Los argentinos quieren a un Maradona en cada generación. Ya están pidiendo al joven Dybala que haga lo que hace Messi, y a Messi, lo que hacía Maradona. Pero el problema principal de la selección argentina –de la Argentina– no radica en saber quién será la reencarnación de Maradona, sino en no saber que lo que más les urge es un nuevo Fernando Redondo en mitad de la cancha.
En los últimos años, ver los partidos de la Albiceleste es sufrir cada vez que Messi tiene que bajar a pelearse por un balón porque nadie le puede dar uno en condiciones. Si a Messi lo cubren tres vikingos, deberían aparecer otros jugadores para agarrar el balón y pensar. Si Messi se queda cerca del área pequeña esperando una pelota para poder rematar, él tendría que tener compañeros que le faciliten balones, y no esperar que pase corriendo los 90 minutos para abrir los espacios cerrados por los mediocampistas rivales. Y cuando ese medio campo lo forman gente como Modrić, Rakitić y Brozović, pasa lo que pasa.
Messi estuvo solo ante Croacia. Messi no tiene a Iniesta ni a Xavi ni a Busquets detrás, y no tiene ni a Alba ni a Dani Alves en las bandas para tocar y salir jugando. Messi miraba hacia atrás y sólo alcanzaba a ver al Jefecito tratando de tapar hoyos en una balsa que ya se estaba inundando. Mascherano sólo hay uno y tiene mil virtudes, pero no tiene ataque. Banega y Biglia no son malos, pero tampoco son excepcionales. Jugadores que sí saben cerrar las líneas se han visto ante Islandia y Croacia ahogados por las piernas rivales, asustados al ver la rapidez e inteligencia de un Modrić o de un Sigurðsson.
Así de gris está el medio campo albiceleste, pero en Argentina viven pidiendo a un nuevo Maradona, a un nuevo Messi, y nadie –o casi nadie– pide a un nuevo Fernando Redondo.
Redondo era un mediocampista defensivo que hacía de su oficio algo elegante. Entre 1994 y 2000 enseñó desde Madrid lo bonito que puede llegar a ser un medio defensivo que recupera y alimenta. Con el Real Madrid consiguió dos Ligas y dos Champions, pero una inoportuna lesión lo hizo perder la titularidad y se fue al AC Milán. Le pusieron de apodo el Príncipe, por su juego tan elegante. Es considerado por muchos como uno de los mejores ‘5’ que jamás haya vestido la camiseta merengue. El Príncipe podía hacer bailar un vals a tres tiempos a todos sus compañeros.
Con Argentina, fue nombrado el mejor jugador de la Copa Confederaciones 1992. Sin embargo, problemas con los entrenadores –no quiso cortarse el pelo una vez que se lo exigieron para ser convocado– lo dejaron fuera de los mundiales en sus mejores años, haciendo que jugara para la Albiceleste tan solo 29 ocasiones. El Príncipe, definitivamente, no brilló en la Albiceleste.
Desde su salida de la selección y su adiós al fútbol hay gente que habla de jugadores que se parecen a Redondo en su estilo de juego. El ejemplo más claro fue Gago, pero nunca estalló como un grande y no dejó heredero. Mascherano, jefe en la cancha, siempre fue demasiado defensivo. Argentina nunca cosechó otro Redondo y me temo que si ese país sigue idolatrando tanto a los futbolistas con el perfil de Messi-Maradona, nunca habrá otro.
Si la prensa, los jugadores, los periodistas, los comentaristas hablan todos de Messi, hacen que Messi se vuelva un referente para miles de niños, que aspiran a ser como él. ¿Quién no quiere ser como Messi y escabullirse entre las piernas de los rivales y hacer poemas en la cancha?
Pero por cada Messi Argentina tendría que formar a un Passarella, a un Verón, a un Zanetti, a un ratón Ayala, a un Redondo. No podes ganar mundiales sólo con números ‘10’.
Toda una generación argentina quiere que el fútbol sea atacar, driblar y anotar. Toda una generación aprendió a jugar como Maradona, y ahora toda una generación está aprendiendo de Messi.
Contra Croacia se notó una vez más la frustración de la Pulga al encontrarse solo en el medio campo peleando balones, o arriba, sin ganas de presionar porque sabía que no iba a encontrar el hoyo que necesita. Modrić lo dijo, clarividente: “Messi no puede hacerlo todo solo; en el fútbol hay que tener ayuda”.
Argentina necesita tener el balón antes de poder crear fútbol. Argentina necesita a un nuevo Redondo.