Internacionales / Cultura
Mundialistas supersticiosos de ayer y de hoy

El delantero alemán Mario Gómez orina en el retrete que está más a la izquierda en el vestuario antes de cada partido. El mediocampista inglés Dele Alli usa las mismas chimpinilleras que utilizaba desde los 11 años. El exportero colombiano René Higuita se ponía siempre calzones azules bajo los chores. Y toda la Francia campeona en 1998 agarró la maña de tocar la cabeza pelona del portero Fabien Barthez antes del pitido inicial.


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Neil Sands (AFP) / El Faro

Moscú, RUSIA. Algunos futbolistas creen que el éxito en el Mundial se logra a través del ejercicio, la dieta o prácticas interminables de regates y remates, pero otros mucho más supersticiosos están convencidos de que es imposible conseguirlo sin usar su ropa interior de la suerte o alguna cábala preferida.

En esto no hay distinción: tanto jugadores como entrenadores forman parte del grupo de los mundialistas supersticiosos. ¿La superstición más frecuente? Tener un ritual o una prenda de vestir que creen que es un encanto que ha contribuido a una carrera exitosa.

Por ejemplo, la insistencia del exportero colombiano René Higuita en llevar calzoncillos azules o la costumbre del actual centrodelantero alemán Mario Gómez de usar únicamente el urinario ubicado en el extremo izquierdo del vestuario antes de un partido son apenas un botón de muestra de las fuerzas extraterrenales en las que creen muchos protagonistas.

El mediocampista inglés Dele Alli sigue usando en Rusia las mismas chimpinilleras que utilizaba desde la infancia, con la esperanza que le lleven suerte, esa que parece eludir a los Pross desde hace décadas en las grandes citas. “Uso las mismas espinilleras desde los 11 años, están desgastadas, pero soy muy supersticioso”, confiesa el hombre del Tottenham al sitio de la FIFA.

La superstición del portero colombiano René Higuita era llevar siempre calzones azules bajo el uniforme, pero eso no impidió la pifia ante el Camerún de Roger Milla en el Mundial de Italia 1990. Foto AFP.
La superstición del portero colombiano René Higuita era llevar siempre calzones azules bajo el uniforme, pero eso no impidió la pifia ante el Camerún de Roger Milla en el Mundial de Italia 1990. Foto AFP.

Su compañero Eric Dier se niega a quitarse la pesada muslera que lleva en su pierna izquierda, a pesar de que ya está recuperado completamente de la dolencia que tenía. “Es superstición más que nada”, admite el mediocampista inglés.

El psicólogo especializado en deportes Dan Abrahams, autor del libro Soccer Tough, aseguró que muchos factores estaban más allá del control de un jugador el día del partido, al adoptar un ritual o amuleto de la suerte: “Lógicamente, este tipo de rituales no está ligado al rendimiento”.

“Sin embargo, si un jugador crea la percepción de que lo es, entonces la acción puede convertirse en un factor de articulación de cómo se siente un jugador”, agrega el especialista británico, quien trabaja en el Bournemouth de la Premier inglesa.

Sentimiento de felicidad

El armador alemán Julian Draxler tiene cábalas chics. “Cada jugador tiene un ritual antes de cada partido, y yo usualmente dejo mi bolso en mi ropero y lo rocío con perfume entre dos y tres veces. Me da un sentimiento de felicidad”, explica el alemán del PSG.

El seleccionador francés de Marruecos, Herve Renard, se pone una camiseta blanca desde que condujo a Zambia a una sorpresiva victoria en la Copa de África de Naciones en 2012. Sigue firme con su cábala en Rusia, a pesar de que Marruecos perdió sus dos primeros partidos y con cero posibilidades de alcanzar los octavos de final.

Francia cree que las supersticiones han jugado a favor para su consagración en el Mundial de 1998, cuando sus compañeros tocaban la cabeza pelada de Fabien Barthez para tener suerte. Por ejemplo, el defensor Laurent Blanc le daba un beso a su pelada antes de cada encuentro, hasta la victoria final frente al Brasil de Ronaldo.

El bigote del Matador

En la era de los pantaloncitos bien cortos, el astro argentino Mario Kempes seguía la moda, y lucía un elegante bigote en forma de herradura y cabelleras larga y suelta. Pero a Kempes le costó marcar goles en la fase de grupos del Mundial de Argentina 1978, lo que provocó que el entrenador César Luis Menotti le diera una sugerencia.

Menotti, que había dejado al pequeño prodigio Diego Maradona fuera de la lista, señaló que cuando visitó al delantero en España antes del torneo estaba afeitado y anotaba seguido para el Valencia. “¿Por qué no se quita el bigote para ver si trae un cambio de suerte?”, le dijo el Flaco Menotti en aquel Mundial.

El impacto fue inmediato: Kempes marcó dos goles en su próximo partido contra Polonia, luego dos más contra Perú para sellar un pase a la final. El Matador volvió a marcar en la final contra Holanda (3-1).

“El bigote tenía que irse, ese fue el comienzo de un nuevo capítulo para mí”, comentó más tarde Kempes. “Después de eso, cada vez que Menotti me veía, decía: ‘Hoy te toca una afeitada Mario, ¿no?’”.

© Agence France-Presse

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