San Salvador se encuentra en un momento clave de su historia. En los últimos cuatro años se ha llevado a cabo un proceso de reordenamiento del centro histórico que resulta imposible de ignorar. El atractivo estético de las plazas y su actual uso en diversas actividades recreativas y artísticas es algo que debe celebrarse. Sin embargo, hay una pregunta importante que permanece abierta: ¿seguirá siendo el centro un espacio de sociabilidad para las mayorías populares? Hago esta pregunta en el marco de una tendencia global que se conoce comúnmente como ‘gentrificación’ o ‘elitización’ del espacio urbano.
La gentrificación es el proceso por medio del cual zonas urbanas que han sido descuidadas por la administración pública comienzan a renovarse, atrayendo consigo el interés de la inversión privada en favor de un comercio orientado hacia la clase media o alta de una ciudad. Como ha ocurrido en San Salvador, estos procesos comienzan con la renovación de espacios públicos como calles, plazas y parques. De esta manera, las deterioradas propiedades que se ubican alrededor de estos espacios incrementan drásticamente su valor, prestándose así a procesos de especulación financiera por parte del capital privado.
Usualmente este proceso se presenta en el discurso oficial como la solución a toda una serie de problemas sociales porque viene acompañado de generación de empleo, turismo, orden, limpieza, etc. Pero poco se menciona el costo social de estos proyectos, entre ellos, el desplazamiento de las personas que laboran ocupan y, en algunos casos, habitan dichos lugares, dada su incapacidad de pagar los crecientes precios de la renta. De esta manera, el sustento de mucha gente se ve seriamente comprometido en función de las ganancias de los inversores y el goce de las personas que ahora disfrutan del espacio, usualmente juventudes de clase media-alta, que son los que pueden pagar los servicios ofrecidos por los nuevos negocios en dicho espacio.
Asimismo, en la medida que los edificios más cercanos a las plazas adquieren valor, se genera un efecto multiplicador que se reproduce en el resto del centro. Mientras, las personas desplazadas se ven obligadas a buscar trabajo en otros lados de la ciudad, agudizándose así el problema laboral, con todas sus ramificaciones. Por otro lado, juventudes de sectores populares a quienes por décadas se les ha negado espacios públicos seguros para el sano esparcimiento también se ven afectadas por el acaparamiento de sectores acomodados. De esta manera, aquello que comienza con esperanza para grupos históricamente marginados se traduce en desempleo y profundización de la exclusión social.
La potencial gentrificación del centro histórico de San Salvador no es un evento aislado. Se coloca en medio de un proceso contemporáneo de apropiación del espacio por parte del capital inmobiliario. Entre otros se puede mencionar la urbanización de la costa de La Libertad y la iniciativa de quitar el límite a la tenencia de la tierra. Si bien estos procesos se parecen a los de siglos anteriores, son distintos en la medida que hoy en día muchos buscan la construcción o renovación de edificios cuyo valor pueda incrementar rápidamente ante la llegada de nuevas inversiones. Poco se cuestiona que el uso de estos edificios sea exclusivo para clases acomodadas o turistas, en lugar de la gran mayoría que carece de vivienda o trabajo digno.
Por si fuera poco, los procesos de apropiación del espacio por el capital tienen otras dos implicaciones importantes. Por un lado, reproducen una lógica donde las clases populares continúan produciendo para el beneficio exclusivo de clases acomodadas mediante trabajo precario de bajos salarios y sin mayor protección laboral. Por otro lado, son también las clases populares las que cargan los problemas que dejan los procesos de urbanización como la contaminación y apropiación de bienes naturales; en el caso urbano, desempleo, precarización del trabajo y reducción del espacio habitacional.
Del asocio público-privado al asocio público-comunitario
¿De qué depende que el bien que genera el espacio urbano recién construido permanezca para uso de las grandes mayorías y no del uso exclusivo de la élite? Ello depende en buena medida de la configuración política, las alianzas y oposiciones que se generen en torno al uso del espacio. En estos momentos, existen razones para creer que se está abogado más por la gentrificación. El anuncio de cierre del Café Maktub es un ejemplo. Este proyecto, que durante años funcionó como una alternativa accesible para el cultivo de las artes, hoy en día se ve obligado a desocupar su lugar en el centro ante el alquiler de locales por parte de los dueños del edificio. Lo que alguna vez funcionó como la prueba de que el centro podía ser transformado en función del sano esparcimiento de las grandes mayorías, hoy en día es desalojado por el capital inmobiliario y comercial.
¿Existen alternativas? Sí. Simultáneo a estos procesos de gentrificación, se han puesto en marcha procesos que abren espacio a oportunidades más equitativas. Un ejemplo es el diálogo entre los trabajadores por cuenta propia y los gobiernos municipales, y su resultado en la construcción de mercados municipales. Otro proceso importante ha sido la construcción de edificios de propiedad colectiva, surgidos desde el movimiento de cooperativas de vivienda por ayuda mutua. Este tipo de iniciativas podrían servir de ejemplo para una política de asocio público-comunitario, en la que el fruto o valor producido por el trabajo de las personas que ocupan o habitan el centro se distribuya entre esas mismas comunidades, en lugar de acumularse en un grupo privilegiado.
No obstante el potencial democrático de estas alternativas concretas, existe un enorme riesgo de ser revertidas en la medida en que el capital inmobiliario comience a apropiarse del espacio alrededor del centro, y en la medida en que los gobiernos locales permitan y alienten esta práctica. Para ello, el surgimiento de alianzas dentro de la sociedad civil entre grupos, como el de los trabajadores por cuenta propia, las cooperativas de vivienda y artistas urbanos, resulta crucial para el mantenimiento de un centro histórico democrático al alcance de las mayorías. Asimismo, el apoyo de los gobiernos municipales a estos grupos antes que a las clases privilegiadas resulta de vital importancia.