Es un rey sin corona. Un rey accidental, probablemente, habida cuenta de que no es político ni sabe cómo hacer política ni le crecen los colmillos que tal parece son necesarios para serlo en un país como Honduras. Salvador Nasralla, el presentador de televisión que probablemente ganó las elecciones presidenciales el pasado 26 de noviembre, tuvo que recibir una lluvia de gases lacrimógenos arrojados en su contra el pasado 27 de enero, en las calles de Tegucigalpa, mientras el presidente Juan Orlando Hernández iniciaba su segundo periodo presidencial en una solemne ceremonia en el Estadio Nacional.
A pesar de su papel en la política, Nasralla es el más reconocido personaje de la farándula hondureña. Anfitrión del programa de concursos Equis Cero Da Dinero; organizador de Miss Honduras y comentarista deportivo, decidió fundar su propio partido político hace cinco años, el Partido Anticorrupción, justo en los momentos en que estallaba uno de los peores escándalos de corrupción en su país: el fraude al Seguro Social que desvió fondos del empobrecido sistema de salud hondureño a la primera campaña presidencial de Juan Orlando Hernández. Nasralla asegura que aquella, la de 2013, fue la primera elección que le robaron.
Hay mayor consenso, nacional e internacional, en la del pasado noviembre: el sistema se cayó cuando el recuento de votos, por casi el 60 por ciento, le daba por ganador. Cuando el sistema volvió, Hernández iba ganando.
Nasralla se convirtió entonces en el símbolo de la resistencia a un régimen corrupto, en voz de la denuncia contra el fraude y en líder de protestas en las que no siempre supo cómo interpretar su papel. Él mismo admite que es ingenuo e inexperto en política, y que eso le ha llevado a cometer muchos errores. Y varios de ellos han sido públicos. Nasralla, que esta semana cumplió 65 años, parece fuera de lugar en la cancha política, fuera de lugar en las protestas a las que llega vestido como si en vez de fotorreporteros lo esperaran paparazzi dispuestos a escribir sobre el cuello almidonado de sus camisas modernas de diseñador, perfectamente planchadas, o sobre sus mocasines.
Tal vez justamente por eso ha aglutinado tanto apoyo popular: porque proyecta la imagen de alguien que estaba muy cómodo en un plató de televisión y que no tenía ninguna necesidad de salir a las calles a respirar gases lacrimógenos. Como alguien dispuesto a renunciar a su zona de confort, a sus privilegios, para denunciar la corrupción, el principal problema en el país más pobre del continente.
El Tribunal Supremo Electoral, controlado por el presidente Hernández, decretó quitarle el Partido Anticorrupción y por eso Nasralla fue el candidato de una alianza entre dos partidos que le eran ajenos: Libre, la creación del expresidente Manuel Zelaya a su retorno del exilio, y Pinu, la pequeña socialdemocracia hondureña. Zelaya es un animal político natural. Nasralla no. Es un hombre famoso indignado.
Ahora que Hernández ha tomado posesión, Nasralla ya no es candidato, no tiene partido político ni cargo público. Tampoco tiene claro cuál será su papel en esta nueva etapa de la crisis hondureña. Por lo pronto continúa en sus programas de televisión, los cuales no dejó ni siquiera mientras hacía campaña.
Nasralla conversó con El Faro dos días después de la toma de posesión de Hernández.
Y ahora que el presidente Hernández ya tomó posesión de su segundo mandato, ¿cuál es su plan?
El plan depende de la gente. No depende de mí. Depende de lo que la gente reclame. Nunca se había dado de que la gente estuviera convencida de que alguien ganó. Fue demasiado grande la diferencia que yo obtuve a mi favor. Por lo menos medio millón de votos. Le ganamos a dos fraudes: uno en la mesa y otro en las urnas.
¿A qué le llama fraude en las mesas?
Él hizo votar a 400 mil personas que viven en Estados Unidos. Les emitió identidades y las usó para votar. Puso a votar muertos. Él nombró al Tribunal Supremo Electoral cuando no había Congreso, incluyendo al magistrado del Partido Liberal que es su compañero de kínder. Él lo puso. En las mesas alteró actas utilizando a gente de partidos pequeños que él creó y metió en su cuenta votos que no eran de él sino míos. Avalados por esos partidos pequeños.
