PRIMERA ENTREGA
El domingo 14 de agosto de 1991, el detective se enfundó el uniforme negro, preparó la pistola Beretta y leyó un documento con la etiqueta de 'confidencial'. A las 7 de la mañana había llegado a la oficina antidrogas del puesto fronterizo de La Hachadura un mensaje que ordenaba ponerse en guardia a los custodios del paso entre El Salvador y Guatemala: 'Los individuos (…) son traficantes de cocaína y en horas del mediodía de hoy ingresarán al país, a bordo de vehículos que utilizan para el tráfico de dicha droga', les advertía la oficina central, en San Salvador.
La información detallaba que al grupo de narcotraficantes lo dirigía Asmel Arturo Bercián Rivera, un hombre originario de San Miguel, de oficio agricultor, entonces de 39 años de edad, a quien apodaban 'El Coronel Bercián' o 'El Tiburón'. Ni en los registros de la Fuerza Armada, ni en el Registro de las Personas Naturales consta que Asmel Arturo Bercián Rivera haya prestado servicio militar. La información en poder de la Unidad Ejecutiva Antidrogas (UEA), dependencia de la hoy desaparecida Policía Nacional, decía que al Coronel Bercián lo acompañaban tres hombres. Cuando cruzó la frontera lo acompañaban cuatro.
Con esa información en mano, el detective y otros tres oficiales de la UEA, entre ellos el que investigó dos años después a Joaquín 'El Chapo' Guzmán en El Salvador, comenzaron a preparar la trampa. Siempre era igual. Siempre que llegaba una alerta desde la oficina central seguían una rutina: conformaban un equipo dirigido por un 'sargento detective', apoyado por un subsargento y dos detectives o más. Montaban un equipo de vigilancia perimetral y un retén para la identificación de “los objetivos” y revisión de personas y automotores. En los vehículos buscaban 'caletas' (compartimientos secretos) para el transporte de droga o dinero.
Para la búsqueda de caletas, los detectives se apoyaban en un perro entrenado, pero aquel domingo de agosto el canino no estaba disponible en la frontera La Hachadura. Por eso, los policías trasladaron los autos del Coronel Bercián a las instalaciones centrales de la UEA, donde se les realizaría una búsqueda exhaustiva.
―Nos va a tener que acompañar ―dijo el detective al Coronel Bercián.
―Pero muchachos… ¡todos los papeles están en regla! ―respondió el objetivo.
El detective es un hombre de ojos alargados, cabello negro y liso, con piel cobriza, a quien le gusta usar gafas oscuras. Ahora es un policía retirado que trabaja como auxiliar administrativo en una oficina del Estado, pero un cuarto de siglo después de aquel operativo, lo tiene fresco en el recuerdo. 'Nos confundió con policías de aduanas. Intentó convencernos de que lo dejáramos ir. Era pícaro. Venía de los Estados Unidos y sabía cómo moverse en las fronteras. Nosotros lo engañamos, le dijimos que necesitábamos revisar una documentación y lo trajimos hasta la terminal'. Las oficinas de la UEA ―ahora División Antinarcóticos (DAN)― están a un costado de la terminal de buses de oriente, en San Salvador.
En el cuartel central de la UEA, un perro inspeccionó los vehículos y dio una alerta. Así determinaron que en el tanque de combustible de un camión color anaranjado con rayas blancas, marca International, y en un pick up marca Chevrolet, había caletas. Luego se detectó en ellas partículas de cocaína. Acorralado por los indicios y luego del largo interrogatorio de los detectives, la noche de aquel 14 de agosto de 1991 el Coronel Bercián se quebró: confesó que era narcotraficante. El expediente precisa que primero confesó que en su casa tenía escondidos varios miles de dólares y que horas después confesó que conocía un lugar donde estaban enterrados varios kilogramos de cocaína…
Este reportaje cuenta una historia del Coronel Bercián construida a partir de investigaciones oficiales realizadas por el Estado a lo largo de más de tres décadas, más una serie de declaraciones y testimonios de funcionarios y exfuncionarios tanto de Guatemala como de El Salvador. Asimismo, recoge el aporte de entrevistas con investigadores policiales e informantes de la DEA. Este reportaje cuenta la historia de un personaje relacionado por Guatemala y El Salvador con el tráfico de centenares de kilogramos de droga, que tiene dos hijos que ya han sido procesados en casos separados por tráfico de cocaína, y que sigue en libertad observando cómo el Estado aún recientemente lo ha tenido en la mira por ser un sospechoso de dedicarse al crimen organizado.
