Columnas / Política

Ya basta de hablar de fraude


Miércoles, 9 de enero de 2019
Malcolm Cartagena

La noche previa a la elección presidencial de 2009, una multitud se agolpó a la Villa Centroamericana exigiendo que sacaran a las personas que ahí pernoctaban. Afuera corría el rumor que ahí estaban nicaragüenses que venían a votar. La multitud estaba exacerbada, sobre todo cuando apareció Guillermo Gallegos, en aquel momento diputado por Arena, pues su presencia “confirmaba” que estas personas habían sido movilizadas por ese partido. Más tarde, investigaciones periodísticas, de PNC y la PDDH demostraron que Arena había utilizado instalaciones del Estado para dar posada a miembros de su aparato electoral, y no de extranjeros, en la víspera de los comicios.

En aquellos días, a varios nos tocó andar buscando fantasmas por todos lados, pues en el Frente creíamos que nos iban a hacer fraude. Las denuncias se recibían casi a diario. Desde reportes de miles de centroamericanos escondidos en municipios remotos del país, esperando para salir a votar; pasando por el retorno de un rumor -que también corrió en las elecciones de 2004- en el que se planteaba que, por arte de tinta mágica, la marca en una bandera se correría a la bandera del partido en el poder; y hasta llegamos a escuchar que Arena había alquilado satélites que alterarían el acta en el momento en que esta fuese digitalizada y transmitida desde los centros de votación…

Por supuesto, nada de lo anterior era cierto, pero la ansiedad y la paranoia se apoderaban de nosotros. Esto, a pesar de que el Frente ya contaba para entonces con un aparato de defensa del voto muy bien preparado, que difícilmente podía ser engañado en las urnas. Por otro lado, al igual que ahora, todos los partidos tenían personal en cada etapa del proceso electoral, con lo que, si algo anormal pasaba, podía descubrirse rápidamente.

Pero no estábamos para razones. El miedo al fraude gobernaba nuestras mentes y nos hacía creer que todo estaba preparado. Basta leer las publicaciones de aquella época para comprobar que mientras las encuestas decían que Funes ganaría por 18 puntos, nosotros denunciábamos el fraude ante la OEA y la comunidad internacional. Hasta las encuestas reflejaban ese sentimiento generalizado.

Obviamente no estoy relativizando las anomalías que se han dado en las elecciones, algunas de las cuales ocurren aún hoy. Más bien pretendo mostrar, por un lado, que tanto en aquellos años como ahora estas no han sido constitutivas de fraude, y por otro, que estos tipos de temores son propios de toda contienda electoral, pero que por estos días han llegado a niveles prácticamente intolerables.

Primero definamos fraude. Según los estudiosos, es “cualquier acción intencionada para alterar actividades o materiales electorales con el fin de afectar los resultados de una elección, que pueda interferir o impedir la voluntad de los electores” (López Pintor, 2010, p. 7).

Partiendo del concepto anterior, está claro que el punto central es torcer la voluntad de los electores de manera sistemática para cambiar el resultado de la elección. Por ello, cuando una persona le paga a otra por votar por un determinado partido, estamos ante una anomalía que llamamos coacción, pero no ante un fraude como tal. Por supuesto que se trata de un delito, pero para ser constitutivo de fraude, deberíamos esperar que muchos más miembros de ese partido repitieran esta conducta en el municipio, el departamento o el país.

Para esta elección de 2019 hay un partido contendiente, Gana, que va aliado con uno que no está en contienda, Nuevas Ideas, que cree cosas parecidas a las que creíamos en 2009. A través de redes sociales, su candidato y los dirigentes divulgan cuanto rumor se les ocurre. Luego este rumor es esparcido por curiosos “medios de comunicación” y por cientos de cuentas de Twitter, que les sirven de caja de resonancia.

Por ejemplo, cuando hace unos días hubo un incendio en uno de los pabellones de Cifco, lo primero que vociferaron fue que se estaban quemando las papeletas. Unos decían que eran las papeletas que se usarán el próximo 3 de febrero, otros aseguraban que eran los votos desde el exterior los quemados. Por supuesto que ninguna de las dos aseveraciones era cierta. Primero, porque en Cifco no se imprimen papeletas ni se preparan los paquetes electorales que las contendrán y que serán entregados a las JRV (esto último ocurre en las oficinas de la Dirección de Organización Electoral); segundo, porque los tres votos desde el exterior que habían venido para esa fecha todavía estaban en Correos de El Salvador.

Pero nada de eso importaba. No importaba que ese partido contendiente tuviera personal en Cifco, con acceso a cada uno de los procesos que ahí se realizan, y que fácilmente podía informar qué era lo que realmente había en el pabellón incendiado. No importaba que apenas un día antes, se habían quejado en sus redes que los primeros votos desde el exterior todavía estaban resguardados en Correos y no en Cifco. Lo importante era generar la impresión de que el fraude se estaba consumando.