Entiendo que usted lo denunció…
Ante la OEA, ante las Naciones Unidas, ante todo mundo. Los partiditos esos tenían menos votos que representantes en las mesas. Me pasó lo mismo en el 2013. A mí me robó las elecciones de 2013. En una plática con él me dijo que sí, que efectivamente yo había ganado, pero que él estaba más preparado para gobernar.
¿Juan Orlando Hernández le dijo eso?
¡Sí!
¿Dónde se lo dijo?
En una reunión informal que fue procurada por un rico de este país. No lo aceptó directamente así. Los ricos de Honduras me procuraron una reunión con él. Estuvimos cinco horas solo él y yo en la casa de un rico en noviembre de 2013 y él ahí me dijo que había que tener una estructura y yo no a tenía. Yo acababa de fundar el Partido Anticorrupción y me ofreció trabajar con el gobierno, poner un ministerio anticorrupción , en fin…
¿En casa de quién fue esa reunión?
Preferiría que no…
Déjeme regresar a lo que dijo al principio, que ahora la gente es la que decide cuál es el plan. Uno supone que, cuando hay tanta gente con este grado de indignación, requieren de guías, líderes que les indiquen por dónde ir, no al revés.
Sí.
¿Entonces? ¿Usted asumirá ese liderazgo?
Yo pretendo asumirlo, pero mi problema es que no tengo partido político y no tengo recursos para poder asumir ese liderazgo. Quienes están llamados a asumir ese liderazgo son el Partido Libre que dirige Manuel Zelaya y el Partido PINU que dirige Guillermo Valle, porque ellos dos terminaron formando la alianza en vista de que a mí me quitaron mi partido. Cuando participé como candidato no hice ningún requerimiento de fondos a estos partidos, y la deuda política que entrega el gobierno se repartirá entre estos dos partidos. Yo voy a seguir luchando.
¿Cómo? ¿Desde qué trinchera?
Desde la trinchera de los medios de comunicación digitales y a través de procurar el diálogo con la ONU sobre el problema electoral. Ellos van a promover este diálogo. Ya hablaron con Hernández y él está de acuerdo. El problema es que Hernández siempre está de acuerdo, pero los diálogos no los hace respecto a los problemas reales, de la gente de la calle, (sino) para agotar la vía diplomática. Él ha traido ayuda militar de otros países. He visto fotos de la policía federal mexicana…
¿Usted vio a agentes mexicanos?
Bueno hay fotos, usted las puede ver en mi cuenta de Facebook. Incluso vi a otras personas que han estado trabajando en estos días que tienen toda la pinta de ser norteamericanos. Otros guatemaltecos. Es imposible que un ejército tan reducido como el de Honduras tenga capacidad para cubrir todo el país, porque hemos tenido manifestaciones en varias partes del país. Si vamos a las calles ya tenemos la respuesta: nos disparan y nos tiran gases lacrimógenos.
No tiene partido ni recursos, pero mucha gente allá afuera votó por usted. No toda simpatiza con Libre o con Pinu. Cuando me dice que el liderazgo lo tienen que asumir Libre y Pinu da la impresión de que no está tan dispuesto, como espera la gente, a ser usted quien los lidere…
Pues yo no soy político, ese es el problema. Hay gente a mi alrededor que está tratando de armar un partido político, pero armar un partido para liderar desde ahí significa aceptar que este hombre (Hernández) se quedará inmediatamente. Yo no creo que él se quedará los cuatro años. Yo necesito una asesoría para poder conducir este liderazgo y canalizar lo que la gente pretende que haga, puesto que las reclamaciones populares… Me piden, por ejemplo, que tome posesión el próximo sábado en San Pedro, como hizo López Obrador en México, pero eso no sirve para tomar el poder. Yo quiero un argumento para llegar al objetivo de tomar el poder.
¿Su objetivo es tomar el poder o su objetivo es sacar a Juan Orlando Hernández?
