Columnas / Política

¡Felicidades, señor Barrientos!


Martes, 4 de julio de 2017
Benjamín Pineda

Felicito al señor Eduardo Barrientos y a todos los verdaderos nacionalistas que hoy se paran detrás de él para cerrarle las puertas a Aída Betancourt. Han evitado que se les cuele alguien de esta calaña: una mujer estudiada con una colección envidiable de títulos de algunas de las más respetuosas universidades de España, Francia e Inglaterra.

Aída tiene tan poca lealtad al partido que se atreve cuestionar si las cosas se están haciendo bien, porque aunque continúa la pobreza, el desempleo y la violencia; y a pesar de que el gobierno hace todo mal, en las encuestas su partido sigue abajo. Cuestionar que un partido haya llevado a la Presidencia a tres figuras señaladas por irregularidades, dos de ellas incluso con procesos penales, está mal hecho. Hay que entender que cuestionar es un irrespeto imperdonable.

Esta institución no necesita que una muchachita con ideas nuevas y trayectoria intachable venga a cuestionar cómo administra el partido el mismo grupo de señores que permitieron el abuso, corrupción y despilfarro del pasado. Aída Betancourt es una mujer tan vil que cuestiona la memoria del Mayor, hombre que no solo nos dejó la marcha arenera, que aun cantamos, 25 años después de la firma de los acuerdos de paz, con espuma en la boca y la mano empuñada en el corazón; con la que le juramos la muerte a los rojos, cosa que imagino les dará gracia oír allá en los despachos desde los cuales ahora abusan del poder… El Mayor fue un hombre que predicó con el ejemplo, y fue tan cachimbón que cuenta la leyenda que el mataba “terengos” sin importar si vestían de verde olivo, civil o sotana. Realmente usted solo debería de estar acompañado de gente que le dé el mismo valor que usted le da a un hombre con esa fama.

Es de vital importancia que no se le permita la entrada a su institución monolítica a gente como Aída Betancout, que lleva años cultivándose y tiene la desfachatez de pensar por sí misma; gente que está dispuesta a sacrificar sus intereses personales por ayudar a un país tan huérfano. Ella es una mujer tan poco de fiar que sus fines en la política ni siquiera son económicos, ya que teniendo ofertas de empleo en instituciones privadas y organismos internacionales, prefiere apostarle al país.

Lo felicito, señor Barrientos: evitó que el enemigo entrara a las filas de su partido, y en la medida que logre evitar que todas las Aídas Betancourt de este país entren a Arena será claro para mí -y para cualquiera que lo entienda- que usted y su estructura decadente con olor rancio, a guerras perdidas, de héroes genocidas y de poder corrompido no son la respuesta ni la derecha que busco ni la gente que me representa.

Pero el problema, señor Barrientos, es que Aída Betancourt es una voz más que se une al coro de voces que cada día se levantan desde la sociedad civil, y que claman por un cambio de aires; que exigen que la política del país ya no sea manejada como que el muro de Berlín sigue en pie; gente que ya no quiere que El Salvador siga siendo la tumba de los jóvenes salvadoreños; gente que cree que todas las personas deben de ser iguales ante la ley; gente que ha estudiado, que ha trabajado, a la que ya no se le compra el discurso de renovación con vaqueritos de juguete, reinas de belleza y presentadoras de televisión. Somos gente que entiende que no hay un mesías que nos venga a salvar, que sabe que lo que sí hay es un montón de trabajo por hacer, y si no estamos dispuestos a poner a trabajar a gente preparada y honesta como Aída Betancourt, este país va a seguir igual de mal como ha estado desde que seres como usted lo manejan.

*Benjamín Pineda es abogado con maestría de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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