¿Quién lo llevó al negocio?
Cinco meses antes de la caída del Coronel Bercián, en marzo de 1991, la Asamblea Legislativa había aprobado la primera ley antidrogas de El Salvador. Luego, de la mano de la embajada de Estados Unidos, la Policía Nacional creó la UEA y capacitó a un grupo de detectives que dirigía el mayor Óscar Armando Peña Durán. Así que la ley tenía apenas unas semanas de vigor cuando fue capturado el Coronel Bercián. 'El perfil que tenía Bercián es que manejaba una operación bastante importante de drogas también en Guatemala, y que en Nicaragua tenía otra estructura. Por eso se convirtió en un perfil prioritario para indagarlo', dice Peña Durán, en las oficinas de su empresa de seguridad privada. El exjefe de la UEA sirvió en varios cargos durante los gobiernos de José Napoleón Duarte (1984-1989) y Alfredo Cristiani (1989-1994), y de esa experiencia dan testimonio los numerosos diplomas y fotografías que tapizan las paredes de su despacho.
El golpe de la UEA al grupo del Coronel Bercián fue, en realidad, un golpe dirigido por Estados Unidos, aunque esto no conste en los archivos. Los documentos solo consignan que el Coronel Bercián fue capturado por información 'confidencial'. Peña Durán revela que recibieron la alerta de un centro de inteligencia estadounidense: El Paso Intelligence Center (EPIC), dedicado al combate del tráfico de drogas y armas. 'Fuimos informados de que el señor Asmel Arturo Bercián Rivera estaba siendo investigado por tráfico de drogas en Texas', revela Peña Durán. 'Nos informaron que pronto podría venir de los Estados Unidos con vehículos comprados con dinero del narcotráfico y que presumiblemente en los vehículos llevaban unas caletas preparadas con droga...'
Hasta antes de la alerta del EPIC, el perfil del Coronel Bercián ante las autoridades salvadoreñas era el de un hombre involucrado en delitos de poca monta. El 3 de diciembre de 1984, la Policía de Hacienda, otro de los cuerpos de seguridad clausurados con los Acuerdos de Paz de 1992, lo capturó en el Pasaje B de la Comunidad Iberia. El motivo: 'Andar ebrio y hacer disparos con arma de fuego'. Le decomisaron 14 cartuchos y una pistola marca Browning que había registrado apenas cinco días antes. Cuando esta captura ocurrió, el Coronel Bercián tenía 34 días de ser el padre de un bebé llamado Moris Alexander Bercián Manchón, ahora conocido como El Barney, un pandillero de la Mara Salvatrucha (MS-13) declarado objetivo de persecución por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Cinco años después, en 1989, el Coronel Bercián estuvo detenido durante seis meses en el penal de San Vicente por 'transportar ganado robado'. Hasta ahí llegaron los delitos de poca monta. Al año siguiente, en 1990, se reencontró con un viejo amigo al que había conocido en las cercanías del mercado La Tiendona: Amílcar Valle Contreras. El Coronel Bercián contó a los detectives que Amílcar le propuso incursionar en un jugoso negocio: el tráfico de cocaína.
Los viajes del Coronel Bercián
Luego de aquella operación del 14 de agosto de 1991 en que la Policía Nacional arrestó al Coronel Bercián, quedó escrito en un acta de la UEA: 'Habiendo manifestado en su interrogatorio preliminar el reo Asmel Arturo Bercián Rivera que en la casa número 2, de la Colonia Campestre, Sonsonate, tiene cierta cantidad de dinero en dólares producto del narcotráfico'.
A las 2 de la madrugada del día siguiente, las autoridades allanaron una pequeña casa de bloques de cemento, techo de duralita y puerta metálica. Pegada a la pared, una pequeña placa metálica anunciaba la pertenencia de aquel inmueble: “Familia A.A.B – Rivera”. Dentro de la casa, sobre una cama, encontraron un maletín de color café con dos fajos de billetes dentro de bolsas plásticas que sumaban 23 mil dólares. También encontraron pesos mexicanos, quetzales, colones costarricenses, lempiras y córdobas que, al cambio actual, sumaban 6 mil dólares más. El total del decomiso: 29 mil dólares.