Sí, sí. Sacarlo. Yo he ofrecido que si en la oposición hay un mejor candidato que yo me retiro. Mi objetivo no es ser presidente de un país corrupto. Yo tengo las capacidades, obviamente, pero estoy dispuesto a apoyar a quien sea. Soy un hombre de 65 años al que ya le robaron dos veces las elecciones.
Dos elecciones y dice que no es político…
Me he convertido en político, pero yo no tengo esa vocación. Para ser político hay que ser mentiroso. No sé mentir, y eso se necesita en la política. Yo hablo de frente. Yo no soy político y por eso es más o menos fácil dorarme la píldora y hacerme caer en situaciones. Por ejemplo: Tres días después de las elecciones me dijeron que el TSE iba a declarar ganador a Hernández. Recurrí a la OEA, firmé un documento… y eso fue una inocencia.
Entonces eso de no ser político a veces juega a su favor, pero otras…
A favor juega como imagen frente al pueblo. El político es sucio. Es una actividad sucia y yo no soy así. Cuando estuve en el Congreso para acompañar a los diputados en el periodo pasado sentí que estaba en el lugar más oscuro y sucio de la Tierra. Un lugar lleno de ladrones…
¿Entonces por qué quiere ser presidente?
¡Para cambiar eso! La mayoría de los hondureños no es así. Para tener diputados que defiendan los intereses del pueblo. Para cambiar una estructura corrupta.
A veces usted dice unas cosas y luego las cambia. Cuando Estados Unidos reconoció el triunfo de Juan Orlando Hernández, usted dijo que se regresaba a su trabajo en la televisión y que eso daba por finalizada la Alianza Electoral, porque ya no había nada que hacer.
Eso fue una entrevista que me hizo un periodista que me invitó hasta a trabajar en su canal. Como si a mí me afectaba y no al pueblo. Por mi ignorancia política me parecía que allí terminaba la lucha, porque ya Estados Unidos había bajado el dedo.
Había gente arriesgando su vida y perdiendo su vida en las calles y usted dice: para mí ya todo terminó. Ya dijo Estados Unidos…
Es que Honduras es una colonia de los Estados Unidos. El presidente es solo el capataz que recibe órdenes de Estados Unidos. Toma decisiones con lineamientos que le da Estados Unidos. Si no sigue esos lineamientos lo quitan, como al presidente Zelaya. No fue una declaración mía, fue una entrevista que me hace un periodista por teléfono cuando yo ni siquiera había leído el comunicado. Yo presenté al departamento de Estado todas las pruebas del fraude, pero aparentemente a Estados Unidos eso no le interesa mucho. Para ellos es preferible tener a una persona condicionada y obligada a hacer cosas a favor de Estados Unidos que no a un nuevo desconocido como Salvador Nasralla, que como no tiene cola que le pisen podría tomar decisiones que podrían no ser favorables a la política de ellos.
Por este tipo de declaraciones parece que Salvador Nasralla se ha convertido en un líder incluso a pesar de sí mismo. ¿No cree?
Sí. Quizá tiene razón, aunque yo siempre he sido un líder popular. Yo diría un líder político a pesar de sí mismo. Sabía que la política era sucia, ¡pero no tan sucia! No sabía que había factores exógenos que influyeran tanto. Estoy convencido de que en las decisiones naturales que tomo a veces me traiciona mi propio yo.
¿Con factores exógenos se refiere a Estados Unidos?
Sí. Pero también… Mire, en 2013 los ricos de Honduras me dijeron: “Sí, vos ganaste, pero al presidente no lo elige el pueblo. Lo elegimos nosotros”. El presidente de una colonia como la nuestra llega supeditado por los grandes grupos económicos que son los lacayos de Estados Unidos que es el dueño del país. Los niveles de corrupción de Honduras son demasiado altos.
¿Por qué cree usted que Estados Unidos apoyaría un régimen como el que usted describe: autoritario, corrupto, represivo?
No. A ellos no les gusta que aquí haya un gobierno autoritario ni represivo. Ellos quisieran un país normal, pero siempre controlado como en todos los periodos, hasta que Mel Zelaya se rebeló. El país aparentemente era democrático, pero todas las decisiones que se tomaron en el gobierno eran consultadas a Estados Unidos.
