El FMLN ha recibido la peor derrota electoral de su historia y la Comisión Política del partido ha anunciado un periodo de reflexión en el que buscarán corregir los errores que los han llevado a este resultado. Ahora bien, para entender qué pasará en el partido de izquierdas es necesario intentar darle respuesta a dos preguntas: ¿es posible que la actual dirigencia se haga a un lado? No. ¿Es posible que haya un relevo en el liderazgo, que alguien pueda escalar a la dirección del FMLN y tener voz, voto y poder de decisión en temas importantes sin los galones que tienen los comandantes en sus hombros? No.
Este texto, sin ánimos de convencer a nadie, busca dar contexto sobre un partido que funciona casi igual que un ejército, un ejército que dirigen comandantes que no están acostumbrados a las quejas de sus subordinados, que no están acostumbrados a otra cosa que no sea dar órdenes. Un ejemplo: su aparato de defensa del voto se llama 'Ejército Político Electoral'.
A la cabeza de este ejército está 'El colectivo'*, un grupo de veteranos de guerra dirigidos por el presidente del país, Salvador Sánchez Cerén, y por Medardo González, el secretario general del FMLN. El primero es el comandante más venerado de las Fuerza Populares de la Liberación (FPL), y el segundo es el segundo. El número dos de las FPL. Los miembros del colectivo creen que su bandera está construida con su sangre, sus muertos y sus desaparecidos. Los comandantes se consideran los constructores y dueños de una casa llamada FMLN a la que para entrar hay que pasar varios filtros.
Recuerdo que una vez, Roberto Lorenzana, dirigente que forma parte de este exclusivo colectivo, me dijo que la diferencia entre la bancada de Arena y la bancada de su partido y su gobierno era una: en Arena no hay tomadores de decisiones, son voceros que tienen que consultar a los financistas del partido, dijo. En su partido, me aclaró, había gente que podía decidir desde el gobierno y desde su bancada. No hay poder detrás del partido. 'Nosotros sí mandamos en el FMLN y estamos a la vista, en Arena no se sabe', me dijo hace unos años.
Ni el expresidente del país, Mauricio Funes, ni su fichaje más relevante de los últimos tiempos -Nayib Bukele- lograron cambiar las paredes de esa casa a la que tuvieron acceso más como invitados que como líderes o herederos del bastón de mando. Mauricio Funes habla desde afuera para defender esa bandera como simpatizante de honor, pero no como un dirigente. Bukele buscó la candidatura presidencial, pero salió expulsado por traición. Aunque existe la posibilidad -muy lejana- de que vuelva como aliado estratégico, nunca lo hará como efemelenista orgánico. Eso es lo que me han dicho un par de militantes, desde la llanura.
Pero volvamos a la idea del colectivo que es dueño del partido. El número dos de este colectivo es el secretario general del FMLN desde hace 14 años, más de la mitad de la vida democrática del FMLN. Internamente es conocido Milton Méndez, a quien sus subordinados consideran audaz, calculador, lúcido, exitoso y honesto: un estratega. Sus más cercanos lo consideran el sucesor natural de Sánchez Cerén; es la lógica interna dentro de este partido, así lo han contado militantes y dirigentes en incontables ocasiones.
Medardo es el héroe de guerra que llevó al Frente a ganar dos elecciones presidenciales consecutivas y que logró lo más parecido a la unidad partidaria tras una década de divisiones internas, entre 1994 y 2004. Medardo tiene 45 años de militancia en las FPL y ha recorrido la escalera que usaron los mejores dirigentes efemelenistas para dejar huella ante sus bases. La que usó Schafik Hándal para convertirse en una especie de santo de los efemelenistas, la que llevó a Sánchez Cerén a convertirse en el candidato indiscutible de un partido que exige pedigrí ideológico a sus cuadros, un pedigrí que sólo dan las medallas de guerra.