Los detectives no pararon ahí: la declaración preliminar los llevó hasta el dinero, pero la confesión definitiva los llevó hasta la casa donde vivía Amílcar, el amigo que según el Coronel Bercián dijo a los detectives, lo había inducido a incursionar en el tráfico de cocaína. En la casa número 10 del pasaje Blanca Victoria, en Mejicanos, estaba enterrado un depósito plástico blanco con 17 paquetes de cocaína en su interior. La droga pesó 19.3 kilogramos. Lo que el Coronel Bercián dijo sobre aquel decomiso quedó plasmado en una segunda acta de la UEA fechada el 15 de agosto de 1991: 'Contesta: que se hace cargo del delito que se le imputa en las presentes diligencias'.
Según la confesión extrajudicial, el Coronel Bercián llevó cocaína a los Estados Unidos dos veces. Todo comenzó, dijo, en noviembre de 1990, cuando viajó con su amigo Amílcar a la zona libre de Colón, en Panamá. Ahí negociaron con los panameños Enrique y Mene Olivares la compra de 22 kilogramos de cocaína que escondieron en el techo de un furgón, color azul con blanco. Para despistar a las autoridades, a su regreso, en Costa Rica, compraron plátanos. Llegaron hasta un taller en el barrio San Miguelito, en San Salvador y contactaron a un motorista, Carlos Alberto Escobar Guevara, para seguir rumbo a San Antonio, Texas, Estados Unidos. Una vez en suelo estadounidense entregaron el alijo a un cubano llamado Héctor Rodríguez, quien les pagó 65 mil dólares.
El segundo traslado de cocaína ocurrió en julio de 1991. Los 30 kilogramos de cocaína llegaron desde Honduras, en la caleta de un camión que abastecía frutas al mercado La Tiendona. El Coronel Bercián confesó que él y otros tres hombres se encargaron de mover la droga hasta Texas, Estados Unidos. El cubano les pagó 125 mil dólares, dinero que usaron para comprar en Estados Unidos tres cabezales, una rastra y una refrigeradora, bienes que les fueron decomisados cuando regresaron a El Salvador.
El Coronel Bercian pasó encarcelado 16 meses. El 19 de octubre de 1992, cuando compareció en juicio, dijo al juez que sí viajó a Panamá, pero que viajó solo a conocer ese país. Añadió que si él manifestó a los policías algo con respecto a la cocaína, lo hizo bajo tortura: 'Para que (los policías) no me siguieran golpeando. Les dije que pusieran lo que quisieran'. El juez lo exoneró y, dos meses más tarde, una Cámara confirmó su libertad porque consideró 'insuficiente su confesión extrajudicial'. La Cámara precisó que al Coronel Bercián 'no se le decomisó droga alguna', porque aunque él reveló el lugar donde estaban enterrados los 17 paquetes con cocaína, la investigación demostró que ahí residía su amigo Amílcar, quien fue condenado en ausencia a ocho años de cárcel.
Los otros cuatro hombres arrestados en la frontera La Hachadura también fueron liberados. Uno de ellos era Harol Milton Orellana Zelaya, quien actualmente purga una condena de ocho años de prisión por lavado de dinero. El 1 de marzo de 2012, la Policía Nacional Civil decomisó a Milton 30 mil dólares que transportaba en la caleta de un vehículo. El dinero, según la PNC, era propiedad de Jorge Ernesto Ulloa Sibrián, El Repollo, un transportista que pasó de distribuir verduras en La Tiendona a distribuir cocaína. En noviembre de 2014, El Repollo fue condenado a 77 años de cárcel por tráfico de cocaína. En julio de 2016, un tribunal le sumó otros 15 años de prisión por lavado de dinero.
Sobre la liberación y denuncia de golpiza que hizo el Coronel Bercián, el otrora jefe de la UEA niega que esa institución torturara a los detenidos para obtener confesiones extrajudiciales. 'En el juzgado nunca fuimos intimados de que esto había pasado. Por la relación que teníamos con la embajada estadounidense teníamos un compromiso de respetar los derechos humanos. En todo este tiempo es primera vez que yo escucho que fue lo que argumentó', dice Peña Durán. El militar retirado esboza una sonrisa cuando se le recuerda el fracaso del caso contra el Coronel Bercián. 'Teníamos otros elementos de prueba como el decomiso de la droga. Otro elemento de prueba fue el de los rastros de droga en los vehículos que se le decomisaron. Los elementos de prueba eran suficientes, indistintamente de si hubiera dado la declaración extrajudicial o no', dice.
