Un agente de seguros y un granjero cruzan en tren una pradera donde pastan muchas ovejas. El asegurador mira con atención y dice: “1,248 animales”. El granjero le cuenta que conoce al dueño y que, en efecto y para su sorpresa, ha dado con el número exacto. “¿Cómo lo supo tan rápido?”. El agente responde: “Fácil, conté el total de patas y las dividí por cuatro”.
Lugar común:
Las bromas de agentes de seguros, abogados y consultores –profesiones anabólicas del mercado urbano posindustrial– garantizan audiencia: los más listos que la listura pierden siempre por tontos, torpes, obvios.
Verdad:
Que nadie intente una de esas chanzas con Cüneyt Çakır. Çakır, que tiene cada fibra de severo que se le presume, eligió ser serio dos veces: como referí de fútbol por la noche y como vendedor de seguros en Istanbul por la mañana.
Çakır el Seguro tiene cara de pícaro pero humor de agua hirviente. Es un escorpión de noviembre de 1973, el año en el que comenzó a forjarse la invasión turca de Chipre. Hijo de la vibrante Istanbul, ciudadano de una Turquía bifronte –occidental, asiática–, tiene el cuerpo breve y concentrado, cada músculo en su lugar y los labios finos y estirados en una mueca tensa. Cuando mira, sus ojos oscuros no ven: tasan y determinan. Un juez que es vendedor de seguros ha de ser capaz de dominar al otro hasta conseguir que haga lo que él desea. En la cancha, Çakır el Seguro arbitra vendiendo pólizas: si un mediocampista no sigue su consejo de tranquilizar su vida en ese instante, su porvenir será negro.
Çakır el Seguro es célebre en Turquía por su despiadada y autoritaria gestión del campo. Es un referí pequeño –1,76– rodeado a menudo por torres que protestan con la boca un palmo más arriba de sus ojos y a las que trata con desinterés y nervio firme. Cuentan en Estambul que reparte tarjetas con alegría –tampoco tanto: expulsa a un jugador cada tres partidos, un promedio sudamericano– y que es insoportable con los futbolistas que pierden el tiempo. Sin importar quién esté al frente, en su dominio la tolerancia casi siempre tiende a cero.
Çakır el Seguro no ha dudado en mandar a cambiarse al flamígero John Terry, del Chelsea, y en 2013, cuando expulsó al portugués Nani de un partido de Champions, puso de tan mal humor al manager del Manchester, Alex Ferguson, que el escocés no pudo disfrutar la última noche –aquella– de sus 27 años como jefe supremo del club. El hombre está entrenado para los combates y la guerra de zapa con nervadura. El turco convirtió un amistoso entre Alemania y Holanda, que se quieren tanto como un mal matrimonio, en un paseo de enamorados. Çakır el Seguro ha confiado su entrenamiento para la arena internacional a las batallas entre los clubes turcos, verdaderas masacres de las que participan sin protesta los profesionales del Galatasaray, el Besiktas, el Fenerbahce –y sus hinchadas. ¿De qué modo un árbitro estricto no se vuelve arbitrario como Çakır el Seguro si donde ha debido juzgar cada siete días es un estadio conocido como El Infierno?
El turco ha sido valiente y confiable para la FIFA y la UEFA, cada vez más decididas a proteger las piernas de los hábiles y castigar los guadañazos de los brutos. Çakır el Seguro ha pitado numerosos partidos de Intertoto y una semifinal de la Europa League mientras aun era un árbitro en desarrollo, y apenas pasó a la elite sus asignaciones cayeron como una esperada lluvia de pólizas firmadas. La final de la Eurocopa 2012 donde España ganó a Italia, más Europa League, nueve juegos de Champions y varios de la clasificación europea al Mundial. En mayo de 2014, Çakır el Seguro fue el cuarto árbitro cuando la décima del Real Madrid. Para entonces, el hijo de un antiguo árbitro y futbolista sin talento ya sabía que viajaría de Istanbul a Fortaleza para el Mundial de Brasil 2014.
La página de Facebook ‘Fuck you Cüneyt Çakır’ tenía 6,300 beligerantes seguidores, la gran mayoría turcos, del que llaman el “peor referí de siempre”. Sus fallos no son otra cosa que fallas para cualquier tribuna en el este del Mediterráneo, que ven en Çakır el Seguro un matón con poder más que un juez de nivel. Pero en un periodo en que la selección nacional naufraga y el campeonato turco debe limpiar el desastre que dejó el descubrimiento de más de 70 resultados arreglados entre varios clubes, Çakır el Seguro ha emergido para salvar la honra de una nación oronda que gusta elevar el pecho y gritar aquí estoy yo.
Cada vez que lo han llamado, el vendedor de seguros ha dado garantías de querer asumir la figura del héroe redentor de la honra colectiva. Sus patrones gustan de eso. “Sé que los turcos y la comunidad deportiva reza por nosotros”, dijo hace un tiempo, en un entrenamiento de árbitros de la UEFA. “Y haremos lo mejor, pero aquí no es donde termina: nada más estamos al comienzo del camino. Hay mucho por delante para los árbitros de Turquía”.
El único chiste que Çakır el Seguro ha de aceptar como característico es el que dice que un vendedor de pólizas jamás se retira: persiste hasta que expira. ¿Será que la intransigencia puede ser perpetua?