EF Académico / Cultura

Prudencia Ayala, una mujer terca, imprudente y ridícula

La candidatura presidencial de Prudencia Ayala en 1930 es un hito histórico que no ha sido valorado suficientemente. Su iniciativa provocó una importante discusión sobre el alcance de la ciudadanía, la naturaleza de la democracia y el significado de la igualdad. El documento que se incluye perdona a “los políticos que me han ridiculizado” mostrando una nobleza y magnanimidad ejemplares.


Lunes, 21 de agosto de 2017
Olga Vásquez Monzón

El 20 de mayo de 1930, un diario guatemalteco anunció la candidatura de Prudencia Ayala a la presidencia de El Salvador. José A. Quiñones, director del periódico, dejó clara su postura con relación a la participación política de las mujeres cuando afirmó que: “Eso de que el sexo femenino esté fuera de la ley, restringido de los derechos de ciudadano, es notoria injusticia de parte de nuestros legisladores porque nos exhibe como irracionales”.

Que Prudencia Ayala no pudo inscribirse como candidata a la presidencia de El Salvador es un hecho bastante conocido. Pero el contexto, las razones y, sobre todo, las implicaciones del rechazo de su candidatura no ha sido motivo de reflexión entre quienes proclaman su nombre como una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres. Si bien su figura apoyada en “un bastoncito de bambú” ha pasado a formar parte del imaginario colectivo salvadoreño gracias al esfuerzo de conservación y divulgación de instituciones como el MUPI, la academia no ha profundizado en el alcance que tuvo su iniciativa no solo para la historia de las mujeres sino para la historia nacional.

La revisión de algunos periódicos y documentos de aquel período permite una aproximación al complejo escenario en el que esta salvadoreña hizo pública su aspiración a la presidencia. En un primer acercamiento, este texto propone más que lamentar el fracaso de su aspiración, resaltar la audacia de una mujer que no solo puso al descubierto los límites y ambigüedades de la incipiente democracia salvadoreña sino que forzó la maquinaria institucional a reflexionar sobre un tema fundamental para la construcción de la sociedad incluso en la actualidad.

El contexto electoral de 1930

Autores como Víctor Bulmer-Thomas y Patricia Alvarenga coinciden en señalar que el presidente Pío Romero Bosque se mostró comprometido a favor de elecciones libres, lo que no significa la ausencia de presiones por parte de algunos sectores. A finales de mayo de 1930, la Asociación Promotora de la Industria Nacional (Apradelain) dirigió una carta a Romero Bosque para manifestar su preocupación ante la pluralidad de candidatos inscritos. Si bien reconocían la diversidad como muestra de la libertad electoral firmemente garantizada por el presidente, la Apredalain temía que esta diera paso a “la peor de las anarquías generadora de grandes males para el pueblo salvadoreño”. Por ello pidieron al presidente convocar una serie de charlas entre los candidatos para conciliar los intereses de los diferentes partidos políticos y evitar así “profundas divisiones en la familia salvadoreña”, según informó el periódico Patria del 29 de mayo de 1930. Dos días después, el editorial del periódico El Día mostraba la misma preocupación. Sin embargo, el único nombre que mencionan es el de Prudencia Ayala:

“¡Seis candidatos a estas horas! ¿Y se han fijado o se han puesto a pensar en el papel ridículo que estamos haciendo ante los demás países centroamericanos? ¿Quién no puede ser candidato a la Presidencia hoy día? Hoy solo quien no quiere no figura en la planilla de candidatos. A la vuelta de cada esquina se topa uno, dándose en las narices con todo un señor candidato a la primera magistratura.

Lo anterior no reza con los dos o los tres candidatos que saltaron primero a la arena de la consideración pública. Son los últimos los que han convertido en chabacanada el debate electoral. Y con los últimos, desde el cuarto, una pareja de desequilibrados que anda por esos mundos de Dios. … los últimos cuatro en salir están demostrando con claridad meridiana que han perdido bastantes quilates del poco seso que tenían o que se les suponía. Y más de alguno de los últimos cuatro candidatos está a la par en lo imprudente y terco con la Prudencia, que ha venido a poner la nota de mayor ridículo en esta hora que debiera haber sido de pugna para los más elevados sentimientos patrióticos, con un cabal sentido de las responsabilidades”.