202 kilogramos de cocaína en Guatemala
Cuando la acusación por narcotráfico se desmoronó, el Coronel Bercián recuperó su libertad y pidió que le devolvieran los dólares y los vehículos que 'injustamente' le habían sido decomisados. En El Salvador no volvió a ser capturado por tráfico de drogas, pero Rodrigo Ávila, exdirector de la Policía Nacional Civil (1994-1999 y 2006-2008), asegura que durante el gobierno de Armando Calderón Sol (1994-1999) la información de inteligencia les alertaba de que el Coronel Bercián continuaba con sus operaciones de narcotráfico, principalmente, hacia Guatemala.
Y fue en ese período cuando el Coronel Bercián volvió a caer. Siete años y medio después de su captura en El Salvador, fue capturado en Guatemala: el 4 de enero de 1999 fue arrestado con 202 kilogramos de cocaína en la Zona 3 de la ciudad de Guatemala. La Policía Nacional Civil de ese país reporta que en este momento un kilogramo de cocaína vale en el mercado local 102 mil quetzales. Esto es, un poco más de 13 mil dólares. Si ese alijo hubiera sido decomisado hoy al Coronel Bercián, tendría un precio de calle de unos 2.7 millones de dólares. 'Nosotros participamos dando información a los guatemaltecos en esa época', subraya Ávila.
En la Fiscalía de Delitos de Narcoactividad del Ministerio Público (MP) de Guatemala, esta captura del Coronel Bercián quedó registrada así: 'A la Sección contra el Robo de Vehículos de la Policía Nacional ingresó una llamada telefónica, de voz masculina, quien se negó a proporcionar sus datos, indicando que se conducían cinco individuos a bordo de un camión furgón y un pick up rojo con placas salvadoreñas, en el cual transportaban supuestamente droga'.
La Policía guatemalteca interceptó los vehículos en la 1a. Avenida y Anillo Periférico. Los 202 paquetes de un kilogramo cada uno estaban escondidos en la caleta del camión. La prueba preliminar de campo fue positiva a cocaína. El Coronel Bercián y otros cuatro salvadoreños fueron acusados por dos delitos: tránsito internacional de droga y portación ilegal de armas de fuego.
La justicia guatemalteca eximió de culpa al Coronel Bercián, aunque en este momento las razones son un misterio: el Archivo General de Tribunales de Guatemala, consultado por El Faro, respondió que el expediente está en el Juzgado Undécimo de lo Penal. El juzgado, requerido por El Faro, lo que hizo fue pedir al Archivo que le remitiera el expediente 'en las próximas horas'. Durante dos meses de gestión, las peticiones se volvieron una rueda de caballitos: el Archivo insistía en que lo tenía el juzgado, y el juzgado aseguraba que lo tenía bajo custodia el Archivo. El Faro también preguntó al Ministerio Público y al Ministerio de Gobernación sobre el desenlace de ese proceso, pero pasadas varias semanas hasta el cierre de esta nota, tampoco habían ubicado el expediente. Un funcionario asumió la respuesta como un misterio: 'No sabemos por qué fue liberado', respondió Óscar Dávila, viceministro de Asuntos Antinarcóticos.
Sin embargo, a diferencia de lo que había ocurrido entre 1991 y 1992 en El Salvador, en Guatemala sí hubo condenas. En la información proporcionada por la Fiscalía de Delitos de Narcoactividad del MP se expone que dos de los cinco arrestados en enero de 1999 terminaron condenados año y medio más tarde: el 7 de julio de 2000, el Tribunal Segundo de Sentencia de Guatemala condenó a 15 años de prisión por tránsito internacional de droga a los salvadoreños Orlando González Olviera y Mario Antonio Vásquez García. En el año 2011 recuperaron su libertad por buena conducta.
Traslado de droga y dinero en 2009
Desde cuando en el año 2000 el Coronel Bercián ganó la partida al Estado de Guatemala, se convirtió en una especie de fantasma que de vez en vez ronda despachos de policías y fiscales. Ha sido protagonista de informes de inteligencia, le han vigilado su casa, le han dado seguimiento, han husmeado sus cuentas bancarias y las de su familia, y nada. Nada ha sido suficiente para acusarlo de algún delito o para cuestionarle los negocios inmobiliarios que, después de dos procesos judiciales por narcotráfico, montó en Izalco y San Julián, en el departamento de Sonsonate.
