Francisco: Ana María, acabo de encontrar, en el libro de Álex Grijelmo La seducción de las palabras (Taurus, 2000), este párrafo que le quiero leer: “Ya es conocida la propensión de los personajes públicos a estirar las palabras por esa creencia tan absurda y tan arraigada según la cual los términos con muchas sílabas resultan más prestigiosos. Buscan con ello la fascinación de los oyentes, que se quedan perplejos ante esa supuesta elevación de los conceptos...”. Él pone como ejemplos algunos términos como concretizar, regularización, proceso gripal en lugar de concretar, regulación, gripe. ¿Está de acuerdo usted con esto?
Ana María: Eso se observa no solo en los personajes públicos, sino en periodistas, maestros, abogados, es decir, profesionales de todo tipo; pero en ello tienen mucha culpa los personajes públicos, pues quienes los escuchan o leen sus artículos reproducen su vocabulario sin reflexionar si dichas expresiones son adecuadas o no. Y esto ocurre por dos motivos: por falta de formación lingüística que les permita hacer ese análisis o por admiración no cuestionada hacia ellos.
F: ¿Pero es correcto el uso de esos vocablos alargados que tienen el mismo significado que las formas cortas?
AM: Desde el punto de vista gramatical, la mayoría están construidos según las normas morfológicas del español; por tanto, son correctos. Pero hay que tener cuidado, siempre hay que consultar el diccionario para verificar que los dos términos tienen el mismo significado, como los ejemplos que has puesto, porque no siempre es así.
F: ¿Me puede dar un ejemplo de cuando no es así?
AM: Te puedo dar varios: iniciar (“comenzar”) e inicializar (“establecer los valores iniciales para la ejecución de un programa”); abanderar (“ponerse al frente de un movimiento”) y abanderizar (“dividir en bandos”). Por ello, insisto en que siempre hay que consultar el diccionario.
F: Entiendo que sí puedo elegir entre los términos que tienen el mismo significado porque ambos son correctos. ¿Entonces cuál es el problema?
AM: El problema es que los alargamientos innecesarios atentan contra la economía del lenguaje: expresarse con el menor número de elementos, sean vocablos o frases. Así, si tenemos el término uso, ¿por qué empleamos utilización? Si tenemos influir, ¿por qué influenciar? O si podemos expresarnos con una palabra, ¿por qué decir tres?: la importancia de la producción de materiales…por la importancia de producir materiales... o debemos trabajar en el aseguramiento de la calidad… por debemos trabajar en asegurar la calidad…
F: Entonces, no hay en esos términos una incorrección gramatical, sino más bien un alargamiento injustificado o una complicación de la expresión.
AM: Efectivamente, no se justifica el inventar esas palabras alargadas cuando ya existen otras cortas que dicen lo mismo y que son comprendidas y usadas por todo el grupo social. Por eso muchos alargamientos no están recogidos en los diccionarios, lo cual nos impide comprobar su significado y adecuación.
F: ¿Me puede dar algunos ejemplos de esas palabras?
AM: Vehiculizar no está en el diccionario (DEL), pero sí vehicular, lo cual indica que es esta palabra la que usa la población en general; sin embargo, los profesionales en el área de la química, en sus artículos científicos, prefieren usar el primero y con el mismo significado que el segundo. Por lo tanto, en este ámbito de la química, ese término vehiculizar es adecuado, no así fuera de ese campo; porque adecuación quiere decir que la expresión es la indicada para el contexto y el grupo social al que va dirigido.
F: Pero, entonces, vehiculizar quizá aparezca pronto en el diccionario, como muchas otras palabras especializadas que todavía no son de uso común.
AM: Probablemente.
Sobre los autores
Hace treinta años, los caminos de Ana María Nafría y Francisco Domínguez se cruzaron gracias a las palabras. En 1986, él ingresó a la carrera de Filosofía de la Universidad Centroamericana (UCA) y recibió clases de Lingüística con ella. Su desempeño en la cátedra fue excepcional y Ana María decidió reclutarlo como instructor los cinco años siguientes y luego contratarlo como profesor. Desde entonces, mantienen un diálogo constante sobre los errores que encuentran en los textos que corrigen. Esta experiencia les dio la idea de escribir estos artículos.
Cuando a Ana María se le pregunta qué le gusta, ella responde: “Me entusiasma facilitar a mis estudiantes la comprensión de la estructura de la lengua española”. Ella estudió Filología Moderna en la Universidad de Salamanca y Filosofía Iberoamericana en la UCA, donde ha trabajado durante más de cuarenta años. Es miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
A Francisco le gustan las novelas de Hesse y Kundera, el cine francés y la música barroca. Además de Filosofía, él estudió Lingüística en la Universidad Complutense y Lexicografía Hispánica en la Real Academia Española. Desde septiembre 2016 es becario de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
Ambos trabajan como profesores del área de lenguaje en universidades privadas. Ella en la UCA y él, desde hace diez años, en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN). Por sus aulas han desfilado periodistas de El Faro y de otros medios del país.
El Faro presenta estos Diálogos gramaticales, una serie que se actualizará cada quince días.