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Terminado el Mundial, los estadios rusos buscan viabilidad

¿Un estadio mundialista convertido en un mercado de pulgas? Vladimir Putin lo dijo claramente: “No categórico”. Y para los gobernadores de las regiones anfitrionas de la Copa Mundial de la FIFA recién concluida, el problema de qué hacer para rentabilizar las inversiones hechas en los estadios de fútbol apenas comienza.


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Dmitry Zaks (AFP) / El Faro

Moscú, RUSIA. Una semana antes del arranque de Rusia 2018, el presidente ruso, Vladimir Putin, pidió a las autoridades locales que usaran “con inteligencia” los nuevos estadios construidos a un gran costo para el evento. “Quiero advertir a mis colegas de inmediato: no debemos permitir que estos lugares se conviertan en mercados al aire libre, como vimos en el estadio deportivo de Moscú a mediados de la década de 1990”, dijo Putin en su sesión anual televisada de preguntas y respuestas.

Al otro lado de la pantalla, los gobernadores de las once ciudades del Mundial se tensaron, incluido el de Saransk, Vladimir Volkov, quien ya había propuesto convertir el estadio de su ciudad en un mercado.

Para los fanáticos que compraron su boleto para la final entre Francia y Croacia en el estadio moscovita en Luzhnikí, es difícil imaginar que el local deportivo de 80 000 asientos se convierta en un mercado de pulgas.

Vista del Estadio Luzhnikí desde la Universidad de Moscú. El reto para las autoridades es que la infraestructura sea rentable. Foto Dmitry Serebryakov (AFP).
Vista del Estadio Luzhnikí desde la Universidad de Moscú. El reto para las autoridades es que la infraestructura sea rentable. Foto Dmitry Serebryakov (AFP).

Construido en 1956, este estadio, el más famoso del país, fue renovado en 2017 con un costo estimado de 387 millones de dólares. Fue sede de siete partidos de la Copa del Mundo 2018, incluyendo la apertura y la final.

Pero el coloso tuvo días más oscuros, especialmente en la década de los noventa, cuando el país se sumió en una profunda crisis económica. Para el estadio al borde de la bancarrota, la única solución para rescatar las cajas era alquilar parcelas a los vendedores ambulantes, que montaban sus puestos en la cancha.

Hasta 2011, cuando las autoridades clausuraron el mercado, el Estadio Luzhnikí fue para muchos rusos un amargo símbolo de la depresión económica del país tras la caída de la URSS.

Sin fanáticos

Para Vladimir Putin, encontrar un futuro para los estadios es un tema importante: si son abandonados, los rusos pueden cuestionar los méritos de la decisión de gastar 4 000 millones de dólares para construir o renovar los estadios del Mundial 2018. Pero si se convierten en un pulmón económico para cada ciudad, el presidente ruso disfrutará de una mayor popularidad.

Si el moscovita Luzhnikí puede tener la esperanza de no volver a vivir ese momento, otros once estadios se encuentran lejos de los centros neurálgicos del país; como el Mordovia Saransk Arena, ubicado en una zona conocida por sus centros penitenciarios.

Solo seis de los estadios construidos tienen equipos de fútbol jugando en la Premier League rusa. Esta categoría atrae sólo a 13 000 espectadores por juego, mientras que los estadios más pequeños construidos para la Copa del Mundo tienen una capacidad de 44 000 asientos. Los otros tienen equipos que juegan en divisiones inferiores, donde el número promedio de espectadores por juego es de 2 000.

En un intento de suscitar más interés por parte de los seguidores, el FC Mordovia Saransk pasó de la tercera a la segunda división. Y al estadio de Sochi, que no tenía ningún equipo asignado, se le asignó uno en junio.

Reconversión

Los costos de mantenimiento de los estadios se estiman en 100 millones de dólares por año, según dijeron las autoridades regionales al diario ruso Kommersant.

El gobierno ruso contribuirá con al menos 200 millones de dólares, pero esta suma debe compartirse y se pagará en cuotas durante cinco años.

“Cuando diseñamos el estadio, planeamos incluir muchas opciones para hacerlo económicamente viable”, dijo el ministro de Deportes de Samara, Dmitry Chliakhtin, “pero ahora no entendemos realmente cómo se puede lograr esto”.

La compañía estadounidense AECOM sigue siendo mixta: si el Estadio Spartak en Moscú puede ser rentable, el futuro de Saransk con sus 45 000 asientos es menos predecible. “Es muy difícil pensar cómo las capacidades de este estadio pueden ser económicamente viables sin un cambio fundamental en la demografía de los fanáticos”, dice AECOM en una nota.

Para enfrentar estos desafíos, los estadios están considerando soluciones integrales: la de Nizhny Novgorod pasaría por formar parte de una clínica médica.

El gobernador de Kaliningrado quiere crear un área de libre comercio alrededor del estadio, mientras que en Ekaterimburgo, las gradas temporales serán desmanteladas, reduciendo la capacidad del estadio a 12 000 asientos, para que sea más barato mantenerlo.

Rusia espera que estas iniciativas eviten seguir el ejemplo de estadios abandonados en Brasil después de la Copa Mundial 2014.

© Agence France-Presse

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