Columnas / Política

El Gobierno como entretenimiento

El presidente electo ha diseñado una interesante estrategia de comunicación para presentar a su gabinete de gobierno, pero estos presentan desafíos al “sentido común”, a la “transparencia” y a la “prospección”.

Miércoles, 8 de mayo de 2019
Óscar Picardo Joao

El poeta Juvenal en la Sátira X creó el concepto de panem et circenses (pan y juegos del circo) como desprecio a la demagogia y populismo gubernamental de Gayo Julio César. Luego, el cesaropapismo generado tras el Edicto de tolerancia de Constantino, en el 313, y Teodocio, en el 380, posibilitaron una nueva liturgia romana global, en dónde reyes y papas gobernaron y persiguieron con esplendor al mundo occidental a través de encíclicas, mutuos, alocuciones, edictos con el apoyo logístico de la Santa Inquisición. Finalmente, llegamos al Tercer Reich (o intento del Imperio Germano), en dónde Hitler desplegó una maquinaria propagandística con pocos precedentes, impactando en el marco legal, la política exterior, el racismo, la guerra; y generando verdaderos escenarios de poder diseñados por Joseph Goebbels.

El uso de la comunicación para promover un mensaje propagandístico –aquí solo tres ejemplos, pero debe haber muchos más- representan manifestaciones patológicas del poder, y en cada caso se pueden encontrar prácticas perversas propias del tiempo para engañar a los ciudadanos: circo romano, religión y eventos públicos. Como sea, puede servir de antecedente para comprender la importancia de los estilos de comunicación masiva y de la capacidad persuasiva de una autoridad con poder. Sin estar en un conflicto de baja Intensidad o guerra, y partiendo de que seguimos en un contexto político polarizado y antagonista, no debemos excluir en el análisis el punto de vista de Ignacio Martín-Baró: “La guerra psicológica consiste en el esfuerzo sistemático por ganarse ‘la mente y el corazón’ del enemigo y de sus simpatizantes, actuales o potenciales, y para ello se sirve de cualquier medio que permita convencer y conmover, sin excluir los medios que convencen sólo porque conmueven”. En efecto, “convencer y conmover” son parte de los intereses de la comunicación política masiva contemporánea a través de redes sociales.

En la actualidad, el presidente electo ha diseñado una interesante estrategia de comunicación para presentar a su gabinete de gobierno: en los últimos días, a través de Twitter, ha anunciado que a la brevedad se conocerá la Ministra de… Luego, el día del anuncio ha lanzado otro tuit indicando que en 15 minutos se conocerá el nombre, hasta que finalmente ha presentado a la elegida, con una foto bien lograda y su hoja de vida sintética. Mientras todo esto sucede, fluyen comentarios a favor y en contra y se desata una especie de histeria de informática social. Este modelo hace que lo gubernamental se transforme en entretenimiento o espectáculo, y que los usuarios administren o jueguen con sus ansias en marcos especulativos. Son como episodios de una serie de Netflix.

Las preguntas son: ¿qué nuevo ministerio nombrará esta semana? ¿Será hombre o mujer? ¿Joven o viejo? ¿Tendrá o no tendrá vínculos con otros partidos políticos, gobiernos o casos de corrupción? Y luego de conocerse a la persona muchos comienzan a investigar y a encontrar vestigios de su pasado laboral, político, familiar, e incluso aspectos de la vida privada y/o preferencias sexuales, etcétera, para finalmente alabar o atacar a la persona.

Este modelo de comunicar el gabinete puede tener dos tipos de recepciones: para muchos es interesante ya que el formato hace que se valore más o se esté pendiente de las personas que formarán parte del Gobierno. En el pasado se nombraba todo el gabinete y ya, la crítica se diluía en un solo evento. Hoy, en cambio, se expone y personaliza más el cargo, creando un marco de análisis y crítica más profundo. Para otros es una simple estrategia mediática, con la finalidad de mantener el rating alto en todos los medios.

