Las campañas electorales son cada vez más transnacionales. En muchos países los candidatos hacen viajes internacionales para buscar el apoyo de ciudadanos que residen en el extranjero, incluyendo los viajes a Estados Unidos de los candidatos presidenciales de República Dominicana, Guatemala, El Salvador, Haití, México, Taiwán, Liberia y muchos otros países que envían emigrantes a los EE. UU. Muchos partidos políticos han tenido redes de apoyo en el exterior por largo tiempo. Sin embargo, dado el alto costo de los viajes internacionales y el mantenimiento de oficinas partidarias en el extranjero, se trata de inversiones riesgosas cuya rentabilidad electoral es incierta. Si el beneficio se midiera solamente en términos de los votos de la diáspora, ningún partido podría justificar el gasto: como rutinariamente informan los medios del país de origen, las tasas de participación en el extranjero suelen ser de un solo dígito y el costo de administrar el voto externo, por votante, es enormemente alto, calculado en base a la participación real de la diáspora. Entonces, ¿qué ventaja electoral ofrecen las comunidades de la diáspora para los partidos políticos y sus candidatos? ¿Cómo buscan los partidos maximizar esta ventaja?
Aunque el impacto directo de los votantes en el exterior en los resultados electorales puede ser pequeño, ellos tienen un efecto observable en la estrategia electoral. Estudiando a un país específico, cuyos principales partidos exhiben dos estrategias distintas, podemos entender la estrategia de la campaña de la diáspora para los partidos en el país de origen y en qué consisten las diferencias. El Salvador representa un estudio de caso ideal de competencia por un gran electorado en la diáspora, en su mayoría sin derecho a voto, dentro de un sistema de partidos institucionalizado. Entre los países de América Latina con poblaciones de más de 2 millones, El Salvador tiene la diáspora más grande en los EE. UU.; medida como proporción de la población de la diáspora con respecto a la del país de origen, la cifra es 17%. Solamente los porcentajes de los países caribeños de habla inglesa son más altos. Las remesas representan más del 15% del PIB del país, lo que ilustra la influencia económica de la diáspora. Por consiguiente, los políticos salvadoreños a nivel nacional y local visitan regularmente a las comunidades salvadoreñas con sede en los EE. UU. para eventos de campaña, y lo hicieron durante mucho tiempo antes de que los salvadoreños en el extranjero pudieran votar por primera vez en las elecciones presidenciales de 2014.
Mi estudio busca entender la estrategia de acercamiento a la diáspora de los partidos como reflejo de su organización e infraestructura. Las tres elecciones presidenciales más recientes en El Salvador apuntan a una variación en la estrategia de movilización de la diáspora de los dos principales partidos. Un partido, el Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí (FMLN), ha sido capaz de movilizar para la campaña y el cabildeo una gran base organizada en la diáspora, base que está bien coordinada e integrada en las funciones generales del partido. El otro instituto político, la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), hasta ahora no ha sido capaz de movilizar una base efectiva en la diáspora, o coordinar en la estrategia de campaña del partido a simpatizantes en la diáspora que se organizan por su cuenta. En lugar de esto, usa a la diáspora como símbolo retórico en los materiales de la campaña. Con base en entrevistas con las dirigencias y estudios internos de las estrategias de campaña desarrolladas por ambos partidos, mi estudio encuentra que el FMLN, un partido verticalmente estructurado con un modelo de comité de base de masas, se coordina de manera más efectiva con sus partidarios en la diáspora que Arena, que tiene una estructura horizontal y se organiza sectorialmente. Esto sugiere que los partidos jerárquicos con membresía de masas tienen más probabilidades de prestar atención a la diáspora por su capacidad de movilización, mientras que partidos menos rígidos, más abiertos y orientados sectorialmente mirarán hacia la diáspora por su capacidad de propaganda sin tener coordinación bidireccional.