Algunas de las indagaciones financieras y vigilancias en las viviendas del Coronel Bercián han sido motivadas por el decomiso de cocaína a dos de sus hijos: el comerciante de 40 años José Adán Silva Bercián; y el mecánico de 33 años Moris Alexander Bercián Manchón, alias 'Bandido' o 'El Barney', miembro de la Normandis Locos Salvatruchos -una clica de la MS-13-, uno de los nueve pandilleros salvadoreños que desde junio de 2013 está designado como objetivo de persecución por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
El primer hijo del Coronel Bercián involucrado en narcotráfico es José Adán Silva Bercián. Fue capturado en la colonia Jardines de Cuscatlán, en el municipio de Antiguo Cuscatlán, el 13 de septiembre de 2006. José Adán nació el 6 de febrero de 1977, en Jiquilisco, Usulután. En los registros oficiales aparece que tiene dos ocupaciones: comerciante y conductor de camiones. Hace 11 años, la División Antinarcóticos (DAN) de la PNC le decomisó 2.7 kilogramos de cocaína y 199.3 gramos procesados en forma de pastillas. El alijo estaba valorado en 72 mil 961 dólares.
Cuando el hijo del Coronel Bercián fue procesado, la ley antidrogas era blanda: una persona capturada hasta con cinco kilogramos de droga podía pedir que le cambiaran un delito grave (tráfico ilícito) a uno menos grave (posesión de droga sin fines de tráfico). Los abogados de José Adán aprovecharon esa puerta, esa salida legal. El Juzgado Segundo de Instrucción de Santa Tecla cambió a un delito menos grave y condenó a José Adán a tres años de trabajos de utilidad pública. Ese mismo año fue exonerado de un caso de portación ilegal de arma de fuego.
El hijo menor del Coronel Bercián, El Barney, fue capturado a las 10 de la mañana del 26 de septiembre de 2009 frente a una ferretería en El Puerto de La Libertad. El pandillero llevaba dentro de una mochila color azul seis paquetes de forma rectangular, cubiertos con cinta adhesiva color gris. Una prueba de campo confirmó que se trataba de cocaína. Según los documentos de la DAN, la captura de El Barney fue posible gracias a la información que proporcionó una mujer con 18 horas de anticipación. La informante mencionó el nombre del Coronel Bercián y así lo dejó plasmado el investigador José Rivera en un acta: 'A las 16:20 del 25 de septiembre de 2009 (…) en la oficina de investigaciones de la DAN, recibió una llamada de una mujer que no se identificó. Informa de una transacción entre las nueve y las diez de la mañana del 26 de septiembre, frente a la ferretería El Ángel. Este sujeto (el de la transacción de la droga) es hijo de un reconocido narcotraficante, el cual conoce como Asmel Arturo Bercián Rivera, y reside en Sonsonate'.
La cocaína decomisada a El Barney pesó 5.98 kilogramos. Es el decomiso de droga más grande que se ha hecho a un pandillero en El Salvador. A la luz de las estadísticas de la PNC, aunque las pandillas de El Salvador sí venden drogas, son simples vendedores callejeros. Durante todo el año pasado, por ejemplo, la Policía reportó el decomiso de 465.1 gramos de cocaína a las principales pandillas del país (MS-13; Barrio 18, facciones Sureños y Revolucionarios; Mirada Loca; Mao Mao y La Máquina). Esa cantidad no alcanza ni el medio kilogramo de cocaína incautada durante todo el 2016, una cantidad mínima comparada con la decomisada a El Barney.
Ávila dice que durante su segundo período como director de la PNC (entre 2006 y 2008), El Barney fue de los pocos pandilleros que renunciaron a las extorsiones para dedicarse a un negocio más lucrativo: el tráfico de drogas ilegales. Ávila, que hoy es diputado, dice que no mencionará nombres para evitar demandas, pero sugiere que El Barney se vinculó al tráfico de drogas porque tuvo en su familia un ejemplo para eso. 'Lo que le puedo decir es que había familiares de este señor (El Barney) que habían estado en el pasado investigados por el tema de tráfico de drogas, utilizando transportes de carga. Es más, hubo un caso contra estos parientes bastante grande en Guatemala. O sea que este muchacho cuando creció, obviamente, se ha de haber visto expuesto al tema de hechos delictivos, sobre todo vinculados al tema de narcotráfico. Nosotros tuvimos información de que movió en una época, en un momento determinado, 20 y pico de kilos de cocaína”.
