Apenas unos días después de haber sufrido un aborto, Jenny debe volver a trabajar, a vender sexo por ratos. Su testimonio y el de otras trabajadoras sexuales de la avenida describen el abandono de estas mujeres. Prohibidas por ordenanzas municipales, acosadas por policías en una zona controlada por una pandilla, deben protegerse como puedan, entre ellas.