La solicitud de inscripción de Prudencia Ayala

A principios del mes de julio, varios periódicos informaron que Prudencia Ayala había llegado a San Salvador para participar en las reuniones de candidatos convocadas por el presidente. El Diario de Oriente de San Miguel señala que el día que llegó, ella “vestía un traje azul y llevaba un bastoncito de bambú. Sonriente descendió del carro en que viajaba y se dirigió al grupo de amigos y amigas que le aguardaban”. La nota señala que doña Prudencia rondaba los cuarenta años, era “soltera y de regular estatura”. Según el periódico Patria, un numeroso grupo de ciudadanos de todo el país ya estaba trabajando a favor de su candidatura. No debe extrañar entonces que El Espectador de San Salvador informara que “los estudiantes ovacionaron hoy a la Prudencia Ayala” cuando pasó frente a la UES. El mismo periódico explica que el entusiasmo que despertaba en la gente se debía a que hablaba “con fogosidad” y externaba “ideas muy atrevidas sobre el feminismo”.

De hecho, un mes antes, Ayala había anunciado su candidatura en el periódico Redención femenina, “pensando seriamente en el estado inferior en que está colocado el sexo femenino”. El 9° punto de su programa de gobierno señalaba su compromiso con la lucha por la equidad de derechos de las mujeres: “El elemento femenino obtendrá de hecho el derecho político para identificar la soberanía de la Nación en los dos sexos, en desarrollo de la política cívico social que instruya al ciudadano”.

Mientras el periódico Patria, cuyo director era Alberto Masferrer, apoyó a Prudencia Ayala argumentando que defendía “una causa justa y noble, cual es el derecho de la mujer a ser elector y ocupar altos puestos”, otros periódicos resaltaron el problema jurídico que suponía su candidatura. En octubre de 1930, el Diario Latino detalló que el alcalde municipal trasladaría “al Ministerio de Gobernación la solicitud de doña Prudencia, ya que el de ella es un caso especialísimo pues las leyes no conceden estos derechos a la mujer”. La solicitud pasó a manos del poder ejecutivo quien debía autorizar su participación “en la actual contienda cívica, ya como simple votante o como fuerza de opinión política a la par de los otros candidatos”.

Mientras esperaba la resolución del ejecutivo, la candidata continuó trabajando en la divulgación de sus ideas. El 25 de octubre dictó una conferencia sobre Derechos Políticos de la Mujer en un parque de Santa Tecla. En el texto, que apareció publicado cuatro días después en el Diario del Salvador, Ayala reconocía que “la política del actual gobernante ha dado a la mujer, oportunidad de salir a la palestra a poner la pica en Flandes en las elecciones como candidato, para probar su competencia ciudadana que le acredite su personalidad política”. Según señala, aquella era una gran oportunidad para que la nación salvadoreña mostrara “al mundo civilizado sus capacidades cívicas en la política de armonía social que acredite a la nación por su cultura, ya que el gobernante ha mostrado su valor cívico garantizando la libertad ciudadana en las elecciones”.

Para Ayala, la serie de candidatos a la presidencia de la República no constituían “abuso a la constitución, sino evolución política del espíritu democrático”. Más que un problema veía en esta apertura la condición de posibilidad para la participación política en equidad, por lo que afirma: “el surgimiento de la candidatura femenina es manifestación del espíritu del derecho ciudadano que por naturaleza humana es legal en el hombre y la mujer”.

A partir de una minuciosa lectura de los capítulos y títulos de la Constitución política, la aspirante a candidata concluye que “no hay razón para que el elemento femenino no pueda dar su voto en las elecciones puesto que está calificada como ciudadana en el título V de la ciudadanía”. Para ella, la aspiración de la mujer a la primera Magistratura de la nación era “legal y muy justa”.

