Columnas / Política

Un solo Nayib no hace verano


Martes, 19 de septiembre de 2017
Héctor Silva Hernández

Antes que nada, sería deshonesto de mi parte pretender que este es un análisis objetivo, ya que me frustró de sobremanera ver a Nayib Bukele utilizar la figura de mi abuelo (Héctor Silva, exalcalde de San Salvador) para vender su punto: una victimización orquestada al servicio de intereses personales y políticos. No voy a especificar todas las razones por las cuales la comparación me parece fuera de lugar, ya que no lo considero necesario, pero si me veo motivado a hacer un análisis, desde mi trinchera, de lo expresado por el alcalde y de su situación política actual. Vale aclarar que esta no es una columna sobre Nayib Bukele, sino sobre lo que su concepto político representa para nuestro país.

Primero, un poco de contexto: el sábado por la noche, Bukele publicó en Facebook una de sus acostumbradas diatribas. Esta vez, el mini ensayo -pautado desde el fan page del alcalde- no se centraba en la habituales críticas a Arena ni en hacer un 'análisis' integral de la situación del país; el post del sábado en la noche, bien redactado como acostumbran ser, fue dedicado a las tensiones entre el edil y su partido, el FMLN. Luego de su altercado con la síndica Xochilt Marchelli en una sesión del concejo municipal, en la cual concejales de ambos partidos se negaron a dar sus votos para continuar las obras en el Centro Histórico, el alcalde pareció –ojo, pareció- haber perdido el rumbo y la compostura. Primero se enfrascó en peleas en Twitter por alusiones indirectas; luego en teorías de conspiración sobre la compra-venta de elecciones; y, el sábado, comparaciones con Roque Dalton y mi abuelo. Me recuerda a Mauricio Funes, que nunca tenía la culpa de nada y cuyos guías morales y espirituales siempre fueron los hombres más correctos y honestos de nuestra historia.

Parece que el alcalde ya no es el mismo personaje cool de hace un par de meses que le enviaba Snickers virtuales al vicepresidente de la República. Dudo que estos sean días fáciles para él, y de hecho creo que un Snicker le vendría bastante bien, pero dudo aún más que sus acciones no sean premeditadas. Hace un par de semanas, en una cena con empresarios y simpatizantes en Washington, el alcalde dijo: 'uno es como un hombre en un velero y uno puede controlar el velero, pero no puede controlar ni el agua ni el viento'. Las palabras de Bukele tienen aún más resonancia ahora que cuando las dijo esa noche en Washington. El viento sopla fuerte y parece ser que la marea ha cambiado, pero me cuesta creer que el alcalde no haya previsto o planeado esto en su ruta de navegación. Es más conveniente, por supuesto, hacerle creer a los votantes que esta es una historia de malos y buenos, donde los mismos de siempre quieren bloquear las nuevas ideas. Pero es por creer en esas historias falsas, aunque bien vendidas, que nos hemos permitido ser secuestrados por la clase política. La historia de Bukele y el FMLN es, por lo menos, un caso de aprendizaje, una lección donde los personajes principales son un partido desconectado de las necesidades de los salvadoreños y un hombre millonario, egocéntrico y manipulador con insaciables ansias de poder.

Nayib Bukele empezó a construir su carrera política desde la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, donde -bajo el lema de 'el dinero alcanza cuando nadie roba'- implementó programas sociales vanguardistas y de alto impacto. En junio de este año, la alcaldía de Nuevo Cuscatlán fue desalojada del local donde operaba por falta de pago. Luego de un periodo como alcalde de Nuevo Cuscatlán, Bukele fue electo alcalde de San Salvador.

Desde sus inicios en Nuevo Cuscatlan, hasta ahora, en lo que parece ser el final de su relación con el partido que lo llevó al poder, Bukele se ha esforzado por construir una imagen política propia, separada de su partido, algo que hasta el momento ha hecho muy bien, quizá hasta demasiado bien. No se puede negar que aunque el alcalde entregue contratos por cientos de miles de dólares a empresas como Hydroil, propiedad de un prófugo de la justicia, las buena obras en San Salvador sí se ven. El Teatro Nacional y la Catedral están iluminadas como nunca antes, la Biblioteca Municipal es un recurso innovador y visionario en nuestro país y los programas de ballet, fútbol y teatro demuestran un compromiso social que vas más allá del populismo. Y eso es lo más triste de todo esto: Nayib Bukele no es un mal funcionario, pero tampoco es un buen funcionario: Nayib es, en mi opinión, un funcionario desperdiciado, echado a perder por su egocentrismo y ambición insaciable; por su arrogancia y sus complejos.

Es necesario explicar la historia política de Bukele, aun brevemente, para llegar a la reflexión principal. Es importante que los ciudadanos sepamos que hoy en día, con la mayoría de políticos, cada paso en el camino hacia nuestros votos es premeditado. Es imprescindible que aunque figuras como Nayib Bukele nos quieran hacer creer que estos desenlaces son de buenos y malos, tengamos presente que los únicos buenos son los salvadoreños trabajadores y los malos son los corruptos, ladrones, criminales y asesinos de El Salvador. Los malos son los que negociaron votos con pandilleros, el que roba dinero público para la oenegé de su esposa, los que amenazan a los periodistas, el que es funcionario público y socio de narco a la vez, los que mataron en San Blas, los que matan policías y militares porque sí y también los que cómo Bukele y Funes ocupan la figura de líderes honestos y respetados para vender un punto interesado y falaz.

Las críticas de Bukele hacía el gobierno son atinadas y sus obras en San Salvador vanguardistas, pero él se parece más a Donald Trump –por arrogante, prepotente y dispuesto atacar, o de tirar manzanas, a cualquiera que no esté de acuerdo con él- que a mi abuelo. A nosotros, los ciudadanos, no nos queda más que entender que nuestra batalla no está en el show mediático de Nayib Bukele o de ningún otro político, sino en la construcción de una nación digna y autosostenible para todos.

Héctor Silva Hernández, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts. Fue colaborador del diputado Johnny Wright en temas de migración y salvadoreños en el exterior.
Héctor Silva Hernández, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts. Fue colaborador del diputado Johnny Wright en temas de migración y salvadoreños en el exterior.

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