La única excepción a esta regla se llama Fabio Castillo, único “civil” sin galones de guerra que ocupó -transitoriamente- la silla que hoy ocupa Medardo. Castillo, abogado de algunas empresas a las que los más puros llamarían de 'la derecha oligárquica', sirvió como un gerente de confianza en un lapso de tiempo en el que había dos corrientes de pensamiento luchando por el control del partido. Los extintos renovadores que perdieron contra los 'ortodoxos', como eran conocidos por la prensa. Internamente, los ortodoxos se organizaron en la Corriente Revolucionaria Socialista (CRS), liderada por Sánchez Cerén, y potenciada, desde 2004, por el actual secretario general.
El FMLN de hoy es el que forjó Medardo desde ese año. Antes, ninguna de las dos corrientes de pensamiento parecía en vías de extinción. Después de 2004, la CRS -una alianza de excomandantes del Partido Comunista y excomandantes de las Fuerza Populares de la Liberación- aplastó la ya extinta corriente reformista. El FMLN empezó a tallarse a la imagen y semejanza de su secretario general. No hay rivales posibles contra estos comandantes desde que en 2004 dejaron de existir corrientes de pensamiento.
Estas medallas lo han convertido en pieza indispensable de la dirigencia del partido... al menos hasta este 4 de marzo.
De todos, sobre Medardo recae la principal responsabilidad por esta derrota, pero no renunciará.
Es importante hablar de su responsabilidad y su cargo por una razón: su silla de secretario general significa decidir la candidatura presidencial de su partido. Una tradición que arrancó desde los tiempos del Facundo Guardado, segundo candidato presidencial, quien compitió contra Arena y una gran parte de militantes del FMLN en las presidenciales del 99.
Y luego fue Hándal, en 2003, quien compitió la candidatura presidencial contra los reformistas que encabezó el hoy vicepresidente Óscar Ortiz y el canciller Hugo Martínez. En aquel momento ,Ortiz estaba lejos de unirse al grupo del colectivo. Un año después, Ortiz compitió la secretaría general a Medardo y obtuvo casi un 50 por ciento de efemelenistas que le votaron en 2004. Es una incógnita cuánto queda hoy de aquellas corrientes de pensamientos que terminaron aliadas al colectivo de comandantes.
El relevo generacional que tanto promulgó el vicepresidente Ortiz y el canciller Martínez queda en manos de los jóvenes del FMLN, unos jóvenes que no tienen historias de guerra que contar y que, en la práctica, son aduladores de los comandantes. No hay espacio a la queja y eso me quedó claro en la última entrevista con el secretario de juventud de partido de gobierno, Charlin Zuñiga. Él y sus contemporáneos militantes aplauden cada una de las acciones de su dirigencia. Sin matices defienden y repiten las ideas que ya han ventilado los principales voceros del FMLN ante la opinión pública. Sus palabras sobre un buen gobierno y un buen rumbo de país parecen calcadas del discurso de la dirigencia efemelenista. No hay espacio a una idea que no salga de las cabezas de los veteranos comandantes... que se quedarán.
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* El colectivo son los siguientes dirigentes: José Luis Merino, veterano jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del Partido Comunista de El Salvador (PCS) y hoy encargado del consorcio de empresas Alba; Norma Guevara, dirigente histórica del PCS y jefa de la bancada legislativa; Lorena Peña, expresidenta de la Asamblea Legislativa y dirigente histórica del FMLN; Roberto Lorenzana, secretario técnico de la Presidencia; el presidente, Salvador Sánchez Cerén y Medardo González.
A estas cabezas se suman un segundo grupo de tomadores de decisión: Violeta Menjívar, exsecretaria general adjunta del partido y ministra de Salud; Santiago Flores, vicepresidente de la Asamblea Legislativa; Sigfrido Reyes, expresidente de la Asamblea Legislativa; y Orestes Ortez, ministro de Agricultura y asesor del grupo Alba. Una clave interesante para determinar la relevancia de cada uno de estos dirigentes es la forma como se refieren al presidente de la República, con el el seudónimo 'Antonio', mucho menos conocido que el de 'Leonel'. Este guiño está reservado para los más influyentes integrantes del colectivo.