta que decidió que quería ser presidente de nuevo en 2014. En 2013 este periódico reveló que su patrimonio se había multiplicado por 16 durante su presidencia. Una mansión con canchas de futbol y piscinas era solo la punta del iceberg. Luego, en 2014, Saca logró más de 250,000 votos con una candidatura basada en su propia popularidad más que en cualquier otra cosa.
Han pasado más de 12 años desde que Francisco Flores colocó la banda presidencial con los colores de nuestra bandera y su escudo en el torso de Tony Saca. Han pasado siete desde que él hizo lo mismo con Mauricio Funes. Ninguna de esas historias ha terminado bien. Flores falleció en medio de un proceso penoso y lleno de irregularidades, en el cual la Fiscalía que Luis Martínez, conocida por sus irregularidades, lo acusaba de desviar más de $10 millones en donaciones para las víctimas del terremoto de 2001 a su partido, Arena.
Funes pasó de ser un símbolo de esperanza para muchos en 2009 a esconderse como “asilado político” bajo uno de los regímenes más cuestionados de Latinoamérica. Y Tony Saca; él duerme en las bartolinas de la DAN porque la Fiscalía de Douglas Meléndez sospecha que desvió $246 millones de la fondos públicos durante su quinquenio. Si se comprueban las acusaciones de la Fiscalía, estamos ante un hombre que robó lo que miles necesitan para salvarse de la miseria. Se habría robado también, entonces, suficiente para resolver la crisis fiscal que el país entero enfrenta a corto plazo.
Luego de todo esto cabe preguntarnos: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo dejamos que uno, tras otro, tras otro, de los hombres que elegimos para ser nuestros líderes cometieran una serie de irregularidades que, aún sin condena en juicio, huelen a una podrida corrupción?
¿De dónde salió el dinero para las campañas políticas, las mansiones y los Salvatore Ferragamo? Creo que para robar de esa manera a un país tan pobre hay que ser sumamente cínico. Creo que para vivir en el, es difícil no contagiarse hasta cierto punto de ese cinismo.
Tenemos, en este momento, la oportunidad de limpiarnos un poco de ese cinismo que nos carcome, de sentar un precedente y de salir adelante. Para hacerlo tenemos que ser un poco más astutos de lo que estamos acostumbrados y no creer en todo ni en todos, mucho menos en líderes auto-proclamados que se presentan a sí mismos como la solución a los problemas del país. Ya nos dimos cuenta de que esos no funcionan.
Horas después de la captura del expresidente Saca, el alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, escribió un post lleno de falacias en el que insinuó que el actual fiscal general de la Republica es un empleado de Arena que sirve a sus intereses para llevarla de la mano al poder en 2019.
Su argumento se basa en conectar una serie de casos cuya investigación, según el ‘ciberalcalde de San Salvador’, solo benefician a Arena. No estoy de acuerdo. Creo que es irresponsable acusar al fiscal de tener motivaciones partidarias simplemente porque las investigaciones que su institución lleva a cabo no son las que al alcalde le convienen. La Fiscalía por primera vez da destellos de ser una institución al servicio de los salvadoreños y no a los del mejor postor, y el alcalde de la capital utiliza su megáfono –el de verdad y el de twitter– para desprestigiarla. Da vergüenza.
Yo, por el momento, creo en sus investigaciones y en sus actos, fiscal Meléndez, no en los tuits ni en los posts bien redactados de Nayib Bukele. Nosotros, los salvadoreños normales que no pagamos $20,000 para que nos devuelvan nuestros aviones que tenían rastros de droga; que no salimos huyendo de la Justicia pidiendo asilo político a regímenes dictatoriales; que no somos sospechosos de financiar trol-centers y de generar ciber ataques; que no malversamos cientos de millones de dólares públicos; que no somos tan hipócritas, tenemos la oportunidad, hoy, de ser un poco menos cínicos que ayer. De no creer en campañas mediáticas y abogados defensores de la corrupción cuyo objetivo es seguir alimentando nuestro cinismo, sino en la verdad, que con cada destape se vuelve más clara.
P.D. Felicidades al alcalde y a su ciber equipo por lograr más retuits y likes en la mayoría de sus publicaciones que Hillary Clinton en plena campaña presidencial de Estados Unidos #orgánico.
*Héctor Silva Hernández es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts.