El Salvador / Impunidad

“Hay que evitar amnistías de facto”

Fabián Salvioli, relator Especial de Naciones Unidas, advierte a los diputados que la Ley de reconciliación por aprobarse esta semana debe de incluir un castigo justo y proporcional contra los criminales de guerra. Una nueva amnistía solo acarrearía demandas contra el Estado a nivel internacional. 'Espero que los legisladores actúen como lo que son, sin tener en cuenta especulaciones de carácter personal ni grupal', dice.


Lunes, 24 de febrero de 2020
Gabriel Labrador

En la semana que se vence el plazo para que la Asamblea Legislativa apruebe una nueva ley que sustituya a la amnistía que fue anulada por la Sala de lo Constitucional en 2016, hay voces autorizadas como las de Fabián Salvioli que alertan a los diputados de un camino incorrecto. 

Argentino y experto en derechos humanos y justicia transicional, este académico ha seguido de cerca el proceso salvadoreño para aprobar la nueva normativa que indique el proceso a seguir para el juzgamiento de crímenes de guerra ocurridos en el conflicto armado salvadoreño (1980-1992). Su cargo oficial tiene un título rimbombante: Relator Especial sobre la promoción de la verdad, la reparación y las garantías de no repetición de la Organización de Naciones Unidas. En la práctica, se dedica a observar situaciones específicas en países de todo el mundo y luego reportarlo a la organización, a través de Procedimientos Especiales.

Según Salvioli, una ley que ignore los parámetros básicos internacionales para alcanzar una verdadera justicia para víctimas y sobrevivientes de crímenes de guerra traería efectos nocivos para el Estado y la sociedad. 'Si el Estado no cumple con los estándares efectivos en materia de responsabilización de las personas que han cometido crímenes graves contra los derechos humanos, mañana logrará ganar condenas internacionales, incluso, puede ser que la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos termine diciendo de que la ley, que tanto costó sancionar, no es compatible con las obligaciones que derivan del pacto de San José de Costa Rica', dice en esta entrevista. 

Salvioli visitó el país en mayo de 2019. Su hoja de vida permite que hable con soltura sobre procesos de reforma judicial en diversos países del mundo y que identifique los elementos que más suelen causar incomodidad en países que enfrentan su pasado de crímenes de guerra. “No creo que sea un error que los legisladores hayan sido excombatientes. Lo que es un error es que actúen como excombatientes en su calidad de legisladores”, dice respecto de la participación de diputados de izquierda y de derecha que tuvieron un rol protagónico en la guerra.

 Cuando Salvioli visitó El Salvador, se reunió con funcionarios, víctimas y familiares de víctimas de la guerra, organizaciones de la sociedad civil, universidades, iglesias, así como con representantes de agencias de Naciones Unidas. Su informe final dejaba poco lugar para dudas. “Observé el desamparo en que las instituciones del Estado han dejado a las víctimas durante décadas. Las víctimas pasaron más de tres décadas sin asistencia psicosocial sin recibir –en la mayoría de los casos- reparación individual o colectiva. Es inaceptable”, escribió el experto.
 
El proceso que han llevado a cabo los diputados para simular que han escuchado a las víctimas tampoco se escapa de su radar.  'A mí me preocupó mucho que las discusiones con la sociedad civil y con las representaciones de las víctimas ocurrieran sin que la sociedad civil tenga efectivo acceso a borradores y, entonces, las discusiones han sido en el aire', dice en esta entrevista.
 
Fabián Salvioli es relator de Naciones Unidas sobre la promoción de la verdad, la reparación y las garantías de no repetición desde 2018. En septiembre de 2020 se prevé que emita un segundo informe donde incluirá un capítulo sobre El Salvador y el cumplimiento a sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos. En febrero de 2020 brindó una entrevista a El Faro, vía telefónica, para alertar sobre el peligro de que la Asamblea Legislativa apruebe una nueva amnistía para crímenes de guerra. Foto: tomada de la Cancillería salvadoreña.
Fabián Salvioli es relator de Naciones Unidas sobre la promoción de la verdad, la reparación y las garantías de no repetición desde 2018. En septiembre de 2020 se prevé que emita un segundo informe donde incluirá un capítulo sobre El Salvador y el cumplimiento a sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos. En febrero de 2020 brindó una entrevista a El Faro, vía telefónica, para alertar sobre el peligro de que la Asamblea Legislativa apruebe una nueva amnistía para crímenes de guerra. Foto: tomada de la Cancillería salvadoreña.
 
¿Cómo interpreta el hecho de que El Salvador haya tardado cuatro años sin aprobar una Ley de reconciliación según los parámetros ordenados por la Sala de lo Constitucional?
 
Preocupa que el Poder Legislativo no haya abordado esta cuestión, pero es mucho más preocupante si no se aborda como se debe. No se trata de sacar una ley, porque solo sacándola no se cumple con lo que ha dicho la Sala de lo Constitucional ni se cumplen con las obligaciones internacionales. Hay que sacar una ley conforme a los estándares internacionales, que son aquellos que dejé muy en claro cuando me reuní en mayo con el presidente de la Asamblea y también con integrantes de la comisión que estaba discutiendo este proyecto, en mi visita oficial como relator. En ese sentido, hay que evitar toda posibilidad de amnistías por crímenes de lesa humanidad y por crímenes de guerra, o amnistías de facto. Por ende, no debe haber mecanismos que conduzcan a que no se sancione a los responsables o se los termine sancionando de manera exclusivamente formal sin que tengan que cumplir penas que sean, por supuesto, proporcionales a la gravedad de los delitos cometidos.
 
¿Cómo calificaría el trabajo de la Asamblea Legislativa en este sentido?

Las reuniones fueron cordiales. Me han escuchado, pero aquí no se trata de intercambio de opiniones: son obligaciones jurídicas que el Estado tiene que cumplir. Si no cumple con los estándares efectivos en materia de responsabilización de las personas que han cometido crímenes graves contra los derechos humanos, pues, entonces, mañana lo único que logrará es ganar condenas internacionales, incluso, puede ser que la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos termine diciendo de que la ley, que tanto costó sancionar, no es compatible con las obligaciones que derivan del pacto de San José de Costa Rica.

¿Es un error de facto que sean los protagonistas de la guerra o sus aliados los que estén discutiendo la Ley de reconciliación en el seno de la Asamblea? 

No, no creo que sea un error porque en este rol están como legisladores y no como excombatientes, digamos. Lo que es un error es que actúen como excombatientes en su calidad de legisladores. En su calidad de legisladores lo que deben hacer es legislar, pero sobre todo legislar conforme al derecho internacional. Si no lo hacen, el Estado caerá en desacato a su responsabilidad internacional, y lo que es mucho peor: nunca podrá avanzarse en ese sentido para alcanzar una sociedad democrática, en paz, efectivamente reconciliada. La reconciliación es el restablecimiento de la confianza en el Estado porque investigó, sancionó e hizo cumplir las penas que corresponden para crímenes tan graves.

¿Considera que ha habido suficiente transparencia o rendición de cuentas en el proceso de elaboración de la Ley, como para garantizar que sí se trata de una discusión abierta y responsable?

A mí me preocupó mucho que las discusiones fundamentalmente con la sociedad civil y con las representaciones de las víctimas ocurrieran sin que la sociedad civil tenga efectivo acceso a borradores y, entonces, las discusiones han sido en el aire en ese sentido. A último momento se ha dado a conocer un posible texto y eso, naturalmente, socava las posibilidades de la sociedad de tener una participación como corresponde.
 
¿Tuvo usted acceso al último documento que se está discutiendo?

No. Lo que estoy diciendo son los estándares generales que tienen que cumplirse: no poner plazos a la investigación, no establecer mecanismos de impunidad de derecho o de hecho; las penas tienen que ser acorde a la gravedad de los hechos cometidos; resultaría ridículo que hechos de tortura sean sancionados con menos pena que un robo, por ejemplo. Eso no resiste el menor análisis, es una manera de impunidad de hecho. Y luego, por supuesto, debe haber un cumplimiento efectivo de esas penas, y si hay modificación de pena, que es factible en caso de circunstancias humanitarias, he sentado un precedente y una clara posición en el caso Fujimori, en Perú. El paso del tiempo o enfermedades propias de la edad no son elementos por los cuales debe haber una atenuación de la pena. Esta es solo es factible en el caso de enfermedades terminales de resolución inminente.

¿Que transgresiones al derecho internacional percibe?

Había obligaciones nacionales e internacionales vigentes para El Salvador al momento de los hechos y esas obligaciones están dadas incluso por el derecho internacional consuetudinario. Entonces, lo más adecuado es hacerlo de manera correcta, es decir, no estableciendo plazos para llevar adelante la investigación criminal. No estableciendo eximentes de responsabilidad o figuras que impliquen que las personas no cumplan con penas privativas de libertad, como corresponde, y el derecho vigente tiene que ser el derecho vigente al momento de los hechos a nivel nacional e internacional.