Apenas un mes antes, mientras se imprimían las primeras papeletas de votación, anunciaron en sus redes que el fraude se estaba fraguando. ¿Se estaban imprimiendo papeletas ya marcadas? No. De acuerdo a las redes asociadas a Nuevas Ideas, se estaba imprimiendo la bandera en un color distinto al que debía ser. No importaba que, en los documentos presentados por GANA ante el TSE, habían optado por cambiar el color naranja de su bandera, por uno acuoso, casi turquesa, que era el que se estaba imprimiendo.

Pero nada de eso importaba. No importaba que por ley dos partidos políticos no pueden tener el mismo color de bandera pues eso confundiría a los votantes. Lo importante era generar la impresión de que se les estaba boicoteando el derecho a que su bandera apareciera en la papeleta con el color que querían y por tanto se estaba cometiendo fraude.

Podría seguir, pero bastan esos dos ejemplos para mostrar que los temores se han apoderado de ese partido y de su candidato. Y pareciera que de acá a la elección solo van a acrecentarse. Mientras escribo estas líneas, la queja en redes es que a los votantes en el exterior les están cobrando tres dólares por enviar sus votos desde Estados Unidos. Nuevamente, no importa que haya un convenio firmado por el TSE con Correos, y de esta entidad con las oficinas postales de los lugares adónde han viajado los sobres, que garantiza la gratuidad del envío y recepción. No importa que ni siquiera sepan si esos votos son realmente para ellos. Ni siquiera importa si se puede hacer algo para corregir lo que pareciera ser un error administrativo de algunas oficinas postales estadounidenses. No, lo que importa es generar la impresión de que el TSE maliciosamente no pagó el dinero del envío para evitar que esos votos vengan al país.

Debo decir que en cierta forma los comprendo. La ansiedad por ganar y por verse cerca del triunfo electoral hace que uno vea fantasmas en todos lados. Pero, sinceramente, creo que se han excedido. Hay suficientes muestras de parte de la autoridad electoral de que se les ha permitido hacer prácticamente todo lo que quisieron. Por ejemplo, permitir que GANA cambiara el color de su bandera para parecerse lo más posible a la de Nuevas Ideas, es cuando menos cuestionable. Está claro que la intención detrás de esto es la de confundir al votante, haciéndole creer que está votando por un partido que no participa en esta elección. Y sin embargo ahí está la misma golondrina usada por Nuevas Ideas cuando estaba en formación estampada ahora en la bandera de GANA.

No hay duda que hay algunas situaciones que no deberían haber ocurrido. Por ejemplo, me parece que debería investigarse si, luego de 200 días de no decir nada, la decisión de la Sala de lo Constitucional de reactivar un caso que terminó en manos del TSE, y devino en la cancelación de CD, estuvo más motivada en la intención de afectar al ahora candidato de GANA que en resolver una demanda pendiente. La Sala no reactivó el caso ni cuando observó que CD compitió en una elección en la que este partido no debió participar, pero lo hizo y hasta logró un diputado... Pero de eso a decir que el TSE está sistemáticamente bloqueando un posible triunfo electoral, produciendo por tanto una situación de fraude electoral, hay mucho trecho. Y lo que es peor, si este candidato gana la elección, dirán que fue “a pesar del fraude”, no porque no lo haya habido.

Cuestionar a la autoridad electoral “si pierdo” y alabarla “si gano” son dos conductas que ya hicieron en el pasado el FMLN y Arena. Schafik dijo en 2004 que el triunfo de Tony Saca fue ilegal e ilegítimo. Norman Quijano consideró que hubo fraude en 2014. En el año 2009, Funes fue conciliador con el TSE (en aquel momento dirigido por Walter Araujo) y agradeció la celeridad con que dieron los resultados. Lo mismo hizo Sánchez Cerén en 2014, cuando le agradeció a Eugenio Chicas, quien presidía el TSE, por respetar la voluntad popular. La gran diferencia es que ahora pareciera que van a cuestionar al Tribunal ganen o pierdan.

En definitiva, lo que molesta realmente no es la capacidad de inventiva que tienen, sino lo cansino que es tener que andar desmintiendo cada sandez que se les ocurre. Además, esto no solo es peligroso porque se azuza al pueblo innecesaria y maliciosamente, sino que le quita también tiempo valioso al TSE, en estos días en que tanto lo necesita para salir avante de la elección.

¡Ya basta!

Malcolm Cartagena cuenta con 14 años de trayectoria en materia electoral. Ha participado como observador electoral certificado por la OEA y por el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA) en varios países del mundo. Actualmente dirige capacitaciones y elabora materiales de divulgación electoral. Estudió Comunicaciones y es afiliado del partido FMLN.
Malcolm Cartagena cuenta con 14 años de trayectoria en materia electoral. Ha participado como observador electoral certificado por la OEA y por el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA) en varios países del mundo. Actualmente dirige capacitaciones y elabora materiales de divulgación electoral. Estudió Comunicaciones y es afiliado del partido FMLN.

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