A partir de esta constatación señala como “indecoroso para la dignidad humana y lesivo a la soberanía nacional” el hecho de que la mujer siguiera siendo “máquina de propaganda política en las elecciones” cuando debía “concurrir a la campaña política dignamente como ciudadana y no como cosa, y desde esta campaña electoral debe calificarse como ciudadana para dar su voto”.

El rechazo de la candidatura

El 31 de octubre, el titular del diario La Época anunció que el poder ejecutivo había emitido su resolución sobre la solicitud de Prudencia Ayala: “La ciudadanía no corresponde a la mujer pues no está dotada de derechos femeninos”. La respuesta oficial enviada desde el Palacio Nacional iba firmada por Manuel Mendoza:

Sobre la consulta del Alcalde si debía inscribir en el libro de registro de ciudadanos a una señora salvadoreña que lo solicitaba: “El Ejecutivo es de parecer que no procede la solicitud. Se funda en que cuando fue dictada la Constitución Política (3 de agosto de 1886), la mujer salvadoreña no podía ejercer por sí, varios de los derechos civiles. Por el hecho del matrimonio quedaba sujeta a la potestad marital; y no obstante lo mucho que se ha legislado en su favor, todavía rigen disposiciones legales que la mantienen en situación jurídica inferior a la del hombre, como las de que no puede ser procurador ni testigo en instrumento público. Esas circunstancias demuestran que los constituyentes de 1886 no concedieron a la mujer una calidad, como la de ciudadanía, que la habilita para ejercer derechos y contraer obligaciones de más trascendencia que las civiles”.

El asunto no terminó ahí. No conforme con la resolución del ejecutivo, Ayala ocupó la atención del más alto tribunal de justicia de la república. El titular del diario La Prensa del 7 de noviembre de 1930 lo sintetizó de esta manera: “Doña Prudencia da a los magistrados un tema para pensar hondo”. Según el redactor de la nota, el mismo presidente de la Corte Suprema de Justicia manifestó “que en la sesión de ese día, los señores magistrados empezarían a estudiar la cuestión con todo detenimiento”. Sin embargo, según el magistrado presidente, todo apuntaba a que el mismo criterio que había orientado la resolución del ejecutivo prevalecería en los señores magistrados, por lo que la solicitud de la señora Ayala sería declarada fuera de lugar. Y así fue.

El 19 de noviembre de 1930, el periódico La Época publicó en primera plana: “Recházase lo pedido por la Prudencia”. La edición de ese día del Diario Latino expuso el texto completo: “La Corte sienta la tesis de que no es aquel Tribunal el competente para el arreglo de esta clase de asuntos, pues no tiene facultades para declarar en sentencia definitiva si la mujer salvadoreña puede ejercer los derechos políticos que confiere la ciudadanía, por ser atribución de una Asamblea Constituyente como encargada de interpretar de manera auténtica y de un modo general obligatorio la Constitución y las Leyes Constitutivas de la República”.

El razonamiento de los magistrados se sustenta en la distinción entre derechos individuales y políticos. Según señalan, los derechos individuales eran los referidos a la persona en lo que concernía a la libertad personal, la propiedad y el honor; mientras que los derechos políticos eran los que la persona tenía como miembro de una nación y la capacitaban para desempeñar empleos públicos, ejercer sufragio y demás derechos inherentes a la ciudadanía. De ahí que, según ellos, “el sufragio no es un derecho individual como el de la propiedad o el honor, sino una forma de representación política reflexiva más amplia”. Más que un derecho, consideraban que el sufragio y la representación política eran un deber, “una función política para cuyo desempeño no puede mirar a su interés o finalidad partidaria”.