El Salvador se destaca por su alto nivel de campañas transnacionales: visitas regulares a los EE. UU. de los principales candidatos presidenciales durante las elecciones, así como de muchos candidatos a nivel local, además de mantener en los EE. UU. redes partidarias permanentes. Varios factores contribuyen a esto: en primer lugar, una diáspora numerosa que es económica y políticamente importante. Segundo, un sistema de partidos caracterizado por una alta polarización, con partidos institucionalizados que consiguen una fuerte identidad partidista y una división casi pareja en la preferencia de los votantes. El FMLN ganó las elecciones presidenciales de 2014 por menos de 7000 votos, (50.1 % - 49.9%). En tercer lugar, la diferencia entre los partidos en términos de organización, nivel de institucionalización en la diáspora y actividad de la campaña de la diáspora. El Salvador ilustra además la paradoja de un alto nivel de campañas partidistas entre una diáspora que, hasta hace muy poco, carecía del derecho al voto. La comunidad migrante salvadoreña se estableció recientemente en los Estados Unidos y creció rápidamente como resultado de la guerra civil en los años ochenta. La primera generación de la diáspora salvadoreña migró en un momento de extrema polarización política y conflicto, e incluye a combatientes de ambos lados de la guerra. La misma polarización de la identidad política se traslada a la diáspora salvadoreña en mayor medida que lo que se puede encontrar entre poblaciones de inmigrantes de motivación puramente económica.
Los ciudadanos salvadoreños que residen fuera de El Salvador no gozaban del derecho de voto en el extranjero antes de 2013, pero ejercieron influencia sobre la política salvadoreña desde el comienzo de la migración a gran escala a los Estados Unidos en los años ochenta. Debido a que una gran cantidad de migrantes de la guerra civil culpaban al gobierno derechista salvadoreño por la violencia, el gobierno mantuvo la diáspora a distancia. El gobierno de Duarte (1984-89) presionó a la administración Reagan para obtener protección migratoria especial, que se convirtió en Estatus de Protección Temporal, para garantizar los flujos de remesas y evitar el retorno de migrantes que simpatizaban con los rebeldes. Aprovechando el vacío en la comunidad de la diáspora que dejó el gobierno, el FMLN construyó una red de apoyo partidario en los Estados Unidos. No es hasta que terminó la guerra civil en 1992, cuando empezaron las elecciones verdaderamente competitivas, que los políticos salvadoreños comenzaron a acercarse oficialmente a los electorados descuidados en el extranjero. Cuando ARENA controlaba el gobierno, sus esfuerzos para construir una base independiente en EE. UU. fueron insignificantes. Su indiferencia hacia la diáspora salvadoreña dio paso gradualmente al creciente reconocimiento de la influencia económica de los migrantes, y así el gobierno comenzó a extender programas de acercamiento que buscaban reforzar la identidad nacional salvadoreña de los migrantes, garantizar el flujo de remesas y desplazar a organizaciones comunitarias vinculadas al FMLN que daban servicios a migrantes. La elección a la presidencia de Mauricio Funes del FMLN en 2009 dejó a Arena sin su red de consulados y, por lo tanto, en desventaja competitiva en términos de simpatía por el partido y redes de apoyo partidario dentro de la diáspora. Con el advenimiento del primer gobierno del FMLN, la nueva administración de Funes presionó para que se extendiera el derecho al voto de los migrantes. Los legisladores de Arena vieron la propuesta con frialdad, pero se aprobó en 2013, de modo que las elecciones presidenciales de 2014 fueron las primeras en que los salvadoreños pudieron votar desde el extranjero. Actualmente, la votación en el extranjero solo se aplica a las elecciones presidenciales, aunque se extenderá a las elecciones estatales y locales en 2018, y la campaña con la diáspora se lleva a cabo en todos los niveles del gobierno.
