Columnas / Política

Pepe Mujica y la escuela pública

Conversar con Pepe Mujica es un privilegio, no sólo por lo que representa desde el punto de vista político, sino por esa visión contemporánea que fácilmente articula la crisis de los modelos de izquierda (presente)...

Domingo, 20 de enero de 2019
Óscar Picardo Joao

Salí de Uruguay en 1983 rumbo a Venezuela, cuando la dictadura militar arreciaba. Regresé por primera vez en 1997, cuando ya estaba restituida la democracia, y luego un par de viajes más en 2010 y 2015. Durante este tiempo, Pepe Mujica pasó de ser guerrillero Tupamaro –junto a Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Julio Marenales, Mauricio Rosencof, Henry Hengler, Jorge Manera, Lucía Topolanski, Diego Picardo y otros compañeros más- a diputado, senador, ministro y, por último, terminó siendo presidente de la República Oriental del Uruguay. Ganó bajo la bandera del Movimiento de Participación Popular (MPP) y el Frente Amplio.

Una considerable cantidad de reportajes, videos de sus discursos, documentales en Netflix, presentan a Pepe Mujica como el “político” que llegó a servir y no a servirse; practicante de un discurso fascinante de talante humanista; un crítico de la sociedad consumista actual. Muchos creen que su estilo de vida es un mito o un montaje. Este enero aproveché una visita a Montevideo –y me tomé el riesgo de entrevistarlo- para compartir con los lectores de El Faro y de nuestra comunidad académica salvadoreña un acercamiento a este personaje.

Mi encuentro con Mujica contó con la complicidad de Mario Ruiz Ramírez, rector de la Universidad Francisco Gavidia. Para llegar hasta Mujica escribí a mi buen amigo Alfredo Baceda, viejo compañero de la Escuela Martirené, quien me contactó con Luis Rosadilla, miembro del MPP y ministro de la Defensa en Uruguay. Por otro lado, el embajador de Uruguay en El Salvador, Fernando Arroyo, conectó otros puntos con María Minacapelli, asistente de Pepe Mujica. Luego de algunos correos me llegó el mensaje: “Pepe Mujica lo recibirá en la chacra de Rincón del Cerro el día 9 de enero a las 19:00 horas, firma María”. Y así, con mi esposa Ana Beatriz Deleón, artista y fotógrafa, nos encaminamos a la chacra de Pepe. Íbamos algo nerviosos, con muchas preguntas en la cabeza y sin el equipo apropiado o profesional para hacer una entrevista de altura.

Óscar Picardo junto al expresidente Pepe Mujica. Imagen cortesía del autor. 
Óscar Picardo junto al expresidente Pepe Mujica. Imagen cortesía del autor. 

Los que vivimos alguna experiencia de exilio, orfanato, reformatorio, cárcel, manicomio, cuartel o convento quedamos marcados. Algunas cicatrices nos conectan, y cuando nos vemos en el espejo de experiencias más crueles y aterradoras como la que vivió Pepe Mujica sentimos un alivio, redescubrimos el sentido de la vida e intentamos contagiar a otros con estas historias. Si iba a Uruguay tenía que hablar con Pepe (y no sólo con él, también logré un encuentro con mis maestros de autogestión escolar de Martirené: Leonardo Clausen y Cristina Mega, pero esta es otra historia).

Pepe Mujica Cordano carga sobre sí algunos balazos. De su experiencia política es imposible ignorar los años de cárcel a los que fue sometido, una experiencia de tortura física y psicológica sin precedentes ocasionada por la dictadura militar. Luego hay que reconocerle una de las más profundas reformas políticas de la democracia uruguaya: Plan Integración Socio-Habitacional Juntos, la legalización de la marihuana, el impulso de las universidades tecnológicas, etcétera.

La experiencia de los últimos años de encierro –que puede verse en la película de Netflix La noche de los 12 años- le llevó a explorar y profundizar su condición pensante en medio de un aislamiento radical, lo que ha generado dos características importantes: Mujica diseñó una arquitectura de vida “ligera de equipaje”, redescubriendo el valor de la austeridad y la sencillez, valorando lo que realmente importa en la vida, y haciendo a un lado los obstáculos económicos y consumistas que distraen al ser humano. También desarrolló un sistema de pensamiento profundo, denso y con un lenguaje sencillo. Cuando uno pasa 12 años como preso político y no logran enloquecerlo, lo que surge es un sistema de ideas para analizar e interpretar la realidad; un sistema de ideas desideologizado, sin fanatismos.

Conversar con Pepe Mujica es un privilegio, no sólo por lo que representa desde el punto de vista político, sino por esa visión contemporánea que fácilmente articula el contexto de la Guerra Fría (pasado) con la crisis de los modelos de izquierda (presente) y los desafíos globales de la sociedad del conocimiento y la economía de la información (futuro). Y él lo hace con criticidad, autocrítica y rigor, con experiencias y vivencias, señalando el camino que nos negamos a ver.