Ante la abundante información policial que relaciona con tráfico de drogas al Coronel Bercián y a El Barney, ¿por qué no los capturó?, preguntó El Faro a Ávila. 'Era problema porque había dinero de por medio, entonces se compraba voluntades. En un momento determinado se compró voluntades. Yo, por ejemplo, en una época, removí a varios miembros de la Policía de Sonsonate. Estaban en el área de seguridad pública y los movimos para que fueran investigados porque creíamos que había algún tipo de relación, porque había dádivas (…) Cuando se mueve una cantidad de dinero grande, obviamente se compran voluntades, y estoy segurísimo de que hubo gente a nivel judicial y de instituciones del Estado que estaban compradas'.
En septiembre de 2009, cuando El Barney fue capturado con los 5.9 kilos de cocaína, El Salvador ya había cambiado de gobierno y de director policial. La administración de Mauricio Funes nombró a Carlos Ascencio al frente de la PNC y este designó a Howard Cotto como el director de investigaciones. Durante el segundo gobierno del FMLN, Cotto es el director de la Policía.
A Cotto se le preguntó por qué la investigación policial contra El Barney excluyó al Coronel Bercián, mencionado en las actas policiales como “un reconocido narcotraficante” que reside en Sonsonate. El director de la PNC confirmó que Asmel Arturo Bercián Rivera fue una de las personas investigadas en ese caso. 'Sí, él salía en esa investigación. En ese momento aparecía como uno de los principales logísticos en el traslado de droga y en movimientos de dinero. Sí lo identificamos, pero no me acuerdo del nivel de prueba que alcanzamos. Hay parte de la investigación que sigue abierta. Este es un caso que tiene bastante cola', aseguró.
Aunque los casos tengan 'bastante cola', la familia Bercián ha tenido fortuna ante la justicia. A pesar de que El Barney fue atrapado in fraganti, un juzgado le concedió libertad condicional y luego, cuando se llegó el momento de llevarlo a juicio, escapó. A la Fiscalía, la institución que pidió su recaptura, se le preguntó quiénes abastecían de droga a este pandillero. La jefa de la Unidad Antinarcotráfico, Olga Cecilia Rivera, se rehusó a revelar la información que tienen sobre la fuente de cocaína de Barney, pero subrayó que este es un caso diferente al de otros pandilleros involucrados en venta de drogas. 'Una persona perteneciente a una estructura de pandilla que tiene esta cantidad de droga es considerada ya un narcotraficante. Seis kilos es bastante'.
―¿Quiénes le abastecían la droga? ―se le insistió.
―Sobre eso no le podría comentar porque el caso está en investigación. Una cosa es el expediente que se tenga contra él por esa flagrancia y otra cosa es la investigación. Entonces, no sería conveniente que le exprese sobre eso.
―¿Esto significa que es un investigación que trasciende a El Barney?
―Cuando se captura a una persona, la Fiscalía tiene la obligación de verificar los indicios que giran alrededor. No es de que una sola persona va a tener acceso a esa cantidad de droga. Es obligación de la Fiscalía verificar todos esos indicios.
Dos años después del decomiso de 5.9 kilogramos de cocaína a El Barney, la Fiscalía elaboró otro documento que menciona al pandillero, a su padre el Coronel Bercián y a otros familiares. El Faro no tuvo acceso a las razones por las cuales la Fiscalía hizo una petición a la PNC: el 29 de septiembre de 2011, en el oficio 604-G2/Inv/Deco/2011, la División Élite contra el Crimen Organizado solicitó a la Policía la ubicación de viviendas y seguimientos contra 9 personas, incluidos Moris Alexander Bercián Manchón, El Barney; Asmel Arturo Bercián Rivera, el Coronel Bercián, y otras seis personas que tienen al menos uno de estos tres apellidos: Bercián, Manchón o Rivera.
En una de las actas que la Policía remitió a la Fiscalía producto de la vigilancia, se lee: 'En la Residencial Villas de Suiza (…) hay una construcción mixta, paredes de bloque pintadas de celeste aqua, techo de duralita, portón y puerta de celeste aqua y con una imagen de cemento de la virgen en la pared… Estaba estacionado un Mazda, azul metálico, propiedad de Asmel Arturo Bercián Rivera', consigna el documento.
