Este histórico bastión de la revolución sandinista, a 25 kilómetros de Managua, es hoy el epicentro de la resistencia civil contra el régimen Ortega-Murillo. La población controla las calles y mantiene atrincherada a la policía, con la que sostiene esporádicos enfrentamientos, que ya se han cobrado la vida de once personas. En sus calles, la rebeldía es un acto colectivo: desde los que protegen los tranques, los que curan a sus heridos y los que entierran a sus muertos. La situación cambia día a día, pero por hoy, esa ciudad es de los rebeldes.
Children and women formed barricades to close access to Masaya. Photo by Víctor Peña.
Tras los disturbios del sábado 2 de junio, frente a la estación policial, los rebeldes dejaron fragmentos de vidrio por toda la avenida El Progreso, en el centro de Masaya. Además, un mensaje explícto para la policía acusada de, en los últimos cinco días, haber asesinado a 11 personas en esta ciudad.
Isabel Mejía, de 52 años, pasa la tarde frente a su casa, el lunes 4 de junio, en el barrio San Miguel, de la Ciudad de Masaya. Isabel custodia su cuadra junto a su hijo y todos sus vecinos. 'Ahora no nos detienen, ya el miedo quedó atrás, y Daniel Ortega se tiene que ir', dice.
El sacerdote Edwin Román, de la iglesia San Miguel, junto a los representantes de Derechos Humanos de Nicaragua, entregaron en la Policía al hijo de un agente de esa institución, a quien los manifestantes habían capturado. Al sacerdote lo seguía una procesión de rebeldes que, pedían la cabeza del muchacho, que clamaban por torturarlo y golpearlo.
En todo el trayecto de la carretera que conduce de Managua hacia Masaya, cada retén interroga a los que transitan. Los jóvenes controlan la carretera en ocho retenes, y cada retén tiene su autonomía.
Un joven muestra un cargador de arma larga. El levantamiento en ese país se agudiza cada día, como lo demuestra Masaya. Algunos barrios ya comienzan a armarse para enfrentar los ataques de la policía.
A un costado de la iglesia San Miguel, en Masaya, un altar improvisado interrumpe el paso. Es en honor a Donald Arias, que murió en medio de las protestas del sábado 2 de junio, a manos de la policía.
En el barrio Monimbó, los habitantes enterraron a Jason Putoy, asesinado el domingo 3 de junio, mientras custodiaba una barricada en la calle de la Cruz Roja. Putoy era habitante de Monimbó, la cuna de la revolución sandinista, donde hoy se rebelan contra Daniel Ortega, el líder al que defendieron en 1979.
El conflicto se intensificó en Masaya, sus habitantes intentan retomar la rutina normal en las calles, pero los negocios están cerrados, las empresas no pueden abastecer sus servicios. Nadie puede ingresar a esta ciudad en paro y llena de incontables barricadas.
'Que vea Daniel Ortega que aquí no hay vagos, aquí hay madres y familias enteras para que él se vaya', grita una mujer que cuida las barricadas junto a su hijo, en el Reparto Fátima, en la periferia de Masaya.
Una mujer de 83 años, conocida como 'La Chepa', tomó un mortero al ver a un grupo de periodistas pasearse por la calle Limón. Ella cuida las barricadas junto a sus hijos y nietos. En total, es una familia integrada por 15 personas que se han unido en este punto.
Antes de caer la noche, los que siempre están al frente de los tranques, ensayan para cuando llegue la hora del combate. Uno de los manifestantes está a punto de lanzar una bomba molotov hacia la nada. Era la última luz de la tarde, y en el Barrio King, ya había más de 50 personas concentradas.
Casi todos los manifestantes tiene un mortero. En cada esquina, los revientan como un ritual al caer la tarde, un mensaje para la policía.
Los habitantes denuncian ataques nocturnos hacia los rebeldes. Pese al riesgo, los habitantes hacen turnos para cuidar su espacio. Garantizan que ningún infiltrado se cruce y haga daño a su comunidad.
La noche del martes 5 de junio, las turbas capturaron a este agente de la policía, en el desvío del municipio de Nindirí, que colinda con la ciudad de Masaya. Luego lo entregaron a la iglesia San Miguel. El sacerdote Edwin Román lo llevó a la estación de la policía un día después.
Miguel Jerónimo Sánchez, de 52 años, muestra la ropa de su hijo, Josué Sánchez, que fue asesinada a las 2 de la madrugada, del día lunes 3 de junio, en el Reparto Fátima.
Tras una oración en la que pidieron por su seguridad y la de los habitantes del Reparto Fátima, un habitante enciende un cigarro para luego situarse como vigilante del tranque en ese punto.
Los jóvenes que se desempeñan como brigadistas de rescate, están sumergidos en el caos de su ciudad. Algunos tienen más de tres semanas en la iglesia San Miguel, donde hacen turnos hasta de 48 horas. La mayoría está segura que este es su aporte a la nueva revolución que aquí se vive.
Para llegar de Managua a la ciudad de Masaya en vehículo, había que pasar por siete barricadas. A partir del miércoles 6 de junio, las turbas se tomaron la entrada a la ciudad de Tecuantepe, donde nadie puede ingresar ni en motocicleta. Los grupos de rebeldes han intensificado sus protección.
El tranque de Tecuantepe es una valla publicitaria que fue arrancada de la carretera. Una lámina que bloquea por completo el acceso vehicular. Los manifestantes, desde el jueves 7 de junio, quieren tomarse por completo las calles de Nicargua, y han llamado a un paro nacional.
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