Podríamos agregar, además, que siendo Twitter la herramienta en dónde se comunican estas noticias (y que luego se genera una acción en cascada: retuit + Facebook, etc.), estamos ante un nuevo paradigma o estilo de comunicación propia de los millennials. Este cambio de relevo generacional en comunicación presenta incomodidad para algunos acostumbrados a medios tradicionales –lo acusan de informalidad-, mientras que otros sectores no sólo aplauden el método, sino la forma y el fondo.

No debemos olvidar –nos guste o no- que estamos en la era del espectáculo y del entretenimiento. Por eso no es de extrañar que el clásico español hasta disminuya el tráfico en una capital tan alejada como San Salvador. No sería descabellado concluir que los niños y jóvenes admiran más a Messi o a Cristiano Ronaldo (aunque ya no esté en el Madrid), que a cualquier personaje de la historia o vida nacional. Por otro lado, se ha transformado la estupidez y cotidianidad humana en series de televisión. ¿De qué no hay series o programas? De cocina, de reparar vehículos, de abrir bodegas, de mascotas, de buscar novias o novios heterosexuales y LGBTI, de ideas de negocio, etcétera. La gente comienza a creer que la vida es un rodaje y que cualquier cosa que piense o haga en su vida real puede ser algo fantástico: pasa en la vida real, pasa en… El entretenimiento o espectáculo, además, hace que olvidemos las penas y angustias efímeras; nos hipnotiza y nos lleva a lugar imaginarios, ilusiona.

Nayib Bukele no sólo es el “Rey de los Símbolos”, sino que se está volviendo un master en comunicación política contemporánea (a pesar de que no tenga título universitario). Sabe cómo conectar, es creativo e imaginativo. Salvando las diferencias, es como un Steve Job local… (que tampoco culminó sus estudios superiores). Ojalá no culmine con un “Small Fry”. Su campaña, su estilo de comunicación, sus ideas, sus colores, su equipo nos presentaron a un joven disruptor que flanqueó todos los obstáculos políticos: su transición por el FMLN, la campaña sucia de Arena y, según su discurso, los problemas con su candidatura que impidieron su nominación con CD y derivaron en su inscripción en Gana (Nuevas Ideas no pudo competir porque llegó tarde a la cita electoral). Como sea, terminó ganando una elección en el peor de los partidos posibles. Y, pese a todas las tesis en su contra, ganó y hoy sigue manteniendo una alta cuota de popularidad como lo demuestra el más reciente estudio del IUDOP.

Los tres primeros nombramientos (al mejor estilo del PSOE: feminista y aconfesional) son los de las ministras de Relaciones Exteriores, Cultura y Desarrollo Local. Si bien posicionan a la mujer como un referente del nuevo gobierno, a la vez presentan tres desafíos: Al “sentido común”, a la “transparencia” y a la “prospección”. La política exterior al parecer se volcará a los intereses “republicanos” de los Estados Unidos –de hecho, la embajadora Jean Manes está muy feliz con todo lo que está ocurriendo. Luego, en la gestión cultural. La futura funcionaria parte de un episodio de opacidad y con muchas preguntas sin responder según el reportaje de Factum El dinero alcanza cuando los contratos son para los amigos de Nayib . Y en desarrollo territorial, se corre el riesgo de carecer de estrategia y relegarse a tácticas operativas. Por el momento estos son supuestos o hipótesis, ya veremos que sucede en el futuro.

Veamos en qué termina esta historia. Si sigue siendo un espectáculo o entretenimiento, el final puede ser irreal y después nos daremos cuenta del vestuario y la utilería; o si, por el contrario, el guion se apega a la transparencia y eficiencia las cosas pueden cambiar y mejorar. Pero como anotamos en otro artículo, hasta que no se demuestre lo contrario, Bukele juega en el territorio de la duda sobre el beneficio.

 

*Óscar Picardo Joao ( opicardo@asu.edu ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña
*Óscar Picardo Joao ( [email protected] ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña

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