La evolución de las distintas estrategias de campaña de la diáspora para ARENA y el FMLN revela el papel que juega la organización partidista en el desarrollo de estrategias. De acuerdo con la literatura de transiciones posconflicto, ambos partidos demuestran la importancia de la dinámica interna del grupo y la cohesión del partido en las fortunas electorales de los grupos combatientes convertidos en partidos. Sin embargo, contrariamente a trabajos que encuentran que la estructura jerárquica de la mayoría de los movimientos rebeldes (particularmente de orientación marxista) puede ser una barrera para la toma participativa de decisiones y por lo tanto para las transiciones democráticas exitosas, tal modelo puede ser bastante efectivo para lograr la participación de la diáspora en un entorno posterior al conflicto. Estas observaciones, respaldadas por entrevistas con las élites de los partidos, apuntan a varias diferencias entre los dos institutos políticos en términos de las relaciones entre el partido y la diáspora:
1. El papel que juegan las comunidades de la diáspora dentro de los partidos
Hay una tendencia general al incremento en la actividad de la campaña de la diáspora desde las elecciones de 2004, dada la creciente conciencia de parte de ambos lados de la ventaja que puede proporcionar la diáspora, ya sea como plataforma de propaganda o como recurso para la movilización de las bases. Cada acción y táctica de parte de un partido provoca una respuesta del otro. El año 2004 fue testigo del desarrollo del uso de la diáspora de parte de Arena con lo que los funcionarios de ambos partidos describieron como una “estrategia de miedo” con respecto a las remesas y el estado legal de residencia. Esto dio lugar a un período de mayor movilización del FMLN que utilizó sus comités de base en la diáspora principalmente para la inoculación contra tales tácticas, lo que tuvo éxito en 2009. Arena sigue enfatizando temas como el crimen, de gran resonancia con los migrantes, quienes pueden servir como megáfonos para aumentar la relevancia de dichos temas para sus parientes en el país. Varios migrantes han regresado a El Salvador para postularse como candidatos del FMLN, como Freddy Tejada, ex coordinador nacional de comités de base del FMLN en los Estados Unidos, que ganó las elecciones al Parlamento Centroamericano. Le siguió una de las entrevistadas, Ana Roque, presidente del comité de base del FMLN en Maryland. Un miembro actual de la Asamblea Legislativa en la bancada del PDC era inmigrante en Estados Unidos antes de presentarse a elecciones.
2. Infraestructura del partido de la diáspora
Casi todos los sujetos, incluidos los afiliados a Arena, coincidieron en que el FMLN se había comprometido con la diáspora por mucho más tiempo y con mayor intensidad que Arena o los otros partidos. Arena no se molestó en construir redes partidarias específicas en el extranjero hasta la década de 2000, cuando fundó Sector 8 bajo la diputada Margarita Escobar, por entonces directora de asuntos internacionales del partido. Fue un intento tardío de construir una red en la diáspora usando un modelo que correspondía a la estructura existente del partido. Anteriormente, desde el comienzo de la migración internacional de El Salvador a gran escala en la década de 1980, los funcionarios de Arena expresaron que trataban a las embajadas y consulados de El Salvador como parte de su infraestructura en el extranjero, confiando en que el partido conservaría el poder en el futuro previsible. El FMLN, por el contrario, por necesidad como grupo de oposición de larga data que quedaba fuera del gobierno, construyó su red en el extranjero mucho antes de participar en elecciones. Los primeros comités de base del FMLN fuera de El Salvador se fundaron con la primera ola de migración salvadoreña, principalmente a los EE. UU., pero también en Europa. El FMLN, en particular, trató a sus comités de base en el extranjero igual que a los de El Salvador, con las mismas estructuras y funciones y la misma voz en las decisiones del partido. Este legado institucional ayuda a dar forma a la infraestructura del partido de la diáspora integrándola dentro de la organización del partido. Cuando Arena fundó su sector en el exterior, el Sector 8, no se organizó siguiendo un modelo de comité de base, sino con un modelo corporativista: en lugar de tratar a sus comités del Sector 8 como a los comités de partidos nacionales, los areneros en la diáspora eran tratados como uno de varios grupos constituyentes (‘sectores’), junto con empresarios, mujeres, grupos religiosos, etc. Esto refleja las diferencias entre los dos partidos que se reflejan en la campaña de vallas publicitarias. Se trata de la diferencia entre el FMLN más rígidamente disciplinado y jerárquicamente organizado; y Arena, más horizontal, que otorga a sus grupos constituyentes un margen de maniobra e independencia mucho mayor en función de la iniciativa individual, en lugar de hacerlo siguiendo decisiones colectivas y disciplina partidista. Arena no puede dar órdenes a sus comités sectoriales y estar seguro de que sus actividades reflejarán la plataforma del partido tan efectivamente como lo hace el FMLN con sus comités base.
3. Cómo ven los partidos a la diáspora
En el contexto de las elecciones presidenciales de 2014, la primera en la que pudieron votar los salvadoreños en el exterior, los entrevistados respondieron que, predeciblemente, las demandas políticas de la diáspora se centraban en el derecho al voto. El FMLN había defendido las votaciones en el extranjero por algún tiempo, porque sabía que los migrantes salvadoreños favorecían abrumadoramente al Frente. Los funcionarios de Arena, históricamente fríos a hacerle concesiones a la diáspora, mantuvieron su apoyo al voto en el extranjero por ser ley establecida, y afirmaron que su única preocupación tenía que ver con la implementación y preocupaciones con el fraude electoral y la dificultad de confirmar los documentos de identificación (el Documentos de Identificación Unitaria o DUI) fuera del país.
