Estamos a nada de las elecciones que definirán quienes serán los alcaldes y diputados de El Salvador por el periodo 2018-2021. Las elecciones de este cuatro de marzo son particularmente importantes para el país por varias razones: la próxima Asamblea elegirá a los magistrados de la Sala de lo Constitucional en junio de este año; reelegirá al Fiscal General de la República o buscará uno nuevo en la segunda mitad de este año. Esta elección es importante, además, porque por primera vez veremos resultados provenientes de un electorado que, según las encuestas, tiene muy poca confianza en los dos grandes partidos políticos.
El FMLN y Arena se han encargado de erosionar cualquier tipo confianza ciudadana a fuerza de mentiras, corrupción sistemática y negociaciones oscuras con las pandillas. Lo interesante será ver cómo esa falta de confianza se materializa en los resultados electorales. ¿Tendremos más votos nulos?, ¿más votos por rostro?, ¿más votos para los partidos pequeños? Cualquiera que sea la decisión, el voto es un derecho individual que debe respetarse. Sin embargo, educarse e informarse en el proceso para tomar esa decisión es una responsabilidad colectiva. Es por eso que, en esta ocasión, utilizaré este espacio para compartir una breve guía para el votante informado: el que está harto de que sus políticos se sienten a negociar con organizaciones criminales a sus espaldas, el que tiene suficientes dificultades económicas como para que un diputado que gana más de $5,000 mensuales apruebe la entrega de $550,000 de fondos públicos a la ONG de su esposa, el que está cansado del nepotismo, el cinismo, la incapacidad y las mentiras constantes.
Elegir un candidato a quien confiarle nuestro voto puede ser una tarea difícil y tediosa, especialmente cuando hay cientos de opciones disponibles. Solo en San Salvador hay 192 candidatos de ocho partidos diferentes, más cuatro candidatos no partidarios. Debido a la gran variedad de opciones, propongo como estrategia para iniciar el proceso de decisión un mecanismo simple de depuración.
El votante informado se hará las siguientes preguntas y, si la respuesta es “sí” a cualquiera de ellas, procederá a depurar a ese candidato de su intención de voto: ¿el candidato ha utilizado su puesto para beneficiarse a sí mismo o a sus amigos y familiares a través de contrataciones en instituciones públicas o con otras prestaciones del estado como teléfonos y vehículos? Bajo este criterio, por ejemplo, el votante informado podría depurar a Cristina López, del PCN y a Mayteé Iraheta y David Reyes, de Arena: tres diputados y ahora nuevamente candidatos que utilizaron su cargo para favorecer, de una u otra manera, a familiares cercanos.
La segunda pregunta: ¿Se ha visto envuelto el candidato en escándalos de corrupción, crimen organizado o enriquecimiento ilícito? Bajo este criterio, el votante informado estaría listo para depurar a Guillermo Gallegos de Gana, a Reynaldo Cardoza y a Francisco Merino del PCN, a Carlos Reyes de Arena y a José Luis Merino del FMLN. Todos estos candidatos se han visto cuestionados por casos de corrupción y enriquecimiento ilícito, a excepción del señor José Luis Merino, quien fue acusado en el Senado de Estados Unidos de lavar dinero y traficar armas.
La última pregunta en el proceso de depuración es: ¿Existe evidencia contundente de que el candidato se ha sentado a negociar con pandilleros, hasta el punto de ofrecerles millones en micro-créditos o pedir su visto bueno para elegir al Ministro de Seguridad, todo en secreto y a espaldas de la ciudadanía? Al responder esta pregunta, el votante informado depurará de su lista a Benito Lara, candidato a diputado por el FMLN y a Ernesto Muyshondt, candidato por Arena para la Alcaldía de San Salvador.
Hay más preguntas que hacer en este proceso, pero por hoy nos quedaremos con estas tres, que, a mi juicio, son las esenciales. Luego de depurar a los candidatos bajo los criterios antes mencionados viene la parte difícil: elegir, entre las opciones que quedan, a un candidato con el perfil idóneo para desarrollar la función pública de manera eficiente, transparente y honesta, o, como último recurso, anular el voto. Este proceso es un poco más complejo, porque cada ciudadano tiene prioridades distintas y las respuestas no siempre son tan obvias en este caso como lo son a la hora de hacer la depuración inicial. Sin embargo, el votante informado que decida no anular el voto tomará en cuenta tres puntos clave a la hora de elegir a su candidato, o candidatos: que sea una persona con instrucción y moralidad notoria, como lo ordena la Constitución, que sea una persona que se alinea que sus prioridades como ciudadano y que a lo largo de su campaña haya presentado propuestas integrales y plausibles para beneficiar al país.
En mi caso, busco un candidato que crea en la importancia de invertir en nuestros niños: insistiendo en un incremento presupuestario para el Ministerio de Educación y creando así más oportunidades en el futuro. Busco a un candidato que esté dispuesto a denunciar y combatir la corrupción venga de donde venga, fortaleciendo así la institucionalidad del país. Sobre todo, busco un candidato que sea honesto y que entienda que ser electo a un cargo público es un privilegio y una oportunidad para servir a todo el país, no a ellos mismos.
El votante informado verá en este proceso, candidatos que pasaron la etapa de depuración y que cumplen algunas de estas características pero que simplemente no son lo suficientemente idóneos para ocupar el cargo. A mí me sucedió con Héctor Menjivar, candidato a diputado de La Libertad por el PDC. Me pareció interesante ver a un candidato sin ataduras previas y con un discurso contundente contra la corrupción. Lastimosamente, para mi es imposible votar por un candidato que está dispuesto a discriminar a ciudadanos salvadoreños por su orientación sexual.
Bajo los criterios antes descritos, tengo entre mis opciones a Marcella Villatoro, candidata por Arena, por su propuesta de crear una Ley de Financiamiento a la Educación, lo cual permitiría incrementar la inversión en educación al 6 % del PIB en 3 años. También barajeo entre mis opciones a Félix Raul Betancourt, del PDC, porque a mi juicio ha llevado campañas propositivas y enfocadas en la ciudadania. Me gusta, también, la campaña que ha llevado Jackeline Rivera, con propuestas como la transmisión de las sesiones del concejo municipal por Facebook Live y la creación de Ciudad Mujer en San Salvador. Lastimosamente, no podría darle mi voto por su decisión de servir como mocionante para las reformas a la Ley de Extinción de Dominio el año pasado.
Si luego de seguir este proceso, el votante informado aun no logra encontrar a un candidato que considere idóneo para el cargo, la única opción que queda es anular el voto. Ya sea como un método de protestar o de privar a los partidos políticos con un aproximado de $3 de deuda política, el voto nulo es, a mi criterio, una opción más responsable que la abstención. Sin embargo, también creo que votar nulo es darle más poder al voto duro y a las cúpulas partidarias que nos tienen como estamos.
Las elecciones de este domingo pueden servir como un parteaguas para nuestro país, en el que una nueva generación de diputados y alcaldes entiende que es necesaria una nueva manera de hacer política: concentrada en las necesidades del país y dejando de lado el clientelismo y la falta de honestidad. O, también, las elecciones pueden perpetuar la continuidad del status quo. Solo el votante informado podrá tomar la decisión de llevar a nuestro país por el camino correcto.