En los alrededores de su casa, en el campo, no había portones, cámaras, guardaespaldas ni mayor seguridad, sólo un policía vulnerable que se encarga de ordenar la agenda para salvaguardar algunos minutos de privacidad. Mucha gente quiere ver o conversar con Pepe Mujica, centenares de periodistas cada semana quieren declaraciones, fotos y videos para exponer en sus páginas a este personaje que contrasta de forma diametralmente opuesta con lo que sucede con otros especímenes que llegan a servirse y a enriquecerse en el gobierno, y por ende, llevan una vida ostentosa, con muchos agentes de seguridad, lujos y privilegios.

Esperamos un rato frente a la Escuela Agraria Rincón del Cerro, fundada por el propio Pepe. Un par de periodistas iban saliendo, otro par esperaban, dos visitantes más: un japonés y otro argentino llegaron a dejarle cartas; y así, apareció con su talante sencillo, en la chacra de Rincón del Cerro Pepe Mujica, 'con los pantalones arremangados y los pies llenos de barro...', ya que se sigue dedicando a las cosas que le hacen feliz: asuntos agropecuarios, particularmente haciendo conservas de tomate. ¿Un expresidente así? Sí es real, no es mito, no es cuento, es como es, consecuente, radicalmente ético, un bicho raro en la fauna política. Se sentó en un banco hecho con tapitas de refrescos por los pacientes del hospital psiquiátrico Vilardebó, y comenzamos a hablar de educación y del sentido de la vida. Él hablaba con la profundidad de un filósofo y con la sencillez de un campesino. Dos perros fueron testigos del encuentro.

Con Pepe no quise hablar de política ni de izquierdas, tampoco hacerle recordar sus experiencias nefastas en los cuarteles y cárceles. Desde hace 30 años, a mí me apasiona un tema clave para el desarrollo de los pueblos, así que decidí conversar con él sobre la educación. De entrada, me dijo que no era especialista, pero compartió algunas ideas. Mi conversación completa con Mujica puede encontrarla en esta publicación , y para efectos de esta columna enumero reflexiones de Mujica que me parecieron trascendentales.

Sobre la escuela

“La docencia contemporánea pretende aportar un conjunto de elementos que sirven a nuestra inteligencia para un mínimo adiestramiento para cumplir tareas. Pero no es lo mismo inteligencia que conciencia… Las nuevas tecnologías aportan inteligencia artificial; pero las máquinas no tienen emociones ni sentimientos, y la conciencia es un juego muy profundo de los valores que construyen nuestros sentimientos”.

“Nos comenzamos a enfrentar con un mundo con ciertas características; en pocos años todo el mundo hablará dos idiomas: el nativo y el inglés, por una necesidad de comunicación universal; pero nuestra conciencia va a seguir siendo bastante rudimentaria. ¿Qué debe hacer la escuela? El problema es que nos deben enseñar a saber elegir ante el caudal de información que hay en internet; la información está ahí y hasta sobra, pero cómo la vamos a elegir es el reto”.

“La escuela tradicional va a cambiar o a desaparecer; estamos en un cambio permanente; por lo tanto, la escuela está llamada a enseñar a pensar. Encontrar la información por sí mismo es la cuestión, y aquí la propia enseñanza necesita un cambio revolucionario”.

Sobre las tecnologías

“La civilización digital es inevitable, es una aplanadora. Yo no pertenezco a ese mundo ni voy a pertenecer, pero es un mundo inevitable, y no digo que ese mundo sea mejor ni peor, es simplemente distinto; por lo tanto, la enseñanza debe ser distinta. Somos hombres y mujeres de un tiempo, y no estamos sumando a otro mundo con una velocidad de cambio vertiginosa, y la enseñanza está en crisis por todos lados. Los jóvenes andan con una universidad en el bolsillo (móviles). Hay experiencias maravillosas y también mucha inmundicia en las redes sociales. Por lo tanto, saber elegir comienza a ser clave, y hay que unir esa capacidad de elección, al desarrollo y la conciencia”.

Sobre el maestro

“Necesitamos un maestro intimista. Más que el conocimiento que ayude a encausar la vida; le exigimos mucho al maestro, exigimos “productividad”, y se necesita mucho tiempo para trabajar en la cabeza de los muchachos. A mí me impactaron muchos maestros: Paco Espínola, José Bergamín (Ministro de Cultura de España exiliado en Uruguay)”.

“Un maestro puede ser un personaje inolvidable en la cabeza de los estudiantes a lo largo del tiempo. Lo que sucede es que transformamos la docencia en una profesión de poca importancia y que trabajen en escala industrial; y no es un problema de conocimientos sino de comunicación, y la comunicación es compleja”.

“Un maestro se debe hacer querer y respetar. Los maestros dejan huella para siempre, en contra o a favor, a veces en el odio a las matemáticas hay algún maestro; las cosas hay que quererlas, después se racionalizan, los seres humanos somos emoción”.

Finalmente hablamos un poco de política, de la izquierda en Latinoamérica y de los retos globales. Siempre recordaré su mirada profunda, los golpecitos que me daba en el brazo y en la pierna para reafirmar sus ideas mientras conversamos; su discurso, pero sobre todo su sencillez y afabilidad. Cuánta falta hacen más “Pepes” en nuestras democracias, alérgicos a las corbatas, al dinero y al poder…; y profeta o yihadista de la ética y de un mundo mejor, más humano, menos consumista.

 

*Óscar Picardo Joao ( opicardo@asu.edu ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña
*Óscar Picardo Joao ( [email protected] ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña

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