Durante el tiempo en que sirvió al Ejército, Óscar Romero fue uno de los últimos civiles que vio vivos y sometidos a los pobladores reunidos en la plaza de El Mozote. Tenía 18 años cuando fue secuestrado por un grupo de soldados en el cantón El Cumaro, en Arambala, Morazán. Lo convirtieron en un guía para llegar hasta El Mozote, en un “chaneque” que también los asistía acarreándoles agua. En la masacre, Romero perdió a dos de sus tíos y cuatro primos.