Los funcionarios del FMLN, en particular los de los EE. UU., tendían a enfatizar las demandas de los migrantes de una mayor participación en las plataformas de los partidos. Un sujeto de la entrevista sostuvo que la elección de los candidatos del FMLN para las elecciones de 2014 se hizo en parte teniendo en cuenta los intereses de los migrantes. Debido al éxito en 2009 de un joven moderado y fuera del partido, Mauricio Funes, para la presidencia, y de un radical miembro histórico del partido, Sánchez Cerén, para la vicepresidencia, muchos en el FMLN favorecieron a Oscar Ortiz, otro joven moderado, como candidato presidencial para 2014. La decisión de nombrar a Sánchez Cerén como candidato presidencial y a Ortiz como su compañero de fórmula se hizo para apaciguar al ala radical del partido, que lo vio como su “turno” (recordando su decepción ante la derrota del comandante militar del FMLN, Schafik Hándal, en 2004). Y debido a que los partidarios del FMLN en la diáspora son en general más radicales, ese apaciguamiento del ala radical fue en parte un apaciguamiento de la diáspora y evidencia de su creciente fuerza dentro del partido. Este perfil radical desconcertó a los funcionarios de Arena, muchos de los cuales señalaron que las características de los migrantes salvadoreños en EE. UU. deberían favorecer más a la derecha puesto que muchos migrantes son pequeños empresarios, cuya vida comunitaria se centra en las actividades de la iglesia y se han “americanizado” más, lo que para los funcionarios de Arena debería significar que son más conservadores. Sin embargo, la ola migratoria a gran escala durante un período de guerra civil dejó a la diáspora con un sesgo aún fuerte hacia la izquierda.
El caso de El Salvador resalta cómo la organización del partido puede informar la efectividad con la que interactúan migrantes y partidos. El FMLN ha sido comparativamente más exitoso involucrando a la diáspora salvadoreña y utilizándola en campañas electorales. El mayor nivel de apoyo de la diáspora al partido es posible gracias a las simpatías históricas surgidas en la época de la guerra civil. Sin embargo, como la emigración salvadoreña ha continuado después de la guerra, ahora motivada principalmente por preocupaciones económicas, hay menos razones para que cualquiera de los partidos presuma que la diáspora constituye una base automática de apoyo. La mayor inversión del FMLN en la infraestructura en el exterior proviene de la necesidad de formar redes partidarias independientes de las instituciones gubernamentales debido a su largo período en la oposición. Sin embargo, la forma en que la diáspora salvadoreña y el FMLN interactúan y las formas en que los efemelenistas de la diáspora se movilizan en las campañas se basan en la estructura del partido y en un mayor grado de institucionalización en la diáspora, incluida una rígida jerarquía y una red de comités de base, características que tienen que ver con sus orígenes como ejército guerrillero. Por lo tanto, la base de la diáspora del FMLN ha permitido movilizaciones rápidas de respuesta para neutralizar las tácticas de campaña de Arena y ha alentado mayores niveles de contribuciones, participación y reclutamiento de candidatos de la diáspora. Se puede predecir entonces que el futuro de la red de Arena en la diáspora, su nuevo Sector 8, enfrentará una batalla cuesta arriba para igualar la red del FMLN, incluso si el partido reconoce la necesidad de hacerlo, aunque las entrevistas sugieren desacuerdos internos sobre su prioridad para el partido.
*Michael Paarlberg es profesor asistente de ciencias políticas en Virginia Commonwealth University y actualmente becario postdoctoral en la Universidad de Pensilvania. Su trabajo se puede encontrar en www.michaelpaarlberg.org. Sígalo en Twitter @MPaarlberg. Esta entrega de El Faro Académico es parte del artículo “ Competing for the diaspora’s influence at home: party structure and transnational campaign activity in El Salvador “, publicado por Taylor & Francis en el Journal of Ethnic and Migration Studies, 28 de diciembre de 2017.