Se percibe con claridad que a la base de esta distinción de derechos está la antigua discusión que asignaba los asuntos públicos a los varones y los privados a las mujeres. De hecho, la autoras Diana Deere y Magdalena León mostraron que en el siglo XIX, tanto México como los Estados centroamericanos tuvieron una postura progresista en lo referente al derecho privado de propiedad y herencia de las mujeres. Sin embargo, en lo que se refiere a su participación política, la corriente del liberalismo fue la más reacia. Pese a ello, ha sido la osadía de ciertas mujeres la que a lo largo de la historia ha forzado la transformación de las instituciones sociales. Así como en el siglo XIX, la ingeniera Antonia Navarro mostró al mundo la capacidad intelectual de las mujeres, a principios del siglo XX fue la ciudadana Prudencia Ayala quien evidenció los límites de una democracia que aún, en pleno siglo XXI, no ha logrado la plena inclusión de la diversidad de rostros que componen el mosaico nacional.

Los siguientes documentos, ambos de 1930, nos dan indicios de la nobleza y sensibilidad de Prudencia Ayala.

CARTA ABIERTA

A los salvadoreños

Salvadoreños: La política del presidente doctor don Pío Romero Bosque, es un amplio campo electoral donde surgen mis ideales democráticos en una lucha sin tregua…

La candidata Prudencia Ayala se separa del campo político del momento, por no haber sido calificada como ciudadana salvadoreña, que en ley y en justicia le pertenece en su derecho ciudadano, y si en algo he fastidiado a los políticos, perdóneme almas mías que no lo he hecho en mala intención, sino en el deber de un principio cívico para defender los principios del derecho individual que le asiste a la mujer.

Me alejo almas mías con el corazón satisfecho de haber entrado en combate para obtener el triunfo de mi derecho ciudadano. Me alejo grata de los políticos que han prestado atención a la justicia que reclamo en el campo de la ley. La patria exige la práctica, de la justicia, el cumplimiento de la ley en su más completo significado cívico social entre hombres y mujeres, para equilibrar los valores morales de la nación civilizada. Así la alegría embarga mi esperanza en el próximo futuro electoral. Por el momento al no haber sido calificada como ciudadana, quedo sin nacionalidad, figurando en el mundo de los hombres como habitante del planeta terrestre a mi albeldrío ¡Vive Dios, mi amplia libertad!...

Los políticos que me han ridiculizado quedan perdonados con todo corazón, para que ellos, perdonen mis entusiasmos cívicos si con ello les ofendo. Los que me calumnien, los perdono con solo que me manden los periódicos donde echen los sapos y gatos para ver si es verdad lo que digan, para desmentir o rectificar. Así en esta moralidad e inteligencia queda firme en el combate vuestra obsecuente y S. S.

Prudencia Ayala

La Época, Diario de la tarde , San Salvador, noviembre 25 de 1930

Imagen cortesía del Museo de la Palabra y la Imagen (Mupi).
Imagen cortesía del Museo de la Palabra y la Imagen (Mupi).
 

Ofrenda

Por Prudencia Ayala

Yo te ofrezco, Señor, para tu gloria

mi virgen corazón afrodisíaco

yo te ofrezco el perfil de mi sonrisa

y la tierna caricia de mi halago.

Tú bien sabes, Señor, que el contubernio

ni la turbia epilepsia me han manchado,

soy un copo de nieve en plena selva,

un lindo copo de algodón lozano.

Eso del capirucho y la cuchara,

son cosas que el Destino me ha mandado,

para curar las llagas de la Patria

y salvar este pueblo soberano.

Cual otra Juana del pasado tiempo

expulsaré del templo a los sicarios,

al conjuro nomás de una candela

prendida en lo más hondo del breviario.

Esta ofrenda de mártir virgencita

recíbela Señor, con ambas manos:

Si del polvo me hiciste vuelvo al polvo

sepultando en mi polvo a los gusanos.

El Espectador, 26 de julio de 1930

*Olga Vásquez Monzón es docente universitaria e investigadora. Imparte clases en la Universidad de El Salvador y la Universidad Centroamericana 'José Simeón Cañas'​.

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