Uno de los puntos de más fricción en este tipo de leyes es el establecimiento de sanciones o penas carcelarias para los implicados. ¿Considera que ese aspecto debe ser un punto de honor por su componente ejemplarizante, sin importar la salud de los implicados?

No necesariamente por una razón de honor, sino por una razón jurídica. La comunidad internacional ya ha tomado una posición de esto y es el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Las penas son de reclusión y son de cumplimiento efectivo.

¿Puede usted ayudar a disipar el mito que han construido algunos partidos políticos de que la justicia transicional es excluyente de la justicia penal?

No sé en qué consiste el mito exactamente, pero lo cierto es que la justicia transicional no puede entenderse como se entendía cuando comenzaron estos procesos a inicios de los años 80. Hay toda una evolución de la justicia transicional y te pone, absolutamente, de la mano de mecanismos institucionales, a efectos de abordar los aberrantes hechos cometidos en el pasado. Y esos estándares ya están suficientemente construidos y van de la mano. Es decir, hay que cumplir con los mecanismos de verdad, hay que hacer justicia y responsabilizar y sancionar debidamente a los perpetradores, haciéndoles cumplir las penas que corresponden; hay que establecer sanciones adecuadas y los mecanismos de reforma institucional y proceso de memoria a efecto de que los hechos no se repitan. Y estas no son obligaciones que el Estado puede optar cumplir una sí y una no; ya forman parte de lo que el Estado debe efectivamente cumplir. Cualquier proceso de justicia transicional que incumpla con esto hoy es inválido además de antijurídico.

¿Qué se puede argumentar frente a los que demandan razones de humanismo o razones de condescendencia contra los implicados que ahora tienen edad avanzada?

Es que justamente se ha llegado a este punto porque se han beneficiado de una impunidad a lo largo de décadas en los cuales han estado gobernando partidos políticos al servicio de esa impunidad. Ahora no pueden protestar por la situación que ellos mismos han generado

Las fuerzas políticas apelan a un argumento de soberanía nacional cuando la ONU se pronuncia o cuando habla la comunidad internacional.
 
Es una argumentación falsa e inmoral. Es inmoral porque no se puede argumentar soberanía para establecer impunidad para violaciones de hechos que repugnan la conciencia de la humanidad. Y es falsa porque el Estado soberanamente, es decir, en actos plenos de soberanía, ha decidido formar parte de organismos internacionales como Naciones Unidas y también soberanamente también ha ratificado tratados internacionales de derechos humanos que son vigentes. Entonces no puede ser una violación a la soberanía hacer cumplir las normas internacionales que soberanamente el Estado ha decidido asumir.
 
Usted mencionaba que por años los políticos han provocado esta esfera de impunidad. ¿Qué llamado puede hacer al sistema de justicia, siendo que los jueces muchas veces cuentan con palancas que no activan por cálculos, o por miedo? Desde 2001, por ejemplo, hay una sentencia de la Sala de lo Constitucional que dice que los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, es decir, que pueden ser juzgados. Pero pasaron 15 años y fue hasta el 2016, cuando la Sala emite una nueva sentencia donde declara ilegal la amnistía, cuando casos como el del Mozote se reabrieron.
 
Haría el mismo llamado que puedo hacer para cualquier persona que cumpla funciones en el Estado. Y así como me refiero al Poder Ejecutivo o al Poder Legislativo, vale para el poder Judicial. El rol del Poder Judicial es de garantizar derechos y hacer cumplir las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos. Si el Judicial no cumple con su rol efectivo de hacer justicia utilizando las herramientas que, efectivamente existen, no cumple adecuadamente su rol y habilita nuevo reclamos internacionales contra el Estado en foros como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o los órganos de Naciones Unidas.
 
Esta es una tónica a nivel internacional, supongo, no es que El Salvador sea un caso excepcional.

No.

¿Qué mensaje le puede dar a los salvadoreños que creen que, en este sentido, El Salvador tiene una enfermedad única?

Hay muchos países que pasan por situaciones similares. Mi país, Argentina, todavía tiene en marcha procesos de juzgamiento de crímenes cometidos durante 40 años, donde las personas son juzgadas, sancionadas y enviadas a la cárcel, tanto militares como civiles, que han participado en hechos y crímenes contra la humanidad, torturas, desapariciones forzadas. Son situaciones que suceden en todas partes del mundo. Y si no se cierran bien, es decir, si no se cumplen con estos estándares, son situaciones que vuelven, vuelven y vuelven... El ejemplo más claro es el de España. En este mismo momento hay querellas abiertas contra personas que han cometido crímenes durante el franquismo. Estamos hablando de hechos cometidos hace sesenta años o más. Si estos hechos no se abordan como corresponden están siempre vigentes, y no permiten que la sociedad finalmente entienda que se han resueltos como se tienen que resolver.
 
