“Yo le quiero decir a doña Rosa que le vamos a reconstruir su casa”. Es la frase clave de esta historia. Las 14 palabras con las que el alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, se comprometió a ayudar a Rosalinda Sigüenza, una mujer que cuatro días antes había visto su vivienda reducida a cenizas, en la que vivía junto a su esposo, cinco de sus hijos y dos nietos. Aquel ofrecimiento público, proclamado sobre una tarima en la plaza del Divino Salvador del Mundo, le valió una generosa ovación de parte de varios miles de personas congragadas.
Nayib Bukele se comprometió a “reconstruir la casa” el 21 de enero de 2018. Tres meses y seis días después, mientras se escriben estas líneas, la familia de Rosalinda no ha recibido ni un ladrillo. “Hasta ahorita estamos esperando, y ya tenemos la lluvia encima”, dice Armando De León, el esposo.
La familia De León-Sigüenza está viviendo hoy en el mismo solar en el que estaba la casa que se incendió, en el pasaje Las Orquídeas de la colonia Los Alpes de Soyapango. El fuego consumió lo que durante casi dos décadas llamaron vivienda –también casi todo lo que había dentro–, pero familiares, amigos y feligreses de la iglesia en la que se congregan les han ayudado a sobrellevarlo. Con maderas y láminas oxidadas han improvisado una champa provisional con la esperanza de que Nayib Bukele cumpla lo apalabrado.
“Si pueden proveernos siquiera el material, para nosotros sería bienvenida la ayuda. Ya no nos importa si no la construyen, ya veremos nosotros cómo nos rebuscamos para hacerlo”, dice Rosalinda, resignada, transcurridos más de tres meses desde el abrazo.
El caso
La vivienda se quemó la mañana del 17 de enero, entre 8 y 8:30. Rosalida, Armando, tres de los hijos y los dos nietos estaban dentro. El fuego comenzó en la casa de la par, intuyen que quizá por algún cortocircuito, porque estaba vacía. Primero se coló el olor, luego el humo. Salieron. Armando optó por dar una patada a la puerta ajena. Ahí vieron que el fuego ya estaba fuera de control.
Eliseo, uno de los hijos, estudiante universitario gracias a una beca, llegó con un balde lleno de agua. Al echarlo sobre las llamas y ver que no retrocedían comprendieron que aquello era incontrolable. Y el fuego estaba en el cuarto que compartía pared con su hogar.
Temiéndose lo peor, empezaron a sacar tiliches: una plancha para echar tortillas, el televisor, el tambo de gas, la cocina, algunas gavetas con ropa y poco más. El viento soplaba endemoniado aquel día, en dirección a su casa, y en cosa de minutos el fuego se extendió por toda la casa. “La madera de las vigas y de los muebles estaba vieja y seca, y los colchones rápido agarraron fuego también”, dice Rosalinda. Algunos vecinos llegaron a ayudar, pero poco se podía hacer. Para cuando llegaron los bomberos, ya había muy poco que apagar. Tres casas resultaron dañadas por todo, pero lo peor, de largo, se lo llevó la de los De León-Sigüenza.
El encuentro casual con el alcalde
Cuatro días después, el domingo 21 de enero, la Fundación Forever había convocado en la plaza del Divino Salvador del Mundo a los cientos de jóvenes becados por la institución, y a sus familias. Eliseo era uno de ellos. La desgracia del incendio llegó a oídos del presidente de la oenegé, el argentino Alejandro Gutman, y a este se le ocurrió permitir a Rosalinda subir a la tarima y que contara micrófono en mano el drama vivido.
Eso hizo Rosalinda. “Yo dije lo del incendio –dice– y hubo personas que me regalaron un dólar, dos..., cinco dólares alguno… Recogí como 40 dólares y ya nos sirvieron, ya, para comer y pasajes.”
Como una hora después que Rosalinda, cinco o seis intervenciones de por medio, Alejandro Gutman invitó también a subir a la tarima al alcalde Nayib Bukele. Fue ahí cuando pronunció la frase clave de esta historia. Y luego vino la ovación cerrada de los miles congregados. Y más luego, el abrazo a Rosalinda, emocionada como pocas veces en más de medio siglo de una vida de estrecheces.
Al final del evento, una mujer que se identificó como alguien del equipo de Nayib Bukele se acercó a Rosalinda y le pidió un teléfono de contacto.
Los días y semanas siguientes fueron de esperanza y de planificación. Familiares, amigos y feligreses de la iglesia les donaron muebles, ropas, electrodomésticos, tiliches. La Alcaldía de Soyapango les dio unas pocas láminas nuevas que, junto a otras viejas y oxidadas que recibieron y las menos maltratadas por el fuego, las usaron para improvisar paredes y techo de una champa en la que poder amontonarse hasta que se concretara la promesa de reconstrucción.
Pasó un mes, mes y medio, dos meses, dos meses y medio… Rosalinda incluso se animó a ir a la alcaldía, en el centro de San Salvador, a buscar explicaciones.
El 7 de abril llegaron al fin unos trabajadores en nombre de Nayib Bukele. Los recibió Armando. “Tomaron medidas, y uno le decía al otro que iban a echar un poco de cemento en el suelo, a hacer una salidita y de agua y ya, pero a mí no me pareció y tuve que meter mi boca”, dice, “porque el alcalde prometió que nos iba a hacer la casa”.
Los De León-Sigüenza pidieron un número de teléfono, pero les respondieron que no, que ellos se pondrían en contacto. Desde entonces, tres semanas casi, nadie ha llegado a la casa, ni siquiera una llamada. En la familia se ha instalado un sentimiento de resignación, al punto que ya ven como casi un imposible la reconstrucción de la casa apalabrada. Rosalida: “Si pueden proveernos siquiera el material...”
En la noche del jueves 26 de abril, El Faro preguntó a Nayib Bukele por el caso. Su reacción fue la de alguien que cree que era un asunto ya solucionado. “Yo di la orden de que hicieran la casa. Si no lo han hecho, es porque andan en mil cosas, pero se hará”, respondió por escrito en un mensaje privado de Twitter.
Una media hora después, complementó su respuesta: “Ya me confirmaron que es así [que no se ha reconstruido], y obviamente me molesté. Me prometen que el miércoles [2 de mayo] inician. Ahorita toda mi gente está en lo de las obras de los últimos días de gestión, el traspaso de mando y la recolección de firmas del fin de semana”.