A las voces oficiales de funcionarios de tres gobiernos distintos de El Salvador que relacionan al Coronel Bercián con actividades de narcotráfico (Peña Durán, Ávila y Cotto), se suman dos fuentes que hablaron sobre el tema bajo la condición de anonimato. Uno es un investigador de crimen organizado que en octubre de 2010 obtuvo información sobre reuniones en las que se planificó una operación de tráfico de cocaína, en las que según sus fuentes participó el Coronel Bercián. Este investigador también obtuvo información sobre inversiones en el transporte público que estaba realizando El Barney. 'La información me vino de gente cercana a Truck, que lo mataron en Nicaragua. Truck quiso hacer el papel de que trabajaba con gente de la embajada (de Estados Unidos). Él se metía con los narcos y les decía que les iba a ayudar. El típico estilo de venta de otro cártel'.
Truck era el alias de Salvador Augusto Guzmán Parada, asesinado el 28 de mayo de 2011 en Nicaragua. Este salvadoreño fue comandante del Batallón de Infantería Antiterrorista Libertadores, de la ya extinta Policía de Hacienda. Era un mayor del ejército en retiro que fundó la empresa de seguridad Servic Security Mirage, S.A. de C.V. Cuando lo asesinaron, conducía una camioneta Toyota Prado, color verde, en compañía de Héctor Armando Flores Lazo, hermano de Reynerio de Jesús Flores Lazo, miembro de la banda Los Perrones, condenado a 80 años de prisión por narcotráfico.
La segunda fuente fue un informante de la Drug Enforcement Administration (DEA), la oficina antidrogas de los Estados Unidos. El hombre de cabello canoso asegura que él tuvo que encargarse de cobrar deudas que el Coronel Bercián tenía con un traficante de drogas centroamericano. Oficiales de la DEA en El Salvador dijeron que no podían comentar nada al respecto.
Después de la fracasada acusación por traficar 17 paquetes de cocaína, después de las decenas de informes de inteligencia y judiciales de dos países que lo relacionan con crimen organizado, después de los infructíferos seguimientos policiales contra el Coronel Bercián y su familia, el 26 de junio de 2015, por fin, el Estado salvadoreño le ganó un caso.
Todo comenzó cuando el Departamento de Control de Garantías y Valores del Ministerio de Hacienda comenzó una depuración de sus archivos y encontró unos billetes que nadie había reclamado durante 20 años. Entonces, el 25 de febrero de 2011, el subdirector de ese departamento, Josefino Trujillo Barahona, preguntó a la justicia salvadoreña si debía devolverse a una persona o declararse en pérdida a favor del Estado.
El juzgado que tenía bajo su custodia ese dinero, el Quinto de Instrucción de San Salvador, consideró que las leyes penales de 1974 determinaban que, después de cerrado un caso, los afectados tenían un año para reclamar los bienes decomisados; de lo contrario, los mismos pasarían al control del Estado. En el caso de esos billetes que fueron decomisados en una casa de la Colonia Campestre, en Sonsonate, el expediente concluyó en 1992 y, por lo tanto, los bienes no reclamados debían pasar al fondo de la nación. Así está escrito en una resolución judicial que data del 26 de junio de 2015: 'Todos los fondos fueron ratificados y enviados a custodia del Banco Central de Reserva, a la orden de la Dirección General de Tesorería, hasta su cambio a la moneda de circulación oficial, para su posterior ingreso al Fondo General de la Nación'.
Con esa resolución, el Estado ganó, por primera vez, un caso al Coronel Bercián, quien sí reclamó en tiempo los 23 mil dólares, 23 quetzales y 123 colones que le decomisó la UEA, pero se olvidó de reclamar 384 córdovas nicaragüenses que la Policía Nacional le decomisó la madrugada del 15 de agosto de 1991. Al cambio actual eso significa que, tras aquel largo operativo antinarcóticos y todos estos años de persecución, el Coronel Bercián perdió ―y el Estado salvadoreño ganó― el equivalente a seis dólares.
El Faro estuvo marcando al teléfono de uno de los negocios del Coronel Bercián para intentar concertar una entrevista, pero nunca correspondió llamadas. Tampoco respondió a los números de celular que este periódico obtuvo de las fichas policiales.