Preguntamos a un diputado si la sociedad salvadoreña tendría que esperar una nueva generación de legisladores dispuestos a escudriñar y permitir que se sepa exactamente lo que pasó en nuestra guerra. Por lo de España, parece que incluso el cambio generacional no es garantía. 

Sí, esos temas siempre se encuentran presentes al menos que se aborden con la madurez y con la honestidad que la situación amerita, y por eso espero que los legisladores y legisladoras actúen como lo que son, personas que ocupan cargos en el Poder Legislativo para cumplir con las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos sin tener en cuenta ninguna especulación ni de carácter personal ni grupal. Eso hablaría muy bien y dignificaría al Poder Legislativo de El Salvador.

En El Salvador, el presidente Nayib Bukele ha enlistado la Ley de reconciliación como una de las grandes deudas de los diputados, en un contexto en el que hay un tira y encoge entre el poder Ejecutivo y Legislativo. No sabemos a ciencia cierta si Bukele presiona de esta manera legítimamente o si está buscando este tema como carne de cañón para su enfrentamiento con el Legislativo. ¿Qué papel juegan, en general, los presidentes de una nación en este tipo de leyes?

Todos los órganos del Estado deben actuar en consonancia con las obligaciones internacionales del Estado en materia de derechos humanos. Y no hay opción. Si hay tironeo o especulaciones políticas es algo que a mí no me compete ver o evaluar. Lo que sí me compete es ver si el comportamiento de los órganos del Estado, en general, y en particular, están de acuerdo con las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos. Si no se respetan plenamente los criterios de verdad, justicia, responsabilización de los perpetradores, mecanismos de memoria y garantías de no repetición, yo le aseguro que la comunidad internacional será muy crítica con El Salvador. Y esto que estamos discutiendo ahora se volverá a discutir dentro de 10 o 15 años, lo cual no tiene el más mínimo sentido.

¿Ha recibido usted alguna postura oficial del Estado o del Gobierno a través de Cancillería sobre este proceso de aprobación de la ley?

No aun, pero voy a seguir muy de cerca esta cuestión. Usted sabe que presento mi informe sobre El Salvador en septiembre al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y, por supuesto, mi informe tendrá en cuenta no solo lo que recopilé en la visita oficial al país sino todos los eventos que vayan sucediendo posteriormente.

¿Cómo evalúa el papel del Gobierno de Bukele?

Creo que ha sido un gran paso que el último día del gobierno anterior, el presidente saliente haya sancionado una normativa para acceso a los archivos militares. Otro gran paso fue la decisión del presidente Bukele (también obedenciendo a una recomendación que formulé oportunamente) de quitar el nombre de Domingo Monterrosa de la brigada, naturalmente, por su responsabilidad en la masacre de El Mozote. Son pasos positivos, pero son solo algunos. Ahora faltan estos otros que también son muy importantes y el Poder Legislativo debe también actuar en consecuencia.

¿Usted tuvo comunicación bilateral con el presidente Bukele por el tema de Monterrosa?

No, creo que fue la primera decisión que tomó el presidente en funciones y por supuesto que fue bien acogida de parte de la comunidad internacional que supervisa las obligaciones en materia de derechos humanos. Ahora, esto es un punto de los muchos que figuran en mi informe, y el cumplimiento de ese punto no exime cumplir el resto, como me permití decirle a la delegación de El Salvador en Nueva York cuando presenté mi informe, el año pasado, sobre disculpas oficiales como mecanismos de reparación por violaciones a derechos humanos. No fue un informe sobre El Salvador; fue un informe genérico, temático, sobre el elemento de justicia transicional, pero ahí la embajadora de El Salvador en Naciones Unidas tomó la palabra y agradeció mucho mi informe.

¿Usted ha podido hablar con la representación de El Salvador ante la ONU para tratar este tipo de temas?

He tenido algunas conversaciones con ella [la embajadora Egriselda López], es alguien a quien aprecio y respeto mucho, le conozco personalmente, creo que es una persona que conoce muy bien el derecho internacional y también las obligaciones internacionales del Estado en materia de derechos humanos.

¿Le parece clara la posición de El Salvador en este tema?

Su declaración fue muy elogiosa hacia mi informe, y dijo que por supuesto el Estado iba a seguir muy de cerca las recomendaciones que había formulado.

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