Yo no conozco otro país en el que la embajada de Estados Unidos tenga tanta influencia.
Sí. A mí me tocó vivir en la dictadura militar de Pinochet en Chile, y allí no se veía al embajador de Estados Unidos metido en el Congreso o en un tribunal. Se metían, pero de otra forma que no se nota. Honduras, a raíz de la gran cantidad de corrupción que tiene y que Estados Unidos conoce, pues los tiene agarrados a los empresarios y a los políticos.
¿Aquí hay políticos corruptos o aquí hay un sistema corrupto?
Sí, yo creo que hay un sistema corrupto. Esa es la realidad de Honduras.
¿Y eso cómo se cambia? ¿Por decreto presidencial o cómo pensaba cambiarlo si llegaba a la presidencia?
Involucrando en puestos públicos a personas decentes, que estén dispuestas a no vender su voluntad. Sé que es difícil, pero en general en Honduras la gente es buena. Yo me resisto a creer que una cúpula de veinte mil personas corruptas tengan postradas a ocho millones de personas.
Pues lo que acabamos de ver en el Congreso supongo que desafía su resistencia. El decreto de la impunidad.
Pero eso no es nuevo. Lo aprobado pasa a una comisión de estilo que redacta lo aprobado, pero nadie revisa si lo que se publica en la Gaceta Oficial es lo que se aprobó en el Congreso. Eso pasó con la privatización de la salud. Lo hemos denunciado antes y no sirve de nada. Lo que pasó ahora es que la Maccih, con el agua al cuello, reveló que no eran cinco diputados sino sesenta los que se habían robado… Ahora anda el jefe de la misión en Washington reportando a la OEA lo que pasó. A ver si no regresa con una posición menos agresiva para el gobierno.
¿No le da buena espina Almagro?
Cuando estuve con él en Washington me entusiasmó muchísimo. Me dijo que estaba convencido de mi triunfo y que iba a convocar al Consejo Permanente. Le han dado largas. A mí, Mel Zelaya, que es mucho más experimentado en política que yo, me dijo que la OEA al final hará lo que le diga Estados Unidos, que es el que maneja su presupuesto.
Cuénteme de su relación con Mel. A veces parece que son dos personas que hablan en el mismo sentido y que marchan juntos, y a veces usted hace esfuerzos deliberados por distanciarse de él públicamente.
Es que ideológicamente yo no pienso como Mel Zelaya. Él es un burgués al que yo conozco desde hace más de cuarenta años. Era mi amigo rico. Yo era un pobre gato y él era mi proveedor de transporte cuando fui gerente de la Pepsi. Yo siempre he tenido una política más de centro que de izquierda y él es socialista a pesar de su condición económica. Nuestra alianza no es ideológica. Fue una alianza con el objetivo común de sacar a una persona que le está haciendo daño al pueblo y que se quiere convertir en un dictador.
Si usted hubiera asumido la presidencia, ¿cómo pensaba armar su gobierno con una alianza de ideologías tan distintas?
Firmamos un acuerdo de 17 puntos que favorecen al pueblo. De las decisiones que me tocarían tomar como presidente no habría ninguna diferencia entre él y yo. Hicimos un plan de gobierno y ofrecimos cosas que íbamos a cumplir. Eso, sumada a mi política anticorrupción en la que estaba dispuesto a denunciar a personas cercanas a mí, a Zelaya o al Pinu.
Pero si el objetivo, repito sus palabras, era “sacar a un dictador que le hace daño a Honduras”, pues él no se fue a ningún lado. Acaba de iniciar su segundo periodo. ¿No sería, según sus propios argumentos, incluso más necesaria la alianza? ¿Tiene más o menos sentido?
No lo sé porque nunca pensamos qué haríamos si nos robaban. La Alianza fue para participar en las elecciones. Ahora hay que redefinir la lucha y ver qué papel voy a jugar allí. Yo solo fui el candidato incondicional.
Supongo que sabe que no tiene mucho tiempo para redefinir su papel en esa alianza.
Estoy consciente, pero es una situación complicada para mí por mi inexperiencia política. Estoy hablando continuamente con Zelaya y con personas alrededor mío, pero es complicado.